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LA HISTORIA DE UNA BIBLIA

--Ismaufa 02:59 9 mar 2008 (UTC)

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Mi historia comenzó aquella mañana cuando me compraron en aquella librería. Todo iba tan bien entre mi dueño y yo. Me acuerdo que juntos tuvimos muchos días de estudio, pero un día no llegó a leerme y así pasaron las tardes, las noches y las semanas, hasta que supe la tragedia: el me había cambiado por una de esas biblias “electro-computarizadas”, que poseía más de 10 versiones bíblicas diferentes, 45 atlas bíblicos, 20 diccionarios léxicos-gramaticales, 40 películas bíblicas en DVD y un viaje por los exponentes más importantes de la teología cristiana, desde el Apóstol Pablo, hasta San Agustín, Lutero, Kart Barth y Marilyn Manson.

Después de estar varios meses polvorienta y olvidada, mi dueño volvió a encontrarme en un rincón del entretecho. Al parecer tenía unos problemas con una señora llamada “Dicom”, su esposa lo dejó por el cartero, lo había mordido su perro, estaba endeudado del agua, la luz y del alcantarillado, entre otros.

Fue muy bueno encontrarnos nuevamente en esos lindos momentos de “lloración”, pero cuando sus problemas nuevamente se arreglaron, no solo me olvidó, sino que me dejó en la banca de una iglesia en otra ciudad, hasta que un jovencito me encontró y me llevó a la casa. Fue ahí donde una señora me abrió en el Salmo 91 y me tuvo así por casi dos semanas, rodeada de hojas de ruda, laurel, parque y con unas imágenes de santitos. No creo que le haya protegido mucho, pues por culpa de las velas que tenía prendidas todos los días, se le incendió la habitación. Gracias a Dios no me quemé, pero de tanto estar abierta tengo un tirón entre Mateo y Marcos.

Al llegar a la iglesia de mi nuevo dueño, me di cuanta que muchos lucían unas apoteósicas biblias de moda, tales como la “Biblia del Ministro”, “la Biblia del diacono”, la Biblia de la quinceañera”, la Biblia del director de alabanza”, “la Biblia de la prosperidad”, y “la Biblia del líder rapero”. Otros que se creían muy eruditos portaban en sus brazos versiones de la Biblia en hebreo, griego, latín, gerigonsio, gallego, atlante, y una en “lenguas”, para los más “espirituales”. Pero ninguna de ellas estaba arrugada ni subrayada. Al contrario, todas estaban nuevecitas nuevecitas.

Mis temores se hicieron realidad el domingo cuando el predicador más respetado de la congregación le tocó el turno de predicar. Al pararse frente al púlpito, cerró sus ojos, buscó al azar y cuando apuntó con su dedo una porción bíblica, abrió sus ojos y comenzó a leer la genealogía de Jesús. Al verse en el problema que estaba, trató de continuar con la predicación diciendo:

“Creo que el mensaje de hoy ha sido muy claro y como dice la Palabra en el libro de “Géminis”, estaba el Faraón sentado en su trono con la ´ Reina Valera ´, cuando vino el Apóstol Pedro y le dijo: Faraón, te voy a contar una parábola. Hubo una vez un hombre que tuvo dos hijos, el mayor se llamaba Caín, el menos se llamaba Abel. Caín tenía siete vacas gordas. Abel tenía siete vacas flacas y las siete vacas flacas se comieron a las gordas, fue ahí donde Caín contrató a unos bandoleros, los ´ cuatro jinetes del Apocalipsis ´, estos aprovecharon la oportunidad cuando el hermano menor le pidió a su Padre la herencia que le correspondía y al salir por el camino, le asaltaron y golpearon. Una parte de este joven cayó al lado del camino, otra entre espinos y la última entre pedregales. Con lo que recogieron de él, llenaron 12 cestas.

Entonces vinieron dos amigos de la víctima, uno se llamaba José Smith, el otro Mahoma. Éstos vendieron todo lo que tenían y compraron “la Perla del gran Precio”, la pusieron en la honda, se acercaron al gigante y le golpearon en la cabeza, entonces se la cortaron, la pusieron en una bandeja de plata, la llevaron a Herodes e hicieron una gran fiesta, pero sólo pudieron llegar cinco vírgenes prudentes. ¡Aleluya!”

¡Que increíble que haya tanta gente que ocupa la Biblia y no habla de ésta! Estoy también muy molesta, porque hay algunos que me estudian para saber si Adán tenía ombligo. O si el diablo era director de alabanzas o diácono en el cielo ¡A quién le importa si el chupacabras o pie grande iban en el Arca de Noe! Algunas iglesias se han dividido por culpa de estos supuestos “descubrimientos”. Un día salió un tipo que aseguraba que Dios era del Colo Colo de Chile porque estaba escrito que Dios amó a Jacob y aborreció a esa U, o que también le iba a los Pumas de la UNAM porque Jesús estaba ceñido por el pecho con un cinto de ORO. Otro metió una Biblia en agua con detergente, porque quería aLABAR a Dios.

Así podría estar todo un día contándoles cómo algunos se han vacunado en contra del evangelio, por culpa de otros que se empecinan en buscar algún mandamiento que prohíban las gomas de mascar u otros que no descansan en afirmar que hay un versículo que exige la patilla a ciertos centímetros de la oreja, o por último, encontrar un texto que afirme cuál es el nudo de la corbata elegido por Dios.

Por eso hoy me dirijo a todos ustedes, mis amigos y amigas que me leen día a día Yo no soy un amuleto de buena suerte ni un libro cabalístico, ni menos un catálogo para responder estupideces. Soy lo que Dios ha dejado en sus manos para poder conocerle, por eso no basta con leerme ni entenderme, además es necesario vivirme.

Por eso, no sirve de nada ser sólo un gran pastor de “conferencias” y hablar de misión, cuando únicamente conoce los pisos alfombrados de un auditorio y las cámaras de televisión, dejando en el olvido el polvo de las calles de tierra.

Hoy se habla mucho del éxito de las mega iglesias y se llenan las butacas de los templos cuando se imparten “principios revelados”. Pero si se habla de misericordia, acción social y piedad, no alcanzan los asientos ni para un puñado de gente. Esto se debe a que hoy los humanos se han casado con el éxito, al estilo del “sueño americano” que incluso ha pisado los púlpitos de la Iglesia, vestida con otro traje.

Quiero decirles que me lean con un corazón que no busque el elogio ni la fama ni los aplausos. Cuando lo logren, no verán solamente en mis páginas las posibilidades para que llenen sus propios bolsillos o sus ansias de ser los primeros. Al contrario, podrán observar a un Dios que es el Padre de los huérfanos, protector de las viudas y defensor de los oprimidos. Sólo en ese momento vendrán a sus mentes los rostros de los niñitos pobres que se cuelgan de ti, para arrancar un pedacito de cariño, ya que en sus casas no los reciben. Verán la sonrisa de una abuelita abandonada en un asilo, las lágrimas de un inmigrante discriminado en otro país. Podrán ver a aquel humilde rabino de Galilea que les desafía y dice: “Id y sed mis testigos”