Incinoticias:Hitler tenía los dientes hechos una mierda y no se fue a Argentina

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Además tenía mal aliento.
9 de agosto del 2018Ciudad: Moscú; RusiaInforma: Igor Ilich Empastov

Esa sonrisa seductora...

En un agujero en el suelo, vivía Hitler. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un bunker, y el 30 de abril de 1945, cuando las fuerzas aliadas entraban en Berlín, en ese agujero en el suelo, se estaba suicidando hasta el apuntador. Hitler también, y dio órdenes de que su cuerpo fuera incinerado pero de que, a ser posible, esperasen a que él estuviera muerto para eso. Una vez cumplidas las órdenes del Führer (ignoramos si en la secuencia correcta), los soviéticos encontraron lo que quedaba del mismo, unos huesos calcinados que todavía conservaban el característico bigotito. Décadas después, en los setenta, decidieron desintegrar estos restos del todo y echarlos al río, que se ve que de aquella no había mucha conciencia con el asunto de los vertidos y de echar porquerías al agua. No obstante se guardaron algunos cachos del cráneo y la mandíbula, de recuerdo. Tal vez algún día podrían hacerse unos colgantes muy chulos con ellos.

Lo que pasa es que estos últimos despojos no se los enseñaron a nadie y eso ha alimentado todo tipo de teorías de lo más absurdo sobre el destino final del dictador alemán. El Gobierno de Rusia, ya hasta las mismísimas pelotas (nada que ver con el reciente Mundial de Fútbol) ha decidido acabar de una puñetera vez con todas las magufadas y conspiranoias y, fruto de su enfado, ha enseñado los dientes (los de Hitler). Estos demuestran que el líder nazi murió en Berlín en 1945.

Ampliación de la noticia

Esta es su piñata. Una desgracia casi tan grande como él mismo.

Los restos óseos han sido cotejados con la radiografía que los soviéticos robaron con violencia a los soviéticos les fue facilitada por el dentista personal de Hitler, el Dr. Rudolf Schwarzenzähne y en la comparación se ve que no hay lugar a dudas, esos piños son los del Führer.

La salud dental del dictador dejaba mucho que desear y casi todas sus piezas naturales las había sustituido por numerosos implantes de metal, que hoy día tendría problemas con los detectores cada vez que fuera a tomar un avión. Fruto de todo esto tenía un alientuzo que tiraba para atrás, que parecía que se había comido una mofeta. También su mandíbula pesaba un quintal y por eso en sus últimas apariciones públicas se le veía cada vez más encorvado.

Un análisis pormenorizado de los dientes ha confirmado lo que se sospechaba: que Hitler era vegetariano, ya que había en sus espacios interdentales numerosos restos de espinacas momificadas, pero no de carne. Que se los lavaba poco y con dentífrico del Lidl y que tenían manchas azules, que pueden deberse tanto al cianuro con el que se suicidó como a que comiera gominolas, a saber. La ausencia de restos de pólvora ha determinado también que no se metió la pistola en la boca para pegarse un tiro, que éste bien se lo pegó en el cráneo o tal vez en el ojete, pero en la boca desde luego que no.