Usuario Blog:DJ Nietzsche/Textos fuera de contexto

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Mmmm... Ya me estoy cansando de esta página...

Estaba preparando la bolsa para irme a la playa, ya sabemos que en la playa uno se aburre una barbaridad y hay que llevarse unas cuantas cosas para amenizar la estancia. Suelo llevarme un libro para no tener que prestar atención a los comentarios procedentes de toallas aledañas –ya sabéis: “Qué buena está el agua”, “tráeme un helado de turrón”, y todo eso-. El caso es que el libro que estaba leyendo es bastante plasta, se titula “El Wagner de las ideologías: Nietzsche –Wagner”. La foto del escritor de la contraportada ya da bastante risa y uno se imagina que este hombre debía tener mucho tiempo libre y muy pocos amigos para escribir un libro con ese título. Entonces se me ocurrió que si viese a un tío en la playa leyendo eso no me lo tragaría ni por un momento: venga ya, cuéntame otra, te agenciaste un parapeto estupendo para controlar bikinis, ¿eh? En fin, soy de la opinión de que la playa es el peor sitio para hacer la mayoría de las cosas, y leer es una de ellas. Bueno, tal vez merezca la pena llevarse el Ulises de Joyce para tirarlo al agua a ver si flota; normalmente se supone que los libros flotan, pero estoy bastante seguro de que ese no, así que a lo mejor no estaría mal comprobarlo, habría que hacer un par de fotos del asunto.

En fin; el caso es que me dí cuenta de que cada tipo de libro requiere un contexto de lectura diferente, es una cosa evidente pero nunca la había pensado, así que me emocioné y me puse a hacer una pequeña guía en la playa, dado que no me había llevado el libro y me aburría una barbaridad, como de costumbre. Veamos el fruto de la insolación:

  • Libros de miedo: Lo mejor sería leerlos por la noche, en casa, y solo. A ser posible, con una música tétrica de fondo, una marcha fúnebre de Chopin o algo así. Si le añadimos una suegra con Alzheimer recorriendo la casa con una vela y una lechuza sobre la mesilla de noche (las lechuzas dan mucho miedo, ¿no lo sabías?), tenemos todas las papeletas para despertarnos sudorosos en plena noche y agotar las reservas de ansiolíticos del botiquín.
  • Libros de risa: Estos se pueden leer en muchos sitios, pero es recomendable no hacerlo en lugares en los que una carcajada a destiempo nos pueda dejar en evidencia. Esto incluye las salas de espera de los hospitales, los tanatorios, la iglesia, y las reuniones de alcohólicos anónimos.
  • Ensayos: Recomendables para leer en casa los días de lluvia, o después de haber leído uno de miedo para conciliar el sueño como Dios manda. No, no hay que llevárselos a la playa. “Me quemé toda la espalda porque estaba demasiado concentrado en la Crítica de la Razón Pura como para echarme la crema protectora”. Te lo mereces, por mentecato.
  • Libros de autoayuda: Ver punto nº 2.
  • Libros de aventuras y demás movidas ligeras: Estos se pueden leer hasta en el metro, aunque leer en el metro es una cosa terrible y por lo general es recomendable limitarse a los folletos de propaganda de restaurantes de comida rápida y a los panfletos de Isabel Coixet o Lucía Etxebarría.

Bueno, podríamos seguir relacionando géneros y contextos hasta mañana, pero ya pilláis la idea. A partir de ahora voy a ir fijándome por todos los sitios en los libros que va leyendo la gente, me voy a dedicar muy seriamente a este trabajo de campo, espero grandes resultados. A lo mejor extraigo conclusiones brillantísimas y alguna editorial me publica el estudio. Espero no encontrarme nunca a nadie utilizándolo en la playa como parapeto para controlar bikinis, o tendré que lanzarle a la cabeza el ejemplar del Ulises de Joyce que llevaré en mi bolsa. Para ver si flota, claro.