Usuario:Carlos castaneda

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El final del conocimiento.

Lo último que Don Juan me dijo antes de morir, fue que se equivocó terriblemente con Carlos: él no era un Nahual de nuestro linaje, ni siquiera era un elegido; todo había sido un engaño del inquilino.

Aquel día fue colocado por Don Juan en el plano más activo de mi conciencia, aun hoy lo recuerdo de un modo vívido, como su no hubiera pasado un día. Me dio cita en una casa de cartón construida en medio del paso de una avenida en la colonia Pedregal de Santo Domingo; no era la única vivienda que presentaba estás circunstancias en la zona, por el contrario, llegué a desconfiar de las señas que me dio para encontrar la dirección: Una casa de láminas de cartón, construida sobre un montículo de piedra volcánica, en medio de la avenida Nezahualpilli, bajo la sombra de un ahuehuete. Volví dos calles atrás, donde una placa sobre una puerta me confirmó el nombre de la avenida: Nezahualpilli. Nuevamente avancé hasta la casa del ahuehuete y, conforme me acercaba, iba revisando su fisonomía en busca de alguna forma que se pareciera a una puerta. Me detuve a dos pasos apenas de chocar con las láminas, sin encontrar en éstas la entrada. Justo enfrente de mi, se apartó un pedazo de la pared, empujada desde dentro por una anciana que asomó uno de sus ojos por la rendija que se formara tras el movimiento de la lámina. Después de revisarme con la mirada, dio un segundo empujón a la estructura, dejando espacio apenas para permitirme pasar; la anciana hizo una seña al ver mi inmovilidad y yo avance preguntando por Don Juan, sin obtener respuesta; en lugar de eso fui invitado, a través de otra seña, a sentarme sobre un petate que se extendía sobre el piso de la única habitación. En la semioscuridad, un comal de lámina galvanizada, sostenía carbones incandescentes sobre los que hervía, contenido por una olla de barro, té de canela. La anciana sirvió un poco del té en un vaso y lo llevó a un rincón, donde mi vista descubrió entre la oscuridad a otra persona que hasta ese momento había permanecido oculto bajo cobijas; los empujones que la anciana le dio con el pie, lo obligaron a enderezarse para recibir el vaso de té. Un vaso igual me fue ofrecido y su contenido alivió el frío que me había seguido hasta ahí. El hombre bajo las cobijas era Don Juan; lo supe minutos después, cuando con movimientos seniles se acercó hasta el petate y se sentó junto a mí. La exclamación acudió de inmediato a mi boca y ahí se ahogó ante la indiferencia de Don Juan, que no hacia sino beber el té y observar la brillantez de los carbones sobre el comal. La anciana, sentada al otro lado del cuarto me miraba sin discreción, con las pupilas tan fijas que me provocaron un escalofrío, entonces ella se levantó y salió de la casa apresurada, dejando abierta la puerta, por lo que pude verla durante unos minutos alejarse calle abajo, hasta que la distancia la borró de mi vista. Una palmada sobre mi muslo izquierdo me hizo recordar la presencia del Nahual, que se puso de pie y cruzó la salida igual que la anciana. Dando media vuelta se detuvo con la mirada sobre mí; en seguida lo alcancé y caminamos en silencio bajo la luz del amanecer.

Después de cruzar el eje diez nos metimos por calles torcidas, sobre las que anduvimos al rededor de dos o tres horas, hasta que llegamos a una pequeña plazuela cercada por anchos muros con arcos que desembocaban a las estrechas calles; al fondo del patio una pequeña capilla y a un costado de esta un corredor tan estrecho que apenas podía avanzar una persona a la vez. Yo iba detrás de Don Juan, quién avanzaba lento, mucho más que durante el resto de la caminata; se detuvo en un punto y así se quedó durante un rato.

-¿Lo sientes?-

Dijo muy quedo; podía presentir algo terrible en sus palabras. Dio media vuelta hasta quedar de frente, entonces vi su rostro y fue como si lo viera por primera vez desde que me encontrara con él en la mañana; la vejes, que siempre se había manifestado vencida por la energía inexplicable que lo habitaba, asaltaba ahora su mueca haciéndolo parecer decrépito.

-¡Presta atención!-

Sus dientes rechinaron y sus ojos se llenaron de bilis. Me apartó con su cuerpo, para volver apresurado por el corredor; el camino estaba flanqueado por la pared de la capilla de un lado y espesa maleza por el otro. Vi a Don Juan desaparecer entre la maleza sin saber como reaccionar, hasta que volvió a asomarse por entre los arbustos y fui detrás de él, descubriendo otro camino que no había visto al pasar antes por ahí; este camino era aun más angosto que el anterior y los arbustos que lo bordeaban lastimaban mi cuerpo sin poder remediarlo por la velocidad con que avanzábamos; temía perderme sino seguía el paso. Por fin llegamos a donde la maleza se abría en un círculo, donde sus ramas se llenaban de flores y crecían en torno a una vieja fuente de piedra, de tallados cubiertos por el musgo y aguas brotando en varios chorros. A pesar de que Don Juan aceleró el paso hasta el extremo opuesto de la fuente, donde continuaba el corredor entre ramas, tuve la intención de sentarme y probar esa agua que imaginaba dulce y fría.

-¡No te detengas!-

El camino volvió a angostarse sobre mí, el sol comenzó a lastimarme y mi garganta a pedirme agua; estaba irritado al punto de ser agresivo con Don Juan, le grite un par de veces, so pretexto de saber a donde íbamos; al no obtener respuesta, mis gritos y mis palabras subieron de tono; me detuve poseído de indignación, decidido a no dar un paso más. El Nahual volvió por mi con tal fuerza que su sola imagen abalanzada me hizo encogerme como un niño; su mano me tomó por la espalda y me empujó por el corredor. En cuestión de segundos me hallé caminando nuevamente por una de esas calles empedradas en que habíamos andado antes de encontrarnos con la capilla; el golpe sobre mi espalda me había dado tal vigor que no me di cuenta cuando Don Juan se quedó atrás. Al volver la vista lo ubiqué recargado contra una pared sobre la banqueta; su figura descompuesta se sostenía a fuerza de abandonarse contra el muro, con las piernas tambaleando de forma inocente. Acudí en su ayuda apenas para detenerle la caída a medio paso; sus brazos colgaron de los míos mientras conseguía ponerlo en pie; al tener su rostro cerca del mío pude ver que jadeaba.

-Trataba de que partieras con los demás; eso fue lo que pasó-

Las palabras de Don Juan provocaron un hueco en mi estómago. No sabía que me había dicho, pero entendía algo que me causó enorme inquietud; un vértigo atacó mi percepción, provocando en mi cabeza una burbuja de incertidumbre; creía tener la respuesta encerrada en la memoria y la examinaba con desesperación; vencido por las sensaciones que me habían surgido, caí sin remedio con la flacidez de un desmayo, llevándome conmigo a Don Juan, que aun descansaba sobre mis hombros. Sin salir del trance, sentí el frío de la banqueta contra mi costado; ante mi vista débil estaba la maltrecha figura del anciano: extraviado e indefenso examinaba el suelo con sus palmas, como tratando de entender la causa que lo había arrojado a ese espacio. Al verlo como nunca, de ese modo; al verme junto a él como su única esperanza, sentí una desolación pétrea y débil. Don Juan me encontró entonces frente a sus ojos; clavo su mirada en la mía y al hacerlo, sentí que podía leer mis pensamientos; soltó sin aviso una carcajada que me mantuvo desconcertado unos segundos, hasta que termine por rendirme a su influencia. Poco antes de llegar a la plaza centenario, Don Juan comenzó a contarme sobre la gran cantidad de sitios de poder que había por el rumbo. Lo interrumpí rogándole que me dejara invitarle algo de comer, pues pensaba que eso podía ayudarlo a recuperarse.

-No va ayudarme ningún alimento. Cómprate tú un agua, estás deshidratado.-

Al entrar a la plaza, Don Juan me contó que en uno de los pasillos de la orilla había un sitio de poder muy especial, una puerta como ninguna otra, que había sido temida durante la historia de los hombres de conocimiento, pues se sabía que aquello que había pasado a través de aquella puerta, nunca había retornado a nuestro mundo. Me pareció extraño que un sitio de poder tan importante, se hallara en un lugar tan concurrido.

-Por eso en este pasillo, a diferencia de los otros, todavía se encuentran artesanías hechas a mano-

Nos detuvimos frente a un puesto de zapatos y huaraches rústicos, fabricados completamente en cuero, desde las tiras de piel estirable y resistente con que se unían las distintas piezas, hasta la suela de dura y gruesa baqueta. Don Juan saludó de mano al hombre detrás del puesto, quien abandonó la fabricación de un par de mocasines para contestar, efusivo, el saludo. Era un hombre delgado y muy moreno, de unos cuarenta años y uno sesenta de estatura; sus pómulos afilados, junto con la nariz prominente y tosca, le daban un aspecto de indio norteamericano, que reforzaba con los cabellos lacios y largos, de un negro opaco, y la ropa de cuero confeccionada al estilo de aquellas tribus. El hombre nos invitó a pasar atrás de la hilera de puestos, donde la barra de concreto, puesta para limitar los jardines del parque, servía de asiento a los artesanos. El fabricante de calzado se presentó como José. Luego vino una pausa que Don Juan interrumpió.

-¿Como va tu hijo?-

José llamó con un grito a un niño de unos diez años que se aproximó tímidamente y, por orden de su padre, nos saludó presentándose como Ixbalanqué. Parecía que Don Juan le daba miedo al pequeño y le costó mucho atreverse a darle la mano.

-No había tenido oportunidad de venir por los zapatos-

Ixbalanqué se alejó apresurado, mientras su padre se metía bajo la mesa de su puesto de calzado, en busca del par perteneciente a Don Juan. Minutos después regresó con unos huaraches de una sola tira de baqueta dura y tosca, que entregó con gesto sencillo, invitando al viejo a probárselos. Este, destapó sus pies del desgastado pantalón y me sorprendió ver que estaba descalzo. Colocó los huaraches bajo sus plantas y ajustó la correa con lentitud, como haciéndola coincidir con las gruesas arrugas de sus tobillos.

-Me apena no podérmelos llevar, no traje ninguna piel para el cambio, hace tiempo que no agarro ningún animalito-

La mano de José sobre su hombro bastó para entender que se los había regalado; compartieron una mirada solemne y luego el zapatero acercó una mochila donde, tras extraer varios objetos, encontró una botella de plástico llena de mezcal; giró la rosca y dio un largo sorbo antes de pasárselo a Don Juan, que dio un trago idéntico para ofrecérmelo a mí; el sabor era peor de cuanto había probado hasta ese día y por poco lo devuelvo. Del otro lado del jardín una mujer gritó el nombre de José con tal intención, que lo hizo correr a su llamado. La mujer sujetaba contra su voluntad a Ixbalanqué, que se retorcía tratando de zafar el brazo. Hubo un intercambio de palabras entre la mujer y el zapatero, arremetiendo el último contra su hijo, en una paliza brutal que observé con indignación desde mi lugar. Don Juan se apartó del lado mío, agachándose frente a las cosas que había dejado tiradas José al esculcar su mochila; regresó segundos después con gesto asombrado y entre las manos un libro que me mostró urgente. En la portada tenía un dibujo de trazos enredados que me hipnotizó por un segundo hasta que el Nahual me dio un sape en la nuca.

-¿Ya viste quién es?-

Las letras en la portada decían: "LAS ENSEÑANZAS DE DON JUAN-Carlos Castaneda".

-¡Es Carlitos!-

La idea de Carlitos no había estado presente en mi vida, al menos de manera consciente, pero cuando Don Juan lo mencionó tuve la certeza de saber de quien hablaba; una imagen luchaba por aparecer en mi mente.

-Este es el primero de sus libros, deberías de leerlos-

Puso el libro sobre mis manos y se levantó para dar un gran respiro; escuché sus huesos tronar mientras se estiraba y efectuaba movimientos extraños por el espacio; una de sus manos pasó varías veces por mi espalda y por mi rostro tan rápido, que producía un suave sonido al romper el aire; se agachó frente a mí quedando muy cerca.

-Todo terminó-

El viejo decrépito había desaparecido; aquel gesto incomprensible y lleno de magia con que conocí a Don Juan, había vuelto cargado de una fuerza que sobrepasaba su piel, irradiando todo el espacio.

-Carlitos murió sin hacer recapitulación-

Parecía poder entender lo que él me decía y eso me sorprendió; trate de ubicar el nombre de "Carlitos" en mi memoria y, al hacerlo, me iba dominando la irritación de no entender lo que me sucedía; mi cabeza se calentó hasta casi nublarse.

-¡No hay tiempo de razonar!-

La mano del Nahual tocó mi oreja derecha y sentí que dentro de su palma guardaba un cubo de hielo. El frío me hizo apartarme y voltear a su mano vacía y seca. Miré desconcertado hacia Don Juan.

-Lo que voy a decirte no es para tu mente, sino para tu cuerpo; ni siquiera tenemos el tiempo suficiente para explicártelo todo y entre más te tardes, menos voy a contarte-

A lo lejos, comenzaron a sonar tambores; un sonsonete mecánico y repetitivo. Pensé que se trataba de un engaño de mi imaginación, pero al voltear alcancé a ver un grupo de danzantes que comenzaban a formar un círculo con sus pasos rituales y sus pequeños anafres equipados con carbón encendido y trozos de copal, cuyo aroma comenzaba a llegar hasta donde estábamos. Sentí como Don Juan se sentaba a mi lado.

-Nuestro linaje comenzó por un encuentro accidental con un brujo de la antigüedad a quién hemos conocido como "El Inquilino" por su habilidad para permanecer en el estadio de la vida, oculto al suceso de la muerte durante más de diez mil años. El Inquilino pertenece a una nueva clase de brujos que, tras haber practicado el antiguo conocimiento de prolongar la vida el mayor tiempo posible, después de haber vagado por las infinitas dimensiones que componen este universo, descubrieron que existe la posibilidad de escapar, de ir más allá de toda realidad posible, hacia una apertura que está más allá de la vida y la muerte; un destino que está fuera del conocimiento y que ellos llamaron: la libertad-

El jardín estaba cubierto por una luz espesa, casi palpable, proyectada por un cielo de un azul transparente, como de cristal. La plaza era otra, sus pasillos se llenaron de la multitud dominical que se mueve torpemente contra los puestos, rugiendo su murmullo autómata. Yo escuchaba a Don Juan y cada palabra me traía una duda, pero cada duda era aplastada por un golpe de tambor y mis ojos no podían despegarse de los movimientos que repetían incesantes al otro lado del jardín, los danzantes.

-Cuando el inquilino descubrió la posibilidad de escapar a la libertad, vio que para lograrlo era necesario el poder que el había ido perdiendo durante su larga vida; vio también que el mundo que conocemos, al que nuestra razón ha identificado como la realidad, no es sino un fragmento de un universo, un pliegue dentro de un tejido de realidades infinitas, cuya totalidad fue llamada por los antiguos brujos: el águila. El descubrimiento más importante que estos brujos hicieron, fue que el águila está viva, es un organismo consciente del que formamos parte, conectados a través del tejido luminoso que nos atraviesa y nos conecta con todos y cada uno de los seres que la habitan. El águila está hacha de conciencia y se alimenta de la conciencia, de nuestra conciencia; de las vivencias proyectadas en nuestra memoria a través de experiencias que conmueven nuestro ser a lo largo de nuestra existencia; los brujos antiguos, en su obsesión por conservar la vida, vieron que nuestro poder, nuestra vida, está contenida en un huevo luminoso que, al morir, es devorado por el águila; descubrieron que el águila se alimenta de la conciencia de los seres vivos, y que está conciencia puede ser sustituida por la memoria, haciendo una recapitulación de toda nuestra vida, desde el momento del nacimiento, contando cada instante, cada vivencia, cada emoción hasta el momento de la muerte, se puede entregar al águila una réplica de la conciencia de nuestra vida. Los antiguos brujos vieron que cuando el águila devoraba un huevo luminoso de un brujo que había recapitulado el total de su existencia, esta tomaba la memoria como la parte jugosa de una fruta y devolvía al brujo como a un hueso seco, arrojándolo de regreso a la vida. Carlitos no hizo recapitulación, está muerto-

No pude evitar volver la mirada a Don Juan; al hacerlo me tope con una mano que chocó contra mi rostro, lastimándolo.

-Concéntrate-

La indignación me dominó como acto reflejo; esperaba que mi vista se aclarara para contraatacar; sentía mi rostro enrojecido por el golpe y por el coraje; manoteaba en el aire en busca del agresor y comencé a tener una sensación espesa a mi alrededor, como si estuviera sumergido en agua; trataba de ver y todo estaba rojo.

-No hay tiempo. Está va a ser la última vez que hable contigo. Voy a decírtelo de cualquier modo, pero es mejor que me escuches con tu conciencia cotidiana porque tal vez nunca vuelvas a conocer otro estado-

Sentía que me ahogaba. Repentinamente mi cuerpo se liberó. Tuve la sensación de despertar; mi cuerpo tenía la sensación de calor y aislamiento que se adquiere mientras se duerme. Creí que todo había sido un sueño, estaba acostado y trate de acurrucarme sobre la fría piedra; los tambores sonaban en mis oídos. Al abrir los ojos vi al zapatero y a Don Juan agachados sobre mí, a la expectativa. Me enderecé apenado y José me ofreció un trago de aguardiente, luego alguien preguntó por unas sandalias y fue a atenderlo. El Nahual me pidió que siguiera escuchando su relato.

-Los antiguos brujos vieron que el haber sobrevivido a la muerte, no bastaba para cruzar a la libertad, pues el sólo hecho de abandonar nuestro universo, suponía la desintegración del ser que lo intentase. Para poder conseguirlo, aquellos brujos vieron que era posible hacer una agrupación de hombres distintos en las características de su huevo luminoso, que podían concentrar el poder suficiente para el viaje. Todo esto lo sabes ya, pero está a un nivel de conciencia que tu ser cotidiano desconoce por completo-

Aquel día, salí de madrugada a mi cita con Don Juan, sin tomar en cuenta que en realidad no recordaba conocerlo. Me dijo que, aunque toda mi vida hasta ese día, había creído llevar una vida simple y normal, en realidad había llevado una preparación como guerrero de su linaje desde quince años atrás, misma que era incapaz de recordar, pues se trataba de un conocimiento inaccesible para el estado habitual de la conciencia. Me recomendó leer los libros de Carlos Castaneda para aclarar la avalancha de dudas que yo no cesaba de exponerle. Hace diez años de aquel encuentro con Don Juan; conseguí los ocho libros recomendados por el Nahual, además de otros tres atribuidos al mismo autor, junto con seis de otras dos autoras a quienes Don Juan. Llamo: las aliadas del inquilino.

-Los otros libros atribuidos a Carlitos, son sólo manuales de religión baratos; ten cuidado con las aliadas del inquilino, ellas si son peligrosas-

Leí con vehemencia todos los capítulos desde las enseñanzas de Don Juan hasta el arte de ensoñar, descubriendo en aquellas letras mucho más que las simples dudas que planteé a Don Juan, extasiándome en incontables ocasiones con sus secretos incomparables y creyendo a cada página avanzar un paso en el camino del guerrero, sintiendo que al final de la lectura recobraría la conciencia perdida, pero al terminar la última página mis dudas fueron mayores, así que conseguí el resto de los libros, incluyendo los de las dos aliadas del inquilino. Al final sólo he sentido un vacío que se ha ido ensanchando día con día, llenándome de escepticismo ante todo, incluido yo mismo; me he dedicado a ocultarme el hecho de mi relación con el mundo de los brujos, convenciéndome de su imposibilidad, y así he vivido hasta hace unos días cuando me enteré que habían desalojado a los artesanos del centro de Coyoacán. Una curiosidad repentina me trajo hasta aquí, pensando que el sitio de poder aquel, situado tras el puesto de calzado rústico, tal vez pudiera darme alguna respuesta. He recorrido el jardín metro a metro sin poder recordar la ubicación, dándome cuenta de lo incierto que puede ser el conocimiento bajo la debilidad de mis parámetros. Estoy sentado en una banca de la plaza, recordando incesante las últimas palabras de Don Juan. Las hojas de los árboles caen a mi alrededor en una lluvia lenta.

-Lo que voy a decirte no lo sabía ninguno de nosotros hasta hace muy poco, nos hemos enterado abruptamente y no hubo tiempo de aclararlo, pero las circunstancias me dan la oportunidad de darte, al menos, esta revelación: hemos sido las presas de un plan ejecutado meticulosamente por el inquilino; autor de nuestro linaje y maestro de cada uno de sus miembros. El inquilino es un Nahual perteneciente al mundo de la brujería antigua, con conocimientos adquiridos durante más de diez mil años; la paradoja de su existencia fue darse cuenta que, siendo de los pocos seres vivientes con el conocimiento necesario, había perdido el poder para escapar a la libertad, y más: su trabajo de recapitulación era una tarea casi imposible por su longevidad. En mil novecientos veintisiete comenzó su estrategia de escape, al tomar bajo su tutela a un cura católico en quién vertió el conocimiento necesario para escapar a la eternidad; lo equipó con un grupo de brujos, también bajo su tutela, que no sólo garantizaban su supervivencia al rebasar los límites del águila, sino que, por la forma en que el inquilino los escogió y preparo, formaban un puente entre nuestro universo y la libertad; el inquilino inventó la regla: un procedimiento que anclaba a cada generación de brujos a la generación subsiguiente; la regla era en realidad el punto medular de su plan, lo que el inquilino hizo fue colocar un pasillo a través del cual pudiera cruzar a la libertad, una concentración de poder disponible para el momento en que él estuviera listo para emprender el viaje. Sin embargo el conocimiento cedido avariciosamente a este grupo de guerreros, los hizo lo bastante poderosos, como para representarle un riesgo en su estrategia: el Nahual Julián, líder de una generación anterior y mi propio maestro, fue un terrible ejemplo de esta desventaja: casi podía haber emprendido solo el camino a la libertad, una vez aprendidas las lecciones básicas del inquilino. El inquilino comenzó a corregir este error a partir de mi generación, entregándome una serie de conocimientos cuyo objetivo era preparar el camino para su gran corrección: Carlos; él no era un individuo compatible con los hombres de nuestro linaje, ni siquiera era un buen candidato para tomar el camino del guerrero, pero tenía otras aptitudes muy convenientes: era escritor. Cuando el inquilino dio con Carlitos, este ya había escrito un par de libros con pretensiones científicas sobre antropología; su aparente habilidad para redactar era en realidad una característica única en su huevo luminoso, que el inquilino descubrió al verlo por primera vez. Era algún tipo de desarrollo en la capacidad de almacenar emociones vividas; una formación natural que seguramente traía consigo desde el nacimiento; este talento nato, le servía para construir narraciones porque estas, igual que la conciencia, están hechas de emociones, de vivencias reproducidas por y para la memoria. Lo que el inquilino vio y no pudo dejar pasar en Carlitos, fue un recipiente para su propia recapitulación; una memoria consciente que hubiera permitido, con apenas una minúscula instrucción, que Carlos se enfrentara a su muerte de manera triunfal. Pero el inquilino vio una posibilidad para sus propios intereses y lo colocó en mi camino dándole el aspecto de un elegido para que yo lo tomase bajo mi tutela. Y así lo hice; al ver que el huevo luminoso en que estaba contenido se dividía en cuatro partes, lo preparé para ser el Nahual próximo a sucederme, sólo que la preparación que le di, había sido predispuesta por el inquilino y lo que en verdad hice fue prepararle el terreno a algo más complejo. El inquilino necesitaba un enorme poder para atravesar hacia la eternidad, por eso fue conveniente que se hiciera popular, a través de los libros, la figura de Carlitos, provocando con la venta de sus libros y sus consecuentes seguidores, una enorme masa de poder impersonal, que ni siquiera tendría el inquilino que absorber de manera directa; únicamente tuvo que direccionarla sobre la figura de nuestro linaje, de modo que la energía de las masas lubricaría el paso del inquilino por sobre nuestro linaje, catapultándolo a la libertad. Los libros de Carlitos crearon un anhelo colectivo que se vinculaba a nosotros a través del poder que el inquilino había puesto en Carlos. Mientras tanto el inquilino preparaba a Carlitos en otro tipo de conocimiento: viajar en el tiempo; haciéndolo creer que le otorgaba algún tipo de poder, y conociendo la obsesión que despertaba en Carlos la historia, lo invitó a viajar a través de su conciencia de diez mil años, con el único propósito de trasladar a su memoria todos los recuerdos que le era imposible almacenar en la propia. De este modo, el inquilino cumplía los dos grandes requisitos para escapar a lo que no se puede conocer porque está más allá de los límites del conocimiento: la libertad; cumplía con la recapitulación, a través de la memoria de Carlitos, y cumplía con la regla que el mismo había inventado para tender un puente por encima nuestro, pero esto significaba nuestra destrucción. Sin embargo al inquilino le faltaba aun acomodar el suceso en que daría fin a su estrategia, para esto llevó a Carlos a una realidad paralela a la nuestra, en que habitan seres inorgánicos de millones da años de antigüedad, capaces de capturar a seres de otras realidades dentro de su mundo, para absorber de ellos el poder: la cosa más codiciada de todos los seres de nuestro universo. La estrategia fue planeada de forma tal, que yo mismo fui preparado para dejar parte de mi poder en ese mundo, desde el tiempo de mi preparación bajo la tutela del Nahual Julián. Las aliadas del inquilino estuvieron ahí para reforzar el ataque, junto con una criatura capturada por él en un mundo desconocido para mí. Mientras yo luchaba con este ser, abandonado ahí bajo pretexto de salir con Carlos, a quién se suponía habíamos ido a rescatar, comencé a entender la naturaleza de mi relación con el inquilino, pues este ser aliado suyo guardaba una gran cantidad de los rasgos aprendidos bajo su tutela; había sido una especie de maestro para el propio inquilino en el arte de la supervivencia; ahora, daba por terminado su trato con él, tomándome a cambio como su presa. Los miembros de mi grupo, guerreros educados por el Nahual Julián, no tuvieron fácil la tarea de volverme a nuestra realidad con ese ser pegado a mi costado; no he podido librarme de él hasta ahora. Al recobrar la conciencia, estaba en la casa de la bruja con quien me encontraste esta mañana, había varios guerreros rodeando mi cuerpo, parecía un velorio. Todos conocíamos la situación y no hubo necesidad de palabras; cada uno fue en busca de ustedes. Si alcanzábamos a cerrar el ciclo de nuestro linaje, incluyendo a todos los iniciados, tal vez podríamos romper el vínculo con el inquilino; sino era demasiado tarde. A mi me tocó encontrarme contigo; la idea era empujarte a la libertad y ver si aguantabas, si vivías. Ni siquiera pudimos llegar a ese punto. El corredor por el que anduvimos esta mañana era apenas la entrada al camino; tal vez tú hubieras podido lograrlo, pero yo no; el ser que traigo pegado me está arrastrando a su mundo. Desde que nos recuperamos de la caída en la calle, me empecé a dar cuenta de la ausencia; ya no están; pudieron haber muerto, pudieron haber escapado, tal vez anden como nosotros, pero ya no son guerreros; el vínculo se borró; todo lo que queda es una estela, el rastro dejado por el inquilino para asegurarse el poder necesario en su viaje a la eternidad. Siento sobre mí el impacto de su partida, chupándome las entrañas desde la línea del horizonte. Hace horas está tratando de utilizarme para chuparte a ti también. Por eso vine a este punto, donde se abre un destino desconocido aun para el propio inquilino; otros guerreros poderosos intentaron cruzarlo y jamás volvieron; yo ahora no tengo ni las oportunidades que ellos tuvieron, pero es mi opción y voy a tomarla-

Sentí vértigo, pensé que estaba volviéndome loco cuando empecé a hablar en un sinsentido interminable; mis ojos se llenaron de lágrimas por este anciano del que no me acordaba la noche anterior y ahora parecía ser lo más importante de mi vida; mi desconsuelo era incontrolable. Don Juan puso una mano sobre mi estómago y la dejó ahí mientras hablaba, este simple contacto logró que me tranquilizara por completo, incluso llegué a tener una sensación de optimismo.

-Voy a morir Jorgito, ahora mismo, en este lugar-

Una presencia irresistible me hizo voltear a mi izquierda, donde no encontré nada; no había nadie ahí, pero la sensación había sido tan fuerte que no me conformé hasta no haber pasado la mirada por todo el espacio y cerciorarme que no había nadie cercano que pudiera haberme jugado una broma. Volví la mirada a Don Juan, sintiendo el calor de su mano recargada contra mi estómago, y no encontré su imagen. Me puse de pie empujado por la incomprensión y mi mirada temblorosa dio vueltas interminables entre las plantas y las personas aglutinadas sobre los pasillos, creyendo ver en cada rostro la cara indescriptible del Nahual. Grité su nombre hasta desgarrarme y estuve a punto de preguntar a quienes tenía cerca; entonces descubrí que nadie reparaba en mi desesperación: cada persona estaba ocupada en las tareas de su propio pensamiento, sumergidos en sus preocupaciones. No tendría sentido explicar el porque de estas líneas. Me siento así. He escrito esto en medio de una crisis por encontrar respuestas y lo dejo como una carta abierta, a quien corresponda: --Carlos castaneda (discusión) 02:10 24 dic 2008 (UTC)