Usuario:Truski/taller

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Imagina esto: estás caminando por tu casa, buscando tu cargador (porque obviamente nunca está donde lo dejaste), tropiezas, y de repente —¡PUM!— apareces en una habitación amarilla, sin ventanas, con una alfombra húmeda y un zumbido constante en el aire. No es un sueño ni un centro comercial abandonado. Felicidades: acabas de caer en los Backrooms.

Sí, suena ridículo, pero este lugar es una de las leyendas más raras y populares de internet. Los Backrooms combinan lo que más incomoda al cerebro humano: lo monótono, lo vacío y ese olor a humedad que no sabes de dónde viene y el doble anuncio de YouTube.

Cuando no sacas clip

Los Backrooms son una especie de universo paralelo que, según la leyenda, existe detrás de la realidad. No hay puertas ni boletos para llegar allí (por suerte), pero se dice que podrías acabar atrapado si “noclippeas” del mundo real.

Noclip es una palabra tomada de los videojuegos. En algunos juegos puedes activar ese modo para atravesar paredes o suelos, básicamente lo usan los hackers y el típico colega que se quiere reír un poco contigo en Minecraft usando el modo espectador. En la historia de los Backrooms, eso pasa sin querer: intentas coger una moneda de un hueco del sofá, lo atraviesas y apareces en un lugar que parece diseñado por alguien que odiaba la decoración moderna.

El mito nació en 2019, en 4chan. Un usuario subió una foto de una habitación amarilla, vacía, con alfombra vieja y luces fluorescentes. Nadie sabía de dónde era, pero daba una sensación rara. No era un lugar aterrador como tal, pero algo no encajaba. Así empezó todo.

El encanto de lo incómodo Lo que hace tan fascinante a los Backrooms no es que haya monstruos, sino que el propio lugar no los necesita porque ya es inquietante de por sí. Es un ejemplo perfecto de lo que se llama una imagen liminal: espacios vacíos que parecen intermedios entre un sitio y otro.

Un pasillo sin gente, una escalera en silencio, mi casa, una sala de espera vacía a medianoche… Todo eso causa una incomodidad difícil de explicar. Son lugares que parecen normales, pero que dan la sensación de que “algo falta”.

Los Backrooms son básicamente un catálogo infinito de esos espacios. Todo parece familiar, pero cada esquina da la impresión de que el mundo se ha desincronizado un poco. Es como tu casa cuando pierdes los calcetines: todo parece familiar, pero nada tiene sentido.

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Los niveles

Los niveles de los Backrooms no son realmente niveles; más bien son una manera de organizar este lugar infinito que nadie quiere visitar. Cada uno tiene sus propias reglas extrañas, que cambian sin avisar, y su propio ambiente… que básicamente es la forma elegante de decir “esto es raro y no tiene sentido”. Hay miles de ellos, y cuanto más profundizas, más difícil es recordar por qué pensaste que buscar esa moneda en una rendija del sofá sería buena idea.

El Nivel 0 es el más famoso. Si buscas “Backrooms” en internet, eso es lo que verás. Tiene una distribución sin sentido de habitaciones y pasillos sin muebles, el miedo viene de que es algo que resulta familiar, pero al mismo tiempo no, es como los robots que intentan que se parezcan a los humanos, dan miedo por las facciones que se parecen a las nuestras no las que no. Un poco como los aldeanos de chaqueta verde de Minecraft, los otros aldeanos los aborrecen porque son aldeanos, no porque no trabajen. No hay ventanas, relojes ni señal de salida. Solo ese ambiente de oficina olvidada, como si alguien hubiera decidido hacer una copia infinita del mismo pasillo.

A primera vista no parece tan malo… hasta que piensas que podrías quedarte ahí para siempre.

Los otros niveles

Claro, internet no podía quedarse solo con un nivel. Porque todos son unos pesados que tienen que fastidiar algo nicho y convertirlo en la nueva tendencia. La gente empezó a inventar cientos de ellos. Algunos son espeluznantes, otros absurdos, y unos cuantos directamente raros.

Por ejemplo:

  1. Nivel 1: un almacén gigante con luces defectuosas y tuberías que gotean.
  2. Nivel 2: túneles industriales llenos de vapor y ruido.
  3. Nivel 3: oficinas con pasillos tan estrechos que ni el wifi pasa.
  4. Nivel Fun =): todo parece una fiesta de cumpleaños eterna, con globos y música… pero sin gente. Donde la fiesta nunca termina, pero sospechas que alguien olvidó invitar a los humanos.

Y lo curioso es que la mayoría de estos niveles fueron creados por fans. Es una especie de universo en expansión, donde cualquiera puede inventar un rincón nuevo del laberinto. Son como el Brainrot italiano, de los emfermos la comunidad a la comunidad.

¿A donde creías que iban las cosas que perdías?

Las entidades

Al principio, los Backrooms no tenían criaturas. Pero ya sabemos cómo es internet: alguien siempre quiere agregar algo que te persiga. Así aparecieron las llamadas “entidades”.

No hay una versión oficial de cómo son. En algunos relatos se describen como sombras, en otros como figuras humanas que se mueven raro. Pero en casi todos los casos, el miedo no viene de verlas, sino de saber que podrían estar allí.

A veces solo escuchas un zumbido… y piensas: ¿es la entidad… o mi tostadora?

Esa idea de “no estás solo, pero ojalá lo estuvieras” es la que hace que tanta gente se enganche al mito.

También hay historias más elaboradas donde los exploradores de los Backrooms forman comunidades, crean mapas, e incluso inventan formas de comunicarse entre niveles. Es como una mezcla entre ciencia ficción, terror y un simulador de oficina infinita.

Un fenómeno cultural

En pocos años, los Backrooms se volvieron parte de la cultura de internet. Hay videojuegos, cortometrajes y hasta animaciones que expanden el concepto. Estropeando todo el concepto Uno de los más conocidos es el proyecto de Kane Pixels, un joven creador que subió una serie de videos hiperrealistas donde unos científicos descubren los Backrooms por accidente. Sus cortos parecen grabaciones antiguas y son tan bien hechos que mucha gente los confundió con material real al principio.

También hay juegos donde puedes explorar los pasillos tú mismo. Lo divertido (y perturbador) es que la mayoría no tienen enemigos visibles, solo el silencio, los ruidos lejanos y esa sensación de estar atrapado. Es un terror muy distinto: psicológico, más basado en el ambiente que en los sustos.

Y por supuesto, hay miles de memes. Algunos muestran a personas “trabajando” en los Backrooms, como si fuera una oficina más. Otros imaginan cómo sería vivir allí: “día 345, aún no encuentro la salida, pero encontré una máquina de café que funciona”. El humor se mezcla con el miedo, y eso no es parte de su encanto.

¿Por qué da miedo algo tan simple?

La razón por la que los Backrooms inquietan tanto es que se sienten demasiado normales. No es un castillo oscuro, ni un bosque maldito. Es solo un pasillo de oficina con mala iluminación. Pero justo eso es lo que lo hace más raro: parece un lugar que deberías reconocer, pero no puedes ubicar.

Hay una teoría psicológica detrás de esto: nuestro cerebro se siente incómodo cuando algo parece familiar, pero no encaja del todo. Es como ver un sueño a medio recordar.

Además, los Backrooms reflejan un miedo muy moderno: el miedo a la rutina infinita. A estar atrapado en un sitio que se repite, día tras día, sin salida ni propósito. No necesitas monstruos para que eso sea aterrador. Aunque esto último solo lo piensan las personas que le buscan el doble sentido "poético" a todo lo que se mueve

¿Sabías que...

-Los Backrooms no existen?

Véase también

Bernardino Garrido

Bernardino Garrido Cid, también conocido como “o Chuck Norris galiciano”, es una figura semilegendaria de Galicia —o “Galiza”, en su ancestral lengua rúnica—, considerado tanto un personaje histórico como un mito popular entre las generaciones más jóvenes y los veteranos de taberna.

Carrera militar

Formó parte de la armada naval y aérea del emperador galiciano Manuel Fraga, una institución de carácter casi mitológico en la que ocupaba el cargo de Berserker, rango reservado únicamente a los más valientes y temerarios guerreros. Según los relatos transmitidos oralmente, Bernardino combatía armado con un simple sacho

Su sobrenombre

Su apodo, “El de los cojones grandes” o en gallego "O dos collóns grandes", no proviene de la exageración gratuita, sino de un suceso de leyenda transmitido de boca en boca en ferias y romerías. La historia cuenta que, ya con 72 años y viviendo solo en una casa unifamiliar en el corazón del rural, fue sorprendido una noche por unos pobres atracadores. Estos, armados con una pistola y con un sacho, se atrevieron a invadir su parcela.

Los atracadores, que quizás pensaban que el anciano sería presa fácil, se encontraron de frente con Bernardino Garrido. Mirándolos fijamente, y con un temple de acero forjado en décadas de trabajo en la tierra y de servicio a la patria gallega, les espetó:

Cita3.pngEu que che fixen a ti, gilipollasCita4.png

Sorprendidos por la calma y la contundencia del anciano, los atacantes abandonaron la parcela, por suerte con vida, según se cuenta, al menos uno de ellos después de eso dejó completamente su carrera delictiva y ahora trabaja dando tours para fodechinchos en Monte do Gozo.

Skinny Jeans

Los skinny jeans nacieron en los años 70 y 80, cuando los rockeros decidieron que necesitaban pantalones que gritaran “¡miren mis piernas!” mientras hacían air guitar. Originalmente, solo los valientes usaban mezclilla tan ajustada que parecía que cada pierna necesitaba su propio contrato de alquiler. Con el tiempo, las celebridades, influencers y diseñadores comenzaron a popularizarlos, y ahora están en todos los armarios, desde la abuela que no sabe qué es TikTok hasta tu primo que nunca se quita los auriculares.

Curiosamente, los skinny jeans tienen un lado heroico: sobrevivieron a las modas de pantalones de campana, baggy y cargo. Son como el Rocky Balboa de los pantalones: siempre vuelven, aunque los demás estilos parezcan más cómodos. No importa cuánto cambien las tendencias, ellos siguen ahí, apretados y orgullosos.

La principal característica de los skinny jeans es su ajuste ceñido desde la cadera hasta el tobillo. Este diseño tiene efectos secundarios interesantes: te hace sentir elegante… hasta que intentas sentarte en un autobús lleno de gente y te das cuenta de que tus muslos tienen otras ideas. Moldean la silueta y dan la ilusión de piernas infinitas, algo que los espejos agradecen y la cintura… tal vez no tanto. Suelen incluir elastano, ese pequeño milagro que permite flexibilidad, aunque algunas mezclillas lo usan como una promesa vaga que no siempre cumple.

Usar skinny jeans sin elastano es básicamente un deporte extremo. Hay gente que ha aprendido a hacer estiramientos de yoga antes de ponerse los pantalones. Literalmente. Hay quienes han desarrollado técnicas ninja para subírselos sin perder la dignidad: saltitos, giros, respiraciones profundas y, a veces, la ayuda de un amigo que sostenga el cinturón.

Tipos

Driller

Existen muchos tipos de skinny jeans. Los clásicos te hacen sentir sofisticado… hasta que intentas agacharte y recuerdas que cada movimiento requiere una estrategia militar. Los rotos o desgastados son ideales para parecer rebelde, además de ventilarte un poco las rodillas en verano, aunque nadie te garantiza que eso sea suficiente. Los de tiro alto estilizan la cintura, pero también te recuerdan constantemente que debes “respirar con cuidado” porque la cintura y los skinny jeans tienen un acuerdo tácito de control total.

Luego están los de colores o estampados, para los que quieren sufrir con estilo. Pueden ser desde azul clásico hasta rosa fluorescente con estampado de unicornio, porque si vas a pasar incomodidad, que al menos sea visualmente espectacular. Y claro, los extra ajustados, esos que parecen hechos por científicos especializados en compresión extrema. Solo recomendados para personas con habilidades acrobáticas o una fe inquebrantable en el poder del estiramiento.

Los skinny jeans son como ese amigo que siempre quiere salir de fiesta: combinan con todo, pero a veces son demasiado exigentes. Con una camiseta y zapatillas logras un look casual perfecto para dar un paseo sin que nadie note que estás luchando contra tu ropa. Con blusa elegante y tacones consigues un estilo más formal, ideal para reuniones o cenas… si puedes caminar sin parecer un pingüino en crisis existencial. Y con chaqueta de cuero y botas, logras ese toque urbano que dice “soy moderno”, mientras tú solo piensas “ojalá no se rompan”.

La relación entre los skinny jeans y los zapatos también es curiosa. Se llevan bien con casi todos: tacones, botas, zapatillas e incluso sandalias. Pero cada combinación viene con un recordatorio silencioso de “cuidado, te estás acercando demasiado a tu límite de comodidad”. A veces, ponerse los zapatos después del pantalón es como resolver un rompecabezas en tres dimensiones.

Usar skinny jeans genera situaciones que solo quienes los han vivido pueden entender. Comer pizza gigante, por ejemplo, se convierte en una experiencia de riesgo. Sentarte después de tres porciones es como comprimir una maleta demasiado llena. Subir escaleras también puede sentirse como escalar el Everest, con tus piernas pidiendo piedad a mitad del segundo piso.

Y luego está la situación más temida: agacharte en público. Si no planeas bien tu estrategia, puedes terminar haciendo el “baile del pantalón ajustado”, una mezcla de yoga, breakdance y contorsionismo. Bailar en fiestas no se queda atrás: tus movimientos se reducen a pasos mínimos, calculados con precisión. Si logras sobrevivir toda la noche sin rasgones, te has ganado el respeto de todos.

Las sillas también son un enemigo silencioso. Cuando te sientas, los skinny jeans y la silla compiten por el mismo espacio. Tú estás en medio, intentando mantener la compostura mientras te preguntas si vas a poder levantarte sin ayuda. Y cuando por fin lo haces, llega ese clásico momento de reajustar todo: cadera, cintura, rodillas y dignidad.

Por supuesto, los skinny jeans tienen sus ventajas. Estilizan la figura, alargan visualmente las piernas y combinan con prácticamente todo. Son perfectos para lograr ese efecto de “me arreglé, pero sin esfuerzo” (aunque hayas tardado veinte minutos en ponértelos). También pueden ser un excelente tema de conversación: “¿Cómo logras caminar con eso?” es una pregunta habitual entre amigos.

Pero también tienen su lado oscuro. La movilidad es limitada, algunas mezclillas prometen elasticidad y luego se comportan como una armadura medieval. En verano, usarlos puede ser una experiencia cercana a vivir dentro de un horno portátil. Comer demasiado puede transformarse en una batalla épica entre tu estómago y la pretina del pantalón.

A pesar de todo, los skinny jeans siguen siendo un ícono. Crean historias épicas, momentos vergonzosos y recuerdos inolvidables. Son el tipo de prenda que te hace preguntarte “¿por qué me hago esto?”, justo antes de volver a ponértelos. Porque sí, son incómodos, apretados y a veces traicioneros, pero cuando logras cerrar el botón sin sufrir, sientes que puedes conquistar el mundo.

Niña con globo

Niña con globo es un mural de Banskiat también conocido como El Garabatos, ese tipo que pinta en las paredes y hace que la gente pague millones por sus garabatos. La obra muestra a una niña dejando ir un globo rojo en forma de corazón, una metáfora muy profunda sin duda.

Historia de la obra

El garabato apareció un mal día de 2002 en Shoreditch un bar gay situado en Reino Unido. El dueño del bar gay, que a día de hoy se sigue discutiendo sobre su orientación sesual vio en el garabato una gran idea de negocio y como si fuese si Banksy fuese Midas y el garabato oro, lo vendió por 37,200 libras, que traducido a Euros, es lo que vale una buena bicicleta o traducido a Pesos Peruanos es lo que vale el país.

En 2014 El Garabatos sintió que quería estropear lo que ya era malo, así que lo transformó en un símbolo de los refugiados de Siria, proyectó la imagen la Torre Eiffel y en la Columna de Nelson

Es tan famosa esta imagen que hasta Justin Bieber se la tatuó y nuestro protagonista de hoy no tardó ni un día en subirlo a Facebook.

En 2015 una empresa dedicada única y exclusivamente a quitar cosas de las paredes, llamada "Sin cura", lo succionó con una máquina-quita-cosas-de-las-paredes y lo pasó a un lienzo, demostrando que la piratería no es legal pero sí rentable.

Política de globos

En 2017, más concretamente en las elecciones Banksy empezó a repartir folletos gratis con una imagen de la niña con globo, (Banksy estaba tan obsesionado con esa niña que se volvió pedófilo) pero solo a los que votasen en contra de partido conservador. La Comisión Electoral en persona, le dijo a Banksy que eso podía ser un poco ilegal y como Banksy no es un artista ilegal se le dan igual las leyes de propiedad privada, hizo caso y paró de repartir los folletos esos

Subasta y Trituradora

En 2018 el cabrón del Banksy vendió una copia enmarcada por un huevo de dinero para que esta, tiempo después, con una trituradora escondida, se triturase a sí misma. La excusa que dio Banksy a esto fue:

Cita3.pngEl impulso de destruir es también un impulso creativoCita4.png
Picasso

Es decir que puso por excusa lo que le dices a tu padre después de romper la pared porque perdiste en Clash Royale.[1]

Referencias

  1. Me pasó ayer