Antón Rubinstein

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Anton Rubinstein, también conocido como Антон Григорьевич Рубинштейн (que se pronuncia "Aaah, yo! PyOhohoohohoReptöins") fue un pianista ruso que tocaba tan bien que nadie se atrevía a competir con él, excepto Beethoven, que ya estaba muerto y no tenía nada que perder. Nació el 28 de noviembre de 1829, justo a tiempo para celebrar el cumpleaños de su ídolo, y murió el 20 de noviembre de 1894, justo a tiempo para evitar el comunismo.

Fue el fundador del Conservatorio de San Petersburgo, donde enseñó a muchos estudiantes famosos, como Tchaikovsky, que le agradeció escribiendo una sinfonía dedicada a él, llamada "Patética". También tenía un hermano menor, Nikolai, que fundó el Conservatorio de Moscú, pero nadie le hacía caso porque era el menor.

Como pianista, era un virtuoso que podía tocar cualquier cosa, desde Bach hasta Despacito. Se hizo famoso por su serie de recitales históricos, en los que tocaba toda la historia de la música para piano en siete conciertos seguidos, sin parar ni para ir al baño, por lo que todo el público debía seguirlo al W.C. cada cierto tiempo mientras dos fortachones lo cargaban con todo y piano.

Como compositor, escribió 20 óperas, pero solo una tuvo éxito: El demonio, porque el demonio en persona se hizo cargo de la publicidad. También escribió cinco conciertos para piano, seis sinfonías y muchas obras para piano solo y de cámara, donde todos los de la orquesta iban a aplaudirle al pianista y a perder su precioso talento. Era un compositor tan prolífico que se dice que escribía música hasta en el papel higiénico, lo que explica por qué algunas de sus obras suenan como inodoro.

Biografía

Nació en una familia judía en Podolsk, pueblo ruso tan perdido al que sólo se llega por accidente. Su padre era un exitoso fabricante de lápices (exitoso en fabricarlos, no en venderlos porque en el pueblo nadie se molestaba por aprender a escribir y sólo usaban los lápices para desparasitarse manualmente) y su madre era la única persona con un piano en mil kilómetros a la redonda porque de niña se lo había robado de un tren y siempre lo traía consigo como un pesado recuerdo de que robar es malo pero quedarse sin música a mitad de la nada es peor. Sin ocupaciones como salir a jugar porque se lo podían comer los mamuts polares, se aprendió a los 7 años de memoria Concierto para piano n.º 24 de Mozart. A los ocho años, pudo escapar junto con su familia a Berlín, lugar donde usaban los lápices para lo que era, no para rascarse los esfínteres. Ahí estudió con el famoso podogogo Ludwig Rellstab, que le enseñó a tocar el piano con los pies, porque así se ahorraba las manos para otras cosas, como hacer malabares o jugar al ajedrez.

A los 10 años, dio su primer concierto público en París, donde impresionó a todos por ser el primer niño extraviado que se subió a tocar el piano a cambio de comida (en realidad que estuviera perdido es lo único que explica cómo estaba en Berlín por la mañana y en París al mediodía). Ahí conoció a Chopin, que le regaló una de sus partituras, pero Rubinstein la usó para envolver un bocadillo de queso, porque ni conocía a Chopin ni sabía leer partituras porque tocaba sólo de oídas. Cuando sus padres fueron por él de las orejas, regresaron a Rusia donde el joven talentoso ganó cierta fama por tocar mientras dormía y hacer coros con sus ronquidos.

Ya mayor, se casó con una cantante de ópera llamada Vera Timanova, que era era muy guapa y por lo tanto celosa y loca. Le prohibía tocar el piano con otras mujeres, le escondía las partituras, le rompía las cuerdas y le ponía laxantes en la comida. Rubinstein no aguantó mucho y se divorció de ella al año siguiente, pero tuvo que pagarle una pensión de por vida, que le dejó casi en la ruina. Poco después, se enamoró de una bailarina llamada Anna Esipova, que era muy tetona y por lo tanto muy torpe. Le pedía que le enseñara a tocar el piano, pero no aprendía nada, le pisaba las teclas, le desafinaba el instrumento y le hacía perder el tiempo. Rubinstein tampoco soportó mucho esta relación y la dejó al poco tiempo, pero tuvo que darle una indemnización, que le dejó casi en la bancarrota.

Decidió dedicarse solo a la música y olvidarse de las mujeres, que le traían más problemas que alegrías. Se fue a vivir a San Petersburgo, donde fundó el Conservatorio junto con el príncipe Troubetzkoy, amigo suyo de IRC. Le pedía que le diera clases de piano, pero no le hacía caso, le interrumpía con preguntas, le corregía con errores y le hacía perder la paciencia. Rubinstein tampoco aguantó mucho esta amistad y se separó de él al cabo de unos años, pero tuvo que devolverle el dinero que le había prestado, que le dejó casi en la miseria.

Se convirtió en el director de la Sociedad Musical Rusa, donde organizó eventos con el fin de promover la cultura musical en el país, que era muy pobre y muy atrasada, y donde la gente solo escuchaba música de balalaika, acordeón y oso. También compuso muchas obras, entre ellas sus primeras óperas, que fueron un fracaso, porque nadie las entendía, nadie las cantaba y nadie las aplaudía, sino que pagaban un poco más del boleto para que en lugar de silla les dieran una cama para dormir más plácidamente. Se sintió muy frustrado, pero no se rindió y siguió componiendo, esperando que algún día le reconocieran su genio, o al menos que le dejaran de tirar tomates. Nunca se enteró de que no sucedería, sino que todavía la gente visita el cementerio de Moscú para arrojarle tomates.

Se fue de gira por Europa y América, donde volvió a triunfar como pianista, pero no como compositor. Rubinstein se sentía muy halagado y muy ofendido, pero no se dejaba influir y seguía tocando, esperando que algún día le aceptaran su música. Se casó con una pianista llamada Antonietta de Mirecourt, que era muy simpática, pero que dios no la quería porque le mandaba todas las enfermedades posibles. Pero no se le quitaba lo mujeriego, porque se enamoró de una actriz llamada Helena Stoessl, que era casada y no le daba bola.

Hizo lo que cualquier ruso macho, y se divorció de su esposa, se separó de su amante y se alejó de su hijo para que aprendiera que la vida musical es cruda. Se fue a vivir a París, donde se dedicó a dar clases de piano a alumnos ricos y famosos, que le pagaban bien, pero el dinero no le daba talento creativo.

Se retiró de la vida pública y se dedicó a viajar por el mundo, buscando nuevos horizontes y nuevas experiencias, pero también huyendo de sus problemas y de sus fantasmas. Visitó lugares exóticos y lejanos, como Egipto, India, China y Japón, donde conoció otras culturas y otras músicas, pero también otras enfermedades y otras desgracias. Se enfermó de cólera, de malaria, de tifus y de disentería, pero se curó de milagro, gracias a su fuerza de voluntad y a su suerte.

Rresó a Rusia, donde se reencontró con su familia y con sus amigos, que le recibieron con alegría y con cariño, pero también con reproches y con reclamos. Se reconcilió con su hermano Nikolai, que le perdonó sus ofensas y le pidió su ayuda. Se reunió con su hijo Lev, que le contó sus aventuras y le pidió su consejo. Se reenamoró de su primera esposa Vera, que le rogó su perdón y le pidió su amor. Rubinstein se emocionó mucho y se conmovió mucho, pero también se confundió mucho y se complicó mucho.