Incijuegos:La llamada de Cthulhu:El juego de rol/000
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Ay que especiales
La cara del señor O'Realy se convulsiona completamente, y no puede contenerse más. Ves que sale disparado hacia el baño, y a los pocos segundos se escuchan sonidos guturales. Esperas que esté vomitando porque le cayeron mal las alubias que comió, y no por lo absurdo que te ves con el tutú rosa. Decides que no te importa, y te pones a bailar una danza mezcla de ballet con tango, demasiado ridícula y absurda por ello. El señor O'Realy vuelve, te observa y se dirige al baño a la voz de "¡Basta!». Piensas que puede estar siendo abducido por alguna clase de ser metafísico el cual odia el baile, sabes que los seres metafísicos son vengativos y les encanta el sufrimiento, por lo que te quitas el tutú y dejas de bailar. A los quince minutos, te das cuenta que el ghoul está extremadamente nervioso, le das una galleta pero su desesperación no culmina en ningún momento.
Te acercas al baño, y ves que el señor O'Realy está apoyado sobre la tapadera del baño, con la boca llena de espuma. Qué raro, nunca escuchaste de una abducción de seres metafísicos que den rabia. Levantas al señor O'Realy y notas que no tiene pulso, ¡mierda!, no recuerdas tus clases de primeros auxilios, así que le dices al ghoul que llame a una ambulancia por el teléfono mientras tu buscas algo con que ayudar al moribundo. Dejas al ghoul solo con el teléfono, y vas a buscar algo de lo cual no tienes idea que es.
Te sorprendes a ti mismo regresando con una bolsa negra y una pala. Miras tus cosas, miras al hombre muerto tirado en el piso, mandas todo al diablo y lo arrastras hacia el exterior, la presencia del ghoul te inquieta y lo noqueas de una patada en los dados. Cuando estás a punto de terminar el pozo, y estás empezando a meter al pobre señor en su nuevo hogar hecho con una bolsa de polietileno negra, unas luces alumbran tu espalda. Con los ojos cegados, te das la vuelta y miras. Sirenas rojas y azules, hombres uniformados. «¿Las ambulancias son tan estéticas?» te preguntas mientras se te acerca un hombre alto, con la cara tan llena de granos que parece una pizza. Sientes frío metal en tus muñecas y comprendes perfectamente, ves al maldito ghoul señalándote con un cartel con una flecha dibujada en él de al menos un metro de largo. Aparentemente el bicho se habría confundido y en vez de llamar a los médicos llamó a la policía. Cuando te dicen los cargos, te sorprendes al escuchar que querías enterrar vivo a un hombre que tú dabas por muerto.
La bolsa se convulsiona y lo que pasa de ahí en adelante no hace más que darte vueltas la cabeza.
—¡Este hombre me quiso enterrar vivo! ¡Exijo que se lo juzgue, se lo mande a prisión por toda la eternidad!— Grita enajenado el señor O'Realy.
—Pero usted estaba muerto, cómo... ¡Oh mierda!— contestas desesperado.
—¿Qué, si Jesús resucitó porqué no puedo hacerlo yo también? ¿O acaso cree que este medallón de Nyarlathotep es un simple adorno?
Tus pies se debaten buscando patear la cabeza de O'Realy, pero lo único que logras es que la policía te deje inconsciente a golpes. Tu condena consiste en trescientas cadenas perpetuas sin posibilidad de libertad condicional, ni de abandonar tu celda ni siquiera para cagar en una prisión federal en Kentucky. Tu única excusa en la corte fue «Quise darle un entierro digno, el cementerio más cercano estaba a doce kilómetros y el hecho de que lo desnudara y le pusiera un tutú rosa no hace nada más que confirmar mis tesis».