Incilibros/Poderosa masa corpórea
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Se llamaba Jake, combinaba sus estudios universitarios de Ciencias de la comunicación con un trabajo de medio tiempo en un periódico chicha. Tantas horas dedicadas al estudio, tantas pestañas calcinadas en el fragor de las noches en vela. Había pasado el primer ciclo estudiando la historia y conceptos previos de la comunicación humana. Estaba embotado. Hasta había pensado hacer su tesis sobre "Señales de humo: usos y posibilidades en el mundo contemporáneo". Sus neuronas ya estaban a punto de hacer huelga.
Sus tardes de labores se reducían a hacer uso del Quark Xpress en una pentium II para diagramar los clasificados del periódico en menos de 2 horas. No tenía tiempo ni para ir al baño, leer lo que diagramaba o siquiera ver las fotos con cuidado. Un día decidió ver qué había más allá de su pequeño territorio y se asomó entre los cubículos deseando encontrar a alguna empleada guapa con la cual hacer migas. Nada. Llegó demasiado lejos. Estaba frente a la sala de fotografía donde acudían las aspirantes a modelo. Levantó la mano para correr la cortina, pero la misma se corrió sola. Un par de enormes y saltones "ojos" se plantaron frente a él esperando que se haga a un lado. Finalmente reaccionó y la jamona pudo salir. Jake no pudo verle la cara, y no era por falta de ángulo, ángulo era lo que el sobraba, pero a él parecía interesarle más lo que a ella le sobraba.
Encuentros cercanos
Apenas supo su nombre; Wendy. Eso le bastaba, podría fijarse en los archivos y ver para qué día estaba programada en la contraportada. No tuvo que esperar demasiado, pero a Jake, los días se le hacían eternos, pensando en ella, sin rostro, sin una identidad clara, apenas un par de recuerdos rebotando en sus momentos de regodeo intelectual cada vez que entraba a una web XXX.
Llegó el día indicado, se levantó algo tarde; raudo fue al kiosko de la esquina a comprar el periódico, al llegar estaba comprando el diario una fulana, de generosas proporciones y humanidad abundante, una vecina del lugar. Para su sorpresa resultaba ser la Malcriada del día. Tras ella iba su acompañante cual zombie ebrio ciego sordo y mudo, preso de la hipnosis al que lo sometía con su exhibición de carne.
Había visto su cara, sabía su nombre, y ahora tenía su foto en tanga en un cuadro de 16x23cm. Fue corriendo a encerrarse al baño. Horas después se acordó que tenía que estar en la universidad.
Ese día la fortuna estaba de su lado. Aquel portento de mujer estudiaba en su misma universidad, la vio adentrarse en un pabellón cuadernos en mano. Jake decidió seguirla para conocer su itinerario. Ella aceleró el paso hasta alcanzar su aula designada.
Los días subsiguientes fueron mas o menos iguales, hasta que Jake decidió que tenía que dar el siguiente paso. Decidió escribirle un poema el cual dejaría en su salón a la vista, para que ella pueda encontrarlo. Este fue:
PODEROSA MASA CORPÓREA
- Se ha dicho y se ha dicho hasta la saciedad
- que la musa es sólo idea de filosofía sonambulienta
- de alucinación que el último de los instantes menta
- haciéndose del delirio, el espasmo y la soledad.
- Evanesce una mezcla entre sirena pechugona
- y cachetona rutilante de truza diminuta,
- un hechizo misericordioso que a la mente engruta,
- acaso fantasía de alegría retorcida y calentona.
- Un borrón y pasé a jubilar aquellos epítetos falsos
- que encendieran mi lengua en holocausto solitario;
- pero vi otra vez aquel pan de consumo alimentario
- orillando con cada paso mi retorno al triste cadalso.
- Esta vez era un sitio inesperado, sin aviso ni advertencia
- llamó mi mirada más atenta a advertir la colosal presencia.
- No estaba en la banca mal pintada de algún parquecillo
- atravesaba la villa estudiantil retumbando los pasillos.
- ¡Oh! musa omnipotente
- poderosa masa corpórea
- despojo lo que bamboleas
- en lo profundo de mi mente.
- Irresistible tentación pecaminosa poseyó a mi visión
- cada que la paseé por los bordes de tu dermis abundante
- los labios míos se humedecen, y el contacto demandante
- intentando dilucidar si evoca el desayuno de domingo, jamón.
- ¿Acaso contigo sería gula una mordida?
- quien lo sabe... dímelo tú justiciera aguerrida
- si un pedazo del material de tu cargamento
- saciaría mil soldados de estómagos hambrientos.
- Bajo la mirada y veo tus manos deliciosas
- tu palma de empanada salada y generosa
- y tus deditos cual batatas, ollucos o camotes
- pero me desvío, más me atraen tus otros abarrotes.
- Bajo más y encuentro lo que tocan las aguas quietas...
- ...tus pies, dulces tamales rosa palo, de cobertura escueta
- dando pasos pequeños remilgados y de exultante andar
- decorando el alma mater con instantes de formas divinas
- si me regalases las plantillas de tus regias balerinas
- emprendería un negocio próspero de tablas de surfear.
- No voy a excretar estrofa que refiera
- el cariño que le tiene el astabandera
- al panetón de carretilla que llamas derriere,
- además de tu vientre de canguro sencillero,
- pues aunque me duela un poco reconocer
- en el alma aun me queda algo de caballero.
- Bajo tu cuello, tu ser, sublime tocino
- objeto de los más celestiales deseos
- atropella sin piedad los corazones abigeos
- cual relámpago atizando pingüinos.
- Invades los pensamientos de estómago vacío
- con la composición de tus formas y atavíos
- que me hacen evocar al morenísimo Zambo Cavero
- cuando se pide su criollisimo menú casero.
- Tu nariz de rocotito relleno acompaña picante
- esos churrascos jugosos que juegan a ser labios
- pero tus mejillas hinchadas cual hamster con agravio
- son las que disfrazan de sonrisa tu voz chirriante.
- No sigo, se me revuelve el intestino
- ¡Oh! musa vigorosa, corazón porcino
- espero que devores estos versos benditos
- y satisfagan alguno de tus múltiples apetitos.
- Dame esa satisfacción, sensorial musa aceitosa
- ensaya como quieras tu respuesta caprichosa
- que me llegue en el instante fugitivo
- de horas enfermas, por el tiempo detenido.
Jake le envió el mismo poema una y otra y otra vez. Esperando su respuesta, y acaso hablar con ella, llevaba su cámara cada ocasión si acaso ella le hablase a fin de documentar tan inusual evento.
Los días pasaron y finalmente ella respondió, yendo en su búsqueda, acercando sus desafiantes prominencias a paso bamboleante, mientras los ojos de Jake hacían lo propio tratando de no perder detalle.
-Imbécil. -no hubo más dialogo.
Ella se marchó. Jake nervioso intentó fotografiarla mientras se iba. Se quedó con una enorme toma de 10,5 megapíxeles de unos pies borrosos, una vereda rota y un gato que pasaba por ahí.
Se dio cuenta de que la fortuna le había gastado una broma.