Las Aventuras de Tintín/Posguerra
Tintín en el País del Oro Negro. Puede parecer por el título que el álbum trata sobre la evasión fiscal, pero la cosa va más de corrupción petrolífera. Hergé había comenzado esta historia ya antes de la guerra y se le había quedado a medias, así que ahora la enchapuza para meter en la trama al Capitán Haddock aunque sea a calzador. Tintín irá por el desierto, tragando más arena que un bobo y finalmente terminará descubriendo un plan para deteriorar el combustible de las potencias aliadas y que los nazis ganen la guerra con efectos retroactivos. Aparece aquí otro niño, Abdallah, pero Tintín, a pesar de su sospechosa propensión a estas cosas, no se hace muy amigo de él, porque es bastante repelente, caprichoso, cansino y no hay quien le aguante.
Objetivo a la Luna. Emulando a los héroes de Julio Verne y de Meliés, Tintín y sus amigos deciden ir a la Luna. ¿Por qué? Porque Tornasol lo dice y en lugar de escoger científicos capacitados para tal importante misión escoge a sus amigos a dedo de forma nepotista, ¿qué pasa?. Este álbum cuenta con todo detalle científico sus preparativos en medio de una trama de espionaje y los personajes se pasan todo el rato encerrados en la fábrica donde lo están preparando, que al final no hacen más que dar vueltas por los pasillos. El álbum podría haber sido árido como un tratado de astrofísica, pero si alivia con las meteduras de pata de Haddock y los episodios de cólera de Tornasol, que se parte uno la caja viéndole enfadado.
Aterrizaje en la Luna. La continuación es más emocionante porque van a la Luna y pasan cosas: exploran, montan aparatos científicos, un polizón les espía, vuelven a explorar y finalmente se vuelven a la Tierra en un viaje que incluye homicidio y suicidio. Cabe mencionar que unos años después Neil Armstrong y sus amigos harían lo mismo que Tintín y los suyos, pero con menos gracejo.
El Asunto Tornasol. Ya habíamos dicho que Tornasol era propenso a ser raptado. Aquí le raptan los bordurios, que son una especie de comunistas nazis que quieren abusar sexualmente de él y ya de paso que les construya un arma de destrucción masiva basada en los ultrasonido, que para ello mejor se hubieran aprovechado de que tenían por allí a la Castafiore de gira y se hubieran complicado menos. Pues vuelta a salvarle y al final resulta que los planos de la máquina esa de los ultrasonidos se la había dejado el tío en casa.
Stock de Coke. Historia patrocinada por la compañía Coca-Cola. Una trama de tráfico de armas está mezclada con una trama de tráfico de esclavos. Vemos al capitán en todo su esplendor dirigiendo un barco con una tripulación llena de negros que iban a ser vendido como esclavos. El barco de Haddock y compañía esquivará torpedos de submarinos nazis a sueldo de Rastapopoulos. Hergé quiso quitarse el sambenito de racista, pero le criticaron igualmente porque los negros que aparecen no hablan un francés exquisito, que todo el mundo sabe que todos los negros africanos dan mil vueltas a Proust en su propio idioma.
Tintín en el Tíbet. Tchang viaja a Europa porque se va de erasmus a Londres pero tiene un accidente de aviación en el que supuestamente muere hasta el apuntador. Tintín tiene un sueño y se le mete entre ceja y ceja que su amigo está vivo y para allá que se van a salvarle (Haddock rezongando todo el rato, aunque con razón). Se van a escalar al Himalaya, un poco en plan pisapraos, y allí les hablan del Yeti, un ser abominable. Pues al final el yeti resulta ser un bicho de lo más simpático y es precisamente quien había salvado a Tchang, que sí que estaba vivo. Agarran a Tchang y se vuelven a Europa sin dar gracias al Yeti, que se queda más solo que la una. Todo el libro es una metáfora del divorcio de Hergé, metáfora, como se ve, rebuscada al punto que casi no se ve la relación entre una cosa y otra.