Quijote de Avellaneda

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Cita3.png¿De donde sacará este hombre las ideas?Cita4.png
Miguel de Cervantes sobre Avellaneda
Cita3.png¡Huy, si, Avellaneda! A veces voy allí a coger frutos secos para comerCita4.png
George Bush cuando le preguntaron sobre Avellaneda
Ya se ve en la ilustración de la portada que es falso. Demasiado gordo está ese Rocinante.

El pretendido Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha, conocido simplemente como Quijote de Avellaneda, es un pastiche satírico, burlesco y vengativo, publicado en 1614 aprovechando que de aquella todavía no existían los derechos de autor. Lo firma un tal licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de Tordesillas, aunque los principales estudiosos hoy están convencidos de que él no fue el autor, ya que no existió semejante persona. El libro fue escrito como una secuela y venganza hacia la primera parte de Don Quijote de la Mancha, para joder a Miguel de Cervantes, quien por aquel momento se estaba dedicando a escribir su propia continuación a su libro original. Lo bueno es que fue tal vez la aparición de este libro la que motivó a Cervantes a terminar su segunda parte a toda velocidad e impidió que se marcarse un George R. R. Martin. Aunque en su prólogo dice lo contrario, Cervantes no se reprimió de tirar a lo largo de toda la segunda parte de El Quijote todo tipo de pullas e insultos a la o las personas que se escondían tras Avellaneda, contestando a su vez a los que éste vertiera en su fanfic.

Argumento

Técnica literaria de Avellaneda aplicada a la era digital.

La obra se inicia con un prólogo que contiene gruesos insultos hacia Cervantes. Le llama viejo chiflado, manco, bocazas, soberbio y falto de amigos. Pero Avellaneda también confiesa que se ha sentido ofendidito por la primera parte de El Quijote, donde dice ser insultado junto con Lope de Vega, de quien es fanboy, y que hace este libro por joder las ganancias que pudiera obtener Cervantes de una segunda parte.

Tras esto, entramos en faena. Llegan a la aldea de Don Quijote, de cuyo nombre Avellaneda sí quiere acordarse, nuevamente por joder (la llama Argamesilla) unos caballeros que se dirigen a Zaragoza a participar en el concurso de Miss España. Uno de ellos, don Álvaro de Tarfe, se hospeda en casa de Don Quijote, que ya no está loco. El tal Tarfe, trasunto de Cervantes, resulta ser tan insoportable que Don Quijote se vuelve loco de nuevo y se va de su casa por no aguantarle. Como Tarfe se ha revolcado con Dulcinea del Toboso, Don Quijote, despechado, se hace llamar Caballero Desamorado y se va con Sancho Panza también a Zaragoza, para que este último participe en Miss España y el propio Don Quijote en unas justas de caballeros. Don Quijote se entretiene por el camino en una misión secundaria (reventar los melones a un tipo que los vende) y cuando llega a Zaragoza ya se han acabado las justas. Allí está Tarfe de nuevo quien, al igual que Cervantes, inventa aventuras ficticias para Don Quijote y se descojona de él con sus amigos. Don Quijote parte a Madrid a combatir al gigante Torrebruno y por el camino se les une a Sancho y a él una prostituta llamada Bárbara, que don Quijote identifica con Zenobia, la reina de las Amazonas. Dado que Don Quijote está desamorado no ve mal que se les una, y Sancho por su parte, como hombre sujeto a las bajas pasiones que es, no pone el menor reparo. Así que monta tanto, tanto monta, el trío llega a Madrid. Una vez allí, Álvaro Tarfe, quien siempre llega antes a los sitios, y tras volver a descojonarse de ellos, ingresa a Don Quijote en un manicomio y a Bárbara en un prostíbulo de carretera. A Sancho le contrata un amigo de Tarfe como DJ, dado su parecido físico con Kiko Rivera. La obra termina, tras insultar nuevamente a Cervantes, anunciando una tercera parte que versará sobre los intentos fallidos de Don Quijote de fugarse del frenopático.

Al igual que la obra original de Cervantes, también aquí hay dos novelas intercaladas, haciendo burla de las Novelas ejemplares cervantinas. La historia del Rico desesperado, que ilustra las consecuencias de retirarse del fútbol y Los felices amantes, en la que Avellaneda baladronea sobre su vida amorosa.

Autoría

Retrato robot de Avellaneda.
Cita3.pngNo osa parecer a campo abierto y al cielo claro, encubriendo su nombre, fingiendo su patria, como si hubiera hecho alguna traición de lesa majestadCita4.png
Miguel de Cervantes en el prólogo de la segunda parte de El Quijote, sobre el autor de el otro Quijote
Definitivamente, este no es Don Quijote, que nos lo han cambiado.

No hay consenso absoluto entre los académicos sobre la verdadera identidad del autor de esta novela, ya que el único Alonso Fernández que por cronología puede cuadrar era un cura párroco de Avellaneda, semianalfabeto, vago y borracho. Siendo así, hay algunas hipótesis que se barajan sobre la autoría.

  • Lope de Vega. Dado que Cervantes le había insultado en la primera parte, se plantea que Lope pueda ser el autor por parte de algunos académicos. Si bien otros dicen que esto no puede ser así porque Lope de Vega en todo caso le hubiera dedicado a Cervantes una comedia insultante más que una novela. Otra variante de la hipótesis de Lope es que el autor realmente fuera un Inciclopedista de aquel tiempo y que Lope de Vega no añadiera más que el prólogo insultante, para quedarse a gusto.
  • Francisco de Quevedo. Pocos lo creen en serio por falta de evidencias, pero se ha mencionado su nombre porque es sabido que Quevedo era aficionado a insultar a todo el mundo, y dado lo faltón de este libro, pues tal vez fuera suyo. Sin embargo los insultos de Quevedo suelen ser bastante más abarrocados, mientras los aquí vertidos son más directos y poligoneros.
  • Pierre Menard. Sí, hombre, lo que nos faltaba.
  • Miguel de Cervantes. ¿Escribió Cervantes esta segunda parte del Quijote, zafia y de baratillo, para así crear un efecto Streisand cuando saliera la segunda parte de verdad? De esta manera Cervantes se insultaría y parodiaría a sí mismo y luego en la segunda parte, la buena, insultaría y tiraría pullas a su propio Sockpuppet alcanzando muchas más ventas solo por el morbo y porque la gente, más que la novela, deseara leer el beef.
  • Jerónimo de Pasamonte. La opción más comunmente aceptada. Jerónimo de Pasamonte fue compañero de armas de Cervantes, pero lejos de ser un soldado de pelo en pecho como éste, era un cagueta que a la mínima escurría el bulto y se quedaba en la retaguardia. El muy baladrón después hizo circular una autobiografía suya en la que presumía de sus hazañas bélicas (que en realidad eran las de Cervantes, que se apropiaba). Esto hizo que en la primera parte de El Quijote, Jerónimo de Pasamonte apareciera parodiado. Así, en el Quijote, Jerónimo de Pasamonte es Ginés de Pasamonte, un ladrón cobarde y vil que le roba el burro a Sancho, y hasta se lo viola. Cuando Jerónimo fue a pedir cuentas a Cervantes éste le dijo que él pensó que con el cambio de nombre de Jerónimo por Ginés nadie le asociaría al personaje (jo, jo, jo). Esto debió motivar el resentimiento de Pasamonte para escribir una segunda parte del Quijote para poder tomar venganza y prestar sendos epítetos a Cervantes, y al propio Cervantes para escribir la segunda parte buena poniendo las cosas en su sitio. Todo esto da una nueva capa de significación a ambos Quijotes, el cervantino y el apócrifo: ambas obras no son más que el resultado de un pique entre dos antiguos colegas, y este sería el tema central de la trama, siendo todo lo demás la excusa para poder atizarse verbalmente a través de sus escritos.

Recepción

El libro tuvo un gran éxito en un principio, que se vio opacado cuando Cervantes sacó su propia segunda parte. Y es que se dice que segundas partes nunca fueron buenas, por lo cual de alguna manera esta mediocre novela sirvió para que la verdadera segunda parte sí lo fuera. Y lo que nos reímos viendo cómo se vituperaban como porteras estos señores en teoría tan serios y sesudos qué, ¿eh?.

Repercusiones

En la segunda parte de El Quijote de verdad, Cervantes mató a Don Quijote para que nadie más lo pudiera usar, así que indirectamente Avellaneda es el culpable de la muerte de nuestro ingenioso hidalgo.