Asalto a la embajada de México en Ecuador
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El Asalto a la embajada de México en Ecuador estuvo bien o estuvo mal, depende quién lo diga, yo digo que estuvo bien porque odio a México pero también digo que estuvo mal porque odio a Ecuador, pero lo importante no es lo que piense yo, tú, o la Corte Penal Internacional, lo importante es que fue un casos beli que hubiera empezado la Tercera Guerra Mundial en el caso más extremo, o le hubiera dado seguimiento a la Segunda en una situación no tan grave, pero quedó en nada y todos amigos como siempre (excepto México y Ecuador).
¿Qué pasó? Tacolandia le dio asilo a un archivillano de cristal en suelo mexicano, los sudamericanos dijeron Meh, y entraron a la embajada, dejando 500 muertos y 2000 heridos (que luego se descrubrió que revivieron y que fueron dos viejitos asustados no más) pero el mal, o el bien, ya estaba hecho.
Antecedentes
Desde la prehistoria, México que usa mal su derecho internacional para coleccionar refugiados políticos, usó de nuevo mal ese derecho no más para joder a los ecuatorianos (como picarle el culo a una ballena a ver si te come). Así Jorge Glas fue el nuevo juguete coleccionable de temporada (el exvicepresidente de Ráfico I), que fue adoptado como mexicano honorario, violando la sagrada de toda nación sudamericana de meter a cada presi o vice a la cárcel cuando acaba su mandato, o si no les llega una maldición.
La gota que derramó el vaso de tequila ocurrió cuando AMLO (a.k.a. el "Cabecita de Pañal") usó su púlpito matutino para dar clases de historia alternativa sobre Ecuador. Insinuó dijo directamente que los ecuatorianos votan con el culo y que mataron a un candidato nomás para que ganara el Junior Noboa.
Noboa, que estaba ocupado contando sus millones en una plantación de banano, se emputó. En lugar de mandar una carta de protesta con amenazas de muerte como un presidente aburrido, aplicó la diplomacia del barrio: "Si no me entregas al ratero, entro y lo saco a madrazos".
México, creyéndose intocable por tener una bandera más bonita, se atrincheró. El embajador encargado, Roberto Canseco, se puso su capa de Superhéroe Diplomático, creyendo que la Convención de Viena era un campo de fuerza mágico que repelía balas y pendejos (no lo era).
La operación
La noche del 5 de abril, Quito fue testigo de la maniobra militar más sofisticada desde que Don Quijote atacó a los molinos. Marcó el inicio y fin de la Tercera Guerra Mundial en suelo sudamericano, un conflicto relámpago que dejó millones de neuronas muertas y un saldo de cero bajas reales, pero infinitas bajas morales.
Tres mil comandos de élite, dos tanques Panzer disfrazados de patrullas y la flota naval de Quito (que consiste en una lancha en una fuente) rodearon el recinto.
La estrategia fue sutil: demoler la puerta. Al no lograrlo porque estaba cerrada con llave (tecnología alienígena para la policía local), procedieron a la invasión vertical. Llovieron policías del cielo, saltando las rejas con la precisión de un ataque paracaidista en Normandía, pero cayendo sobre los rosales del embajador.
Roberto Canseco, el último espartano mexicano, salió a defender el paso. Solo, sin camisa y con la corbata en la frente, se enfrentó cuerpo a cuerpo contra el ejército invasor. Canseco aplicó llaves de judo a tres camionetas blindadas, volcando dos de ellas.
Sin embargo, la superioridad numérica del enemigo fue aplastante. Mientras Canseco estrangulaba el neumático de un vehículo táctico, cinco escuadrones se le lanzaron encima. El embajador fue sometido por el peso combinado de trescientos policías sobre su espalda le impidió respirar el aire soberano de México.
Mientras la batalla rugía en el patio, un comando especial se infiltró en las catacumbas de la embajada. Allí encontraron a Jorge Glas, quien se encontraba en estado de criogenización esperando su indulto. Los agentes rompieron el sello de garantía, cargaron al exvicepresidente como si fuera un mueble mal armado y corrieron hacia la salida.
La extracción fue limpia: Glas fue lanzado al interior de un vehículo en movimiento a 80 kilómetros por hora, aterrizando perfectamente sentado y esposado. El convoy rompió el cerco, atropelló la Convención de Viena que estaba tirada en la banqueta y desapareció en la oscuridad, dejando a México sin su coleccionable más valioso y con la puerta abierta.
Las reacciones
México
El gobierno mexicano, indignado porque le rompieron su juguete favorito (la soberanía), entró en modo telenovela de las 9. AMLO declaró que Ecuador es oficialmente el vecino ruidoso del sur y prometió acusarlos con su mamá, la Corte Internacional de Justicia. En un acto de venganza suprema, ordenó retirar a todos los diplomáticos, suspender la exportación del Chavo del 8 y prohibir que Daniel Noboa coma tacos por el resto de su vida. La Cancillería emitió un comunicado en Comic Sans EN MAYÚSCULA exigiendo que le devolvieran a su Jorge Glas y que Ecuador pidiera perdón de rodillas sobre granos de maíz, mientras Roberto Canseco mostraba sus moretones en TikTok como trofeos de guerra.
Ecuador
Lejos de pedir disculpas, el gobierno de Noboa adoptó la postura del gato que tira el vaso de agua y te mira fijamente. El presidente salió en cadena nacional (desde una playa, probablemente) para explicar que la soberanía es un concepto relativo y que "el que tenga miedo a morir que no nazca". Argumentó que la embajada mexicana ya no era territorio extranjero, sino una sucursal no autorizada del crimen organizado, y que él solo estaba "haciendo limpieza". La Policía publicó un video con música de Linkin Park mostrando la operación en cámara lenta, calificándola como "El mejor allanamiento del año" en TripAdvisor.
Tuvalu Ulterior
La reacción más violenta vino de la superpotencia de Tuvalu Ulterior, nación hermana de Inciclopedia. Su Líder Supremo declaró la guerra inmediata a ambos países por "acaparar la atención mediática y no dejar espacio para noticias importantes, como el precio del coco". Movilizaron su flota de ataque (tres canoas y un pelícano entrenado) hacia el Pacífico, amenazando con bloquear el Canal de Panamá si no recibían una disculpa escrita y un autógrafo de Don Ramón. Hasta la fecha, siguen remando en círculos cerca de Australia.
La comunidad internacional
El resto del mundo hizo lo que mejor sabe hacer: mandar cartas y condenar enérgicamente. La OEA se reunió de emergencia para decidir qué tipo de papel usarían para escribir su "enérgica condena". Tras 12 horas de debate y 400 bocadillos consumidos, concluyeron que invadir embajadas es "malo" (cita requerida). Estados Unidos, por su parte, dijo estar "muy preocupado", mientras discretamente le vendía chalecos antibalas a Ecuador y gas lacrimógeno a México, asegurándose de que el show continuara. Nicaragua rompió relaciones con Ecuador, pero nadie se dio cuenta porque, seamos honestos, ¿alguien sabía que tenían relaciones en primer lugar?
El efecto electoral
Para sorpresa de nadie, excepto quizás de los analistas políticos que todavía creen que la gente vota leyendo planes de gobierno, la invasión tuvo el efecto de un esteroide electoral para Daniel Noboa.
Ver a tu presidente ordenando asaltos militares como si fuera un villano de James Bond resultó ser increíblemente popular entre el electorado ecuatoriano, que interpretó la violación del derecho internacional como una muestra de "carácter" y "mano dura". La popularidad de Noboa se disparó más rápido que la inflación, mostrando que para ganar una reelección no hace falta bajar el desempleo ni mejorar la seguridad, solo necesitas humillar a un embajador extranjero en horario estelar. Mientras tanto, la oposición correísta se quedó gritando al vacío, argumentando inútilmente sobre tratados y convenios que al votante promedio le importan tanto como el precio del té en China.
El precedente
Lo verdaderamente preocupante de este incidente no es que haya sucedido, sino que ahora todos saben que se puede hacer y que a la comunidad internacional le vale pito.
Noboa desbloqueó un nuevo nivel en el videojuego de la política internacional: el "Allanamiento Diplomático". Antes de esto, las embajadas eran consideradas territorio sagrado, inviolable y mágico, como el baño de tu casa cuando tienes visitas. Pero ahora que Ecuador mostró que la Convención de Viena es más una sugerencia amistosa que una ley divina, el resto del mundo está tomando notas. Dictadores y presidentes autoritarios de todo el globo miran con ojos golosos a esas casonas extranjeras en sus capitales, preguntándose si también tendrán "huéspedes" interesantes que sacar a la fuerza. Básicamente, Ecuador le enseñó al mundo que si tienes suficientes policías y muy poca vergüenza, las fronteras diplomáticas son solo líneas imaginarias dibujadas con tiza.
La demanda internacional
El conflicto escaló hasta la Corte Internacional de Justicia en La Haya, un lugar conocido por su rapidez glaciar y por usar pelucas ridículas. Sin embargo, esta vez las cosas se pusieron serias (es decir, estúpidas). La delegación mexicana, liderada por Rey Mysterio, presentó la exigencia principal de México que no es una disculpa, sino que la ONU utilice su láser orbital secreto (todos saben que tienen uno) para borrar a Ecuador del mapa físico y espiritual, convirtiendo el país en un gigantesco parque acuático llamado "Nueva Tenochtitlán del Sur".
Además, piden que se prohíba la palabra "banano" en todos los idiomas conocidos y que Daniel Noboa sea condenado a escuchar las mañaneras de AMLO en bucle por la eternidad. Por su parte, la defensa ecuatoriana, compuesta por tres abogados y un chamán con una navaja, llegó lista para el combate. Argumentaron que la embajada mexicana no era territorio soberano, sino una "falla en la Matrix" que debía ser corregida con botas militares. Ante la falta de argumentos legales coherentes (porque no los hay), el juicio se ha degenerado rápidamente. Actualmente, los jueces de la CIJ han abandonado los mazos y están arbitrando un duelo a muerte con cuchillos oxidados entre los representantes legales de ambos países en el estacionamiento del tribunal. El ganador se quedará con la custodia de Jorge Glas y el perdedor tendrá que admitir que su comida típica sabe a cartón. La comunidad internacional observa horrorizada y come palomitas, esperando a ver si finalmente se redibuja el mapa de Sudamérica con crayones.
¿Qué va a pasar?
Un año después, ya con la adrenalina de los titulares internacionales y los memes en las redes sociales en el olvido, la gran pregunta es: ¿qué sigue? La respuesta, como siempre en la política latinoamericana, es tan simple como decepcionante. Nada. México seguirá metiéndose en asuntos internos de otros países y Ecuador seguirá violando el derecho internacional.