Hercule Poirot
Hercule Poirot es el detective más afortunado del mundo, ya que donde quiera que llegaba, alguien resultaba asesinado. Por supuesto, esto empezó a generar una reacción de rechazo hacia su presencia, pues su aparición era inequívoco presagio de que alguien moriría muy pronto. A esto se le conoció como “la maldición de Poirot”.
Donde quiera que llegara Poirot, ya fuera un inocente pasajero en un barco o tren, un jovial huésped en un hotel o resort, o tan sólo un simple turista en algún país extranjero, su arribo era la inminente señal de que un homicidio sería perpetrado pronto. Debido a esto, diferentes hoteles le daban cualquier excusa con tal de que no se hospedara con ellos, las taquillas de barcos y estaciones de tren tenían fotos de Poirot que advertían del peligro de venderle pasajes, y así sucesivamente.
Su infeliz vida
Poirot nació en Bélgica y, en cuanto llegó al mundo, alguien fue asesinado. Tras la muerte del médico que le dio la nalgada y la colocación del bebé Poirot en el maternal, se descubriría que el médico sostenía un tórrido romance con una de las enfermeras, la cual era a su vez hija ilegítima del director del hospital que, temeroso de que el joven médico le quitara el empleo y enfurecido al enterarse de la identidad de su hija y su amante, decide matarlo. Esto lo descubrió Poirot muchos años después, claro está.
Ya cuando estaba en la escuela descifró varios homicidios cometidos por sus compañeros de clase en los recreos. El problema era que cada vez que iba a clases, mataban a alguien y los profesores le pidieron a su madre que por favor no lo enviara más a la escuela.
Sin poder culminar sus estudios básicos y con la característica maldición que lo seguía a todas partes, Poirot tenía pocas opciones profesionales. Básicamente debía escoger entre ser sepulturero o detective. Pero como escarbar tumbas le hubiera destruido sus bien cuidadas uñas y además odiaba sudar, sin mencionar que los muertos con el tiempo apestan, se decantó por ser detective profesional.
El método detectivesco de Poirot
Básicamente todos los casos de Poirot son virtualmente iguales, con pequeñas variaciones. Poirot llega a un hotel, resort, tren, barco, crucero, expedición arqueológica en Mesopotamia, fiesta realizada por algún sirio excéntrico, el teletón, bueno, en cualquier circunstancia donde deba quedarse varios días y donde haya mucha gente. Invariablemente coincidirá con él un asesino a quien inexplicablemente la presencia de uno de los más famosos detectives del mundo no disuadirá de perpetrar su crimen.
Ahora, supongamos hipotéticamente que el asesinado es Lord Ferguson de Edimburgo, quien fue muerto en una fiesta familiar en un aislado hotel de playa. Durante los días que dura la investigación, Poirot se dedica a escuchar absolutamente todos los chismes habidos y por haber respecto a los presentes e indagar en sus vidas privadas, pesuntamente para descubrir la verdad. Lo cierto es que igual lo haría aún sin un muerto de por medio, pero en fin. Una vez que descubre la identidad del asesino, convoca a todos los personajes. Si usted alguna vez tiene ocasión de encontrarse en un caso de homicidio de Poirot y lo convocan a la sala, vaya preparado para que todos sus sucios secretos salgan a la luz. Poirot básicamente dice lo siguiente:
Y así sucesivamente. Poirot sigue la larga lista de pobres gentes sacándoles sus trapos sucios frente a todos los demás en una humillante sesión que no tiene ninguna función, ya que Poirot pudo simplemente dar la identidad del asesino y ahorrarse el contar todos los chismes de los demás, pero no, no, no, mes amis, así no actúa Poirot, que es medio sádico.
Por alguna razón, Poirot espera al último instante para revelar la identidad del asesino. Si usted está en la sala de sospechosos y no lo han mentado y ya no queda nadie más ¡dese por atrapado! Su crimen fue resuelto porque Poirot siempre deja al verdadero asesino para el final. Una vez que se averigua que:
Bueno, al final el asesino siempre es alguien extraño que mata de la manera más complicada posible porque los criminales en las historias de Poirot jamás iban a ser tan vulgares como para matar por dinero, sexo, violencia o cualquier de las causas que motivan al 99% de los asesinos.
Nunca nadie explicó por qué Poirot, si sabía quién era el asesino, no llegaba con la policía y lo arrestaba en silencio y sin necesidad de reunir a todo mundo y, de paso, contar todas las cosas malas que el resto había hecho.
La personalidad de Poirot
Poirot era conocido por sus refinados y exquisitos gustos. Bien conocedor de la buena vida, se peinaba a raya en medio con vaselina, tenía un bigotito emperifollado hacia arriba, era bastante gordito y movía las manos como un diseñador de ropa francés. Ante tal semental y hombre de acción que exudaba virilidad de cada perfumado poro y que demostraba una masculinidad violenta e irrefrenable, era como un torrente de testosterona viviente. ¿Qué delincuente no sentiría un gran temor por ser atrapado por Poirot?
Poirot en la isla
Uno de los casos menos conocidos de Poirot fue cuando naufragó en una isla desierta aunque pretendía solamente ir a un paseo de tres horas. La isla estaba habitada por siete náufragos que tenían mucho tiempo de estar allí. Como no podía ser diferente, un asesinato fue cometido y la millonaria Sra. Howell murió por tomar agua de coco envenenada. Una vez resuelto el caso, Poirot convocó a todos los habitantes de la isla y dijo: