Incijuegos:El Señor de los Anillos:el juego de rol 2/3439
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La mañana tenía un aspecto esplendoroso, había conseguido un buen trabajo sin tener que hacer practicamente nada. El puerto estaba abarrotado, era día de mercado y cientos de personas se agolpaban en los puestos buscando buenas ofertas, me demoré un poco y busqué unos buenos brazales de cuero, los últimos los perdí mientras huía de unos huargos en Rohan. Llegué al amarré ocho y me desperecé un poco antes de subir por la escalerilla de estribor un sujeto bajito me salió al paso. «¡Alto! —dijo una voz que me recordaba vagamente a la de un psicópata que conocía— ¿Pero si es Entil? ¡Mecawen! Mira quien ha venido». No podía ser cierto, seguían vivos a pesar de haberles abandonado en el Bosque Negro, pero sin embargo parecían extrañamente compalcidos de tenerme entre ellos. «¿Y Mohammed? —pregunté cautamente— ¿Por qué no está con vosotros?». Unas lágrimas se asomaron con timidez a traves de los ojos de mis dos viejos amigos, pero sin embargo, sus bocas contenían una mueca. Al final estallaron en una carcajada y entre risas me contaron lo que le pasó al bueno de Mohammed, resulta que fueron emboscados por unos orcos y la jefa de la banda era una mujer que a cambio de liberarlos lo escogió a él como marido.
Después de compartir algunas anécdotas mis queridísimos amigos me contaron que habían sido contratados por Chúrumbel para encontrar un tesoro. La tripulación estaba compuesta por un capitán, el piloto y veinte marineros que habían vivido mejores días y dos grumetes que los vivirían. Sin más contratiempos partimos en dirección desconocida, ya que parecía ser que sólo el piloto y el capitán conocían el mapa y sabían que ruta seguir. Mientras, nosotoros hurdimos un plan.
—Pero veamos, ¿cómo es posible que supieran donde se encontraba El Amanecer Negro si nadie sobrevivió al naufragio —Pregunta Pirata1.
—Yo escuché hace unos años que uno sobrevivió y se llevó el barco a la espalda...
—Pero por favor, que agnorantes sois, como todo el mundo sabe fue el propio Drug Luin quien rescató el barco y lo pilotó el solo hasta un puerto secreto con ayuda de unos monos que...
—¡BASTA! —gritó Mill— Dejad que siga contando la historia y luego lo colgamos.
—Al final decidimos matar al capitán y al piloto para quedarnos con todo el tesoro.
—Seguimos con lo planeado.
—Insulté a Ulmo, dios de los mares.