Incilibros/El mito de la caverna

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En el enfermo cerebro de Platón, dialogaban tranquilamente dos buenos amigos imaginarios suyos: Sócrates y Glaucón.


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— Después de eso -proseguí- Tom Hanks siguió enviándole e-mails a Meg Ryan, hasta que al final se encontraron y se besaron.
— ¿No habíamos quedado para que me dieras una charla?
— Ah, caramba, perdona, oh Glaucón. Bueno, al turrón. Imagínate un montón de hombres viriles metidos en un edificio, con forma de taberna. Allí solamente uno puede beber, porque es el que tiene el dinero, mientras los demás solo pueden mirarle con envidia.
— ¿Los hombres van depilados?
— No, a lo natural.
— Me encantan los hombres con todos sus pelánganos...
— Bueno, sigo. Imagínate ahora que uno de esos hombres quiere beber, pero no tiene dinero. Por lo tanto, debe buscar alguna manera para beber gratuitamente.


El mito de la caverna taberna.


Bip Bip Bip
¡Un sofista salvaje apareció!
¡Adelante, Filósofo!
¿Qué debería hacer Filósofo?


— ¿Que leches haces? —le dije.
— Me aburres, juego a la consola

¡Filósofo usó Dialéctica!
¡Es muy efectivo!
¡Sofista salvaje se debilitó!

— Va, apaga eso, oh Glaucón. Por donde íbamos... ah, ya. Bueno. Imagínate que ese hombre se hace amigo del tabernero, y descubre que de esta manera, puede beber todo cuanto quisiera. ¿No crees que este hombre sería un hombre feliz?
— Por Zeus, sin duda.
— Y no crees que este hombre se aprovecharía del tabernero, y le pediría incluso comida e incluso el mando de la televisión para poner programas del corazón?
— Así es.
— Piensa ahora esto: No intentarían los hombres sin dinero ser amigo del amigo del tabernero, para poder beber gratis?
— Oye, ¿viste ayer las noticias?
— Claro
— ¿¿Viste a la chica del tiempo??
— No, oh Glaucón.
— ¡¡¡Madre mía lo que te perdiste!!! ¡Se le escapó una teta!
— ¡Mierda! Che, oh Glaucón, haberme llamado...
— Tío, tenía a todos los esclavos ocupados plantando escobas...
— Bueno, sigamos con el mito de la taberna.
— Déjalo Sócrates, si no me interesa.
— ¿Que?
— Que no me interesa... te lo he estado intentando decir mucho rato, pero es que no escuchas.
— ¡Podrías habérmelo dicho antes! ¡Soy el único que arriesga en esta relación, oh Glaucón, el único!


Jarrón-souvenir de recuerdo de la gran borrachera.



— Venga, Socratito mío, que te invito a un trago. No te enfades, tonto.
— Como me conoces, bribón. Así se hacen las cosas.
— Por cierto, esto de los mitos y tal, ¿por que los haces? Nadie te escucha...
— Ahora no, oh Glaucón, ahora no... pero dentro de unos milenios alumnos de filosofía tendrán que estudiarnos y hacer exámenes sobre nosotros... MWAHAHAHAHAHAHAHAHA

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Este artículo ha sido destacado en la Portada por decisión popular.

Los rumores sugieren que sus autores fueron instruidos
por el mismísimo Miguel de Cervantes.