Parto natural
Este artículo es una burla descarada de Ud. Si tiene el ego demasiado grande como para reírse de sí mismo, no lea este artículo y váyase a freír espárragos. |
El parto natural es uno de esos oxímoron frecuentes en la vida humana: pues mezcla la belleza de el alumbramiento, la generación de una relación madre-hijo, el hecho de que si estudiaste medicina y eres virgen por fin estás viendo una concha; con la brutalidad de una buena película serie B post-Tarantino.
Podríamos escribir un extenso artículo sobre las características biológicas del parto, pero ¿para qué? Si para eso está Google. En vez de eso, utilizaremos el artículo como excusa para poner fotos de muchachonas y poner enlaces en azulito, que se ve bien cachi.
¿El Zahir?
¿Has leído el Zahir de Borges? Yo sé que no, porque no lees ni las reseñas de Wikipedia. Actualmente soy un doctor retirado[2] que escribe esto desde un manicomio. Me internaron aquí porque hace muchos años, los de tu edad maomeno, trabajaba en un hospital público y sobrevivía robando esponjas y revendiéndolas en el mercado. De esta forma me hice de un buen dinero que me gasté en putas, porno barato e implantes de polla. Dada mi mala situación tuve que recorrer las calles amputando brazos y atendiendo partos a precios exorbitantes, con lo que me gané el sobrenombre de jodeputa. "Dr. Jodeputa", ahora se oye tan lejano. Fue entonces cuando me contrataron para ofrecer mi ayuda en un parto. Yo no sabía lo que me esperaba... El parto fue tan extremo, ten brutal, que hicieron una película, y de ésta una secuela, y de ésta una secuela que no fue tan buena como la primera. Salí con las manos limpias y llenas de dinero y me dirigí a mi hogar, dispuesto a olvidar todo con unas cervezas y unas putas. Al día siguiente, con una resaca típica de vodka y un sabor a orina en la boca, mientras desayunaba, me puse a pensar en como aquel parto (aquél en específico) podría afectar mi carrera, por una u otra razón. Cuando terminé mis confleks me dirigía al parque a mirar a las mujeres que pasaban, y ni siquiera así lograba olvidar el parto. Pasaron los días y mi mente se nublaba, el parto era lo único en lo que pensaba. Poco a poco fui volviéndome loco. Hasta que me quitaron la casa, la dignidad[3] y el importe de las sexoservidoras. Me internaron en este manicomio, donde nadie jamás me visitó, ni siquiera mi esposa (creo que se enojó por lo de las putas), hasta hoy, que creo que es martes y me visitaste tú. Ahora que has escuchado mi historia y que mi amigo el tuercas te ha quitado la billetera, he de confesarte que aquel parto tan extremo, que me volvió loco, fue el tuyo mijo; así que ve a pegarte un tiro o algo así, pero vete a pie, que ya no tienes pa'l autobús.