Amadeo I de España
Amadeo I de España, llamado «el Electo», otras veces «el Erecto» y otras el «Si lo sé no vengo» (Turín, 1845-Turín, 1890),2 fue rey de España pero no por la gracia de Dios, sino porque lo eligieron. Puso pies en polvorosa cuando vio el percal y fue, desde entonces el solamente primer duque de Aosta y cabeza de la rama Saboya-Aosta (en italiano, se traduce al español como "Se abolla a hostias"). Su venturosa huida condujo a la declaración de la Primera República Española, que de tan venturosa como fue, duró menos incluso que el reinado de Amadeo.
Antes de reinar
Amadeo nació allá en la bota italiana, siendo hijo de Víctor Manuel, pero no de ese horterón que canta, sino del rey de Italia, el segundo que se llamaba igual que el horterón que canta. Su madre era bisnieta de Carlos III de España, de quien había heredado su gracia y su belleza. A su hermano mayor lo destinaron como rey de Italia y a éste le dieron el título de duque de Aosta, para que se conformara con algo hasta mejor ocasión.
Normalmente cuando uno ingresa en el ejército lo hace como soldado raso, pero como Amadeo era un niño bien le hicieron capitán desde el mismo minuto en el que se calzó el uniforme. Y dicen que como militar fue muy valiente, que una vez lideró una brigada en la batalla de Mostaza y le hicieron una pupa en un dedo. Debido a ello obtuvo la medalla al valor militar, el resto de la brigada obtuvo una palmadita en la espalda.
El rey Victor Manuel II quería casar a su hijo con una princesa real como mandan los cánones de Disney pero éste se había enamorado de la noble María Victoria del Pozo de la Cisterna del W.C., princesa de segunda fila. Amadeo le suplicó a su padre que aceptase este matrimonio ya que quería hacer cositas con esta señora que le ponía no electo, pero sí erecto. Su padre aceptó a regañadientes porque la citada princesa sería de segunda fila pero su familia tenía pasta. Pronto se desilusionó al ver que la pasta eran ravioli y no dinero contante y sonante. El día de la boda fue radiante y cuando la pareja partió en ferrocarril de luna de miel el jefe de estación murió aplastado bajo las ruedas del tren entre gritos de "¡Vivan los novios!". A nadie le importó mucho.
Pronto Amadeo se aburrió del ñaca-ñaca con la tía esta de la Cisterna y fue por ahí en plan picaflor tirándose a todo lo que se movía. La princesa escribió protestando furibunda a su suegro, el rey, y este le respondió que comprendía sus sentimientos pero que llevara los cuernos con dignidad.
Amadeo y su relación con España
En 1868 echan de España a la reina Isabelota la Gordota sin miramientos. Se dio lugar a un gobierno provisional presidido por Francisco "Jamón" Serrano que proclamó la Constitución del 69, que no es eso que estás pensando, sino la de 1869. La forma de gobierno sería monarquía constitucional, pero los muy imbéciles no habían caído en la cuenta de que no tenían a nadie para que asumiera el papel de hombre de paja rey.
Buscando un imbécil que les fuera útil encontraron a su monarca en la persona de Amadeo. Reunía todo para el cargo: era descendiente de antiguos reyes de España, era católico aunque solo de postureo, y era bastante progre y liviano en sus relaciones personales. La única pega es que se decía que era masón, pero Amadeo manifestó que esto era mentira y que la única masa que daba era a las chicas que se llevaba a su augusta cama.
Así en 1869 Victor Manuel II nombró a un nuevo embajador en España en la figura de Enrico Cialdini, para que fuera lacayo y sirviente de Amadeo y también para que le espiara y se asegurase de que era una marioneta de su padre.
Como España era un país que quería pasar por democrático, votaron para ver quién era el nuevo rey. Así quedaron las cosas: votaron a favor 191 diputados, en contra 100 y hubo 19 abstenciones —60 votaron por la república federal, 27 por un duque cualquiera, y 8 por los cojones del caballo Espartero, 2 por la República unitaria, 2 por Alfonso el hijo de la Gordota. Uno por la República sexualmente indefinida y hasta hubo quien propuso a Carmen de Mairena, como reina, pero no se admitió a trámite.
Así, Amadeo, ayudado por el General Prim, marcha hacia España. Prim regresa antes que Amadeo, atajando por París, dónde vuelve a encontrarse con su vieja amiga Isabel II. La benéfica Isabel decide aprovechar su "humanidad" (y los kilos que le sobraban) para abrazar al bueno de Prim por ayudarla a huir de España. Tras un largo abrazo, en el que Prim casi se asfixia, Isabel decidió no desperdiciarlo y se lo folló reventándolo definitivamente.
Reinado
Cuando por fin Amadeo entró en Madrid descubrió que un atentado anarquista había acabado con Prim (ahora a Isabel II la llamaban anarquista, al parecer). Alguien le dijo "Majestad, esa es la casa donde vivía Cervantes" a lo que el nuevo rey respondió "Pues cuando quiera que venga a verme, que estaré encantado de saludarle", dando muestras de su amplia cultura.
Siendo inmediatamente embestido como rey, y sin Prim para ayudarle, la cosa estaba jodida para él. Le rechazaban tanto los carlistas como borbónicos por considerarle un usurpador, los republicanos por ser rey, la Iglesia por desamortizarles y el propio pueblo por ser más soso que un yogurt de agua y un lerdo a la hora de aprender el idioma. Ni la puta madre del de los recados le quería.
No obstante Amadeo, desde su estulticia, enfocó el reinado con optimismo. Iba un día paseando con la reina Mariví Del Pozo Cistierna y el fiel brigadier Burgos (paseando en carruaje, no se crean que iban a caminar) cuando unos tipejos la emprendieron a tiros con ellos. Inmediatamente el brigadier se dispuso a cubrir a la reina (de forma poco decorosa) y el rey se puso en pie sin caer en la cuenta de que ofrecía un blanco más fácil, ya ves que no era muy brillante. Aquellos de los tipejos en cuestión que sobrevivieron fueron detenidos y debidamente apalizados.
Tras el intento de asesinato contra su persona las cosas no mejoraron mucho. Amadeo I empezaba a estar hasta los cojones de la política española "Ah, per Bacco, io non capisco niente. Siamo una gabbia di pazzi — ¡Por Baco! No entiendo nada, esto es una jaula de locos". A esto se añadió una Guerra Carlista, otra en Cuba, un gobierno dividido y que el rey se sentía rodeado de traidores que deseaban su caída y a quienes él no creía haber hecho nada. El ejército, tan sutil como siempre, propuso al rey que mandara las cortes a la mierda e impusiera una monarquía autoritaria donde mandarían, cómo no, los militares.
Cuenta la tradición que el rey compró una botella de Grappa y se escondió en la embajada italiana, enviando esta carta a las Cortes:
Creía que mi ignorancia absoluta en el arte de mandar sería suplida por mi ingenuidad y que se me haría algo de propaganda para ver si caía bien a los españoles. Conozco que me engañó mi papanatismo. Dos largos años ha que ciño la Corona de España, y estamos en la mierda. Si fueran extranjeros los enemigos de la dicha española, entonces, al frente de estos soldados, tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos que cojones no me faltan; pero el problema es que todos los porculeros que están dando por saco son españoles. Así es imposible hallar el remedio para tamaños males. Lo he buscado ávidamente dentro de la ley y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien prometió observarla. Así que idos a tomar por donde amargan los pepperoni.
Aun antes de que le contestaran, salió por piernas dando paso a la Primera República Española.
Y después
Regresó lloroso y quejoso a su Turín natal donde fijó su residencia en el Palacio Cisterna, perteneciente a la familia de su esposa, y ahí siguió viviendo con ella y con sus hijos y siguió poniéndola los cuernos. Retomó el título de duque de Aosta y se dedicó básicamente a no hacer nada. Si acaso de vez en cuando miraba alguna obra y poco más.
No mucho después su esposa muere de tuberculosis, aunque él tardó tiempo en darse cuenta ocupado como estaba con sus concubinas varias. Doce años después volvió a casarse, con una sobrina nieta de Napoleón Bonaparte y sobrina de sí mismo. Producto de este incesto nació un hijo no particularmente tarado. Poco después se murió de un catarro mal curado, a la edad de 44 años. Su amigo de ir de putas, el compositor Giacomo Puccini le hizo una música fúnebre muy bonita en la que rememora los mejores momentos de ambos por los lupanares.
Como legado, diremos que su nieto Aimón fue, al igual que su abuelo rey de un país que no era el suyo, y al igual que su abuelo duró como rey menos que un pedo en la mano, instituyendo lo que ya es una tradición familiar.