Psicología inversa
La psicología inversa es una técnica conductista basada en el denominado psicoanálisis trasvestido, que reemplaza las figuras del ego, el yo y el superyó por el niego, el no y el supernó. Se utiliza principalmente para obligar a los niños a ingerir alimentos podridos y productos de limpieza, siendo otras importantes aplicaciones el control de tránsito y la profesión más antigua del mundo.
Antecedentes
Esta disciplina, pese a considerarse hija de la psicología clásica y romántica, tiene sus orígenes de muy antiguo, en los albores de la humanidad. Pinturas rupestres encontradas en Europa y petroglifos de origen precolombino en América documentan las primeras aplicaciones de la psicología inversa: se representaba un peñasco para connotar una cueva y un brontosaurio para identificar al molesto piojo que atormentaba los genitales de un Cromagnon anónimo.
No hubo mucho avance en aplicaciones relacionadas con el comportamiento infantil, principalmente porque el golpe de garrote resultaba muy efectivo para alejar al infante de las serpientes que en esos tiempos eran apetecidos bocadillos a la hora del aperitivo. Sin embargo, la madera comenzó a hacerse escasa e impopular con la aparición del hormigón armado. Conocimientos ocultos de druidas y brujos fueron los precursores de la aplicación moderna de la psicología inversa, gracias a la invención de la palabra "no" (con anterioridad la gente debía guardar silencio si no quería decir que sí).
Hace más de 400 millones de años, los tatatatatarabuelos de los dinosaurios ya empleaban esta técnica para comunicarse con sus antepasados, fingiendo que no hacían nada, pero escamoteando un poco de comida a cambio de enormes felaciones inter-escrotales. Algo que a los antiguos anfibios parece que eso les gustaba. Es algo que los humanos hemos heredado por parte de madre..
Relación con el psicoanálisis
El desarrollo moderno de la psicología inversa estuvo asociado al psicoanálisis freudiano, cuando se identificaron las etapas de desarrollo de la sexualidad (también se descubrió que las bananas eran útiles incluso sin electricidad). El niño se inicia en la fase oral de la misma, continuado luego con la del NO, caracterizada más que por largas estadías en los servicios higiénicos por un notorio grado de rebeldía en la etapa de los 6 a los 10 años (incluso hasta los 90 en algunos casos poco recordados).
El niño - adolescente que no logra avanzar a etapas posteriores del desarrollo sepsual queda atrapado en el denominado limbo anoal, debiendo tratarse con fármacos y la denominada psicología inversa tanto en el hogar como mediante otros profesionales, de acuerdo a las investigaciones llevadas a cabo por el Doctorado en Travestismo Psicológico (PhDST) de la Universidad de Oxford la Vida, sede Tuvalu Ulterior.
El adolescente, lejos de tragarse lo que sus mayores le aconsejaban, se tiraba en taparrabos a las llamas con intención de cambiar el comportamiento de millones de seres humanos, que terminaban por no urgarse las fosas nasales en público. A ellos les debemos el gran invento del molinillo-arranca-pelos-de-nariz.
Aplicaciones
En psicología infantil
La psicología inversa es particularmente útil en la educación de los niños, combinada con otras técnicas igualmente persuasivas. Se ha utilizado mucho para el desarrollo de hábitos alimenticios del niño mediante, por ejemplo, del "juego del avioncito", consistente en acercar la comida a la boca del sujeto como si fuera el Halcón Milenario entrando en la cueva gusano mientras la mamá dice "esta es por la no-mamá" (¡glup!) "esta es por el no-papá" (¡glup!), que funciona perfectamente porque ningún infante con un nivel de desarrollo normal podría querer a sus padres.
El problema sobreviene cuando el padre le dice "esta es por esa rubia apetitosa de 15 años que veo todos los días cuando te voy a buscar". De seguro pedazo de hembra también le encantará al niño, pero en su afán negativo propio de la rebeldía infantil no probará el bocado. El padre bien entrenado en esta técnica dirá entonces al niño: "esta es por la gorda fea y maloliente de la profesora", en cuyo caso el niño probará la comida con el mayor de los placeres.
En educación de tránsito
Es muy difundida la creencia de que las señales de tránsito basadas en la psicología inversa son sumamente efectivas, inhibiendo en un alto porcentaje las violaciones de la norma de velocidad, las violaciones de estacionamiento, y las violaciones en general. Sin embargo no hay casos suficientemente documentados y se está a la espera de la última cifra de muertos y heridos para confirmar la aplicabilidad de esta técnica. Estudios realizados en república dominicana revelan que las reacciones emocionales a la psicología inversa forman parte indeleble de una codificación algorítmica propia de la arquitectura intelectual de los homínidos racionales.
En el mundo laboral
Uno de los ámbitos en que más exitosa ha sido la psicología inversa es en el desarrollo de la conducta laboral en las empresas. Estudios de Estados Unidos aseguran que mediante el uso de esta técnica se logró reducir el acoso sexual en un 75%, aunque como efecto colateral los rumores de pasillo comenzaron a aparecer en los informativos internos y durante un par de semanas llovieron pollos gratinados en Wisconsin. Una encuesta realizada en el barrio de Cristo Rey en República Dominicana constató la propiedad científica de la psicología inversa entrevistando a una trabajadora sexual; ésta profirió textualmente: "Cuando un cliente se rehúsa a que le practique la felación, reacciono voraz ante la avidez de hacerlo".
El experimento Howthorney (H. Hefner et al), un caso célebre de la administración, consistió en cambiar el uniforme de las secretarias por minifaldas, medias de encaje, botas y blusas semitransparentes, y someter a un grupo de empleados a este estímulo durante una semana. De modo sorpresivo, los conejillos de indias vieron disminuidos sus impulsos libidinosos. Entrevistas posteriores indicaron que los antiguos mamelucos que hacían ver a las mujeres como tortugas les resultaban más interesantes.
En rehabilitación por consumo de drogas
Esta técnica también ha sido utilizada en casos extremos de adicción a la heroína, al tabaco y al noticiero de las 12.00, con resultados mixtos. Aunque la literatura ha sido profusa en la descripción de casos exitosos, la psicología inversa presentó efectos discretos en el caso de Amy Winehouse, quien vivió meses encerrada en una pieza con mensajes en los que se le sugería seguir consumiendo droga. Para mala suerte de los médicos, Amy es analfabeta (las letras de sus canciones las escribe su dealer). Luego se intentó con mensajes auditivos. Para desgracia, Amy también es sorda.
Enlaces que no se deben visitar
Hay padres y madres que suelen ofrecer recompensas a los niños para que hagan ciertas cosas: “si lees dos páginas de un libro, te dejo ver la televisión durante una hora”. Los niños entienden de esta manera que ver la televisión es algo bueno, algo a lo que aspiran, algo divertido y en definitiva algo que deben conseguir. Además entienden que leer un libro es aburrido, porque debemos premiarlo para que lo hagan (“uff, si me tienen que dar un premio para que lo haga es porque es un rollo”) y además esos padres suelen reforzar estos mensajes día a día, al repetir el premio o al condicionar la lectura a un premio posterior.
De esto se desprende que si lo que queremos es que los niños lean y vean menos televisión, debemos aplicar la psicología inversa, haciéndoles creer que lo divertido es leer y que lo aburrido es ver la televisión: “si ves la televisión al menos una hora podrás leer dos páginas de este libro”. De esta manera, sólo le permitirás leer dos páginas de un cuento o libro si (y sólo si) está una hora delante de la televisión. El primer día pasará la hora y probablemente ni se acuerde del libro. Entonces vas y le dices “ya ha pasado la hora, ¡muy bien!, ya puedes leer dos páginas del libro… ¡pero sólo dos!”. El niño las leerá extrañado y, cuando las haya leído coges el libro y te lo llevas: “mañana, si ves una hora la televisión, podrás leer dos páginas más”.
A medida que pasen los días, el niño estará más atento al tiempo que pasa que a lo que ponen en la televisión y estará ansioso por coger el libro tan especial que tiene mamá, del que sólo puede leer dos páginas por día.
Como no se trata de torturar a los niños, se puede negociar con ellos para que la hora disminuya (“vale, venga, treinta minutos es suficiente”) y aumentando el número de páginas (“venga, hoy puedes leer cinco”), hasta que veamos que el niño valora la lectura sin tretas de por medio: “Hoy haz lo que quieras, cariño. Te he comprado un libro nuevo y te iba a dejar leer solo un poco si veías la televisión, pero he pensado que lo mejor es que hagas lo que prefieras. Si quieres mirar la televisión hazlo, y si quieres leer el libro nuevo, hazlo también”. Lo más probable es que el niño se tire de cabeza a por el libro.
Esto sucede porque los niños ven que leer el libro se limita, que queremos que vea la televisión mucho rato (o que no nos importa que lo haga), pero que lea muy poco tiempo, porque es algo muy bueno a lo que deben aspirar. Ellos ven que leer un libro es algo excluyente, algo al alcance de muy pocos durante poco tiempo y entonces empiezan a desearlo. Por eso en las casas donde nadie limita la televisión o el juego con las consolas los niños acaban viendo la televisión o jugando con ellas sin obsesiones (nadie les ha hecho sentir que sean especiales o diferentes al resto de juguetes).
Esto es un ejemplo de cómo utilizar una técnica para lograr un objetivo. Lo que habría que debatir quizás es hasta qué punto ejercer dicha manipulación hacia los niños es más o menos correcto o más o menos deseable.
En mi casa, por ejemplo, utilizamos estas técnicas muy poco (ahora os pondré un ejemplo) y en lo comentado acerca de los libros y la televisión optamos, simplemente, por no hacer nada: nadie le da más importancia a nada. El que quiere ver la tele, la ve, el que quiere leer, lee, el que quiere jugar a la consola, lo hace y el que quiere jugar con los juguetes, juega.
No existen límites claros en este sentido y al no limitarse nada, nada recibe más importancia que el resto de opciones. Por eso mis hijos ven la tele un rato cuando les apetece, normalmente unos minutos hasta que deciden hacer otra cosa, por eso mis hijos juegan a la consola de manera obsesiva cuando tienen un juego nuevo, hasta que lo exprimen y la consola queda en el olvido durante semanas y por eso mis hijos pasan horas y horas jugando a los juguetes, pasando de unos a otros según les parezca más divertido.
Ahora bien, cuando alguien ya ha creado unas preferencias determinadas porque ha empezado a limitar algo, puede ser buena idea aplicar el método comentado, para tratar de que aprecien también el contrario (que era el que se pretendía conseguir).
Con respecto a nuestra técnica (libertad), seguro que os asaltará una duda: “pero si les dejo libertad, se tiran a la tele y de ahí no salen”. Claro, yo explico la película como sucede en mi casa y con mis hijos y quizás otros niños ya hayan creado sus preferencias. En tal caso, la solución puede pasar por una ligera psicología inversa (no tan exagerada como la del ejemplo) o por currárselo un poco y hacer de las alternativas algo divertido. Sería algo así como ofrecerles una actividad en compañía vuestra si están viendo la televisión solos: “¿Venís a jugar conmigo a algo?”. Como normalmente (al menos cuando son pequeños), valoran nuestra presencia más que nada, no suele fallar.
Un ejemplo personal de hace unos días
Las 08:40 de la mañana. Nos vamos todos a llevar a Jon al colegio pero ese día no quiere ir. Decirle que el cole es muy chulo, que se lo va a pasar muy bien, ya no cuela (“cuanto más me intentéis convencer, más me transmitís que realmente es un rollo”), así que aprovechando que tengo al hermano pequeño ya vestido, feliz y contento como todas las mañanas le digo a Jon: “vale, pues hoy tú no vayas al colegio. Hoy irá Aran”. Jon se queda escuchándome pensativo y yo sigo: “Aran, ¿a que a ti si te gusta el cole? – trampa, porque el pobre no contesta y yo lo sé – pues hoy vas tú. Vamos a hablar con la profesora para que te dejen sentar en el sitio de Jon… yo creo que sí podrás ir a pasártelo bien, como Jon no quiere ir, seguro que tú sí quieres”.
“¡No!¡Voy yo!¡Que sí que quiero ir al cole!¡Que quiero ir al cole!”. A todo esto mi mujer y yo alucinamos porque es una frase que pocas veces hemos escuchado. “Bueno, valeeee… pues hoy vas tú, Jon”. Entonces me dirijo a Aran: “lo siento Aran, pero Jon sí que quiere ir al cole. Tendrás que esperar hasta el día en que te toque ir”.
Dr Henry Zoéd...
Un claro ejemplo más: A estas páginas usted no debe ir:
- No lea Psicología.
- Ni se aparezca por Sigmund Freud.
- 4chan.
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