Rómulo Augústulo
Emperador Romano |
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Reinado o lo que sea | Un añito escaso. |
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Predecesor | Sucesor |
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Nombre de verdad | Flavio Rómulo. |
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Nacimiento Defunción | Roma La campiña putanesca |
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Casa |
No tuvo tiempo de establecerla. |
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Estado actual | Desaparecido en medio de una orgía |
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Familia | Su papá Orestes, que telita con él. |
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Relaciones | De mayor, con meretrices tardorromanas a las que decía: "¿quieres ver mi pequeño cetro imperial?" |
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Enemigos | Se terminaron matando todos unos a otros. |
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Flavio Rómulo Augusto. Se le mindundeaba llamándole Augústulo por ser considerado casi como un corpúsculo, una pústula, o un forúnculo: un crío medio atontao, bueno para nada y tan insignificante como minúsculo. Viene a ser considerado el último emperador romano de Occidente. Más allá de que parece que todos estos romanos se llamaban Flavio, se llamaba igual que el fundador de Roma (Rómulo, ese al que le daba teta una loba) y Augusto, el primer emperador. Pero no hay que buscar serendipias históricas: Rómulo le pusieron en realidad por su abuelo el del pueblo y lo de Augusto le vino de cuando le hicieron césar, a ver si eso le daba algún tipo de aura imperial, pero ni por esas.
Los inicios del emperadorcillo
Rómulo Augusto se distingue por no ser completamente irrelevante, no ya al mando del imperio romano occidental, sino que casi hasta en su propia vida. Para entender cómo llegó a donde llegó hay que centrarse en la figura de su mangoneador padre, que ríete tu del de Mozart. El padre de Rómulo Augusto, un tal Orestes, era un tipejo de cuidado. Siendo romano de origen se había puesto al servicio de Atila el Huno -ese tan conocido por sus productos herbicidas- llegando a ser su secretario personal. Posteriormente aprovechó esta influencia, y los conocimientos adquiridos como espía en el desempeño de este puesto para cambiar nuevamente de chaqueta y medrar en el ejército romano.
Y vaya si medró, el emperador Julio Nepote le nombró el jefazo de todos los ejércitos romanos en la Galia. Y tras poner un poco de orden allí Orestes pensó... Qué demonios. Y le montó a Julio Nepote un golpe de estado acojonante y le derrocó. Muchos historiadores refieren cómo las tropas de Orestes entraron en Roma al canto de "Julio Nepote, agárrame el cipote". Una vez que el Nepote este había salido por piernas, Orestas pudo proclamarse a sí mismo Emperador. Pero en vez de hacerlo puso a su hijo porque, total, mandar iba a mandar él igual y si alguien iba a llevar las collejas, mejor que fuera el mocoso. El padre del año ¿verdad?
El mandato del cesarín
Irrelevante es la palabra que mejor le define. No mandaba nada, nadie le hacía caso, y como consecuencia de ello no hizo nada. Si hubieran puesto un peluche de Espinete bajo la corona imperial el resultado hubiera sido exactamente el mismo. El poder lo ejercía su padre en la sombra, y lo hacía de manera tan inútil como abúlica.
La caidita de Roma
Cuando Rómulo Augusto llevaba unos pocos meses en el "poder", se hizo evidente que sus ejércitos, en realidad, eran una piltrafa. Entonces unas tribus bárbaras que andaban por allí como Pedro por su casa se dirigieron a Orestes -no a Rómulo pues... ¿para qué?- y le ofrecieron cobertura militar a cambio tierras en Italia (sin abusar, sólo la tercera parte de la península). Orestes, demostrando su gran categoría como estadista les mandó a tomar por el culo y ellos muy gentilmente le montaron una rebelión y le pasaron a cuchillo. Cuando le iba a tocar el turno a Rómulo este se cagó literalmente encima. Los historiadores consideran esta deposición[1] el final de la antigüedad y el inicio de la Edad Media.
No obstante incluso este episodio pareció irrelevante a los contemporáneos del emperadorcito, que siguieron con su vida como si nada hubiera sucedido. Y es que realmente el imperio estaba manga por hombro y a la gente le importaba un carajo quién mandara con tal de que pudieran seguir apacentando sus vacas con tranquilidad.
Tras la deposición
Resulta que al jefe de los bárbaros, que se llamaba Odoacro, el pobre, le dio como cosica cargarse a Rómulo, que al fin y al cabo era un crío y que tan gentilmente le ofrecía su corona en un patético y desesperado intento de salvar el pellejo. Así que finalmente le envió para Nápoles con una paguina del Estado, donde pasó el resto de su larga vida mirando crecer las margaritas, bebiendo buen vino y dándose a los placeres de la buena mesa.
Y bien mirado no le fue tan mal en comparación a sus rivales: Odoacro duró dos telediarios como Rey de Italia y al poco le cortaron el gañote, a Julio Nepote le habían cortado el cipote matado también poco antes sin que lograra recuperar el poder de manera efectiva y el que terminó ocupando el poder en lugar de ellos consintió en seguir pasándole la pensión sin mayores problemas. Al final el muchacho tuvo hasta cierta flor en el culo.
En la ficción
Hay una película malísima que dice que en lugar de irse a un retiro dorado a vivir días de vino y rosas se hizo un macho, se fue a Inglaterra y se convirtió en el padre del Rey Arturo. ¡Venga ya, hombre!.
Notas
- ↑ La mencionada deposición se conserva como reliquia en el Museo Nacional Romano, en forma de materia orgánica descompuesta.