El Lazarillo de Tormes
La vida de Lázaro de Tormes quien nació en el río Tormes es la máxima expresión de la novela picaresca. No es algo tan importante; no es que sean muy buenas las novelas picarescas pero... algo es algo. El asunto es más o menos un chico que guía ciegos o algo así (no estoy seguro, esperen y le pregunto a mi profesor de español...).
De acuerdo, esto será rápido: mientras el otro idiota va a buscar a su profesor de español les contaré mi vida; mi nombres es Lázaro de Tormes y más les vale no burlarse de mi nombre, porque ya me molieron a golpes varias veces por eso.
Mi vida
Con nueve meses de embarazo a mi madre se le ocurrió irse de paseo al río. Con semejante muestra de amor maternal ya se veía venir lo buena que sería mi vida. Como el Amadís de Gaula (seguramente no sabrás quién es, cerdo inculto), nací a orillas del maldito río donde mi madre me dejó tres días para ver si los lobos no me llevaban; al ver que no lo hacían decidió criarme. Mi padre era un hombre admirable, siempre trabajaba muy duro por su familia, trabajaba... por no vernos. El desgraciado pasaba todo el día en el molino, hasta que por casualidad lo acusaron de robar dos panes de molde, y en castigo lo usaron como base para hacer algunos panecillos. Mi madre lloró desconsolada al pobre hombre durante tres largos minutos, tras lo cual se busco a un nuevo novio: un negro que parecía tener tres piernas. Tras quedar embarazada y darme a un tierno hermanito mulato, mi querida progenitora, al ver que ya no podía seguir criando hijos, decidió que con mis cinco años cumplidos yo ya era un hombre hecho y derecho, razón por la que el negro y ella me echaron a cariñosas patadas del lugar.
Vagando por las calles con solo dos panes cuyo aroma a sudor delataban que fueron los últimos hechos con por mi padre me encontré con un ciego, era un viejo hediondo así que me limité a verlo trabajar un rato orándole a las personas a cambio de un par de monedas. Me impresionó su técnica, no por los mil sortilegios que hacía, sino porque cada vez que alguien se acercaba para darle una moneda, éste le robaba la billetera.
Hey, ¿qué haces ahí? ¡Fuera de mi computador!
Disculpen: un chico hediondo se sentó en mi computador. Ya regresé y voy a hablarles de cómo Lázaro trabajó con un ciego: el hombre abusaba de él y lo golpeaba, y en venganza Lázaro le robaba la comida, no era la mejor venganza y tampoco es que fuera muy agradable acompañar a un ciego por todos lados, era bastante aburrido. Pocas cosas hay que decir de esto: lo único medio interesante fue cuando el ciego y él se repartían el botín de una billetera robada, acordaron tomar un billete a la vez, pero el ciego tomó de dos en dos. Al acabar, el ciego regañó a Lázaro por haber tomado de tres en tres, sus razones fueron que si él hubiera tomado igual habría dicho algo pero no lo hizo. Lázaro estaba maravillado por la inteligencia del ciego y porque el invidente hediondo no notó que Lázaro le había robado al billetera mientras contaba.
¡Hey tú, niño hediondo! ¡Vete de aquí! ¿De dónde sacaste ese martillo? ¡Ahhhh!
Poco después dejé al ciego, tenía un plan para convencerlo de hacerlo correr hacia un poste y dejarme escapar, pero me pareció más fácil sólo tirarlo a un poso tras robarle todo lo que tenía encima. Acto tras el cual fui a vivir con un clérigo, tras una traumante noche en la que el sacerdote revisó mi cuerpo buscando signos del diablo, este decidió acogerme como criado. Ese desgraciado no me alimentaba correctamente, razón por la cual me veía obligado a saquear tumbas buscando algo de carne fresca, ese fue el motivo porque el que le oraba a Santa Rita que muriera más gente; la desgraciada no me lo concedió pero al menos me dio la idea de robarle el pan a mi señor cuando estaba dormido. Me metía al lugar donde lo guardaba vestido de ratón y los roía para que pareciera que lo había hecho un ratón real. Esto funcionó hasta que a mi señor se le ocurrió colocar trampas, tras perder un par de dedos decidí irme de ahí.
De como Lázaro alcanzó la pubertad y le colocó títulos largos a los capítulos
Tras pasar hambre junto a ese párroco decidí mantenerme apartado de los sacerdotes, es por eso que para la siguiente vez que me puse a repartir la hoja de vida entre los posibles amos, fui con un escudero. Me habló de cómo iría a trabajar a su enorme mansión y me transportaría en limousina. Eso me emocionó, al llegar me dijo que la limousina estaba en el taller y la mansión la estaban fumigando, entre tanto, nos quedaríamos en una chabola que tenía por ahí. No tardé mucho en darme cuenta de que era un muerto de hambre que pretendía tener un empleado sin pagar sueldo ni seguro médico. Harto de tener sólo amos que me mataran de hambre me empecé a alistar para un viaje, mientras sobreviví pidiendo limosna a una vecina bastante desarrollada, esta solía buscar señales del diablo en mi cuerpo como el clérigo, pero por alguna razón era más divertido cuando ella lo hacia. No sé por qué, pero le cogí gusto e iba todos los días para hacer lo mismo.
Esperen, ya se levantó el del martillazo... ¡Oye espera! ¡Baja esa botella!
Después de eso Lázaro se fue con un vendedor de Bulas, realmente es imposible entender qué demonios era lo que hacía el tipo. El libro habla de una estafa que no entiende ni el que lo escribió y menos yo ahora que me dieron en la cabeza con un martillo. Era algo de que él vendía sus bulas (que son algo así como papeles para no ir al infierno a la módica suma de $59.999.00), pero un policía que pasaba por ahí lo descubrió y empezó a perseguirlo por no pagar el soborno de la semana para hacer la vista gorda. Total, que hubo un tiroteo, y al final Dios hizo que el policía se cayera por un barranco. Lázaro se impresionó mucho pero al final descubrió que era una confabulación, el vendedor se quedaba con el 40% de las ventas, el policía con el 10% y Dios con el 50%
De cómo Lázaro decidió desperdiciar su juventud en un matrimonio
Tras pasar su niñez con tipos que no hacían más que matarlo de hambre, Lázaro se buscó a alguien que sí le pagase un salario digno, tras pasar por manos de un pintor y un clérigo del que tuvo que escapar al vender todos su zapatos por “accidente” consiguió al fin un empleo en donde ganaría el salario mínimo. Repartir agua a lomos de un burro es algo bastante molesto, más aun cuando se tienen que complacer las necesidades del pobre burro; pero eso le dio suficiente al pobre Lázaro como para comprar una casa medio decente a plazos y para pagar el médico que le hiciera el tratamiento apropiado para su molido ano.
Me huele a cloroformo, yo… ZZzzz
Terminemos esta cosa de una buena vez; ya me habían curado del tener que compartir mi cama con el burro pero ahora necesitaba un trabajo de verdad. Me fui a trabajar con la industria del vino, es que desde mi temprana infancia le tomé un cierto gustillo al alcohol, era lo único que me dejaba lo suficientemente insensible al dolor como para soportar las palizas del ciego. Me puse de pregonero para anunciar los vinos y para robarme un par de garrafas cuando nadie me viera, sólo esperaba no acabar como mi padre porque creía que un vino hecho con mi persona sabría muy mal. Me casé con una chica que trabaja como empleada de uno de mis proveedores, siempre llega oliendo a sudor y con un líquido transparente untado en la boca. Me pregunto qué le pondrá a hacer su jefe. Me despido, pues escucho a la policía llegar y creo que he matado al chico con el cloroformo.
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