Heinrich Köselitz

De Inciclopedia
Ir a la navegación Ir a la búsqueda
Cita3.png¡Mi querido amigo, viva la libertad, la alegría y la irresponsabilidad! ¡Vivamos, pues, por encima de nosotros, para poder vivir con nosotros mismos!Cita4.png
Friedrich Nietzsche en una carta a Heinrich Köselitz. Éste interpretó la frase como una declaración de amor, pero se equivocaba por completo, como siempre que interpretaba a su "maestro".
Köselitz fue en una persona constante y firme en sus convicciones, entre las que estaba el rechazo a peinarse como es debido.

Johann Heinrich Köselitz, (10 de enero de 1854 – 15 de agosto de 1918) más conocido como Peter Gast, fue un compositor, amanuense y a ratos autoproclamado escritor alemán cuya única razón de existencia histórica y vital fue llenar un hueco en la vida de Friedrich Nietzsche. Hueco emocional e intelectual, debe aclararse. Cuando Nietzsche ya no tenía amigos porque había sacado el verbo a pasear y había llamado a todas las personas de su entorno personal e intelectual de todo menos bonitos, ahí apareció Köselitz. Y eso tiene su mérito. Algunos teóricos de la comunicación audiovisual han promovido la idea de que su relación con Nietzsche (servilismo total, aun a despecho de sí mismo y adoración perruna) ha servido como inspiración para crear el personaje de Smithers en la conocida serie Los Simpson

Vida: de músico prometedor (aunque poco) a lacayo de un filósofo enloquecido

Inicios

Köselitz nació en Alemania y bien porque en su familia pensaban equivocadamente que tenía talento musical, bien por tenerle entretenido, le enviaron a estudiar en el conservatorio que había fundado Felix Mendelssohn, que podemos afirmar no era la institución más progresista del país, precisamente. Si bien se hizo todos los ejercicios de contrapunto y armonía sin poner demasiadas quintas y octavas paralelas, motivo por el que obtuvo su diploma, el joven compositor, a pesar de haber caído en la otra orilla de la Guerra de los románticos, estaba fascinado por la figura de Richard Wagner. Así que, completamente rebotado y cada vez más despeinado, lió el petate y se fue a Basilea.

Una vez allí se dedica a estudiar algo de letras, por eso de tener cultura y no limitarse a garabatear notas sin sentido sobre los pentagramas, y ahí conoce a Friedrich Nietzsche, lo que para él resulta una epifanía, pues resulta que este Nietzsche además de ser un hombre brillante es amigo personal de su ídolo, Richard Wagner. Y entonces empieza a idolatrarle a él también. Decidido a meterse en todos los charcos, tiene una agria polémica con un tal Selmar Bagge (compositor reaccionario a quien no merece la pena recordar por demás) en la que Köselitz defiende furibundamente la música de Wagner. La polémica tampoco es que diera para mucho más que algunos cotilleos de pasillo y acabó pronto, cuando Nietzsche le dijo que él, en realidad, se acababa de enfadar con Wagner, quien le parecía un vendido a los nacionalistas alemanes y un besacirios. Esta revelación puso a Köselitz en un dilema existencial pero... Nietzsche se mostraba amistoso con él y Wagner por su parte ni sabía que existía. No había otra elección posible: en lo sucesivo sería nietzscheano hasta el tuétano.

La relación de amistad entre Köselitz y Nietzsche era completamente simétrica tal como entendería la simetría un filósofo que no se ve a sí mismo como un hombre, sino como dinamita: Köselitz siempre trató a Nietzsche de usted y repitió continuamente la frase que al genio del Eterno Retorno más satisfacía: "sí, maestro". Nietzsche por su parte de vez en cuando palmeaba el lomo de Köselitz.

Así le explotó "Zaratustra"

Su nueva amistad con el filósofo implicaba la realización de algunas tareas, pues, al fin y al cabo, Nietzsche era demasiado humano.

  • Leerle cuando se quedaba temporalmente ciego (o cuando le daba un ciego): Cuando esto sucedía Nietzsche no podía leer, y entonces Köselitz era el encargado de leerle en voz alta la obra de otros pensadores para que Nietzsche pudiera comprobar que todos ellos eran inferiores a él (tal como Köselitz corroboraba insistentemente).
  • Corrección de manuscritos: La caligrafía de Nietzsche era tan caótica como su mente. Köselitz aprendió a leerla (cosa que el propio Nietzsche nunca fue capaz de hacer) y su labor fue asegurarse que los insultos hacia Wagner (y las autoalabanzas) estuvieran redactadas en un pulcro alemán.
  • Generar la ilusión a Nietzsche de tener un interlocutor con el que discutir sus teorías: En realidad Köselitz era más bien una cámara de eco. Cada vez que Nietzsche tenía una nueva ocurrencia filosófica, Köselitz fingía haber entendido lo que éste decía, fingía haber reflexionado profundamente sobre ello y, finalmente, le daba de forma entusiasta la razón.

Por todo ello, Nietzsche llegó a escribir que Köselitz era "su mano derecha", y dado el poco éxito que el bigotudo pensador tuvo toda su vida con el género femenino, preferimos no ahondar más en qué podía querer decir con esta afirmación.

Y entonces se transformó en Peter Gast

Ciertamente el apodo le iba, pues se parecía a una estatua de piedra. Era grande, daba miedo y su opinión no le importaba a nadie.

Si el nombre terrestre de Kal-El es Clark Kent, el nombre übermensch de Heinrich Köselitz es Peter Gast. Este nombre se lo puso Nietzche inspirándose en la estatua del Comendador del Don Giovanni de Mozart. O lo que es lo mismo, le estaba llamando el "Convidado de Piedra", que es lo que significa tal nombre y lo que Köselitz ya era en la vida de Nietzsche: asistía a todo junto al filósofo pero, a la hora de la verdad, ni voz ni voto. No obstante el origen del pseudónimo era como una especie de chiste privado entre ellos, según Gast, y algo de dominio público, según Nietzsche, quien para entonces ya no tenía más círculo social que el propio Gast.

Tras la ruptura con Wagner, Nietzsche quiso fabricarse un anti-Wagner, un compositor de genio similar que pudiera oponer a las pesadas brumas germánicas del patilludo sajón la ligereza mediterránea que, en la mente de Nietzsche, era su antídoto. Y esto es lo que él veía en "su" Peter Gast (indicio claro de que el bueno de Friedrich ya no tenía todos los patitos en fila, pues aparte de que comparar su talento musical con el de Wagner equivale a comparar un patinete con un Ferrari, Gast tenía de mediterráneo lo que el propio Nietzsche de bosquimano).

El estreno de La Boda Secreta El León de Venecia: la respuesta de Peter Gast a las obras de Richard Wagner

A semejanza de Wagner, Gast preparó una ópera con libreto propio. Una ópera cómica. Involuntariamente cómica, pero cómica al fin y al cabo: Nietzsche, en sus momentos de lucidez, cada vez más infrecuentes, decía que Gast era el único músico vivo que le hacía reír. Gast había pensado en titularla La Boda Secreta, pues se sentía en lo más íntimo casado con Nietzsche. El filósofo rechazó violentamente este título sugiriéndole mejor El León de Venecia y ofreciéndose a aparecer en la misma vestido de león.

Diez años estuvieron ambos dando la turra a todos los empresarios del país para que la estrenaran obteniendo como respuesta un "no nos vuelvan a escribir, ya lo haremos nosotros" hasta que por fin alguien picó y se programó el estreno en Danzig. Tristemente, para aquel momento Nietzsche ya había abrazado el caballo aquel en la calle y estaba más catatónico que nuestros lectores tras un fin de semana de fiesta. La ópera finalmente se representó ante un público tan respetuoso que contuvo las risas y en el teatro no se escuchó la más mínima carcajada. Quizás siendo una ópera cómica este no sea el resultado más deseable y al día siguiente la discreción impidió seguir hablando de lo allí acontecido.

Así fue como Peter Gast se contrapuso a Richard Wagner. Alegría mediterránea contra dioses germánicos. Mediocridad frente a genio. Fracaso frente a éxito.

Sirva como curiosidad para el lector, la historia de esta obra no acabó aquí. Volvió a reponerse en la época del Tercer Reich, cuando la filosofía de Nietzsche volvía a pegar fuerte y los nazis la deglutían con pasión y la digerían con diarrea. Fue entonces cuando la música del que había sido su amigo despertó la curiosidad de algún empresario valiente. Los aires italianizantes dejaron al teutónico público sin saber muy bien a qué atenerse y, tal como la rescataron, volvieron a olvidarla y se dedicaron a perder la guerra que ellos mismos habían empezado.

Con Nietzsche "moñeco", se cree albacea de su obra

Correcciones de Köselitz en antiguas ediciones de Nietzsche, para pulir un poco la prosa. Está claro que consideraba a su amigo un gran filósofo y un escritor pésimo.

Como dijimos, la mente de Nietzsche se había ido aunque su cuerpo aún seguía ahí, y por ello y por primera vez en su vida parece que Köselitz va a hacer algo que valga la pena. Los editores del filósofo le contactan y le hacen ver que los últimos manuscritos que Nietzsche les había mandado estaban un poco manga por hombro y que además decía cosas más raras que de costumbre, que ya se notaba en ellos que muy fino no andaba, así que, mejor, no los iban a publicar por el momento. Encargaron a Köselitz, no obstante, que preparara una edición cuidada de la obra completa de Nietzsche con calma, que escribiera extensos y soporíferos prólogos que parecieran profundos, intelectuales y sirvieran como vaselina para que entraran mejor las afirmaciones y aforismos más comprometidos, y que incluso propusiera su interpretación tirando de cuñadismo y proponiéndose a sí mismo como autoridad indiscutible por haber sido amigo de Nietzsche. Con esa carta de presentación, que el propio Köselitz no entendiera muchas veces lo que Nietzsche quería decir tampoco iba a importar a nadie demasiado. Iban a vender muchos ejemplares y se iban a forrar.

Pero llega la hermanísima

Köselitz estaba, pues, en su mejor momento. Por fin se le tenía en cuenta para algo importante, iba a ganar dinero y ya no tenía que ser la "mano derecha" de nadie, pero entonces Elisabeth Förster-Nietzsche, la hermana a la que Nietzsche odiaba, regresó de Paraguay donde su marido, un estúpido protonazi, había intentado secundado por ella fundar una colonia aria con resultados tan desastrosos como risibles. Elisabeth ya de vuelta, viuda, aburrida y tratando de eludir el ridículo tras el fracasado proyecto (un poco como el propio Gast tras su ópera), decidió encargarse de la obra de su hermano.

Así que aludiendo a un dudoso derecho de sangre sobre las obras de su hermano le hizo a Köselitz un quítate tú que me pongo yo y le requirió todos los manuscritos y anotaciones en que estaba trabajando. Además se encargó personalmente de que las ediciones de Köselitz desaparecieran porque le consideraba "un parásito que se alimentaba del genio de mi hermano" y ella, en lo de parasitar a su hermano, no quería tener competencia.

Köselitz, acostumbrado a ser humillado por superhombres, aceptó la humillación de la mediocre hermana de un superhombre y le entregó todos los manuscritos con una nota que decía: "Espero que los disfrute más de lo que él disfrutó escribiéndolos."

Así ella fundó el Archivo Nietzsche comenzó su labor de corta, pega y colorea para hacer cuadrar a calzador la obra de su hermano con el supremacismo ario más deleznable. Köselitz, por su parte, se retiró (llorando) a su "jardín epicúreo" en su pueblo natal, que no era más que un balcón con dos macetas y un gato siamés que le recordaba a su amigo porque tenía largos bigotes y le miraba con aires de superioridad.

La Voluntad de Poder

En esta foto aparece Nietzsche (derecha) con unos amigos. Ninguno de ellos es Köselitz, pues jamás quiso que le retrataran junto a él.

Tras la muerte física de Nietzsche (lo mental, como dijimos, era un barco que hacía mucho que había zarpado) Elisabeth quiso expandir la obra de su hermano porque los fans demandaban novedades y empezaban a estar cansados de leer lo mismo sin entenderlo. Querían no entender cosas nuevas. Así fue que la tía con toda su cara (de perro) se puso en contacto con Köselitz, única persona en el mundo capaz de descifrar la caligrafía de Nietzsche (recordemos) y le propuso que intentaran sacar algo de ahí.

Köselitz siempre había sido un arrastrado, así que Elisabeth estaba en lo cierto cuando pensaba que no iba a empezar a ponerse digno ahora. Aceptó la colaboración y se pasó seis años rebuscando entre los papeles de Nietzsche viejos descartes que pudieran ser rescatables: ocurrencias momentáneas, frases que consistían en humor demasiado privado, desahogos momentáneos e insultos hacia la autoridad. Junto a muchas de estas notas figuraba, de puño y letra del filósofo "Destruir antes de que alguien lo lea" pero... bueno, Köselitz pensaba que después de todo Nietzsche tal vez se subestimaba y que cualquier cosa que produjese un genio como él tenía por fuerza que ser buen material.

La colección de aforismos irrelevantes, abstrusos e inconexos se convirtió en La Voluntad de Poder de la que Elisabeth eliminó el subtítulo La obra que Nietzsche jamás escribió. Una vez publicada ella volvió a cerrar las puertas del archivo al ya inútil Köselitz, quien se volvió a su "jardín epicúreo" con una patada en las posaderas y buscando la genealogía de su falta de dignidad.

Últimos años: el Epicuro ignorado

Su actividad en los últimos años de su vida consistió en plantar tomates para autoconsumo, escribir poemas mediocres en el dialecto de su pueblo, enviar su música al compositor Giambattista Diverdi obteniendo el desprecio del mismo, enviar artículos hablando de Nietzsche a periódicos locales (eran publicados junto a la sección de contactos o las esquelas, según) y atender de manera servil y arrastrada a su gato (y tratar de transcribir los pensamientos filosóficos del animal). Llegó un momento en que sus vecinos notaron que salía un fuerte olor desde su puerta, entonces supieron que para él todo había acabado. El felino, demasiado felino, había empezado ya a comérselo.

Seudónimos y personalidades múltiples

Si Nietzsche estaba como una cabra, Köselitz también podía estarlo, qué pasa. Si algo había aprendido junto a su amigo es que no pasa nada por estar cucú, e incluso se puede ser un genio, aunque no fuera el caso. Empezó a utilizar pseudónimos variados y a interaccionar con ellos en su mente como si fueran amiguitos imaginarios.

  • Peter Gast: Para óperas cómicas que más que risa daban pena.
  • Ludwig Mürner: Para críticas musicales en las que deploraba a Wagner mientras ensalzaba la música de Peter Gast, y más todavía la de Friedrich Nietzsche.
  • Peter Schlemihl: Para cartas de amor a una misteriosa amada que estaba en un asilo y de la que elogiaba sus sensuales bigotes.
  • Petrus Eremitus: Para cuando intentaba filosofar, en escritos mucho más cómicos que sus óperas.

El legado musical de Peter Gast

Nos limitaremos a decir que, en la actualidad, incluso la música del propio Nietzsche es más relevante.[1]

Notas

  1. Mientras existen grabaciones comerciales de las composiciones de Nietzsche, nadie se ha molestado en grabar las de Gast, y lo único encontrable de su obra musical es este midi tan cutre en Youtube.