Jonás
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Jonás, también conocido como el Jonah Brother, fue un antiguo profeta de la antigua Israel, cuyas antiguas aventuras se publicaron en la edición más antigua del antiguo testamento.
Algunos lo llaman profeta menor, porque nunca sacó su DNI de mayoría de edad, por lo que no le dejaban comprar licor libremente. Cosa que lo deprimió al punto que se puso a jugar la Ballena Azul.
Inicios
Jonás nació en Israel del norte, territorio también conocido como las 10 tribus, aunque en realidad eran 8 y dos mitades. Allí pasó su infancia aburriéndose como una ostra, excepto cuando llegaban los asirios a darle trabajo a los de la funeraria. Por lo que el peque Jonah se la pasaba jugando al marinero en el puerto de Jope, con el sueño de conocer España.
Misión
Hasta que un mal día se encontró a Dios en la calle, y zás, que le dice que vaya a Nínive (Asiria) para hacerle un encargo. Pero Jonás odiaba a los asirios, por lo que decide aprovechar los viáticos comprando un pasaje en un crucero mediterráneo rumbo a Gibraltar.
Así se embarcó, se paseó por la cubierta, gritó "Soy el rey del mundo", y esas cosas. Lo normal en un adolescente de 40 años.
Pero vino la desgracia en forma de una tormenta como en la que zozobró Rajesh. Así que, buscando viajar ligero, la tripulación empezó a botar cosas del barco. Hasta cosas útiles.
Jonás, que estaba hecho una lumbrera, se había escondido en una caja con libros de Coelho, que estaba más cómodo que su camarote, por lo que fue arrojado al mar a la primera oportunidad.
La ballena azul
Jonás estaba a punto de ahogarse, pero usó sus poderes de profeta para hablar en cetáceo, hasta ese entonces una lengua extraña, y pedirle un aventón a una ballena llamada Pez. El Corán también relata esta escena, con la diferencia de que Jonás no habla en cetáceo, sino que usa los poderes telepáticos de Aquaman otorgados por la magia de Alá.
El punto es que la ballena llamada Pez, estaba pasando por una fase emo, y se quería suicidar, por lo que buscaba una piscina para beberse el cloro.
Jonás, en la oscuridad de la panza de Pez, pensó que moriría, pero el olor a marisco lo mantenía excitado y no se dejó vencer por la oscuridad. Estuvo tres días alimentándose de krill y una que otra sardina.
Finalmente Pez llegó a las playas del Líbano donde el leviatán se desmaya por el olor a falafel. Con la cantaleta de "me quiero morir", y se arrojó a la arena para efectos dramáticos. En un eructo con yapa, salió Jonás todo revolcado, asustando a los bañistas que creían que la ballena había tenido un bebé muy feo.
Jonás se alejó de Pez y se adentró en el continente para buscar el primer camello a Asiria, para cumplirle a Dios la encomienda en Nínive. Por lo que abandona a Pez sin darle siquiera un besito de despedida.
Nínive, la ciudad del pescado
Jonás llamó mucho la atención cuando llegó a Nínive, ya que la experiencia lo había dejado tan traumado que se la pasó con cara de zombie durante todo el día merodeando con las ropas harapientas y oliendo a pescadería en crisis. Por suerte los ninivitas lejos de espantarse mantuvieron opiniones divididas. Unos decían que el tipo olía a pescado porque era un enviado de Dagán, el dios pez de los asirios. Los más religiosos, en cambio, pensaban que se trataba de una performace promocional de una nueva temporada de The Walking Dead.
Así anunció que en 40 días Ninive sería destruida por una catástrofe a menos que se arrepientan y pidan perdón a Dios.
Palco VIP
Jonás, a causa del cariño que les tenía a los asirios, decidió irse a una montaña cercana y hacerse una chabola para ver la destrucción de Nínive comiendo palomitas. Las que cazaba, porque las de maiz estaban en América.
Y tomó una enredadera viva para hacerse sombra en la terraza. Así pasaba las tardes mirando el paisaje imaginando terremoto, inundación, la caída de meteorítos, explosiones nucleares y un ataque de OVNIS.
El gusano se mata así
Y cuando no se lo esperaba, un gusanillo salvaje apareció, se comió el tallo de la enredadera porque era hipster y no quería hojas como los gusanos mainstream.
Así la planta se secó y el sol empañaba los delicados ojos de Jonás.
Jonás se quejó de aquella jugada, ya sabía que Dios se podía valer de animales para hacer sus movidas. Y pisó al triste gusano.
—¿Cómo vas Jonás? —le dijo Dios.
—Estoy molesto —refunfuñó Jonás—, no me hables.
—¿Por qué te has montado en Cólera? Cólera ni siquiera tiene silla para montar. Te va a doler el trasero.
—Me dijiste que diga que ibas a destruir Nínive. Y ya pasó más de un mes, y nada. ¿Quieres hacerme quedar como mentiroso? Mi prestigio como profeta se va a ir al garete ¿Qué va a decir de mi el club de videntes en las reuniones del sábado? Y encima mandas este bicho a que me mate la plantita con la que tanto me había encariñado. Era una buena planta, la llamaba Kelly. Sin ella mejor me muero.
—La ballena azul te dejó secuelas ¿eh Jonah?
—Es que me da pena la plantita.
—Y ¿no debería yo sentir lástima por Nínive? Allí hay más de 120 000 personas, y muchos animales...
—¿Y?
—Y plantitas. Bonitas.
Jonás se quedó meditabundo. Hasta que abrió los ojos de golpe y movió lentamente la cabeza hacia Dios.
—Entonces... La tormeta, la ballena, la enredadera, el gusano... ¿Qué sentido tuvo todo esto? Hey Dios, ¿porqué te estás poniendo esos lentes pixeleados? ¿Y qué es esa música como de tambores?
—¡¡TURN DOWN FOR WHAT!!