Álvaro de Luna

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Álvaro de Luna (Coñete Cañete, Cuenca, c. 1390 - Pucela, 2 de junio de 1453), fue un noble castellano, que no selenita a pesar de su apellido, que medró el tío como una enredadera, de lo trepa que era. No confundir con el actor ese que hacía del Algarrobo en la serie de Curro Jiménez, que también se llama Álvaro de Luna pero que no tiene nada que ver.

Nace y aprende a trepar antes que a caminar

Ahí le tenemos leyendo a su autor predilecto, Isaac Asimov

Aunque esté feo decirlo, nuestro personaje era un auténtico bastardo. Su padre fue Álvaro Martínez de Luna, un pichabrava de la nobleza aragonesa, y su madre era una señora muy liberal que tuvo hijos con un montón de hombres diferentes, siempre fuera del matrimonio. Su padre la palmó pronto de cualquier cosa que le hubiera pegado alguna golfa y, viendo el percal, su rancia familia paterna le separó en cuanto pudo del ambiente de lenocinio que se vivía en casa de su madre, quedando bajo la custodia de su tío abuelo Benedicto XIII de Aviñón que era a su vez un buen trepa y le enseñó los principios básicos de pisar cabezas y del quítate tu pa ponerme yo, que tan útiles le serían en la vida.

Es así que le introducen en la corte castellana como paje del futuro rey Juan II. Ambos eran dos chavalillos y hacían juntos las típicas cosas de críos: darse collejas y balonazos en los cojones y, los días especiales, dar de fumar a los murciélagos. Todo eso crea una gran relación de complicidad entre ellos y hace que se hagan grandes amigos.

La nobleza castellana interpreta pronto la amistad los dos muchachos en clave de que Álvaro es un arribista de cuidado y un pelota. Pero también es verdad que ellos eran de traca, y constantemente pretendían inmiscuirse en todas las decisiones de palacio para poder restar poder al rey y que éste fuera un pelele en sus manos. Ellos así mientras recalificaban terrenos en La Moraleja con total libertad, y chupaban del frasco. Luego, tampoco podemos culpar a Juan II por fiarse mas de su amigo especial, que muchas mas opciones no tenía, rodeado de buitres como estaba.

Álvaro por otra parte hacía suyas todas las virtudes que en su época se admiraban: era muy leído, que no era ningún paleto, y le gustaba mucho la poesía y las novelas ciencia ficción. Y además muy buen caballero, que manejaba muy bien la espada, la maza y la llave Allen. Es verdad que en una ocasión en una justa de esas que se hacían en la Edad Media cuando no había mas que hacer le clavaron una lanza en la cabeza, pero luego se recuperó y no se le notaba ni nada, lo único por un pequeño tic en el párpado, pero nada mas.

Y ahora tiene más mando que un joystick

Es así que se convierte en el hombre de confianza del rey. Viendo como estaba la cosa con los nobles a Álvaro se le ocurre, con muy buen tino -mira si era listo- forjar una alianza entre la corona y todos los que no pertenecían a las principales casas nobiliarias para así hacer la pinza a estos últimos. De esta manera aglutinó en torno a sí a chusma de lo más diverso; los burgueses, el bajo clero, otros nobles de segunda fila que aspiraban a usurpar su lugar a los nobles más peces gordos... Y hasta los judíos, que después de todo eran los únicos que sabían de cuentas y eso siempre es útil a la hora de gobernar un reino.

Para tener a la nobleza distraída mientras les iba haciendo la trece-catorce con sus alianzas, se le ocurrió proponer a tan honorables señores y de tan rancio abolengo que fueran a conquistar Granada. Conquistarla ya sabía que no la iban a conquistar, pues eran unos inútiles, pero así al menos sabía que les tenía entretenidos pues mientras estaban por ahí guerreando a él no le estorbaban ni le montaban conspiraciones, que eran muy dados a ello en tiempos de holganza. Y para conspiraciones ya estaban las que montaba él. Así poco a poco llegó a ser Condestable y Gran Maestre de la Orden de Santiago. O lo que es lo mismo, que en Castilla se hacía lo que le salía a él de los cojones.

Todo lo que sube tiene que bajar

El triste final.
Aquí se puede observar cómo tenía un aspecto mucho más saludable cuando todavía tenía cabeza y cómo, cuando la perdió, quedó ostensiblemente desmejorado.

Tuvo la mala suerte de que el rey enviudó y volvió a casarse. A la nueva parienta real el Alvarito no le hacía ninguna gracia, la verdad. Era conocedora de sus intrigas, del sistema clientelar que se había montado y de que se quitaba a sus enemigos de encima, si era necesario, de tal forma que pareciera un accidente. En otras palabras, que la nueva reina, que era también una buena manejanta, le tenía al Condestable más miedo que al recibo del teléfono. Tras muchos intentos de convencer al rey de que era necesario deshacerse de su amigo, los cuales incluyeron hasta dejarle meses sin sepso así a pan y agua, logró que el monarca cediera y se aviniese a que su amigo se convirtiera en ex-amigo.

Álvaro de Luna por su parte había perdido también el favor de sus antiguos aliados los burgueses, pues el tío les hacía unas devaluaciones de la moneda que lastraban mucho la capacidad adquisitiva de sus clientes paralizando el mercado, y dejándoles temblando, mientras que él mismo siempre obtenía pingües beneficios, que el jodío ya sabía con anticipación cuando y cómo invertir en bolsa... Normal, era él quien originaba los tsunamis bursátiles: menudo tiburón que estaba hecho y bien que se descojonaba de risa, pero claro, el que siembra vientos...

Así que entre unos y otros le montaron un proceso judicial que era un auténtico paripé: todo se basaba en acusarle de ser un acaparador, de sacarse los mocos en los semáforos y de tirarse pedos en su cama por la mañana al despertarse (y luego olerlos). Todo ello con menos garantías legales que la caseta de tiro al blanco en la feria de un gitano. Tanto es así que en base a estas acusaciones tan chorras le sentenciaron a comprobar qué ocurría si le separaban la cabeza del cuerpo por medio de un objeto punzante denominado hacha, y lo que comprobaron es que se murió, que por otra parte es lo que esperaban, claro.

Su figura en la historiografía posterior y en la Literatura

¿Un ambicioso advenedizo que solo miraba su propio interés o un leal servidor del rey esforzado en afianzar la autoridad de la corona? Pues probablemente las dos cosas, que una no quita la otra. También hay quien dice que el rey y él eran un par de palomos que se abrían la puerta del garaje el uno al otro. A saber. Mucha envidia es lo que hay.

El gran poeta juntaletras Jorge Manrique, por su parte, también le dedicó una estrofa de las Coplas esas que hizo a la muerte de su viejo (del de el propio Jorge Manrique, no del de Álvaro de Luna). En ella muestra sin ambages los fuertes sentimientos que le producía la figura del Condestable:

Cita1.png

Pues aquel gran Condestable,

maestre que conocimos,

con vileza.

Non cumple que dél se hable,

mas sólo cómo lo vimos,

sin cabeza.

Tan cabrón como era,

ahora nos marcaremos,

una rumba.

Ya verás en qué manera,

pues encima la bailaremos,

de su tumba. Cita2.png

  • Aristóteles ícono.png Personaje histórico (ver todos aquí). BanderaEspaña.png ☠️