Artículo Religioso Destacado |
Benedicto XIII de Aviñón
ATENCIÓN: Este artículo no es apto para fanáticos Su lectura puede causar incendios de embajadas y hacer llorar sangre a las estatuas de la virgen. |
Anti Papuchi |
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Religión | Iglesia Católica Aviñonensis. |
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Mandato divino | Su lema papal: "Chifla, chifla, que como no te apartes tu..." |
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Residencia | Peñíscola, que es muy bonica. |
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Hechos | Disputarse el papado a hostias con otros papas. |
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Poderes | Acento mañico, ser más tozudo que una mula. |
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Nombre de verdad | Pedro Martínez de Luna (ya ves tu). |
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Estado actual | A estas alturas fosilizado. |
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Nacimiento Defunción | Era maño Peñíscola |
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Causa de Muerte | De puro aburrimiento de viejo que era ya. |
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Relaciones | Si el castillo de Peñíscola hablara... |
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Enemigos | Los papas y antipapas, y no digamos los gabachos. |
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Era conocido como Benedicto XIII (en latín: Bene-adictus XIII), pero en su pueblo le llamaban Pedro Martínez de Luna (Illueca, 1328-Peñíscola, 1423), o Pedro de Luna para abreviar (se comían el Martínez como si fuera un sobao pasiego de esa misma marca). Como pontífice más conocido con el apelativo de «Papa Luna» o «Potato Moon» (en inglés), ya que fue papa aunque luego resulta que no era un papa de verdad, o algo así. Actualmente es considerado antipapa (¿sería que no le gustaban las patatas fritas?).
Los inicios del muchacho
Era maño y nació ahí al ladico de Zaragoza. Pertenecía a una familia de rancio abolengo, tanto que poseían grandes señoríos de los que es heredero <inserta tu nombre aquí> y de cuyo linaje provienen personajes tan ilustres como Pocholo, que fíjate tu si esta gente es importante.
En estas familias tan rancias y poderosas a la hora de repartir la herencia entre los hijos lo tenían muy claro para que no hubiera problemas ni disputas entre ellos: todas las propiedades iban para el mayor y a los demás como si les daban pol culo. Así que como nuestro protagonista era el segundón e iba a quedarse a verlas venir sus padres le mandaron primero al ejército y, posteriormente, le metieron a cura, a ver si así se hacía un hombre. Y entremedias que estudiase para picapleitos, para ser culto e ilustrado, que cuando tienes dinero puedes si quieres ser un palurdo, pero si no, más te vale que seas espabilao.
El caso es que el tipo apunta maneras, y además de espabilao, que lo era, resulta también tener mucha habilidad en lo de ser un jodido trepa. Así es que parece que progresa en la carrera eclesiástica y el papa le da una (sagrada) Hostia de lo que resulta un cardenal o algo de eso, no sé si he entendido bien, pero algo así era. El caso es que está entre los que cortan el bacalao entre los curillas, entre los que manejan el asunto.
Pisando cabezas hacia la cima
El primer cónclave
Como se murió el papa que había, tocaba elegir otro, y la verdad que la cosa estaba revuelta. Se reunieron los cardenales electores en cónclave dispuestos a fumarse unos buenos porros para ver si el humo que salía era blanco o negro y ahí cada uno tenía su candidato. Volaban cuchillos y se palpaba la tensión y la mala baba en el ambiente. Los romanos por su parte se reunían en la Plaza de San Pedro y había auténticas revueltas populares entre los fans de uno u otro cardenal (de aquella no había fútbol y la gente se entretenía en estas cosas). Estando así el tema a nuestro Pedro de Luna no se le ocurrió mas que proponer nombrar a un individuo neutral, que ni fuese ni cardenal ni fuese nada, en resumen, aun auténtico pringado. Y de esta manera propuso a un tal Bartolomeo Pringado para papa. Como ya en este momento los cardenales estaban bien fumados a todos les pareció muy bien, salió el humo blanco y el Pringado éste resultó elegido con el nombre de Urbano VI.
Urbano que te den por el...
El tal Urbano VI no salió dócil como se esperaba, sino que era altanero, petulante, un tanto gilipollas y le gustaba imponer su autoridad. Así que los cardenales pronto empezaron a conspirar para quitárselo de encima, alegando que la elección del mismo se había hecho en un estado de gran acojonamiento debido a la masa de ultras que había a las puertas del Vaticano y que por tanto no era válida, hala. Pedro de Luna al principio no lo acababa de ver claro, pero finalmente le pudo la presión de grupo y firmó junto al resto de ratas traidoras cardenales el documento para declarar nulo el papado del Pringado ese. Así que se reunieron y eligieron otro papa que se llamó Clemente VII, con lo que había dos papas a la vez, los dos pretendiendo ser el bueno, pues Urbano VI hizo un santo corte de manga a sus detractores negándose a abandonar el sillón.
Clemente, que te den igualmente
Pedro permaneció fiel a Clemente (no confundir con el entrenador de fútbol) hasta que éste fue y se murió así de natural, sin que nadie le envenenara ni nada como era la práctica habitual. Y entonces consiguió que los demás cardenales clementistas le eligieran a él como sucesor, adoptando desde ese momento el nickname de Benedicto XIII[1]. Poco le duró la felicidad, pues a los franceses no les hacía mucha gracia tener un papa baturro y tuvo que salir por piernas de Aviñón, conservando únicamente la fidelidad de cinco cardenales, el resto volvieron a apoyar al papa romano como los gusanos traicioneros que eran. Y con estos cinco fieles que le quedaban pues jugaba al Monopoly ¿qué iba a hacer si no? para mas no daba la cosa.
Papado, pero no mamado
A falta de dos ahora había tres papas a la vez, y esto era un sindios, nunca mejor dicho. A Urbano le había sucedido un tal Gregorio XII y, no contentos con eso, había un grupo de cardenales a los cuales no les gustaba ni el Bene ni el Gregorín y habían elegido otro papa que se llamó Juan XXIII (no confundir con el gordito simpático más reciente[2]).
Benedicto XIII le mandó un guasap[3] a Gregorio XII diciéndole que esto había que hablarlo, que la cosa no podía seguir así, que hay que ver qué imagen más mala estamos dando, que somos papas y no salvajes, y al otro le pareció muy bien quedar para deponerse juntos el uno al otro y acabar con el cisma. Entonces quedan para tomar un algo y Benedicto, con su cabezonería baturra, le dice que muy bien, que renuncian juntos pero que el único papa legítimo es él y que Gregorín tiene que reconocer públicamente que es un puñetero usurpador. Gregorio no lo tomó bien, como es lógico, y ahí se acabaron las negociaciones.
En vistas de que el Papa Luna está intratable es ahora Gregorín quien decide quedar con el pseudo Juan XXIII ese para arreglar las cosas y tomarse un café juntos. Y ahí estos dos le hicieron la envolvente al otro, porque acuerdan renunciar los dos y que se nombre a otro papa, un tal Martín V, que lo primero que hizo cuando fue nombrado, el muy hijoputa, fue ordenar el envenenamiento del Papa Luna. Como este último nunca tomaba infusiones ni bebidas alcohólicas (de ahí el título de este apartado, ¿o qué pensábais?) que era donde mejor se ponían los venenos, la cosa no tuvo éxito. Pues sí, el Papa Luna era tan formal que hasta consagraba con Champín.
De esta manera Benedicto XIII, que como buen aragonés cuando se empeñaba en algo no había quien le convenciera de lo contrario, se queda en su sede de Peñíscola más solo que la una, sin fieles y sin nadie que le reconozca como papa salvo él mismo, contándole a todo el mundo que él es el auténtico papa y recabando únicamente el interés de los chiquillos que iban a burlarse de él, la prensa del corazón de la época y los turistas que iban a hacerse retratos al óleo con él (no había fotografías). Allí muere finalmente, más viejo que Cascorro y aburrido como un cobrador de peaje.
Su fantasma y su ¿sucesión?
Dice la leyenda que todavía hoy resuenan en los muros de su fortaleza voces fantasmales que gritan "Me abuuuuurrooooo" y "Usurpadooores, cabrooones" y que su línea papal tuvo continuidad hasta nuestros días, estando su actual sucesor Benedicto XXL[4] en la clandestinidad apoyado por los iluminati, los masones y los boy scouts. Ahora está oculto y clandestino pero ya saldrá, ya.
Obras
Como se aburría, se dedicó a escribir al igual que otras viejas glorias en franca decadencia como Jose María Aznar o Fidel Castro. Se le atribuyen los siguientes trabajos:
- Tratado contra los judíos, que se anticipa más de quinientos años al libro de Adolfo el del bigotito. En esta época cuando alguien no sabía de qué hablar, hablaba mal de los judíos. Estaba de moda el tema.
- Libro de las consolaciones humanas, patético volumen que versa sobre cómo superar la soledad cuando tus amigos te han abandonado y los que decían que eras el papa ahora dicen que ni eres papa ni nada y estás solo y triste y te aburres mucho y nadie quiere jugar contigo.
Carácter y personalidad
Hablaba con un acento mañico muy cerrado, lo cual hacía mucha gracia en las altas instancias curiales. Aunque era muy culto, refinado y religioso no tenía ningún problema en contar chistes escatológicos de esos que van sobre todo de cacas y pedos, cosa que en su tierra siempre ha gustado mucho. Le sulibeyaban los bisaltos, el cardo a la aragonesa y las buenas olivicas negras.
Notas
- ↑ Como posteriormente le consideraron antipapa y le dieron por
culonulo, andando los siglos hubo otro papa, éste canónico, que se llamó igual, pero fue más sosainas y a nadie le importa un carajo. - ↑ En este caso, y a diferencia de lo que ocurrió con los Benedictos XIII el carismático resultó ser el nuevo Juan XXIII, canónico además de canónigo, que vivió siglos después de que a este primero le dieran por
culonulo. - ↑ Un guasap de la época, esto es, en papel y vía carruaje de tracción animal.
- ↑ Los números romanos en este caso no indican su ordinal sino su talla de gavilán