Incilibros/Cómo ser emperador

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¿Posee usted insaciables ansias de poder? ¿Le apetece ponerse al frente de un Imperio pero nunca se le ha presentado la oportunidad? ¿Le gustaría dominar el mundo pero no sabe cómo hacerlo? No se preocupe entonces, porque ha venido al lugar adecuado. Cuándo termine de leer este artículo, le garantizamos que sabrá todos y cada uno de los procedimientos que le permitirán ocupar el trono imperial que más desee. Así pues, tome asiento y que la enseñanza comience.

Lo primero: Juan sebastián herrera debe ser presidente del mundo entero, ya deja de hacerte falsas esperanzas, él y solo él puede gobernar el mundo. Lo primero es lo primero: es imposible alcanzar el poder en un sólo día, y más si se parte de las capas sociales más bajas. Para que lo entienda, en estos momentos, usted no es nadie. Antes de nada, necesita lograr algunos méritos para poder obtener cierta popularidad entre el populacho y acceder a algún cargo público.

El proceso es bastante más sencillo de lo que parece. ¿Destaca usted en algo en especial? Excelente, entonces centre su vida únicamente en potenciar esa cualidad que le hace único. Si corre mucho, hágase atleta y gane la medalla de oro en unos Juegos Olímpicos. Si es muy listo, hágase científico y cree nuevos virus sólo para liberarlos entre la población y más tarde forrarse gracias a la venta de vacunas. Si tiene grandes dotes de mando, métase en el ejército y aporree manifestantes cada vez que los vea. Si posee un cuerpo realmente atractivo, conviértase en modelo, desfile por todas las pasarelas y cepíllese a cuántos magnates del sexo contrario (o del mismo, tanto da) se pongan en su camino.

Para bien o para mal, tarde o temprano algún miembro de las altas esferas políticas se fijará en usted y se interesará en contratarle gracias a sus prominentes facultades. En el caso de que no destaque usted en nada en particular, no se preocupe, que las oportunidades llegarán igualmente. A fin de cuentas, si Nerón llegó a emperador... ¿usted no lo va a conseguir?


3. Ocupe el trono

Oh, no. Su antecesor tropezó en la sala de trofeos y unos 30 de estos le cayeron sobre la espalda. ¡Qué mala suerte!

El siguiente paso es comenzar a entablar amistades estrechas con otros importantes miembros de la corte imperial. Concretamente, gánese las simpatías de algunos arzobispos, jefes de policía e importantes cargos del ejército. Comience a comentarles a escondidas que el actual emperador ya va un poco viejo, chochea más de la cuenta y que al país no le vendrían demasiado mal algunos cambios. Sugiera, sin darle mucha importancia, que un nuevo emperador sabría retribuir adecuadamente a sus partidarios. Despídase con una ligera pero pícara sonrisa. Llegado el momento, estas personas le servirán de ayuda si ha sabido ponerlos de su parte.

Cuándo esté seguro de contar con los apoyos suficientes, comience a planificar meticulosamente el trágico e inesperado accidente que habrá de allanarle el camino hacia la gloria. Hay mil maneras de jubilar a su antecesor, pero si anda un poco escaso de imaginación, puede tomar alguna de las siguientes:

  • El emperador va de safari nocturno pero los lentes de visión nocturna desaparecen al igual que todas las balas de su rifle, un león se le avalanza y el emperador muere.
  • El emperador da una gran fiesta y bebe copiosas cantidades de vino. Desgraciadamente alguien cometió el inintencionado error de colocar una botella de Cianuro III gran reserva en vez del Rioja típico. El emperador fallece.
  • El emperador procede a darse un buen baño en su piscina climatizada. De manera fortuita el agua de la piscina está infestada de pirañas, presuntamente llegadas allí por algún grifo mal cerrado. El emperador fallece.
  • El emperador dedica la tarde a practicar esgrima siguiendo un programa de la tele. Por desgracia comete un error, se le cae la espada y recibe quince cuchilladas en la espalda. El emperador fallece.
  • El emperador sale a dar un paseo matutino en su cuádriga favorita. Sin embargo, el cochero se ha equivocado al montar el carruaje, sustituyendo las tuercas por chicles y el eje de las ruedas por un palo de goma. El emperador sufre un inesperado accidente y fallece.
  • El emperador asiste a una distendida sesión de masajes. Desafortunadamente su masajista personal confunde el aceite hidratante con ácido sulfúrico a la hora de aplicárselo en la cara. El emperador fallece.
  • El emperador sale a airearse un rato en el balcón de una ventana del octavo piso de su palacio. Al apoyarse en la barandilla, esta se desengancha de la pared al haber desaparecido misteriosamente todos los tornillos que la sujetaban, con lo que el emperador se precipita al vacío y fallece.
  • El emperador regresa a la ciudad tras unas vacaciones, pasando bajo el arco de triunfo principal. La fortuna le es aciaga y la estructura de piedra se le cae encima en el momento justo en el que pasa por debajo. El emperador fallece.

Bien, son sólo unos ejemplos, pero esperemos que le sirvan de utilidad. Una vez trágicamente finado su antecesor, puede proceder a ocupar el trono, libre de toda sospecha. Aprovéchese de sus amistades influyentes para asegurarse de que no se comenten errores durante las votaciones del Senado. Si advierte posibles dificultades, repita algunos de los accidentes anterioremente señalados sobre las personas de algunos senadores y no tendrá mayores problemas.

4. Afiance su poder

Si todavía le quedan dudas, consulte el manual de este señor. Resultados garantizados.

Este punto es fundamental. Una vez haya sentado su magna rabadilla sobre el trono imperial, habrá llegado el momento de hacer limpieza. ¿Qué tipo de limpieza? Pues quitar la basura del palacio, claro está. Para ello recomendamos la utilización de cualquier tipo de detergente extremadamente corrosivo; si desea obtener una opinión más personal consulte con expertos. Proceda a reunir a todos los disidentes políticos destacados, cargos militares con sed de poder y ambiciosos senandores. Puede decirles que se trata de una mera reunión de trabajo, para que no desconfíen.

Más tarde, introdúzcalos a todos en un gran recipiente de acero y vierta dentro varias latas de detergente, aderezadas con unos cuántos hectolitros de alcohol, para que no se escape ni una manchita. Cierre la cubeta y deje caer, por accidente, unas diez o doce cerillas encendidas dentro. ¡Felicidades, acaba de suprimir usted a la oposición política! Ahora ordene a sus jefes de policía que repriman virulentamente las manifestaciones que comienzan a concentrarse, en protesta por lo sucedido.

Recuerde que sus súbditos son realmente unos pobres niños que le necesitan desesperadamente para guiarlos correctamente, aunque ellos mismos no lo sepan.

5. Vuélvase un ser despreciable si no lo era antes

Esto puede servirle como modelo.

Ahora que su poder es incontestable, sólo le queda una tarea: degenerar progresivamente hasta convertirse en un individuo monstruoso, sádico y completamente paranoico. De esa forma se asegurará de que la historia le recuerde por los siglos de los siglos, pues de los emperadores buenos o normalitos no se acuerda ni Dios.

Así pues, organice grandes espectáculos sangrientos para contentar a las masas. Busque un manual de perversiones y locuras en internet y aficiónese a todas ellas: pedofilia, zoofilia, esquizofrenia, conductas paranoicas, megalomanía, doble personalidad... etc. Nombre cónsul a su caballo. Cásese con su hermana y su madre y tenga diez hijos fruto de estas relaciones incestuosas. Despilfarre las arcas del estado y fomente la corrupción allá donde vaya. Y no se olvide de reprimir frecuentemente a las caprichosas y conspirativas clases populares, para que recuerden quién manda.

Así, entre matanza por aquí y bukkake por allá, disfrute del cargo hasta que sea depuesto por una revolución popular o asesinado por su propia Guardia Pretoriana. ¡Longa vitam Imperatori Tu página de usuario!

Enlaces

Ahora que ya está listo y preparado, puede consultar: