Cantante

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Cita3.pngDo...Miii...Sooool... ¡¡¡DOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!Cita4.png
Cantante novel calentando la voz antes de iniciar su rutinario ensayo a las dos de la mañana.
Cita3.pngEl problema no es mi magistral voz. Este recinto carece del potencial acústico suficiente y opaca mi hermoso timbreCita4.png
Famoso cantante de ópera acerca de por qué los belcantistas son tildados de engreídos prima donnas.
Cita3.png¿¡¿¡ESTÁN LISTOS PARA EL ROOOOOOOOOOOCCCCCCCKKKKKKK?!?!Cita4.png
Vocalista de una banda de rock dejando sin tímpanos a los afortunados que se encuentran a diez metros del escenario.
Cita3.png...¡¡¡WOOOOOOOOOOOOOOOOOOUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU!!!Cita4.png
Vocalista de una banda de Power Metal dejando sin tímpanos a todos los asistentes del concierto y destruyendo tres amplificadores.
Cita3.pngEstrellita, ¿Dónde estás?... Uh... Tra-la-la-la... la-la-laCita4.png
Tierna niña de cinco años que ha olvidado la letra de la canción durante una audición escolar. Qué lindura.
Cita3.pngDetesto que la gente solo me conozca por "Don´t Worry, Be Happy". Deberían escuchar mis improvisaciones de cinco horasCita4.png
Bobby McFerrin dejando claro el por qué la gente nunca a veces asiste a los festivales de jazz.
¡¡¡¿ESTÁN LISTOS PARA LAS ROCAS?!!!

Un Cantante o una Cantante es una persona privilegiada que a base de auto-tune y trabajo en estudio esfuerzo, constancia y dedicación, consigue adiestrar esa cosa que empieza en el diafragma, sube por la garganta y sale a chorros por la boca en forma de ruido infernal hermosos sonidos que embelesan el entorno, provocando el llanto (fidedigno o forzado) de personas sensibles y excéntricas, generalmente audiófilos petulantes, chicas adolescentes desequilibradas emocionalmente o mujeres/hombres de la tercera edad que olvidaron lo ingerido durante el desayuno pero recuerdan de memoria dos mil canciones o más.

Tipos de voces femeninas según la presuntuosa clasificación académica

  • Soprano: la tesitura de esta brillante voz oscila entre un ligero sangrado de oídos, pasando por la inflamación del cerebro, hasta la pérdida del aparato auditivo y/o el rompimiento de copas de cristal al estilo María Callas. Son la voz predilecta de compositores y público, opacando al resto de voces o convirtiendo éstas en mero relleno musical de una obra. Las sopranos pueden ir vestidas de valquiria (busto despampanante más casco con cuernos, lo que es históricamente correcto), geishas andróginas, condesas locas, sonámbulas impertinentes o mágicas reinas de la noche.
  • Mezzosoprano: equivalente a la soprano pero con menos estrógeno y un delicado toque de testosterona en su tesitura. Esta voz puede ocasionar desmayos, pérdida de facultades motoras y/o implosión de órganos internos por el efecto de reverberación de las notas graves. Son las eternas esclavas acompañantes en los duetos junto a las sopranos, aunque algunos compositores estrafalarios han tenido suficiente piedad para otorgarles algún papel protagónico. Acostumbran vestir de criadas chismosas, princesas egipcias iracundas, esposas autoritarias o gitanas de generosos dones.
  • Contralto: la oveja negra más grave de las voces femeninas, tanto en tesitura como color, olor, hormonas, vello facial, peso neto corporal y peso total del reparto. Son capaces de impostar sonidos de muy baja frecuencia, equivalente (o mayor) al llamado subsónico de un elefante, el escape de un tractocamión, la voz de la directora de tu escuela o la llamada de apareamiento del kraken. Una contralto adiestrada puede causar terremotos trepidatorios, vórtices de flujo inestable, cese de procesos homeostáticos y/o creación de nuevas estrellas por fisión nuclear de hidrógeno presente en salas de concierto. Carece Posee un limitado repertorio y en general, tanto compositores como público olvidan que existen. Si se dispone de tallas extragrandes, pueden ir ataviadas de glotonas tertulianas, brujas malvadas, diosas vengativas, penitentes del Tártaro o ciertos papeles recurrentes.

Tipos de voces masculinas según la presuntuosa clasificación académica

  • Tenor: el favorito de chicos y grandes, junto a la soprano (obviamente). Su brillante tesitura supera los estándares acústicos permisibles para el ser humano y su riqueza de agudos solo es equiparable a la llamada de una bocina de niebla en altamar, el sistema de ecolocación empleado por murciélagos y el hermoso sonido provocado por rayar con un clavo la superficie de una pizarra. Es la prostituta fuente de inspiración de cientos de compositores y ostenta el récord de aparición en óperas, con un 250% (solo opacado por sopranos, con un 350%). Suelen sufrir de delirios de grandeza, el síndrome del pañuelo blanco en el bolsillo junto a la solapa y roturas de fajín por prácticas hedonistas en su alimentación. Los tenores vienen en diferentes presentaciones: payasos italianos neuróticos, marineros norteamericanos infieles, bohemios españoles incorregibles, vikingos, policias, bomberos, carpinteros, hechiceros, pajes, malandrines, astronautas... en fin, un largo etcétera.
  • Barítono: padece de una enfermedad similar a la mezzosoprano, es decir, no son de allí ni son de allá, ni muy graves ni muy agudos, ni muy anchos ni muy bajos. Esta crisis de identidad belcantista provoca que los barítonos sean creaturas impredecibles: en un solo minuto, pueden mutar de cíclopes sedientos de sangre troyana a mansos corderitos cuyos inocentes rizos son acariciados por ciertas cortesanas hebreas. Su voz también responde a esta ambivalente polaridad sonora. El público no sabe si está oyendo a un león o un asno, un búfalo o una ballena azul, un relámpago o un colorido xilófono infantil. También se desconoce el aspecto físico, aunque recientes investigaciones científicas aseguran que muda de vez en cuando su exoesqueleto (y de paso, renueva el pasaporte); de guerrero germano a vendedor ambulante francés, de sargento italiano a hacendado español, de dictador marciano a montaraz de la Tierra Media. El barítono sigue siendo un misterio, incluso para él mismo.
  • Bajo: junto a la contralto, es el miembro cuya situación es de auténtica gravedad, teniendo graves consecuencias en el desenvolvimiento de tales labores. La riqueza en su voz, muy grave es. Sin embargo, no es de baja ralea ni bajo horizonte. El Bajo destaca por su atronador rugido de engravecida frecuencia, capaz de partir una montaña en dos, con graves resultados. La tesitura, profunda como un grave abismo en los bajos fondos marinos, solo puede compararse con la fuerza de un leviatán, gravemente herido y con varios arpones bajando su enorme moral. Su aspecto es acomedido, severo... podríamos decir que es atinadamente grave. Bajo ningún concepto, el compositor deberá olvidar de colocar un bajo veterano en la gravedad de la trama. De lo contrario, la ópera podría caer bajo y con graves consecuencias. El grueso multifacético del bajo le permite encarnar toda una serie de personajes y sería grave el no mencionarlos: sacerdote masón, carcamal terrateniente, tirano soviético, encarnación del Maligno, noble troll y caballero zombie invitado a una cena.

Las otras voces femeninas, masculinas y andróginas consideradas no académicas ni presuntuosas

  • Cantante de jazz: se caracteriza por tener un Tam-paru-bi-du-bi-du mezclado con ye-ye-yeeee-au, woo-dee-dop-do-dop-do y a veces, Bi-bam-ba-du-pem-pem-dau-dau-yeah. El intérprete deberá ser de raza negra o blanco con ínfulas/genes/maquillaje que le otorgen la licencia para cantar sin ser abucheado por malinchistas, puristas o miembros del movimiento "Black Panther". El vocalista de jazz gusta de emitir sonidos que en otro contexto musical, serían absurdos o considerados signo de perturbación mental. También es fanático de repetir una o varias frases alternadas, durante una canción habitual de ocho minutos, emulando en algunos pasajes los otros instrumentos con el fin de eclipsarlos y monopolizar la composición. Los lugares ideales para interpretar este género son bares nocturnos llenos con humo de cigarrillo, Music-halls de estilo Art Decó financiados por la mafia y sedes del Ku Klux Klan otros lugares para el sano esparcimiento.
  • Cantante de blues: debe tener cuarenta años o más, vestir de oberol y sombrero de paja, haber trabajado la mitad de su vida en los campos de algodón/cárceles/muelles del Misisipi y contar con una guitarra deteriorada, que interepretará acompañado de un slide (esa cosa parecida a un largo dedal) subiendo y bajando por el mástil, mientras entona con voz quejosa pero altiva, algo desafinada pero estridente y metálica... cualquier cosa que se le ocurra. Un veterano del blues tiende a cantar en el registro grave y entre más grave, más feeling y rad tendrá. Oh yeah... Ah, y el cantante DEBERÁ ser de raza negra o en su defecto, un caucásico afamado por robar tomar prestada la música afroamericana, llevándola a las grandes ligas musicales y tornándola un cliché/moda entre blancos adinerados que malgastan son adeptos a tomar martinis, whisky en las rocas o subir a la vagoneta con otros cinco amigos para asistir al festival Woodstock, sentirse espirituales y darse cuenta demasiado tarde que Bob Dylan no participará.
  • Cantante de rock: su voz tenderá al desenfreno, destrucción de las buenas costumbres, alteración de la paz pública, profanación de los valores morales y, de vez en cuando, un "tiki-TIKI-tiki-TIKI" al compás del saxofón de Spider Murphy mientras Little Joe sopla el trombón, seguidos por ése chico baterísta de Illinois que hace Crash, Boom, Bang... y entonces, todos se pusieron a rockear bailando el Jailhouse Rock. Sin embargo, esta sección no trata de ridículos bailes sino de cantantes de rock (vaya a este artículo y deje de interrumpir). Por regla general, el intérprete de esta música impúdica y rebelde posee plena libertad frente al micrófono: gritos, alaridos, rugidos, tos seca, tos con flemas, etc. Las gestas vocales serán acompañadas de pantalones de mezclilla/vaqueros, de cuero, chaquetas de motociclista, trajes blancos talla grande con incrustaciones de piedras preciosas y MUY IMPORTANTE... un copete atestado de gomina para el cabello, más un par de pobladas patillas. Si acaso llegara a olvidar la letra de sus canciones durante un concierto, no se preocupe y recuerde "quien crea fama, puede echarse a dormir". Podrá cantar en películas hollywoodenses de escaso presupuesto tras la posguerra, estadios, cafés, bares, festivales, dentro del baño. En resumen, podrá compartir su arte en cualesquier punto de la galaxia conocida.
  • Cantante de heavy metal: su voz tenderá al desenfreno, destrucción de las buenas costumbres, destrucción de tímpanos, alteración de la paz pública, alteración de las leyes físicas de la acústica, profanación de los valores morales, profanación de iglesias, profanación de la juventud y sublevación ante un sistema autoritario que engulle lentamente nuestro sano juicio, ahogándolo con música aburrida, lenta e insípida comercial, depravada y aberrante. Ya sea un vikingo, guerrero medieval, vikingo resucitado, vampiro o zombie, el intérpreto metálico destaca por sus pulmones de acero, garganta de adamantium y su variopinto registro tan potente (o más) que el sonido de una motocicleta Harley-Davison llegando a la zona de estacionamiento del Tuska Metal Festival (Joder, qué heavy) o el rugido de un batallón nórdico mientras corta, espada en mano, cabezas de cristianos y con la otra, alza su tarro de cerveza en triunfal gesto (Joder, qué épico). Existen dos escuelas de canto jebiesco: la melódica ("suena bonito, heróico, casi operístico") y la gutural ("el vocalista necesita un exorcismo o yo necesito limpiarme las orejas"). Ambas tienen sus detractores e impulsadores, incluyendo ciertas tendencias de arruinarlas mezclarlas junto a géneros anti-jebis. Cuenta la leyenda que la voz jebi se encuentra íntimamente ligada a la longitud de las cabelleras de sus vocalistas, aunque recientes investigaciones difieren tajantemente en este punto.

El cantante que todos llevamos dentro: arte sonoro en la ducha

Son las cinco de la mañana, día domingo. El último rayo de luna se cuela, débil y tímido, por las persianas. Te encuentras plácidamente acurrucado en cama, envuelto en tibios edredones, sábanas, cobertores, mantas. Tu cabeza se hunde en la almohada, al ritmo del sueño profundo. De pronto, el lejano sonido de diez animales furiosos rugiendo al mismo tiempo, trepana tu corteza cerebral y pegas un salto, estrellándote contra el techo.

Exacto, ¡La vecina del piso de abajo se ha puesto a cantar en el cuarto de higiene!

¿Qué mejor escenario que el brindado por la espuma del jabón, gorra de ducha y el vecino que te observa el ocasional patito plástico que te observa con ojos inseguros? Puedes utilizar el cepillo para limpiarte la espalda, a modo de micrófono. Giros cíclicos de tu cabeza, un ligero movimiento de caderas, tu pie derecho marcando el ritmo sobre el húmedo suelo lleno de sarro y pelos acumulados por varias semanas... No hace falta nada más; eres dueño/ña del escenario.

Para el disfrute de todos tus amables vecinos, puedes cambiar tu florido repertorio con asiduidad: baladas románticas, salsa, cumbia, cumbia andina, cumbia villera, reggaetón, canto gregoriano, gospel, tuvan de las bajas estepas mongolas, etc. No te preocupes por la afinación, todos cantamos como ángeles bajo el efecto de la regadera. Si un grupo de vecinos, antorcha en mano, viene a tocar a tu puerta... será por otros motivos.

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