Calexit
| El autor de este artículo se ha olvidado de poner fotos, o las que hay no son suficientes. Sé buena persona y ayúdanos colocando un par de ellas para la causa. Que la academia te lo premie. |
El Calexit (del griego Cal por Cal y Fornia, y del rumano Exit que quiere decir "me voy pal carajo") es un movimiento político legítimo de legítimas esperanzas para una legítima república de California, con el legítimo objetivo de independizarse para después anexionarse legítimamente a México (y después apropiárselo, pero eso ya se vería posteriormente). Sin embargo, pronto fue deslegitimado por el deslegítimo enfrentamiento entre el poco o nada legítimo movimiento woke y el poco o nada legítimo movimiento MAGA, ambos acusándose mutuamente de ilegitimidad mientras California ardía legítimamente en llamas todos los veranos.
La legitimidad inicial del proyecto se sustentaba en la indiscutible realidad de que nadie en Washington entendía por qué California pagaba más impuestos que otros estados para recibir a cambio condescendencia y sequías programadas, mientras que nadie en Sacramento podía explicar por qué los ciudadanos seguían tolerando precios de vivienda estratosféricos, autopistas diseñadas por sádicos y bosques que se autoincendiaban por aburrimiento.
Para completar el círculo de legitimidad, ningún representante mexicano fue consultado sobre la anexión, aunque se daba por sentado que preferirían ser administrados por burócratas de San Francisco antes que por cárteles, error de cálculo que reveló el profundo conocimiento geopolítico del movimiento.
Historia
Antigüedad
La idea de que California debería ser su propio país no nació con los hippies o los magnates de Silicon Valley. Es mucho más antigua, casi tanto como el malentendido histórico de que este territorio era un lugar lógico para vivir.
Los primeros intentos separatistas se remontan a 1542, cuando el explorador Juan Rodríguez Cabrillo, tras desembarcar en lo que hoy es San Diego, declaró solemnemente que aquella tierra sería mejor gobernada por cualquiera que no fuera España. Sus motivos eran simples: el clima era agradable, los nativos no se dejaban conquistar tan fácilmente como en México, y Madrid ni siquiera les enviaba mapas actualizados. Lamentablemente, su sueño independentista se truncó cuando murió de piedritis en los riñones después de tropezar con una roca, en lo que puede considerarse el primer problema logístico del movimiento secesionista californiano.
En 1822, tras la independencia de México, California volvió a cuestionar su lealtad, esta vez hacia la nueva república mexicana. Los rancheros locales, que ya entonces se quejaban de los impuestos y la burocracia, organizaron varias rebeliones que consistían en disparar al aire a ver si alguna bala llegaba a Ciudad de México. La más famosa fue la de 1836, cuando un grupo de colonos en Monterrey (el de California, no el más famoso de Costa Rica ni el menos famoso Monterrey de México) proclamó la República de California, que duró exactamente 26 horas, el tiempo que tardó en llegar un funcionario mexicano que tenía una bala en la cola de las que mandaban al aire, y les dio unas patás en los cojones para que se calmaran.
El verdadero primer Calexit serio ocurrió en 1846, durante la guerra entre México y Estados Unidos. Un grupo de colonos estadounidenses, en lo que hoy sería un claro caso de "apropiación cultural separatista", izó una bandera con un oso y declaró la "República de California". Esta vez el experimento duró 25 días, hasta que llegaron los marines estadounidenses y les dijeron, en esencia: "No, esto ahora es nuestro". Irónicamente, los mismos que habían luchado por independizarse de México aceptaron de inmediato el nuevo gobierno de Washington, demostrando así que el verdadero principio rector de California nunca ha sido la libertad, sino el pragmatismo del que tiene hipoteca.
En el siglo XX, los intentos separatistas se volvieron más creativos, aunque igual de poco efectivos. En 1941, un grupo de empresarios de Hollywood amenazó con separarse si Roosevelt seguía interfiriendo en sus negocios. En 1965, los hippies de Berkeley propusieron convertir California en una "nación psicodélica", pero se olvidaron de redactar una constitución entre viaje y viaje. Y en 1994, tras la aprobación de la Propuesta 187 contra la inmigración ilegal, algunos activistas proclamaron que el estado "ya no era parte de Estados Unidos", aunque nadie, incluyendo a México, quiso hacerse cargo de él.
Hoy, el Calexit sigue vivo, no como un plan político viable, sino como un síntoma recurrente de la identidad californiana: la convicción de que, por alguna razón, este lugar debería funcionar como país, a pesar de toda evidencia histórica en contra. Desde los misioneros españoles hasta los CEO de startups, todos han creído, en algún momento, que California merece ser independiente. Y todos, sin excepción, han descubierto que gobernar es más difícil que protestar, que los impuestos no desaparecen por arte de magia, y que, al final, siempre es más fácil seguir siendo el estado que todos odian pero en el que todos quieren vivir.
Actualidad
La obsesión de California con la independencia es más antigua que el primer iPhone. Todo empezó en 1846, cuando un grupo de colonos, aburridos de pertenecer a México, alzaron una bandera con un oso y una estrella, declararon la República de California, y luego, como quien cambia de opinión en un brunch, decidieron unirse a Estados Unidos... después de solo 25 días. La revuelta de la "Bandera del Oso" quedó para los libros de historia como el primer "intento" que duró menos que un meme de internet .
En los años 40, California volvió a la carga con el Estado de Jefferson, un proyecto que pretendía dividir el norte del estado y parte de Oregón para crear una nueva entidad. La idea colapsó tan rápido como un flan en un terremoto, principalmente porque nadie supo explicar por qué demonios necesitaban otro estado llamado Jefferson, aparte de para vender camisetas .
El siglo XXI trajo consigo el movimiento Yes California, que surgió en 2016 cuando Donald Trump ganó las elecciones. Los californianos, horrorizados ante la idea de que su cafetería vegana favorita tuviera que convivir con políticas conservadoras, lanzaron una campaña para independizarse. Recolectaron firmas, hablaron de convertirse en una utopía progresista y hasta diseñaron una bandera con un oso… otra vez. Pero el esfuerzo fracasó más rápido que un influencer intentando hacer pan de masa madre durante la pandemia. Resulta que reunir el 50% de los votos es complicado cuando la mitad de la población está demasiado ocupada subiendo fotos del Golden Gate a Instagram .
Para 2025, con Trump de vuelta en la Casa Blanca, el Calexit resucitó como el villano de una película de terror con demasiadas secuelas. Esta vez, los independentistas prometen un referéndum en 2028, aunque la Constitución estadounidense sigue sin incluir un botón de "divorcio amistoso" para los estados. Pero, ¿quién necesita leyes cuando tienes a Silicon Valley, Hollywood y la certeza de que Texas te odiará por ser el hermano cool? .