Víctor Jara
¡ESTA WEÁ TIENE UNA CACHÁ DE HUMOR CHILENO! Si no entendís ni una custión de lo que dice este artículo, pregúntale a un shileno pa' que te lo explique. Si no "intindí" el cagasteshano, andate de aquí. No seái huevón |
Víctor Lidio (no Lindo) Jara fue un autocantor (cantaba para sí mismo) y compositor chileno, nacido en Chillán en 1933 y muerto durante el desorden posterior al golpe fachista del 11 de septiembre de 1973.
Quienes lo conocieron señalan que Jara no era mal compositor, que era buen chato y que fumaba lo que tuviera en su bolsa tabaquera, fumaba y botaba la cola y recogiérala el que quiera. Jugaba con el niño Luchín que era frágil como un volantín, y detestaba las casitas del barrio alto, todas hechas de recipol.
Su niñez
Hijo de padres ricos, Jara descubrió a temprana edad que era mejor para el canto que para el trabajo. Su padre empinaba el codo a menudo consumía una vez por año un poco de aguardiente (empezando a beber el 1 de enero y terminando el 31 de diciembre, hasta que murió de cirrosis hepática, cuando el pequeño Víctor tenia seis años), llevaba a Victor y sus hermanos a hacerse regacar trabajando en el campo. Su madre, Amanda tocaba la guitarra con la que acompañaba sus canciones a la luz de los fogones en los cuales se abrigaban en las frías noches rurales. La familia se completaba con María, Georgina (Coca), Eduardo (Lalo), Víctor, Roberto, el menor, un par de perros y una oveja que, en principio, no tenía parentesco con el resto de la familia.
Desde niño, a la corta edad de seis o siete años, Víctor Jara acompañaba a su madre a todos los acontecimientos a la que era requerida (bodas, bautizos, velatorios...) aprendiendo de esa forma a ganarse la vida sin necesidad de dar golpe hundir el arado en la tierra. Por esos tiempos el padre no queria que los hijos estudiaran, pero la madre que medio juntaba las letras sabía leer se empeñaba que ellos fueran a la escuela esto porque era comunista.
Su etapa de Autocantor
En sus años de adolescencia, Jara pasó por fuera de la Universidad de Chile, de donde aprendió la disparatada idea de que podía decir los disparates que quisiera si los disfrazaba de canto popular. En 1966 graba su primer disco LP, al que originalmente llama Víctor Jara; original el muchacho. Así fue que se dedicó al oficio de autocantos, pues cantaba para sí mismo, hubiera gente escuchándolo o no.
En 1969 (año en que nadie se vio las caras) monta la obra Antígonas de Sófocles para la Compañía de la Escuela de Teatro de la Universidad Católica. Esto le valió una severa crítica por parte de Sófocles y de Antígona.
Con la canción Plegaria a un labrador, en la que relata los sufrimientos de otra persona al hundir el arado en la tierra, gana el primer premio en el Primer Festival de la Nueva Canción Chilena. No le dio ni un veinte al labrador.
En 1970 se implica en la campaña electoral de la Unidad Popular y saca el disco Canto Libre. Iluso él.
Es nombrado Embajador Cultural del Gobierno de la Unidad Popular allí donde Mahoma perdió las babuchas, pero con que era muy de estar por casa prefirió quedarse en Chile dando la tabarra con la guitarra.
Trabaja como compositor de música para continuidad en la Televisión Nacional de Chile desde 1972 hasta 1973. En ese entonces afortunadamente no existía el reggaetón ni la música sound, sound, sound.
En 1973 ya estaba tanto o más engrupido con el asunto que el mismo Allende, por lo que participa en la campaña electoral para las elecciones al Parlamento a favor de los candidatos de la Unidad Popular y respondiendo a un llamado de Pablo Neruda participa dirigiendo y cantando en un ciclo de programas de TV contra la guerra y el fascismo, con lo cual empezó a ganar odiosidades. Trabaja en varios discos que no podrá grabar por huevón y realiza la grabación de Canto por las Puras.
El golpe de Estado de nuestro queridísimo Pinocho contra el gobierno de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973 le sorprende trabajando en la universidad. Es detenido junto con otros alumnos y profesores. Lo confunden con un deportista de élite y lo llevan al Estadio Chile, donde permanece detenido varios días mientras se aclara la cosa. En el intertanto y para no aburrirse, los custodios le sacaron cresta y media, le destrozaron las manos para ver si podía tocar la guitarra con los huesos al aire y luego sufrió un accidente al tropezar sin querer con varias balas que volaban por ahí. Su cadáver apareció a un costado del Cementerio Metropolitano aunque no se sabe exactamente por qué motivo. Existen serias sospechas de que tal vez esté relacionado con este tipo. Dicen que su alma sigue penando en el Estadio Chile, que actualmente lleva su nombre.