Incilibros/Ayer me salió un grano en el trasero... y me acordé de ti

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¿Cómodo? Para algunos no lo es tanto.

Pocas veces había extrañado las habilidades naturales con que la humanidad se desenvuelve. Tomar asiento y ponerse cómodo. Suena tan fácil. Y es que no solemos fijarnos en las tan simples pero al mismo tiempo tan necesarias en nuestra vida, como es el hecho de sentarse. Pero resulta un suplicio si tienes un barro en el trasero.

Hoy, como supernumerario de los treintañeros, miro hacia atrás, es decir a mi trasero en el pasado, y recuerdo que nunca tuve problemas con el acné en la adolescencia. Porque me salían los barritos en la espalda. Cosa sumamente cómoda si lo comparo con la situación de otras personas.

Los Años Maravillosos

Que tiempos aquellos. Siempre recostados con las nalgas hacia arriba.

Recordé, amigo mío, cuando me contaste de tu padecimiento adolescente de los barritos en el culo. Que si bien no te bajaban la moral frente al espejo si lo hacían cuando llegabas al colegio y te decían "tome asiento". "No gracias, de pie estoy bien" - decías. Aquella decisión cortés que te evitaba el dolor en la postrera levantaba suspicacias entre tus compañeros de clase. Especulando sobre tu vida privada y mentándote "pasivo".

Entonces estoicamente tomabas asiento. El dolor del contacto, el riesgo que una de la protuberancias erupcione y te deje con una sensación cremosa en la nalga, todo eso ya de por si era incómodo. Entonces te sentabas de ladito, con una cadera sobre el asiento y la otra a media altura. Tu compañero de al lado entonces preguntaba: ¡¿Que tienes won?!, ¿te crees vedette?, ¿te sientes sexy?, ¿quieres seducirme con esa forma tan erótica de sentarte?... Por lo menos espera a que estemos solos...

Ah... el trasero humano. Tan ignorado y maltratado muchas veces por el dueño. En cambio tú, tenías que usar toallitas húmedas en vez de papel higiénico Paracas, que es lo que usaban tus amigos del colegio. "Tengo que ir al baño ¿tienes Kleenex?" - decías. Las burlas no se hacían esperar, lo que aumentaba la velocidad de tu proceso metabólico.

Luego del colegio tenias que volver a casa, en combi. Otra vez a sentarse. "Oh, que caballero" - te decían cuando le cedías el asiento a los ancianos, a los niños, a las señoras. Te sentías bien, podías sonreír y sentir que el mundo era bueno. Pero luego volvías a escuchar murmullos cuando había asientos vacíos y tú como idiota, parado. "¿Que le pasa a ese chico? ¿No se da cuenta que hay asientos libres?" - comentaban. "Déjalo, de repente es loco". Ah... qué suplicio. Sólo querías llegar a casa para echarte Acnomel en el trasero.

Del Amor y otros Demonios

Cita3.png¡Y tiene el color de mi piel!Cita4.png
Chica del comercial anunciando entusiasta las bondades de la crema para el acné.
Cita3.png¡¡¡¡Y A MÍ QUE ME IMPORTA!!!!Cita4.png
Mi amigo sobre la cita anterior.

Y para añadir la cereza al pastel aquel día habías quedado con una amiga, Lili, la que te gustaba, para ir al cine. En aquel momento rogabas al cielo que ella te llame para cancelar. Serías tan feliz si Lili te cortara las alas, al menos ese día. Pero sólo serías feliz un lapso muy corto. Al día siguiente te sentirías como un miserable, sin barros en el trasero, pero también sin enamorada.

Lili no llamó para cancelar. Es más, fue a recogerte temprano para darte la sorpresa. Pero no vino sola, vino con sus 2 hermanos mayores que estaban en el ejército. Justo tú estabas en el baño tratando de aplicarte el Acnomel y preguntándote por que no habían inventado Acnomel instantáneo o traseros a prueba de acné. Tu madre entonces abre la puerta del baño que no cerraste por la prisa. Y te encuentra con el pantalón abajo poniéndote crema en el culo. Entonces tu madre retrocede, cierra la puerta y medita:… Vienen dos chicos y una chica a recoger a mi hijo para ir al cine ... Es una cita doble... ¡¡MI HIJO ES GAY!! ¡¡SE ESTÁ PONIENDO VASELINA!! - Gritó con toda su decepción de madre.

Por la histeria te sacó del closet sin que hayas estado dentro. En la sala Lili y sus hermanos escuchan aquel "¡eureka!" tan sui-generis de tu madre y se retiran discretamente caminando hacia atrás en silencio mientras tu madre llora desencajada. Una vez en la calle le gritan a Lili: "¡¡Te dije que ese idiota era un enfermo. Sólo hay que verle la cara de trastornado que tiene!!".

Tú, en el baño, sólo atinabas a ventearte las pompas con un periódico a ver si, de una vez por todas, el maldito Acnomel se seca.

Hasta pensaste en usar los pañales geriátricos de tu abuelo. Pero no tenías tiempo, querías alcanzar a Lili, no importaba que estuviera con sus hermanos manganzones. Tenías dos opciones. Ir al paradero a esperar a que pase la línea 7, que pasa una cada 2 horas, o usar la moto de tu tío. La segunda opción parece buena... pero tendrías que sentarte.

Entonces vas por la moto al garaje, tienes la llave en la mano y te quedas de pie frente a la moto. Lo piensas un poco, porque usar la moto podría significar la consecuente explosión de una docena de pequeños volcanes en la zona de apoyo de tu anatomía.

¡Qué dolor!

En eso viene Mitra, tu perra Rotweiller, que por esos azares de la naturaleza es una perra con Síndrome de Down. Se acerca entusiasta, sin que tú percibas su presencia debido a tus cavilaciones, arrojando sus 54 kg de animalidad perruna sobre ti para abrazarte porque no te ve desde la mañana. Y te hace caer... sentado. En tus posaderas sientes como un breve redoble de tambores, o mas bien, pequeñas explosiones casi sincronizadas en un instante, para dar paso a una sensación combinada de dolor y picazón, mientras Mitra te llena la cara de babas con todo su cariño.

A lo lejos, desde dentro de tu casa escuchas un grito y un sollozo: "... MI HIJO ES GAY..."

La Vida Continúa

Ah, mi querido amigo. Primero Lili se cambio de colegio, luego ya no recibía tus llamadas, después uno de sus hermanos empezó a mandarte cartas perfumadas desde el cuartel, y tu madre se ha metido a la misma terapia que la vecina. Aquella que gritaba "¡¡mi hijo se está estorbando!!" desde que descubrió las aficiones onanisticas de su crío.

Pero la vida continúa, los años pasan, sobrevives a la secundaria y oh, milagro, nunca más te salen granos en el culo.

Mi lucha

Lo que es yo, ahora entiendo lo que tuviste que sufrir. Con ese incomodo barro que saliérame ayer. ¿Que qué hice? Casi nada. En el cubículo en que trabajo nadie se apercibió de mi incomodidad para sentarme. En el bus viajé parado, como casi siempre. Y al llegar a casa le dije a mi esposa que me ayude a ver la zona afectada. Ella me lo presionó con sus amables pulgares y me echó una pizca de sulfanil.

Ahora que estoy libre de aquella tribulación momentánea, le ha dado por palmearme la retaguardia y llamarme "culito adolescente" mientras me guiña el ojo o se muerde el labio inferior.

Al menos, en ese sentido, me ha resultado provechosa la situación.

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Este artículo ha sido destacado en la Portada por decisión popular.

Los rumores sugieren que sus autores fueron instruidos
por el mismísimo Miguel de Cervantes.