Incilibros/Manual para escapar de prisión

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En la prisión no hay que pagar alquiler, la comida es gratuita y el servicio de lavandería suele estar incluido. Sin embargo, por algún motivo, la cárcel no suele ser el lugar de residencia preferido por sus inquilinos. La mayoría estaría feliz de mudarse a algún tranquilo suburbio sin tantos asesinos y violadores. Lamentablemente, los dueños de las prisiones, estando al tanto del descontento de sus clientes, suelen poner algunas pocas trabas para que estos se vean obligados a quedarse igual: rejas, muros, guardias armados, perros, cadenas y zanjas llenas de cocodrilos. Si usted se encuentra preso de esta situación, la presente guía le enseñará cómo liberarse.

Primer paso: Entrar a prisión

Escaparse de un establecimiento penitenciario es un tanto complicado si primero no le encierran en uno de ellos. Parece sencillo pero no lo es, usted no puede simplemente golpearles la puerta y pedirles, por favor, que le dejen entrar, necesita que un juez le dé un permiso especial.

Una de las mejores formas de ser inculpado es buscar un montón de gente muerta, ponerte en el centro con un cuchillo en mano y esperar a que llegue la policía.

Sabemos lo que está pensando: nada más fácil que cometer un crimen y sentarse a esperar que lo arresten. Siempre quiso asaltar un banco, violar a su vecina y acuchillar a su suegra y cree que ésta es su oportunidad. Lamentamos informarle que usted no ha visto suficientes películas. Los únicos que escapan de prisión son los inocentes, es necesario que le encarcelen por un crimen que nunca cometió. Tampoco puede contratar a otra persona para que mate a su suegra por usted y que siembre pistas falsas que le incriminen, ya que en definitiva le estarían encarcelando por un crimen en el que usted sí estuvo involucrado y por ende no podrá escapar. Si tanto le entusiasma la idea de degollar a su suegra, el redactor de este manual no es quién para impedírselo, pero asegúrese de que no lo arresten por ese motivo. No se apresure, a la gente bondadosa como usted siempre se la acusa injustamente tarde o temprano. Yo por ejemplo, jamás estuve involucrado en el tráfico de drogas (lo juro sobre ese kilo de cocaína que nunca antes había visto); alguien me tendió una trampa. ¡Ahora entiendo, fue usted! ¡Maldito bastardo! ¡Oficial! ¡Que alguien atrape a este lector!

Segundo paso: Violación en la ducha

Si no se hace respetar estará perdido.

No, no era buena idea agacharse a recoger ese jabón. Vaya, usted es demasiado bonito para estar preso. No importa, esto por fin nos da la motivación que necesita para seguir al siguiente paso. Nadie quiere escaparse de prisión, hasta que sufre unas cuantas violaciones grupales. ¿Qué, a usted en cambio le gustó? Piense entonces en las otras cosas horribles de ese lugar. La comida por ejemplo; ¿es buena para su dieta? ¿Qué hay de los abusos de los guardias, las humillaciones de sus compañeros, los castigos físicos y morales? Si eso no le hiere, piense en ese uniforme monótono y ridículo que lleva puesto sin posibilidad de ampliar su guardarropa por el resto de su vida. Será mejor que empiece a buscar una salida.

Tercer paso: El plan de escape

No importa cuán simple o sofisticado sea su método, si se tatúa los planos de la penitenciaría en todo el cuerpo o si se acerca al guardia y le pide amablemente que le preste las llaves. Hay algunos elementos que no pueden faltar:

Conseguir esta cuchara ayudará mucho en tus planes.
  • El motín.- Si realmente quieres irte de allí es mejor que empieces por demostrar un poco de entusiasmo. Quema las sábanas, golpea a los guardias y a los demás convictos. Se ha demostrado que el uso de una porra hecha con un jabón dentro de la media es efectivo. La hora ideal es la del almuerzo: golpea tu jarra metálica fuertemente contra la mesa hasta que tus amigos te acompañen rítmicamente, pero abstente de empezar a cantar o bailar. Es un motín, no un festín.
  • El túnel.- Hay que cavarlo con una cuchara. Las palas son más efectivas, pero no las reparten en el comedor ya que resultaría muy sospechoso: casi nadie come con una pala. No importa en qué dirección excaves siempre y cuando el túnel no desemboque en el conducto que transporta los desperdicios fecales. Así quizás te escaparías de prisión, pero nunca te librarías del olor.
  • Medio de transporte.- De nada sirve lograr atravesar los muros si a los cinco minutos te devora la jauría de ovejeros alemanes que van a seguir tu rastro. Si tu prisión está en una isla, ahogarse a la salida tampoco suele ser de gran ayuda.
  • Visitas conyugales.- No tienen ninguna utilidad para el escape, pero ya que está, aproveche. A menos que le hayan acusado injustamente de asesinar a su esposa, en cuyo caso es de suponer que ella no querrá venir a visitarlo.

La única alternativa que permite saltarte todos estos elementos es escaparse antes de llegar. Según nuestras estadísticas, cuatro de cada cinco omnibuses o aviones de transporte de prisioneros sufren un accidente o son tomados a la fuerza por los prisioneros. Este método carece de valor artístico. Un buen fugitivo que se precie de tal, debe haber pasado al menos 15 años cavando con su cuchara.

Cuarto paso: Disfrute de su libertad

Este prófugo disfruta de su libertad amenizando rodeos.

Ahora sólo le falta recuperar el tesoro enterrado por su compañero de celda, comprarse un título nobiliario, irse al oriente y obtener una esclava. Otra opción muy popular entre los fugitivos es irse de vacaciones a Panamá, allí es más difícil conseguirse una esclava, pero la prestación de servicios sexuales se adquiere por precios muy razonables.

Algunos, antes de viajar prefieren probar su inocencia y vengarse del que les incriminó falsamente. Pero hágame caso, usted no necesita ninguna de esas cosas. Por favor, apunte esa arma hacia otro lado, le juro que yo no tuve nada que ver. Bueno, entiéndame, es que de algo tengo que vivir.. ¿Seguro que no quiere comprar alguno de nuestros otros manuales?

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Este artículo ha sido destacado en la Portada por decisión popular.

Los rumores sugieren que sus autores fueron instruidos
por el mismísimo Miguel de Cervantes.