Premio lácteo

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Esta mujer es hindú, y recibió el premio tras rezarle con fervor a una vaca sagrada.
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Abad poniendo a vilo a los monjes.

El premio lácteo, o premio láctico, es una de las manifestaciones más satisfactorias que diosa alguna haya concedido a sus fieles predilectos. Consiste en que, por la mecánica de un momento de éxtasis religioso, la diosa de turno decide eyacular su leche hacia las bocas de sus fieles. Se da principalmente entre diosas con fama de tetonas o politetales (de muchas tetas), aunque a veces las de busto modesto también han querido incurrir en esta práctica litúrgica.

Precedentes

En épocas pasadas, cuando el politeísmo era más sincero, la diosa Ishtar (Reina del Cielo), durante las ceremonias especiales que se hacían dos veces al año, solía hacer brotar el sagrado líquido materno sobre sus hijos, quienes bebían embelesados el líquido del milagro.

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Fetichismo religioso

Obviamente el milagro era producto de un ingenioso mecanismo que se encargaba de hacer fluir leche de cabra a través de unas pequeñas mangueras ocultas tras la efigie. Pero cuando las limosnas eran bajas el sacerdote reemplazaba la leche por agua con yeso, a fin de hacerles ver la ira de la diosa. También se dieron casos de sacerdotes urofílicos que se valían del mecanismo para satisfacer sus impulsos y sentirse poderosos. Claro que les decía a los fieles que cuando la leche se ponía amarilla y salada significaba que la cosecha de trigo iba a ser buena para quien bebiera de ella. De allí nació el concepto de "lluvia dorada".

La politetal Diana otorgando el premio a todos los nominados.
Foto: cortesía de History Channel.
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Fetichismo de senos

También Diana de Éfeso (Artemisa para los griegos), la diosa virgen, no se quedó atrás y se sumó a la moda, con el plus de ser politetal y derramar su gracia sobre una mayor cantidad de fieles al mismo tiempo. Diana era patrona de la nutrición, la fertilidad y el nacimiento. Su imagen en Éfeso tenía todo el torso cubierto de una enorme cantidad de tetas para demostrar que nutría todas las cosas. Esta hacía las delicias de quienes admiraban no sólo su portento divino sino que espectaban sus atributos pectorales dedicándole algunas babas en su piso.

Y además es bueno para evitar la osteoporosis.

Cuenta la historia que el apóstol Pablo llegó a Éfeso como visitante ilustre, y al ser conocido como un tipo muy religioso lo invitaron al templo de Diana de quien se decía quería otorgarle el "premio láctico" a él solo. Pero Pablo no sólo rechazó la oferta, sino que dijo que Diana no las tenía tan grandes. Aquello ofendió mucho a los fieles efesios quienes reaccionaron con una arenga por las tetas de su diosa: "¡Diana de los efesios las tiene GRANDES!"

Luego, mientras avanzaban los siglos, proliferaron versiones locales en diferentes países a medida que la secta romana se oficializara en el siglo IV. Las diosas vírgenes empezaron a abundar a medida que crecía la influencia del poder religioso romano; y las manifestaciones milagrosas como el "premio láctico" no podían estar ausentes. Como tiene que ser.

El caso de San Bernardo

Le dio tortícolis de tanto fijarse en los escotes de las damas. Y así es como se le recuerda.

San Bernardo, un monje francés del siglo XII, que tras haber vivido una infancia muy acomodada, quedó muy triste tras la muerte de su madre teniendo él catorce años; por ese entonces estaba dedicándose a la crianza selectiva de canes y el trauma de la perdida de su madre lo llevó a un estado de lamentación en el que buscó ser amamantado por una perra cachetona. Se dice que por dicho hecho, su nombre sigue siendo adorado en cierto canino con mucho parecido físico hacia él.

Tiempo después buscó consuelo en la vida monástica y la teología, pero nunca se pudo recuperar. Sus amigos, conocedores de sus situación, le aconsejaban casarse para hallar consuelo en los pechos de su mujer. Pero él ya había hecho los votos de castración castidad para cumplir al menos seis de los siete sacramentos y pasar menos tiempo en el purgatorio, ya que la economía de su familia se venía en picada y pronto no tendrían para pagar todas las misas póstumas que hicieran falta; pues eran familia numerosa.

En esa condición adoptó la defensa de los sofismas marianos como bandera de guerra. Y se la pasaba diciendo que María era su madre, que el yeso estaba vivo y que alguna vez el niño Jesús le había dado un pan con mantequilla. El tema llegó al clímax, y San Bernardo también, cuando arrodillado frente al altar, y en estado de ayuno, recibió un chorro de leche en la boca. Lo primero que le vino a la mente fue que el Abad del monasterio lo estaba utilizando de nuevo, pero abrió los ojos y vio que la estatua le estaba proveyendo del chorro que le hacía romper su ayuno y, por ende, lo hacía más pecador de lo que ya era. En un arranque de ira santa, maldijo a la virgen por hacerle romper su ayuno.

Luego de eso enfermó del estómago y murió.

Actualmente la feligresía recuerda ese evento como "la lactación", mientras que la gente de ciencia se refiere a ello como "la galactofilia de San Bernardo".

¡Ave María! ¡Que puntería!

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