Incilibros/Cómo interrogar a alguien sin contravenir la Convención de Ginebra o la Declaración de Derechos Humanos






¿Sospecha que uno de sus amigos se acuesta con su pareja? ¿El dependiente de la tienda le ha dado el cambio mal y no lo quiere reconocer? ¿Su jefe es un espía doble? ¿Cree que su perro es el cabecilla de una conspiración hacia usted? Son situaciones del día a día con las que nos podemos encontrar. Normalmente nos quedamos con la duda. Sin embargo, con este completo manual podrá hacer que Rambo llore como una niña y confiese que fue él quien comenzó la Primera Guerra Mundial.
¿Qué es la Convención de Ginebra?
Un trozo de papel como otro cualquiera que arde a 451 grados Farenheit aprobado en una Convención donde representantes de varios países se reúnen a tomar ginebra hasta embriagarse hasta los huevos. Se comenta que Galtieri se empecinó en llevar a su país a la Guerra de las Malvinas, porque sabía que tarde o temprano caerían en la convención de ginebra (sí, con minúscula).
¿Qué son los derechos humanos?
En una sesión extraordinaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1948 los dirigentes de los países se reunieron para firmar unos derechos y unos protocolos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Sin embargo, ¿quiénes son ellos para juzgar lo que es un derecho humano o no? ¿Los ha votado usted? ¿Ha firmado tan siquiera esa declaración? ¿Se siente ligado a esa decisión unilateral? Nadie, no, no y no. Por lo que no se preocupe si el Comité de Derechos Humanos le investiga, Inciclopedia se encargará de darle asesoramiento legal.
- ¿Qué es el derecho?
Según Estados Unidos es «la facultad de hacer lo que nos salga de los cojones».
- ¿Qué son los humanos?
Según Estados Unidos, «nosotros somos los seres humanos. Lo que hay por ahí fuera se nos parece de forma muy semejante, pero es para confundirnos y dar ventaja a los terroristas».
- ¿Qué es contravenir?
Hacer algo mal, pudiendo haberlo hecho bien.
- ¿Qué es una declaración?
Es la acción y efecto de declarar o declararse.
¿Dónde hacerlo?
En su coche, en un hotel o en casa cuando no están sus padres. No lo haga en público, no porque la gente no quiera mirar, sino por si la policía hiciera acto de presencia. Por eso, los mejores lugares son los sótanos, las naves industriales abandonadas o algún bosque perdido de la mano de Dios. Si tiene barco, no dude en navegar hacia aguas internacionales. Sin tanta vuelta y en pocas palabras, allí donde también pueda tener sepso.
Fases de la interrogación
Suponemos que ya tiene a su objetivo atado y bien atado a una silla. Siga estos pasos religiosamente y saldrá victorioso.

Primera fase: Preguntar directamente
Tan sencillo como eso. Pruebe con frases sutiles como: ¡Bellaco, confiese que es usted quien roba el material de oficina de la empresa! o ¡Dime la verdad, yo soy tu padre! Todo depende de si prefiere cultivar un estilo propio e inimitable, o si quiere seguir alguna de las escuelas clásicas como las de la GESTAPO (gritando en un idioma ininteligible mientras se sujeta a un pastor alemán) o el KGB (usando el suero de la verdad mientras se viste un elegante traje de dominátrix).
Tal vez le conteste dándole largas o suplicando que le libere. No se deje engañar. Él es un espía, está en su país para plantar un dispositivo nuclear y usted es la única esperanza para el mundo libre. Deje a un lado esos sentimientos de piedad, concéntrese en el trabajo.
Seguramente, tras un tiempo atado, confiese haberse comido el último «donut» de la caja del bar. Pero no se fíe, está tratando de ganar tiempo. Es un terrorista, es un ser horrible que se merece lo peor. Su familia, sus vecinos, el mundo entero depende de que tenga éxito en desentrañar esa confabulación, ficticia o no para que la película tenga un final feliz.
Segunda fase: Atemorizar un poco
La técnica de esta fase es muy sutil. Debe ser cuidadoso o puede pasar la barrera psíquica del interrogado y producirle verdadero pánico, esto no es lo que busca... aún. Un buen truco consiste en exponer a la vista cuchillos o hachas, pero si dispone de una bandeja de cirugía médica mucho mejor. Si resulta ser muy religioso puede jugar con el miedo a la condenación eterna, mostrándole material pornográfico, o si es judío, enseñándole jamones y lonchas de «bacon».
La Convención de Ginebra tiene un texto un poco oscuro y de difícil interpretación al decir que «no se usará intimidación física o moral para coercionar al interrogado para que dé la información requerida». La palabra "coerción" puede tener varios significados según el contexto, ya que según la RAE puede significar restricción, es decir: «no se usará intimidación física o moral para reprimir al interrogado para que dé la información requerida». Usted no quiere que se reprima, o lo que es lo mismo, que se contenga en dar la información. Por lo tanto, use las amenazas que vea más conveniente para cada caso.
Tercera fase: Orgullo y ego
Esta fase consiste en alabar el ego del detenido o atacar su orgullo para que baje la guardia y le diga lo que quiere saber. Pruebe a hacerle cumplidos, diciéndole que es el mejor interrogado que ha tenido nunca, o elogie su buen gusto al vestir, con frases como que los zapatos que lleva hacen juego con las cuerdas con las que está atado.
Tal vez ni funcione, en cuyo caso, lo mejor será que pruebe a hacer lo contrario: dígale que nunca en su vida había intentado sacarle información a nadie tan patético. Pruebe a criticar su corte de pelo o lo rídiculo que resulta estar ahí sentado sin decir nada.
Suele ser también efectivo si pone en tela de juicio su capacidad como terrorista al haber sido capturado antes de que pudiera atentar. Seguro que en cualquier momento comete un desliz y le dice lo que quiere oír.

Cuarta fase: Poli bueno, poli malo
¿Para qué guardarse la diversión para usted solo? Invite a un amigo suyo para que le ayude en el clásico entre los clásicos de los interrogatorios, el poli bueno y el poli malo. Eso sí, asegúrese de que los dos tienen los papeles claros, no vaya a ser que en medio del interrogatorio se trastoquen haciendo evidente su estratagema.
Otro truco consiste en que el poli malo le pide al poli bueno que le deje estar solo con el apresado durante cinco minutos. Aquí entran sus habilidades como actores, debe simular que se lo piensa y analizar las reacciones del sospechoso. Si suda, es mejor darle un poco más de tiempo por si acaba confesando, pero si está calmado, lo mejor es darle una pequeña terapia de poliomalitis.
Quinta fase: Alimentación
Puede que con un día no le sea suficiente y necesite más tiempo para obtener la información que necesita. ¿Qué hacer? Muy sencillo, vaya a algun supermercado y compre comida. Pero no se pase, la comida para gatos es más cara de lo que parece, mejor compre pienso para perros. Otra cuestión que debe tener en cuenta es variar los ritmos de las comidas, de esta manera le resultará más difícil al detenido saber qué hora del día es, y acabará desquiciándose y confesando.
Hay quien opina que esto es un método de tortura que quebranta el espíritu de la Convención de Ginebra, pero es gente que nunca ha sido torturada, aunque habrá tiempo para todo.

Sexta fase: Explotando las fobias
Cuando todo lo anterior no funciona y sigue sin contestar a sus preguntas, puede que haya estado haciendo algo mal. ¡Atención! Porque puede que sea mudo o sordo. ¿Cómo comprobar esto? Muy sencillo, hágale cosquillas, y si le grita para que pare, es que no es mudo. Pruebe a ponerse a su espalda y métale un susto, si reacciona, ahí está, puede seguir interrogando.
Parece que el sujeto es duro, trate de averiguar sus fobias. Tenga en cuenta que cada terrorista es un mundo aparte, puede que le tenga miedo a los payasos o a la democracia. Déjele votar por la siguiente tortura, es cuestión de probar hasta que dé con ello. También hay gente que le teme a las serpientes venenosas o a las agujas muy largas. ¡Y sorpréndase! ¡También los hay que no pueden soportar la visión de arañas!
Por supuesto, no sea tan imprudente de utilizar sus propias fobias contra el interrogado. No vaya a quedar como un aficionado.
Séptima fase: Acariciarle la cara
Ya era hora, si ha llegado a este punto es porque no tiene más remedio que acudir a la violencia física. Él es duro, usted es duro y el bate de béisbol que sujeta en sus manos es mas duro aún. No en vano está hecho de arce, lo que le confiere un 48 en la escala Brinell de dureza. Lo mejor es empezar de poco en poco, sobre todo para no cansarse. Comenzar con unas «caricias» (recuerde usar este término en el Tribunal) en la cara nunca es mala idea, ya que no dejan casi marca y se van en unos días. Cuando ya domine la técnica, pruebe con unos puñetazos en el estómago.
Una recomendación es que le ponga pañales al detenido, muchos se orinan encima de la alegría de comprobar que puede estar así horas.
Octava fase: Simular una ejecución
Amnistía Internacional puede decir lo que quiera, pero simular ejecuciones no contraviene ninguna norma de derecho internacional en el ámbito de los derechos humanos. No se deje engañar por esos comunistas libertinos, todas esas ONGs y tribunales internacionales nunca se han tenido que enfrentar a una amenaza terrorista in situ. Esa anciana que tanto se resiste a confesar puede guardar un siniestro secreto, tal vez sea la esposa encubierta de un anarquista loco o de un mimo que habla en su performance, ¿quién sabe? ¡Hay que detenerlo sea como sea!
El sistema es sencillo. Se sujeta el arma descargada, sin que lo sepa el pobre infeliz, con firmeza (el cañón apuntando en la dirección que se desea disparar, ¡bénditas leyes de la balística!). Se aprieta el gatillo y entonces debe reírse y soltar carcajadas (verifique que la recámara del arma este vacía o, de lo contrario, en vez de reírse podría orinarse de la risa). Puede jugar a la ruleta rusa, pero siempre hay un porcentaje de posibilidades de que muera, haciendo toda la operación del secuestro inútil, aunque divertida.
Novena fase: Cagarse en su Dios
La ONU ha reiterado que el respeto por las religiones es un tema muy importante y que para que nuestra sociedad humana avance unida es extremadamente necesario tenerlo en cuenta. Si los ociosos de la ONU dicen esa chorrada, es que realmente es muy útil denigrar la religión de alguien para sonsacarle información.
Es muy sencillo, realice este ejercicio tres veces al día para tener la práctica necesaria:
- Sujete con la mano el libro, estatua, imagen u objeto sagrado;
- Afloje la mano y dejelo caer;
- Acto seguido, salte sobre él, píselo, escúpale, orine encima (mear no, que tiene poca clase), increpe y finalmente quémelo.
Si tiene dificultades para asimilar el concepto, no dude en repetirlo tantas veces como sea necesario.
Décima fase: Humillación sexual
¿En las duchas de su colegio sus amigos se reían de usted y de su colita? ¿Era usted la única niña plana de su curso? ¿Ha sufrido ambas situaciones? Si es así, acuda a un experto para que se lo mire. De todas formas y siguiendo con nuestro manual, para algunas culturas, como la musulmana, la exhibición del cuerpo es un fuerte tabú. Así que, si desea que los terroristas islamistas confiesen, no dude en desnudarlos y sacarles fotos, que posteriormente colgará en Flickr y que servirán como pruebas inculpatorias en el Tribunal de la Haya. Eso sí, si es usted estadounidense ni se preocupe porque no le extraditarán, sólo tenga cuidado de a qué países viaja.
Undécima fase: Palizas aleatorias
Un puñetazo aquí, una patada allá y todo solucionado. A estas alturas, el interrogado ya no sabrá ni quién es y confesará formar parte de una conspiración para asesinar a Kenny Kennedy. De poco le servirá que le siga golpeando y, sin embargo… ¿no es cierto qué es incapaz de parar? ¿No nota lo mullido y blandito que es el cuerpo humano al contacto de una bota militar?
Apunte con precisión todo lo que le diga: «Los yetis planean volar la Casa Blanca con el presidente de Madagascar. Pero el cónclave jesuita en Washington D.C. tiene sus propios planes, van a rociar las hamburguesas de McDonalds con feromonas de puma silvestre. Finalmente, una célula integrista de coleccionistas cuarentones de Barbies está metida en el asunto y dan soporte técnico». Tendrá suerte si es sólo esto lo que escucha.
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