Lluvia de animales
A través de los siglos y aún milenios, se han reportado innumerables episodios en los que han precipitado animales: gatos, jirafas, dinosaurios, sacerdotes, zulúes e incluso ministros de salud, han sido vistos cayendo desde lo más profundo de la nubosidad hasta la superficie del planeta.
Este fenómeno, denominado lluvia de animales, está presente desde el período geológico del silúrico. Todavía Dios no contaba con tantos peces como para lanzar tan espeluznante liquidación de temporada y sólo podría haber lanzado unos pocos helechos, cosa que le habría quitado todo glamour a esta extrañeza meteorológica.
Lo cierto es que con el surgimiento del ser humano aparecieron los primeros testimonios de la lluvia de animales a través de sus pinturas rupestres. Difícil fue sacarles una versión sobre la ocurrencia del fenómeno a los cetáceos y marsupiales que andaban por ahí, de modo que el neanderthal tuvo el trabajo adicional de proveer evidencia de éste.
Para los interesados en la versión menos seria y verídica, Wikipedia tiene un artículo sobre: Lluvia de animales |
Explicación científica
El físico gabacho André-Marie Ampère (gracias a él no se quema la casa si conectamos todos los electrodomésticos) sostiene que la lluvia de animales está causada por fuertes vientos que hacen desplazarse por el aire a poblaciones enteras de animales. En efecto, el Caribe sufre los efectos del huracán Chávez, cuyos remolinos de viento dispersan por doquier petróleo, armamento ruso y serpientes venenosas. Al cruzar el mar, este huracán expulsa a la atmósfera peligrosos escualos como el Castrae Fidelio, longevo tiburón que vive hasta los 200 años con el gentil auspicio de Adidas.
Francis de Laporte de Castelnau, naturalista francés, férreo combatiente del desodorante y poseedor de la más grande colección de servilletas del mundo, señala que en las costas de Singapur (1861), durante una migración de peces-gato, una tromba de viento de 45 metros de altitud se llevó a cientos de ratones que escapaban del paso de los felinos anfibios luego de una tormenta. A este fenómeno se le conoce como el huracán de Hamelin.
Meteorozoología
Las aportaciones de Ampère, Laporte, Albert Einstein y algunos orates de un manicomio belga permitieron el desarrollo de la meteorozoología, disciplina que se dedica al estudio de la lluvia de animales.
El trabajo del meteorozoólogo se desarrolla dentro de un búnker y se estima que junto con el timbraje de papeles de una oficina pública es el oficio más peligroso del mundo.
La lluvia de animales en la antigüedad
El primer testimonio consistente sobre el fenómeno lo aportaron los Reyes Magos que documentaron un extraño episodio ocurrido en el desierto del Sahara, lo cual quedó convenientemente descrito en el cuaderno de álgebra de Baltazar. Según su versión, una tranquila tarde de miércoles se nubló completamente el cielo y casi como si fuese granizo comenzaron a caer grandes cantidades de camellos. Al chocar con las dunas, estos camélidos reventaban normalmente una de sus jorobas transformándose en dromedarios y dieron orígen a los oasis más grandes del desierto, milagro mencionado en varios textos bíblicos apócrifos como los "prolegómenos sanitarios", los "versos potables" y "el llover de los lloveres", cuyos originales se encontraban en la Biblioteca de Alejandría.
Las diez plagas
En el libro del Exodo se menciona cómo el Faraón (sin mencionar cuál faraón, no vaya ser cosa que tome venganza), aparte de evadir impuestos, explotaba a sus trabajadores israelitas, a quienes no pagaba los bonos de movilización y la previsión social. Dios, furioso, envió un completísimo pack de desdichas a Egipto conocido como las diez plagas, una de las cuales consistió en levantar amablemente las ranas que infestaban el Nilo y lanzarlas sobre todo el país. Aunque el objetivo del Altísimo era molestar al Faraón, empecinado en terminar su pirámide con helipuerto, también las consecuencias de esta lluvia de ranas afectó al pueblo de Israel, que estampó una queja ante el servicio del consumidor de El Cairo por el hedor luego de la muerte de los batracios.
Inicios del cristianismo
Durante el período de persecución de los primeros cristianos no hubo muchas noticias de lluvias de animales. Muchos se escondían en las catacumbas y no pudieron observar directamente el fenómeno. Sin embargo, fuertes ruidos provenientes del exterior les alertaban de que algo extraño pasaba. En efecto, soldados pretorianos debieron combatir la furia de Dios enviada como lluvia de brontosaurios. Los pocos que sobrevivían al golpe de tamaños tetrápodos faenaban a los mismos para la bacanal de turno. La borrachera terminaba de extinguir a los soldados que iban quedando.
Es por ello que, contrario a la creencia científica, los dinosarios se extinguieron en el siglo II después de Cristo y contribuyeron a la decadencia del imperio romano.
Medioevo
Durante los tiempos medievales fueron documentados varios hechos relacionados con lluvias de animales. Célebres resultan los relatos de alces del rey Arturo y la lluvia de renos ocurrida en el polo norte y que permitió a Papá Noel renovar su flota vehicular hasta tiempos actuales.
En Inglaterra
En tierras isleñas existen muchos testimonios históricos y contemporáneos que hablan de lluvias de pescado y papas fritas, particularmente a la hora del almuerzo. Los ingleses aprovechaban de abrir la boca hacia el cénit y luego se largan a emborracharse a alguno de sus pubs con música de laúd. En Londres instalaban redes en el cauce del río Támesis para capturar el excedente obteniendo una pesca milagrosa.
Como se mencionaba, las leyendas del rey Arturo señalan que varios súbditos del monarca fueron heridos no por el sable enemigo sino por la pesada cornamenta de alces que caían cabeza abajo en los muy frecuentes chubascos que de esa especie ocurrían en esos tiempos.
En América del Sur
Ah, eeehhhh. ¿Que no se había inventado todavía ese continente? ¿O no lo habían descubierto? ¡Socorro!
Renacimiento y barroco
Barroco español
Durante el siglo de oro de España (llamado así por un calendario de oro que fue hábilmente hurtado de un castillo en el siglo XVII), se hicieron comunes en las provincias del mar Mediterráneo y en Galicia las lluvias de calamares en su tinta, acompañadas de arroz blanco en forma de granizo. Las artes plásticas de la época retratan estas escenas con gran patetismo, como castigos divinos, especialmente cuando comenzaba a caer del cielo la loza y los cubiertos de punta.
La lluvia de animales en el Siglo de las Luces
Por esos días la mayoría de los habitantes de los grandes centros del comercio, las ciencias y las artes estaban encandilados, de forma que fue muy difícil registrar por medio de la experiencia este fenómeno, salvo cuando algún incauto circulaba mirando arriba y le caía un renacuajo en la boca. Sólo los poblados más incultos siguieron siendo testigos vivaces de la lluvia de animales, por lo que los estudios sobre la misma cayeron en el olvido o quedaron relegados al terreno de la superchería popular.
En tiempos actuales
En los países nórdicos son frecuentes las precipitaciones de osos polares al concluir una aurora boreal. El fenómeno explica en gran medida la riqueza de esos países, al dar una fuente de sustento adicional a los ciudadanos, que pueden vender libremente los osos a zoológicos de todo el mundo o permutarlos por ballenas faenadas por barcos de caza científicos del Japón, aunque con la dificultad de no saber muy bien cómo meter el cetáceo al garage del auto.
Célebres resultan los concursos de quién ataja el gato más grande, que se efectúan año a año en Budapest. La competencia termina normalmente con los participantes agotados y un gran asado de gato reventado cuyo principal atractivo es su concurso de belleza gatuna femenina.
La existencia de instrumental de gran precisión y la omnipresencia de cámaras fotográficas y de video han permitido captar con todo detalle las lluvias de carne de soja, fenómeno relacionado y que actualmente inquieta tanto a vegetarianos como a científicos pero que, por mor de brevedad, no describiremos en demasía.
Lluvias relacionadas pero no tanto
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