San Jerónimo

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Cita3.pngCristo está desnudo, es lo desnudo. Es duro, es grandioso y difícil; pero es magnífica la recompensa por ello.Cita4.png
San Jerónimo predicando a sus discípulas.
Cita3.pngReserva un poco de trabajo manual, para que el diablo te encuentre siempre ocupado.Cita4.png
San Jerónimo sobre la "soledad" en el desierto.
En medio de una de sus meditaciones, mirando lascivamente una calavera.

Eusebio Soprano Jerónimo (Estridón, Dalmacia, 340-Belén, 420) fue un erudito, santo, padre (de la Iglesia) y viejo chiflado dálmata que fue conocido por su peculiar traducción de la Biblia al latín, encargada por su amiguito el papa Dámaso I con la finalidad de que la embrutecida cristiandad se enterara de en qué estaba creyendo.

San Jerónimo dominaba el latín, además de tener un amplio manejo del griego, el francés y el beso negro. A pesar de ello, ansioso de adquirir mayores conocimientos se mudó a Belén donde ya se quedó hasta que se murió. Se le considera el padre de la exégesis bíblica fruto de que los parecidos entre el original y su peculiar traducción son puramente casuales y metió tantas morcillas por medio que a saber. Por todo ello en su honor cada 30 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Traición Traducción.

Biografía

De los clásicos latinos al delirio en el desierto

Nació muy joven en Estridón, pueblo que fue destruido después por los godos por tener un nombre tan feo. Sus padres eran bastante malos cristianos, ya que no le bautizaron al nacer y solamente le inscribieron como catecúmeno en la parroquia, donde los otros niños se reían de él por esta causa. Quizá esto es lo que le animó a querer ser mejor que los demás y dedicar su vida al estudio de las Sagradas Escrituras, campo en el que llegó a ser campeón del mundo conocido y por cuyo desempeño obtuvo además un Premio BBVA fronteras del conocimiento.

A los doce años sus padres se lo sacan de encima enviándole a Roma junto con su amigo Bonosus (a quien también se sacan de encima, porque era un gorrón que parecía que no tenía casa propia, todo el día en la de ellos). La idea era que allí estudiara gramática, literatura, astronomía y reiki bajo la dirección del pagano Elio Donato, que era un profesor muy reputado (en especial en los lupanares romanos). Gracias a las enseñanzas de este maestro Jerónimo llegó a ser un gran conocedor del griego, además del latín y otros idiomas. Sus lecturas eran variadas: Cicerón, Virgilio, Tácito y, cuando nadie estaba mirando, Catulo. Esto le abrió un mundo nuevo y durante un tiempo no tocó un libro religioso ni con un palo. Hizo dos amigotes llamados Rufino y Heliodoro, los pobres, y frecuentó a menudo el teatro y el circo romano, donde llegó a actuar como león en alguna ocasión para poder sufragarse los estudios.

Más adelante estudió también retórica, lo cual le sirvió para pedir el bautismo y que se lo dieran, de convincente que resultó. Es entonces cuando se va a las Galias con Bonosus y ambos se meten en una secta. Rompe toda relación con su familia, expresa su voluntad de consagrarse a Dios y se hace un interraíl por Tracia, Asia menor y Siria. Llegando allí tiene un sueño, causado probablemente por las fiebres derivadas de unas cagarrinas mal curadas, en el que un enviado de Dios le acusa de ser más fan de Cicerón que de Cristo. Tras esto dona su colección de clásicos latinos a una biblioteca pública y se dedica a leer la Biblia hasta que se le rompe por el desgaste y él mismo se queda un poco cucú. Se junta con tipejos como Apolinar de Laodicea, heresiarca hereje, y Evagrio Póntico, monje misántropo, que le estimulan en su locura. Eso sí, el muy pillín se convierte en maestro de un grupo de mujeres a las que trata de enseñar el camino al Paraíso, que demasiado a menudo él encontraba entre las piernas de ellas.

La llamada de Dios le llegó en forma de bocinazo. Casi le deja sordo.

Espantado por sus propios pecados, decide retirarse al desierto a hacer penitencia. Se acusa a sí mismo de ser un pervertido, un soberbio e iracundo. Se autoimpone el mucho rezar, el poco comer y dormir y el golpearse los cojones contra las piedras, debido a lo cual no logra hallar la paz y se arruina la salud. Así lo narraba él mismo:

Cita1.pngYo, que por temor del infierno me había impuesto una prisión en compañía de escorpiones y otras alimañas, a menudo creía asistir a danzas en un club de striptease. Tenía yo el rostro empalidecido por el ayuno; pero estaba más caliente que el cenicero de un bingo, y los fuegos de la voluptuosidad crepitaban en un hombre casi muerto. Entonces agarraba y vociferando como un cretino me iba a correr solo por el desierto con el culo al aire, que menos mal que no había nadie para verme en tan ridícula situación... Pero después de la histeria llegaba la euforia, pues tras haber orado y llorado mucho, llegaba a creerme en el coro de los ángeles. Ángeles que a su vez me la ponían dura y entonces...Cita2.png

Por lo tanto abandona el desierto, y para tratar de recuperar su maltrecho equilibrio mental, se pone a traducir el Evangelio de los Hebreos, del cual según se decía el Evangelio Según San Mateo era una copia grotesca. Esto le forzó a aprender hebreo y según propia confusión la pronunciación le costaba y producía gortoteos, siseos y bufidos que le hacían sonar como Gollum. El muy imbécil al parecer no se había enterado de que para traducir un texto escrito no es necesario dominar la pronunciación.

Del desierto a secretario del Papito

"Hermosas damas, cuando os dije que viniérais y me tocárais no me refería a que me tocárais música"

Tras esto se pira a Constantinopla donde Eusebio de Cesarea (quien no era ginecólogo, a pesar de su nombre, sino historiador) le encarga realizar unas tablas cronológicas de su Crónica, que era una historia universal desde Abraham hasta Constantino. Como es de suponer, ahí no cuadraba absolutamente nada y se las tuvo que inventar en gran medida, y siendo persona de calenturienta imaginación las danzas de meretrices que poblaron antaño sus visiones en el desierto tuvieron su acomodo en las cronologías como uno de los más destacados sucesos de la humanidad.

Regresa a Roma donde los obispos deciden nombrar secretario del papa Dámaso I a San Ambrosio, pero cayendo éste envenenado por Jerónimo enfermo es Jerónimo quien ocupa su lugar. Primero se encargaba de redactar las cartas del Papa, en las cuales incluía todo tipo de morcillas graciosas que mejoraron mucho la diplomacia de éste, ya que los receptores se descojonaban cuando las leían. Asombrado por ello, el Papa le encarga la traducción de la Biblia al latín, ya que, consideraba, así tal vez los embrutecidos cristianos la leerían más. Aunque tal consideración papal se demostraría errónea, Jerónimo se puso a ello siendo el resultado de sus esfuerzos la Vulgata, llamada así por lo soez y barriobajero de las expresiones con las que se expresan de continuo santos, reyes, profetas y aun el mismo Dios Padre.

Cuando Jerónimo hacía penitencia, el Ángel de Dios venía a darle la turra, y era más pesado que matar un gocho a besos. Se lo quitaba de encima a golpes de crucifijo.

Durante su estancia en Roma es ordenado sacerdote, pero Jerónimo volvió a caer en la misma piedra y volvió a convertirse en el guía "espiritual" de un grupo de mujeres aristócratas. A menudo les escribía epístolas sobre la virginidad, y les aconsejaba sobre cómo mantenerla, al menos en apariencia, teniendo relaciones por los orificios corporales convenientes para ello. Tales enseñanzas le valieron alguna que otra crítica, sobre todo por parte de padres que creían a sus hijas deshonradas y maridos que creían a sus cabezas cornudas. Esto, y la dureza con la cual corregía ciertos defectos a los patricios (básicamente a bofetadas) predispusieron a muchos en contra suya y, aduciendo que le calumniaban (y temiendo porque algunos de los patricios le devolvieran las "correcciones") resolvió irse a Tierra Santa para pasar allí el resto de sus días dándose al estudio. Acompañado de algunas de sus devotas discípulas, eso sí, que quisieron seguir con él allí el perfeccionamiento en el camino "espiritual", ejem, ejem.

Retiro en el portal de Belén...

Tras visitar Jerusalén, Belén y otros lugares de Galilea, y entablar relaciones con las féminas locales, decidió tomar venganza de la cólera de los maridos airados que, vaya usted a saber por qué, se volvían contra él, con cartas terriblemente antisemitas en las que ridiculiza la costumbre de golpearse la cabeza contra el muro de las lamentaciones, aduciendo que ni por esas se desgastan los cuernos. También acusa a los judíos de ser la raza deicida y culpables de todos los males: Jerónimo se las traía y no se andaba con miramientos, cuando se cabreaba, nada que envidiar a Goebbles.

Allí en Belén, rodeado de sus discípulas, ricas matronas romanas a las que expoliaba sin el menor escrúpulo, decidió fundar un convento para hombres y tres para mujeres que les sirvieran en sus necesidades. También decidió montar un parque temático sobre Jesús para estafar a los numeros peregrinos que llegaban de todas partes del mundo para visitar su lugar de nacimiento.

Jerónimo había escrito a favor de Orígenes, pero su amigo Rufino en cambio lo hacía en contra y convenció al patriarca de Jerusalén para que prohibiera a Jerónimo la entrada a la Iglesia y a la gruta de la Natividad (para esto están los amigos). Viendo que se le acababa el tingladete económico Jerónimo intentó todo tipo de chanchullos, incluso hacer ordenar sacerdote a su hermano Pauliniano, para que éste le abriera la puerta de estos lugares. Pero parece ser que no coló. Rufino fingió reconciliarse con él pero luego publicó un libro poniendo a Jerónimo a caer de un burro. Jerónimo a su vez respondió con nuevos insultos y hasta celebró la muerte de Rufino una vez ésta se produjo. Qué pena las amistades que terminan así, en una ola de reproches e invectivas ¿verdad?.Así, poco después, siendo ya más viejo que Cascorro, murió Jerónimo en Belén. Debido a sus dotes como exégeta, traductor y apologeta así como su tendencia a la lujuria, la codicia y lo resentido que era con sus enemigos, la Iglesia Católica le considera santo patrón de los traductores y los ascetas chiflados.

Escritos varios

  • Al final no veía ya ni tres en un burro, pero eso no le refrenaba y seguía escribiendo con pasión. Sobre todo cuando se trataba de vituperar al Rufino ese que había sido su amigo.
    Sus cartas. En ellas nos cuenta cómo ve las cosas de la vida, así en plan cuñao. Por ejemplo, sobre las relaciones matrimoniales nos dice lo siguiente:

Cita1.pngEl hombre prudente debe amar a su esposa con fría determinación, no con cálido deseo. Nada más inmundo que amar a tu esposa como si fuera tu amante. ¿Qué? Para eso tienes a las amantes ¿no?Cita2.png

También se dedica en ellas a todo tipo de cotilleos sobre sus adversarios teológicos.

  • Los varones ilustres. Contiene breves noticias biográficas y homoeróticas sobre diversos autores cristianos, desde San Pedro hasta Jerónimo de Estridón (sí, él mismo). También es preciso señalar que se aproximan al mismo género numerosas evocaciones que hace de «santas mujeres romanas» que él conocía de forma íntima en su Epistolario.
  • Tablas cronológicas del Cronicón de Eusebio de Cesarea. Ya mencionadas anteriormente, su rigor científico es tal que hoy día nos las podemos encontrar catalogadas entre las obras de ficción.
  • Contra Joviniano. Aquí, además de poner de tonto para arriba al tal Joviniano hace una apología del veganismo:

Cita1.pngEl placer por la carne era desconocido hasta el Diluvio universal; pero desde el Diluvio se nos han embutido las fibras y los jugos pestilentes de la carne animal... Jesucristo, que apareció cuando se cumplió el tiempo, volvió a unir el final con el principio, de manera que ya no nos está permitido comer más carne. Y por eso os digo, si queréis ser perfectos, entonces es conveniente que acudáis al restaurante vegetariano de mi primo, que está ahí al lado.Cita2.png

Iconografía

San Jerónimo es uno de los santos más pintados y pintarrajeados de la Historia del Arte. Esto se debe a su faceta de penitente semidesnudo que permitía a los artistas manfloritas tener la excusa para representar hombres encuerados. Se le representa vestidod de rojo pasión, con una cruz, una calavera (debido a que él mismo era un buen calavera), libros y demás útiles y zarandajas de papelería. A veces se le pone con un león, debido a que de joven había actuado como león en el circo romano.