Antoni Gaudí
Arquitecto, buhonero y calderero catalán de viejos orígenes nipones (concretamente de Hokkaido), Antoni Gaudí es conocido internacionalmente y sideralmente por haber construido monumentos dedicados a sus antiguos parientes japoneses con toneladas de piedra pómez y baldosas rotas de los escombros de obra. Los japoneses lo adoran y los moros, que son muy fanáticos, lo odian porque ven sus triples cruces modernistas casi por toda Barcelona. Su carrera marcó un antes y un después en la historia de la arquitectura al servicio de la nazió catalufa (digamos que es lo mismo que Ferrán Adriá pero con cien años antes) aunque el propio Gaudí era socio del Real Madrid y monárquico carlista convencido. Lo cierto es que era políticamente muy incorrecto, pero él era así. Qué cosas.
Todo lo que le han explicado sobre Gaudí
Posiblemente los manuales de arte para estudiantes zopencos y demás público afín vayan diciendo por ahí que Antonio estudió en Reus, no fue pariente de Buenafuente, nunca se casó y murió atropellado por un tranvía (dicen que el 39) un día en que iba muy despistado paseando por Barcelona (hay que ser tarugo por parte del conductor del tranvía, que ni lo avisó ni frenó, y eso teniendo en cuenta lo lentos que iban los tranvías en 1926...). Esa es la versión oficial que la mayoría de japoneses y guiris se tragan mejor que las gambas del sushi con salsa primavera tres delicias. Son muy incautos.
La infancia de Gaudí
La realidad es mucho más prosaica. Gaudí quería ser cura desde su más tierna infancia, pero como su familia necesitaba dinero y no podía vivir solamente de las limosnas, le obligaron a hacerse arquitecto para inventar el Modernismo y así sacarlos del anonimato y la miseria. Curiosamente, el pobre Gaudí no obtuvo demasiada fama en su época porque muchos creían que estaba loco perdido y que su pasión de esquizofrénico era la piedra picada con baldosas rotas al collage. Se ve que le regalaron un Lego de niño y le cogió gustillo al tema de la construcción. Luego mejoró aptitudes con Exin Castillos y finalizó sus estudios ganando el concurso comarcal de maquetas modernistas del Baix Camp.
La cuestión es que Gaudí obedeció al clan pero siempre mantuvo sus profundos sentimientos religiosos, de ahí que sus cuádruples cruces y su Sagrada Familia aún dominen en paisaje de Barcelona y alrededores (pese al bolchevismo del actual régimen tripartitario polaco, que desea hundir la Sagrada Familia haciendo pasar el AVE por debajo).
Formación
El joven Antonio empezó sus estudios en el taller de calderos, cacharros y demás resortes de Joan Bunyol i Bunyol, un titiritero de Reus que sí que era antepasado de Buenafuente (no es de extrañar) y que se cambió el apellido para parecer más español y menos buñuelero (bunyol, en catalán, equivale a decir patata). Ahí aprendió a torcer el hierro, a romper botellas de plástico y a pintar con tonos modernistas el porexpán. De vez en cuando también doblaba sillas y ventanas, inventaba desagües con forma de concha de caracol y se tomaba un poco de anís para inspirarse. Logró hacerse con el secreto de los Pokémon mucho antes que Ash Ketchup y diseñó nuevos pokémon piedra como por ejemplo la salamandra (que no dragón) que todos los japoneses fotografían en la escalera principal del Park Güell. Su maestrazgo fue el emblema de muchos otros genios catalanes que le sucedieron en los años siguientes, marcando una era de gloria en cuestión de pokémon modernistas de Cataluña.
Sus primeras obras maestras
Catapultado a la fama por el diseño de unas cuantas ermitas al collage de botellas de cava catalán en mal estado, Gaudí se fue a Barcelona para codearse con la créme de la créme de la burguesía catalufa (ya saben, los Bosch, los Foie, los Boix, los Moix, los Toix, los Güell, los Godó de la Avenguardia, los Pujol, los Maragall, la familia Adams y los marqueses de Comillas y Párrafos).
Los marqueses de Comillas y Párrafos, que tenían una extensa propiedad en Cantabria y tenían pasta a mogollón gracias al contrabando de negros cachas para las plantaciones de nuestras gloriosas posesiones españolas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, lo contrataron para que les levantase un palacio hecho con formas alfabéticas por puro capricho.
Así bautizaron al Capricho de Comillas, que aún puede verse cerca de Santander además de pasear un poco por la playa y echarle el guante a alguna cántabra buenorra.
Luego hizo el palacio del obispo de Astorga en León, a base de granito virgen previamente santificado por aspersión de agua bendita. También diseñó farolas y candelabros para catedrales como la de Palma de Mallorca y se llevó a Cataluña un cargamento de 500.000 ensaimadas para tomarlas de modelo en sus próximos encargos de dulces modernistas. Hacia 1900, Gaudí era un artista consagrado por el Papa, la burguesía y sí mismo.
Los japoneses aún no lo conocían porque no había vuelos directos entre Tokio y Barcelona, pero de haberlo conocido seguro que también lo habría consagrado su emperador.
La relación con el conde Güell
Gaudí estrechó lazos con la familia Güell (una especie de saga al estilo de los Channing de Falcon Crest, pero sin la mala de Angela) a raíz de una noche de ópera en el Liceo de Barcelona. El conde Eusebio Resabido de Güell y Bacigalupo, casado con la mandona hija del marqués de Comillas y Párrafos Times New Roman, le encargó el Palacio Güell, el Park Güell, un trozo de baldosa con su retrato de perfil y diez bloques de granito para llevárselos a una finca que aún tenía algo vacía. Gaudí se lo hizo todo y cobró bastante poco. Su relación fue muy fructífera, aunque Gaudía se lo dio todo a los Güell a la vez que los Güell no le dieron ni un céntimo al pobre hombre. Se excusaron con el tema de que él era una miembro del proletariado, que no tenían liquidez y que le pagarían en especias con una casita cerca de la Sagrada Familia (acabó viviendo en el taller del capataz, al pie del monumento, y como no tenía ni mujer ni criada lo tenía todo hecho un asquito, vamos, lleno de polvo).
Si se hubiese casado con alguna burguesa catalana tal vez le habrían ido mejor las cosas, pero como había jurado ser fiel al celibato nunca lo hizo. Al final acabó viviendo más de los souvenires de Sagradas Familias en miniatura, si cabe, que de los encargos que le daban. Los turistas le compraban miniaturas con su autógrafo por cuatro céntimos de peseta. De vez en cuando hasta lo encontraban vagabundeando por el Park Güell (fíjate que ni le pusieron Park Gaudí), haciendo algo de top manta de CD’S de Charleston para los turistas y sacándose un dinerillo extra para poder ir a comer caliente al Paellador que hay a la entrada del recinto. Es impresionante pensar que el mayor arquitecto de la humanidad modernista se muriera de hambre. La vida es injusta con los genios.
La Sagrada Familia
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Por encargo de la Iglesia empezó a hacer la Sagrada Familia, que se acabará, si todo va bien, de aquí a unos siglos.. La construcción corría a cargo de los fondos de beneficencia y se mantuvo a base del trabajo de diez agrupaciones de obreros católicos y los pucheros de las monjas de los conventos del Eixample, que a veces pasaban el rancho y bendecían a cada obrero con tres avemarías y un padrenuestro. El proyecto, iniciado a inicios del siglo XX, contempla en la actualidad la edificación de tres fachadas y 8 torres de 200 metros de altura que, si todo va bien, causaran una tragedia similar a la del 11-S cuando el AVE pase justo por debajo y derrumbe los cimientos. El desgobierno municipal, autonómico y central de España no ha querido hacer declaraciones al respecto, pero algunas teorías apuntan que todo es una táctica para descubrir el secreto de Gaudí que hay en la cripta subterránea de debajo del monumento.
Expediente Gaudí X
La parapsicología y la parasitología han convertido a Gaudí en un profeta apocalíptico avanzado a sus tiempos, en un masón de la futurología o hasta en la decimoctava reencarnación del célebre Imhotep de los antiguos habitantes del País del Nilo. Le han intentado relacionar con símbolos ocultos para los iniciados en el sadomasoquismo místico en cada uno de sus monumentos. Sus teorías cabalísticas se empeñan en ver signos esotéricos y eróticos en sus monumentos, en que formaba parte de los templarios y conocía el secreto de María Magdalena y en que Dan Brown se inspiró en su historia para escribir el Código Gaudí, que sería algo así como una mezcla con sabor a fresa de todo lo que se escribe y escribirá sobre Gaudí. Bromas aparte, lo cierto es que el hombre se obsesionó muchísimo con las cuádruples cruces, los caracoles, las curvas, los dragones, los cascos de piedra y la perspectiva helicoidal en piedra picada con incrustaciones de baldosas rotas. Algunos expertos han apuntado su posible pertenencia a una secta católica llamada de Nuestro Señor de las Últimas Baldosas, pero esa superchería no deja de ser otro invento destinado al turismo progre y a los clubes de vida alternativa.
La muerte
Otro episodio raro, raro, raro fue su muerte, atropellado por un tranvía que iba a 2,2 metros por hora. Nadie se explica por qué ni vio al tranvía, ni se paró a atarse el zapato (lo llevaba desatado), ni el conductor frenó en seco (hubiese sido un frenazo considerable, ¿eh?), ni nadie lo avisó (parece que fue víctima de una conspiración, ¿verdad?). Criminólogos expertos en asesinatos premeditados de toda la historia han apuntado como posibles culpables de su muerte al conductor del tranvía (agente contratado por los Güell para liquidar a Gaudí antes de que venciera el plazo para el cobro de la deuda por el último encargo), a Mosén Cinto Verdaguer (que envidiaba al arquitecto por ser más famoso que él y jorobarle la conmemoración del centenario), a la rama secreta de los Illuminati (enemigos de los de su secta) o al Priorato de Sión presidido por el abate Sauniére que también quería descubrir el secreto de la Sagrada Familia. En definitiva, un embrollo de cuidado.
Si bien el arma del crimen fue el propio tranvía y un poco de mala suerte, Sherlock Holmes y Hércules Poirot no investigaron el caso porque estaban con gripe en aquellos días, y el detective Conan tampoco había nacido aún, así que ya ven...
La beatificación y la futura santidad
La Iglesia tuvo lástima del pobre hombre y lo nombraron a título póstumo hijo predilecto del Vaticano y Arquitecto Honoris Causa del Saccro Collegio Pontificio dei Supermirafiori. Claro que como ya estaba muerto no le sirvió demasiado. A comienzos de 2002 se iniciaron los trámites de la beatificación, y si todo va viento en popa es posible (no es seguro, no se piensen) que de aquí a 100 o 120 años lo hagan beato y pueda ser incluido como tal en el calendario. Para la santificación y el culto al público habrá que esperar algo más, pero la Iglesia tiene mucha paciencia a la vez que el gobierno rojo imperial tripartitario que rige en Cataluña tampoco tiene mucha prisa por beatificar a un catalán. Son progres, ya se sabe.
Recuerdos de Gaudí
Pues los hay de todo tipo: baldosas rotas, piedras pómez con toques modernistas, sillas onduladas, botellas de vidrio rotas, fotocopias modernistas, chocolate de 1900, cajas de galletas en forma de Sagrada Familia, gafas de sol con la firma de Gaudí, los zapatos que llevaba cuando le arrolló el tranvía, manteles y guantes de piedra para cocinar sin ensuciarte, palmeras helicoidales para el jardín, vamos, de todo. Los japoneses son los primeros consumidores de la gaudimanía, seguidos de los americanos, los austrialianos, los tuvalíes y los esquimales. A los catalufos, como lo tienen al lado, pasan del tema olímpicamente. Para ellos es normalísimo tener la Sagrada Familia o el Park Güell a menos de dos metros de casa. Fíjense qué cosas. Claro que el ambiente de la nazió tampoco es muy normal, que digamos...
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