Usuario:Nadielegation/Hans Christian Andersen
Nacimiento Defunción | Dinamarca, 1805 Dinamarca, un poco más al norte, 1875 |
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Estado actual | Convertido en cisne, o cuanto menos eso decía él |
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Lugar de residencia | Al estilo de Diógenes de Sinope, vivía en una tinaja |
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Sobrenombres | Ninguno... |
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Se dedica a | Cantante de ópera venido a menos |
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Origen | Un basurero, Odense, Dinamarca |
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Hazañas logradas | Traumar a todos con sus deprimentes historias infantiles |
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Relaciones | Daisy (personaje de Disney) |
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Enemigos | Brad Pitt |
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Poderes | Romper vasos de cristal con la voz, tejer trajes invisibles |
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Objetos | Su soldadito de plomo, sus zapatos rojos |
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Hans Christian Andersen (Odense, 1805-Fondo del mar, 1875) fue un destacado odiador de niños danés, famoso por crear cuentos infantiles con mensajes tristes y depresivos para arruinar no una ni dos, sino a ocho generaciones de personas que nacimos desde que publicó sus escritos. Tras pasar una miserable y desgraciada infancia, una violenta adolescencia y una desesperante madurez, decidió plasmar sus traumas en La sirenita, El traje nuevo del emperador y La reina de las nieves, pero especialmente en El patito feo que los críticos literarios consideran la más desgarradora y fiel autobiografía de un escritor universal.
Primeros años
Érase una vez, en los confines más recónditos del universo, un niño llamado Hans, perteneciente a la ilustre familia Andersen. Para celebrar su cumpleaños, en vez de un pastel, se comían las uñas de los pies porque eran más grandes y llenaban más que las de las manos.
Luego el pequeño niño escribió sobre eso en "La pequeña cerillera" muy sabedor del tema, pues él también había vivido en la miseria y había muerto congelado para siempre en un callejón una triste noche navidad.
Afortunadamente unos pocos años después fue descongelado, pero su situación económica no mejoró. Entonces la esperanza de Hans derivó en que podría ser un cantante famoso de ópera, "aunque soy muy pobre y notoriamente feo, mi voz es hermosa" se dijo el niño para sí mismo mientras iba a la ciudad; una vez allí fue tomado por lunático, pues en verdad nadie en su juicio aspira a salir de la pobreza cantando ópera, por eso ya hay que ser rico antes de tomar esa profesión. Sin embargo, su rostro gracioso hizo que un mecenas se apiadara de él, más el invierno era enemigo del pequeño (pues no le gustaba su rostro gracioso) e hizo que perdiera su voz de canto para siempre, pero le regaló una envidiable afonía que le permitió ser contratado como monstruo de feria. Unos años después Andersen se vengaría del invierno haciéndolo en villano en "La reina de las nieves" y Disney se burlaría del propio Andersen haciendo que el frío sea un héroe, por eso actualmente se revuelca en su tumba intentando salir a cobrar la afrenta.
Sin esperanzas ingresó a la escuela primaria cuando ya era un adulto, lo que le provocó las burlas y el acoso de sus compañeritos, quienes le robaban el almuerzo y le decían que era más feo que una mandrágora con alergias, lo que si bien sabía cierto, no les correspondía decirlos a ellos. Ahí inició su odio a los niños que desembocaría en que todos sus cuentos para ellos fueran lo suficientemente crueles para hacerles sufrir psicológicamente lo que él sufría con el calzón chino que le propiciaban.
Carrera
El mismo año de 1827 Hans Christian logró la publicación de su poema «El niño moribundo» en una revista literaria, cuando los editores le preguntaron a modo de sarcasmo si no tenía un poema más triste, él respondió que sí y se dispuso a sacarlo de su maletín, pronto le dijeron que era broma y que ese estaba bien, mientras los editores se veían incómodos entre ellos con una sonrisa nerviosa.
Con su pago, no hizo lo que todos los demás escritores que es ponerse borrachos, sino que decidió viajar para plagiar historias de la gente común y darles su toque depresivo. Para seguir pagando se convirtió en bloguero de periódicos, reseñando sus viajes, hoteles y comida, de una forma en que hacía llorar a todos para el final, sorprendiendo a todos con su escritura y dejando en mal a los lugares que visitaba.
Últimos días y muerte
Obras
Según estimaciones de la época, Andersen escribió un aproximado de ciento sesenta y ocho obras, aunque estimaciones más recientes indican que solo escribió algo de veintidós, de las cuales solo son conocidas la mitad. Estas son:
El patito feo
Érase una vez una pata que puso muchos huevos en su nido. Los cuidó con mucho amor hasta que un día empezaron a romperse las cáscaras. De cada huevo salió un patito amarillo y esponjoso, menos del último, que era gris y peludo con un parecido a un escroto viejo. La pata se sorprendió al verlo y pensó: “¡Qué patito más feo! ¿Será que me equivoqué de nido o que me engañó el pato?”
Los demás patos se burlaban de él y lo llamaban feo con razón. Un día decidió escaparse del estanque y buscar otro lugar donde lo quisieran. Caminó y caminó hasta que llegó a un lago donde había unos cisnes blancos y hermosos. El patito se acercó a ellos con timidez y les dijo: “Hola, soy un patito feo. ¿Puedo quedarme con vosotros?” Los cisnes lo miraron con asombro y le respondieron: “¿Un patito? ¡Pero si tú no eres un patito! ¡Eres una avestruz!” El patito se quedó perplejo y se miró en el agua. Era verdad, tenía un cuello largo, unas patas fuertes y unas plumas negras. No era un patito feo, era una avestruz fea. Era grande, fuerte y podía hacer puré de pato a aquellos que se burlaban de él. Así aprendió que era mejor ser temido por feo y fuerte que un pato flaco o un cisne afeminado.
La sirenita
El soldadito de plomo
La reina de las nieves
Otros cuentos que no son famosos porque Disney no les hizo adaptación
Hace mucho mucho tiempo, en una galaxia muy muy lejana, vivia un emperador. Este emperador vivía por la ropa, y moría por la ropa, llegando al extremo de comprar un traje nuevo cada día. Cierto día, llegaron desde aún más lejos dos costureros, que decían poseer una tela mágica creada por Edna Moda, invisible ante los tontos, pero hermosa y fina a ojos de prudentes. El emperador podía tener muchos trajes pero pocos sesos, por lo que compró el milagroso traje. Durante dos meses, esperó a que estuviese terminado, cuando se dio cuenta de lo obvio: era tonto, y no podía verlo, pero se la puso igual (tanta ropa le atrofió el tacto y no distinguía cuando tenía ropa o no). Se dirigió con su nuevo traje a presumirlo en un paseo real, donde todos los ciudadanos se dedicaron a simpear al traje, hasta que una niña, que no estaba enterada de que lo debían halagar, exclamó: ¡El emperador está desnudo (y se le ve el culo)! Inmediatamente el emperador la mandó encarcelar pues si no veía el traje era estúpida y eso era un lastre para la sociedad. Y nadie más se atrevió burlarse de la desnudez del monarca. Y tampoco de que se le veía el culo
- Moraleja: nunca te burles del culo del emperador.
Hace mucho mucho tiempo, había un joven príncipe que buscaba reina. A pesar de su nulo atractivo, tenía estándares enormes, y las pocas damas que no rechazaba y que estaban dispuestas a casarse con él por pena se iban cuando el joven solo hablaba del final de Evangelion en las citas.[1] Los continuos rechazos sumieron al príncipe en depresión, encerrándose en su castillo sin espejos (pues se rompían ante su reflejo), hasta que un tormentoso día, una joven tocó las puertas del castillo, dejándola entrar el príncipe cuando esta dijo que era princesa de Por ahí. Apenas entró, toda mojada (por la lluvia claro), el joven se vió enamorado, pero la reina ya no confiaba en su buen gusto, por lo que decidió hacerle a la princesa varias pruebas. La primera consistía en la elección del traje más apropiado para cenar con una corte, eligiendo la joven cierto traje invisible a ojos de tontos. No era el más apropiado, pero resaltaba sus ojos, por lo que la reina pasó a la siguiente prueba, pidiéndole que cantase para probar sus dotes artísticas. Pasó con honores cantando La resaka a capella, por lo que la reina pasó a la última prueba, ver si su piel era tersa como seda, y en vez de darle la mano, la mandó a dormir sobre diez colchones, colocando debajo una judía verde. Al día siguiente, le preguntó qué tal había dormido, respondiendo la joven que terriblemente mal, pues la judía debajo del colchón no dejaba de gritar y moverse. Con esto quedó demostrado que era una verdadera princesa de piel de seda, voz de ángel y tet... ojos de felino, por lo que se casó con el príncipe. O eso hubiera querido él, de no ser porque la joven huyó horrorizada ante aquel anuncio.
- Moraleja: nunca entres a los castillos que te van a querer casar con príncipes horribles. Y tampoco hables de Evangelion en una cita por dios.
Hace poco tiempo, dos siglos o tres, vivía en China un mandarín, cuya dendrofilia le había llevado a tener un enorme jardín. Tan grande era que en él vivía toda una ciudad (cosas de chinos), incluido un humilde pescador. Este iba todos los días a pescar al lago, donde también leía el periódico y escuchaba a un ruiseñor, que vivía también en el jardín. El pajarillo cantaba hermosísimo, tan bello que todos al oírlo no podían evitar llorar,[2] pero aún así se hizo famoso por su canto, mandando el mandarín a buscarlo, llevándolo a su palacio para oírle cantar. Conmovido, mandó que lo encerraran para escucharlo todos los días, a las 7 am, como despertador, hasta que tiempo después se enteró que los relojes cucú existían, reemplazando al ruiseñor con uno de Ikea que sonaba mejor. El ruiseñor volvió a ser libre, viviendo todos felices por siempre. O eso habrían hecho, pero el reloj se rompió y por alguna razón eso causó que mandarín cayese enfermo. Todo parecía perdido, la muerte misma se presentó frente al mandarín, quien sin embargo pidió como último deseo volver a escuchar al ruiseñor. Este voló al palacio, cantando ante el mandarín y la muerte, a quien dejó tan conmovida que huyó llorando, perdonando al mandarín. De todas maneras, no vivío feliz para siempre pues lo denunciaron con PETA y lo llevaron preso.
- Moraleja: nunca compres nada en Ikea.
Había una vez, hace un tiempo indefinido, un joven príncipe que buscaba reina. Para ello, recolectó las mejores cosas de su pequeño reino, un ruiseñor chino y una flor medio muerta, y se las envió a la princesa del reino vecino. La princesa rechazó los regalos, porque el ruiseñor cantaba como reloj de Ikea y la flor no estaba medio muerta, estaba muerta del todo. Aún así, el príncipe no se rindió y urdió un plan. Fue al reino vecino a pedirle trabajo al rey, que le dio el título de Limpiador de Baños Real,[3] tras lo cual usó sus enseres de limpiabaños para crear una marmita mágica que si la ponías al fuego tocaba canciones de Michael Jackson. La tocó mientras pasaba la princesa con sus damas, y el artilugio encendió su curiosidad. Preguntó al limpiabaños el precio, a lo que él respondió que ese día había oferta y estaba a solo 10 besos de princesa por unidad. La princesa no se lo pensó y le dio los besos requeridos, y el porquerizo, ante el éxito de la venta, creó una carraca que le daba a su poseedor el poder de bailar mejor que nadie. El precio era de 100 besos, pero cuando iba por el beso 86 el rey llegó porque había visto en televisión el chisme que la princesa andaba con un limpiabaños. El rey, ante la escena, exilió a la princesa con el limpiabaños, quien le reveló que era el príncipe que la había intentado conquistar al principio del cuento, volviendo a su palacio y dejándola para que se joda ella solita. Y así, nadie vivió feliz para siempre, tampoco el príncipe pues lo quemaron en la hoguera por hacer esos artilugios diabólicos para conquistar a la princesa.
- Moraleja: nunca te fíes de los limpiabaños, que podrían ser príncipes que rechazaste en el pasado.
Otras obras
Si hay algo que Andersen no era, eso era ser discriminador. De hecho, Andersen no discriminaba de ninguna manera, sobre todo discriminar por edad. Así, escribía sus traumas en otros trabajos no-infantiles, escribiendo poesía, ensayos, novelas, obras de teatro, biografías, autobiografías, diarios de viajes entre otros, en los que contaba, respectivamente, sus traumas en verso, sus traumas objetivamente, sus traumas en diálogo, los traumas de los demás, sus traumas muchísimo más a fondo y sus traumas alrededor del mundo. Destacan El improvisatorio, una novela que improvisó en dos minutos porque tenía que entregar una novela para el día siguiente y no había hecho nada, La pequeña Cristina, una obra de teatro sobre una mujer, llamada Cristina, que era pequeña, Cuando los españoles estaban aquí, otra obra teatral, sobre esa época en la que el imperio español invadió Dinamarca, y sus libros de viajes El bazar del poeta, En Suecia y En España, que narran sus viajes durante la gira promocional de El patito feo.