Yūrei
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Se les llama Yūrei a aquellas almas en pena demasiado vagas para irse al cielo o reencarnar en un gusano, que habitan lo que hoy es conocido como la República Bombardeada de Japón. Se diferencian de los fantasmas occidentales en que estos seres de ectoplasma no hacen estupideces como revolear el plato de porcelana de tu tía-abuela contra la pared o moverte las cortinas para demostrar su infinito rencor e intentar asustar, sino que sus métodos para inflingir terror son mucho más complejos y sofisticados, atancando los temores más primordiales del ser humano. La odiosa venganza de los yūrei generalmente consiste en prenderse al cuerpo de alguien cual garrapata para que crean que su dieta de lechuga, huevos de insecto y agua de mar no está funcionando, de provocar terribles visiones en las que las cuentas bancarias de sus víctimas están vacías, de perseguir a pobres personas por kilómetros en calles solitarias para que hagan algo más de ejercicio aparte de la manuela, y de venderle los derechos de leyendas urbanas y otro espíritus a productoras de Estados Unidos, quienes hacen las peores películas de terror creadas por el hombre y generando pérdidas enormes de dinero en lo que es una venganza por los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.
Características
Los yūrei suelen estar vestidos con una bata blanca que les cubre hasta la punta de los pies, evitando así la mirada de fetichistas que frecuentan sitios pornográficos con contenido de personas[Cita requerida] en un estado de vida debatible. También presentan entre sus ropas un triángulo blanco sobre su frente que no sirve para absolutamente nada, ni siquiera para poner su nombre en el triángulo para así saber quién coño eran en su vida anterior. Suelen maldecir personas que les hicieron daño, así como también gustan de burlarse de aquellos exorcistas que buscan deshacerse de ellos, ya que los ritos japoneses del exorcismo no solo son igual de inútiles sino peores que los occidentales. ¿Qué clase de estúpido cree que va a echar un espíritu maligno con un sahumerio, Yoko Ono?
Su marca de shampoo predilecta es Gliss Ultimate Repair, de Schwarzkopf, que les deja un cabello suave y sedoso, tanto que podrían pasar por el cantante de Manowar o por el de Mayhem si no se hubiera volado la cara. Dicha suave y espectral cabellera es la envidia de miles de mujeres japonesas, quienes, ante la soledad e indiferencia de su sociedad y la preferencia de los hombres por almohadas con personajes de Evangelion; acaban adentrándose en lugares malditos como el Bosque de Aokigahara para atar sus cabelleras a un árbol y probar si así su cabello puede crecer como el de un yūrei, aunque generalmente acaban convertidas en uno.
Apariciones
Generalmente los yūrei aparecen por la noche para perseguir a sus víctimas y joder a la gente, aunque desde finales de los noventa en adelante comenzaron a ser empleados por directores de cine, quienes decidieron darles un lugar en la sociedad, generalmente como actrices ya que además su caché era considerablemente menor al de una persona viva, además de que no se necesitaba gastar en cátering, maquillaje y otras áreas que consumen el presupuesto de una cinta. El boom de películas fue tal que el Sindicato de Actrices Muertas comenzó a exigir mejoras salariales, recibiendo negativas una y otra vez.
Tras agotar las instancias de negociaciones, el sindicato resolvió vender los derechos de múltiples espíritus y leyendas urbanas a productoras estadounidenses, naciendo así producciones como La Llamada, La Llamada 2, La Llamada 3: Vino la Factura Telefónica y La Llamada 4: El Falso Velatorio ft. Auronplay (broma telefónica). Dicho conflicto reavivó los rescoldos entre ambas naciones, en lo que fue un conflicto internacional solucionado gracias a la mediación del Papa Juan Pablo II. Se resolvió que los yūrei de nacionalidad japonesa cobrarían una comisión acorde al total recaudado por cada película hasta seiscientos quince años después de su estreno o que el alma decidiera pasar al otro mundo, lo que sucediera primero.
Denuncias civiles contra Yūreis
Son innumerables los casos de denuncias recibidas debido al accionar terrorista de los yūrei sobre la población civil. El famoso abogado Toko Miteta ofició en más de cuatrocientos veintiocho casos y escribió en su libro Le propuse matrimonio al holograma de un Yūrei porque me dan miedo las mujeres de verdad que uno de los casos más enfermizos que recuerda era el de un joven universitario japonés, cuya ex pareja había fallecido en un accidente de tránsito y había vuelto como yūrei y no se la podía despegar de los hombros. Intentaron de todo para convencerla de bajar, pero ella se negaba, aludiendo que su presencia era algo bueno para la salud de su ex, ya que al notar el aumento de su peso había comenzado una rutina frenética de ejercicio porque no era muy normal y no había muchos casos documentados de el pasar de pesar 80 kilos a 133 en una sola noche. Finalmente se resolvió que solo podría colgarse de los hombros de su ex de domingo a miércoles, y que debía irse al más allá en caso de que el joven consiguiera una pretendiente, algo muy poco probable en la Japón actual.
Es famoso también el caso de Yotsuya Kaidan, en el que Iemon, un ronin sin trabajo ni obra social, quería pedirle el divorcio a su pareja, Oiwa, quien no paraba de decirle a su marido que dejara de hacer el vago y buscara trabajo en vez de vender origami en la feria. Iemon era feliz vendiendo origami y la verdad es que no tenía ni la menor gana de trabajar así como tampoco de mantener a su esposa y a su hijo, él lo único que quería era hacer grullas y leer Boku no Pico. Cansado y harto de su situación, le hace un te a Oiwa, agregándole como ingrediente secreto para sazonar un poco de cianuro que tenía guardado en la alacena. Después Iemon le afirmaría a sus abogados que desconocía completamente que el cianuro es un poderoso veneno. La corte japonesa le creyó y obligó a Oiwa, ahora convertida en un yūrei, a pagarle a Iemon la suma de ocho mil dólares, así como de prohibirle posesiones y jump scares en un radio de quinientos metros a la redonda, so pena de exorcismo, ya que no era necesario tanto escándalo por haberse muerto por tomar un te.
Denuncias de Yūreis contra el accionar de civiles
Scary Movie 2, además de ser un clásico sempiterno del cine moderno, ganadora de múltiples premios, obra que es material de análisis por su contenido reflexivo y disruptivo, abrió un interrogante en el ser humano. ¿Pueden un humano y un ser paranormal matener una relación estable? Un debate sin igual se había generado en la sociedad, confundida, intrigada. Monstruos indescriptibles, shoggoths alienados de la realidad, seres capaces de inundar a la razón de la más aterradora fobia eran incapaces de comprender un concepto tan humano como el amor. Hasta que un japonés fanático de Babymetal y de prácticar avistamiento de aves en locaciones cercanas a colegios primarios invitó a una yūrei a una cita. Ambos comieron ramen, hicieron el amor y terminaron casándose en una ceremonia legitimada por Hatsune Miku, figura central del gobierno nipón. El problema fue que dicha boda sentó un precedente y fueron muchos los japoneses y turistas que fueron denunciados en la flamante División de Asuntos Paranormales de la Policía Japonesa, división creada por el consejo estudiantil de una escuela secundaria para responder ante casos de esta índole.
El caso más famoso fue el de Logan Paul, youtuber estadounidense quien fue al bosque de Aokigahara con el único objetivo en mente de filmarse manteniendo relaciones con Sadako pero lo único que encontró fue al japonés quien se había casado con el holograma de Hatsune Miku, obligado a divorciarse porque la versión que tenía del holograma no recibía soporta de la última actualización, lo cual lo hizo descender en un espiral de autodestrucción sin fin, que culminó con el equivalente de One Direction a enganchar la corbata de un árbol. No que fuera un impedimento para filmarse tampoco.
Hasta el día de hoy se han realizado más de ochocientas catorce denuncias únicamente por parte de Sadako, protagonista de la popular serie de películas The Ring, para un total de unas dos mil trescientas ocho. Sadako alegó ante la corte que la mayoría de personas que la acosan son millenials que se emocionan ante el prospecto de morir en una semana.