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Benito Pérez Galdós
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Este artículo forma parte del ciclo temático que se está desarrollando actualmente, sobre el Anímate y participa creando artículos que tengan relación con el ciclo temático. |
Nacimiento Defunción | El siglo XIX, cuando ser cotilla era una profesión respetable |
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Estado actual | Tan muerto como sus obras de teatro |
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Lugar de residencia | Madrid (acechando tras las cortinas) |
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Sobrenombres | El abuelo, Don Benito el pesado, El mirón de Madrid |
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Se dedica a | Mirón profesional con licencia literaria |
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Origen | Españistán |
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Hazañas logradas | Aburrir a medio país con novelas interminables sobre gente que no existía |
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Relaciones | Enamorado de su prima (típico) |
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Enemigos | Los críticos, el público teatral y cualquier editor con sentido común |
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Obras | 80+ libros que nadie ha terminado de leer |
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Benito Pérez Galdós (República Canaria, 1843-Madrid, 1920) fue un escritor español que convirtió el cotilleo en una forma de arte y el aburrimiento en una industria editorial. Famoso por escribir novelas más largas que la lista de la compra de una familia numerosa y por enamorarse de su prima (porque en el siglo XIX las opciones eran limitadas).
Considerado el "abuelo de las letras españolas", título que se ganó más por pesado que por respetable. Su especialidad era convertir a personas normales en personajes insoportablemente dramáticos y hacer que los lectores se sintieran culpables por no terminar sus ladrillos literarios de 800 páginas.
Biografía
Infancia: la formación de un mirón
Décimo hijo de un militar que se pasó la vida contando batallitas y de una mujer especializada en el lanzamiento de zapatillas con puntería de francotirador. En casa de los Pérez Galdós había dos reglas: no desperdiciar nada y esquivar el calzado materno.
De pequeño desarrolló dos habilidades que le servirían toda la vida: fingir que prestaba atención a cosas aburridas y observar a la gente sin que se dieran cuenta. Su padre le inflaba la cabeza con historias de la guerra que a Benito le importaban un comino, pero aprendió a poner cara de interés para evitar que le volara una chancla.
En el colegio se enteró de que los humanos descendían de los monos según Darwin, teoría que explicaba perfectamente a la mayoría de sus compañeros de clase. Allí también descubrió su verdadera vocación: espiar las conversaciones ajenas y después contárselas a todo el mundo.
El trauma de la prima Sisita
A los 19 años llegó a su vida la prima Sisita, y Benito se enamoró como un adolescente viendo por primera vez un tobillo femenino. Como no podían casarse por ser familia (las leyes eran muy estrictas con eso), su madre decidió mandarlo a Madrid a estudiar Derecho para que se le pasara la fiebre hormonal.
Sisita se convirtió en su obsesión de por vida. La recicló en todas sus novelas con nombres diferentes: Fortunata, Tristana, Marianela... Era como el equivalente literario de un acosador, pero legal y bien visto por la crítica.
Estudiante vago y espía en formación
En Madrid descubrió que tenía un talento natural para tres cosas: no ir a clase, gastarse el dinero de sus padres en cafés y observar a desconocidos hasta niveles preocupantes. Se pasaba el día "investigando la condición humana" (traducción: fisgoneando) y la noche escribiendo sobre lo que había visto.
Lo echaron de la universidad, pero a él le dio igual porque había encontrado su verdadero don: convertir los cotilleos en literatura. Era como un periodista del corazón, pero del siglo XIX y con pretensiones artísticas.
Los episodios nacionales: la gran estafa histórica
Galdós escribió 46 novelas históricas donde se inventó prácticamente toda la historia de España desde 1805. Como nadie se molestaba en comprobar los datos (no había Wikipedia), la gente se creyó sus fantasías y ahora millones de españoles piensan que su país tuvo una historia épica en lugar de ser una sucesión de desastres con intervalos de siesta.
Los Episodios nacionales son básicamente fanfiction de la historia de España, pero como estaban escritos con letra pequeña y muchas páginas, todo el mundo asumió que debían ser importantes. Hoy en día existe una secta llamada los "galdosistas" que se reúne en secreto a leer estos ladrillos y llorar por una España que nunca existió.
La rutina del mirón literario
Galdós perfeccionó la rutina del escritor-acosador: se levantaba temprano, escribía hasta las diez (siempre a lápiz porque las plumas le daban alergia), y después salía a hacer su "trabajo de campo", que consistía en seguir a gente por la calle, escuchar conversaciones ajenas y asomarse a ventanas.
Se vestía como un detective de pacotilla: gabardina gris, sombrero y cara de "yo aquí no pinto nada". Fumaba como un carretero, lo que le daba un aliento capaz de tumbar a un caballo, y se alimentaba básicamente de café y churros.
Su método era simple: veía a alguien interesante, lo seguía durante semanas tomando notas mentales, y después lo convertía en personaje de novela. Era el stalker original, pero como lo hacía por arte, estaba bien visto.
Fortunata y Jacinta: el desquite literario
En 1887 publicó Fortunata y Jacinta, una novela de cuatro volúmenes que en el fondo era la historia de cómo su prima se casó con otro y él se quedó con las ganas. Como no podía vengarse en la vida real, se vengó en 1.200 páginas de puro drama melodramático.
La novela fue un éxito entre la gente que tenía mucho tiempo libre y pocas opciones de entretenimiento. Galdós descubrió que podía escribir el mismo rollo una y otra vez cambiando solo los nombres, y así nació el primer universo cinematográfico de la literatura española.
Carrera política: el mirón en el Congreso
Diputado por correo
En 1886 lo metieron en el Congreso como diputado por Puerto Rico, territorio que jamás visitó pero al que envió cartas muy sentidas y regalos baratos: un sombrero de paja, una botella de ron y un libro suyo dedicado (el peor regalo de todos).
En el Parlamento descubrió que la política era aún más aburrida que sus propias novelas. Se dedicó a observar a sus compañeros diputados con la misma intensidad con la que acechaba a los transeúntes madrileños, tomando notas mentales para futuras obras que nadie leería.
En 1910 se presentó por varias circunscripciones usando identidades falsas y bigotes postizos, una estrategia electoral que hoy sería ilegal pero que entonces solo era ligeramente ridícula.
El desastre teatral
Convencido de que podía conquistar el teatro como había conquistado la novela (es decir, por agotamiento del público), Galdós empezó a escribir obras teatrales. El problema era que sus diálogos eran interminables, sus tramas incomprensibles y sus obras duraban más que un vuelo a Australia.
Su estreno más "exitoso" fue Electra en 1901, que cabreó tanto a la Iglesia que los curas se vengaron boicoteando su candidatura al Nobel. La obra generó cuatro parodias diferentes, que fueron más divertidas que el original, lo cual no era muy difícil.
Los empresarios teatrales lo evitaban como a la peste, los actores se quejaban de tener que memorizar monólogos kilométricos, y el público se quedaba dormido en el primer acto. Solo un director masoquista llamado Emilio Mario le montaba las obras, probablemente por lástima.
Últimos años: el mirón ciego
Galdós pasó sus últimos años casi ciego, dictando novelas a una secretaria que probablemente se planteó el suicidio varias veces. Siguió paseando por Madrid como un fantasma de sí mismo, aunque ya no podía espiar a la gente con la misma eficacia.
Los madrileños lo señalaban por la calle: "Mira, ahí va el pesado que nos escribió 80 libros que nadie ha leído enteros". Murió en 1920, probablemente de agotamiento después de una carrera dedicada a aburrir sistemáticamente a sus contemporáneos.
Obras principales
Episodios nacionales
- Primera serie (1873-1875): España existe y tiene historia (mentira)
- Segunda serie (1875-1879): Más historia inventada para rellenar
- Tercera serie (1898-1900): Se quedó sin ideas pero siguió escribiendo
- Cuarta serie (1902-1907): El retorno del aburrimiento
- Quinta serie (1908-1912): "Por favor, que alguien me pare"
Novelas contemporáneas
- La desheredada (1881): Su prima como prostituta (venganza literaria)
- El amigo Manso (1882): Un tipo aburrido para gente aburrida
- Fortunata y Jacinta (1887): 1.200 páginas de obsesión con su prima
- Miau (1888): Un funcionario que dice "miau" (en serio)
- Tristana (1892): Su prima otra vez, pero más triste
- Nazarín (1895): Un cura con complejo de mesías
- Misericordia (1897): Caridad cristiana en formato ladrillo
Teatro (el gran fracaso)
- Realidad (1892): La única vez que no lo abuchearon
- La loca de la casa (1893): Profético autorretrato
- Electra (1901): Cómo enfadar a toda la Iglesia católica en tres actos
Legado
Galdós inventó el concepto de "realismo español", que consistía en espiar a gente normal y después convertir sus vidas en drama insoportable. Sus técnicas de observación social fueron adoptadas más tarde por los paparazzi, los reality shows y las redes sociales.
Su verdadera aportación a la literatura fue demostrar que se puede escribir muchísimo sin decir nada especialmente interesante. Inspiró a generaciones de escritores mediocres que confunden cantidad con calidad y aburrimiento con profundidad.
Trivia
- Escribía con lápiz porque las plumas le provocaban urticaria
- Fumaba 20 cigarros al día y bebía café por litros
- Nunca superó lo de su prima Sisita (patético pero romántico)
- Sus vecinos se mudaban cuando descubrían que vivía cerca
- Predijo Instagram: "Algún día todo el mundo podrá espiar la vida de los demás"
- Es el único escritor español que ha conseguido que la gente se sienta culpable por no leer sus libros
Véase también
- Acoso literario
- Cómo escribir 80 libros sin tener nada que decir
- Historia alternativa para dummies
- Primos que arruinan carreras
- Teatro que da sueño
Enlaces externos
- Asociación de víctimas de Galdós
- Guía de supervivencia literaria
- Hall of Fame del espionaje doméstico

