Incilibros/Guía para vivir en pareja

De Inciclopedia
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Cita3.pngSi no podemos vivir juntos, moriremos solos.Cita4.png
Típica frase conciliatoria de un hombre en calzoncillos recogiendo los trastos que su pareja le arroja desde la ventana tras expulsarle del domicilio marital.

Todas esas horas de duro trabajo como repartidor de pizzas en bicicleta por los bajos fondos de la ciudad han tenido su recompensa: te acaban de ofrecer el puesto de encargado, te despides de la bicicleta y por fin cobras el sueldo mínimo interprofesional. ¡Es hora de pensar a lo grande! Tu pareja lleva meses lanzándote indirectas (si por indirectas entendemos una huelga de sexo a tiempo completo hasta que cedas a sus pretensiones). Es hora de dar un paso más en vuestra relación. Llegó el ansiado momento de compartir algo más que una bolsa de palomitas en el autocine. Se lo has comentado a tus padres y, tras abrir un par de botellas de champán y secarse las lágrimas de la emoción, te han dado un beso por primera vez en muchos años. Ya no hay vuelta atrás: te vas a vivir en pareja y estás muy emocionado. Pobre iluso. No sabes dónde te has metido.

Hablando se entiende la gente. Ustedes no.

De repente, un extraño

No es lo mismo contemplar a tu alma gemela tras dos horas de depilación/afeitado, maquillaje, peluquería y aromatizaciones varias, que chocarte con ella por el pasillo a las ocho de la mañana, en pijama, ojerosa, recubierta de legañas y furiosa porque se te ha vuelto a olvidar comprar café. El amor es ciego, pero tú no. Te sorprenderás de la cantidad de cosas que desconocías totalmente de tu media naranja. No es extraño que en ocasiones te asalten las ansias irrefrenables de hacerte un zumo con ella. Describiremos una serie de peculiaridades intrínsecas a la convivencia que te harán contemplar con buenos ojos la opción de convertirte en un Hikikomori.

¡Sorpresa! Tu madre tenía razón. Ahora ya es demasiado tarde.
  • Las pequeñas manías: Ordenar los yogures en el estante de la nevera según el orden alfabético de sus sabores seguramente te resultará algo divertido o incluso entrañable al principio, pero cuando comprendas que estarás obligado a hacerlo durante el resto de tu vida bajo pena de fusilamiento emocional, la cosa se tornará extremadamente desagradable a la velocidad del rayo.
  • Eso no va ahí: El reordenamiento doméstico de tus enseres particulares y objetos personales según el nuevo y mejor criterio de tu pareja sólo será comparable a la reestructuración neuronal que tu cerebro necesitará para acostumbrarse a recordar la actual ubicación de cada elemento sin necesidad de malgastar no menos de cuarenta minutos diarios en actividades como localizar el cepillo de dientes en el neceser situado justo detrás del botiquín de la balda superior del armarito del baño. O como dice tu pareja: "En su sitio".
  • A fumar a la terraza: Te parecía recordar a tu novio/a como una persona bastante más permisiva en el ámbito de la contaminación nicotínica ambiental antes de que os fuérais a vivir juntos. No le des más vueltas: seguramente es cosa de tu delicada memoria atrofiada por los efectos del pernicioso cigarrillo.
  • Me duele la cabeza:[1] Er... Mejor pasamos al siguiente apartado para no herir sensibilidades.

Relaciones con otros humanos

Desengáñate: esto sólo pasa en los anuncios.

Humanos conocidos

Cita3.pngEum... ¡Me voy al bar!Cita4.png
Un novio desesperado tratando de evitar lo inevitable.

En la nueva situación, pronto comprenderéis que resulta complicado mantener separados los grupos de amistad de cada cual, lo cual puede sonar desagradable, pero en realidad es catastrófico. Las amistades de tu pareja que te desagradaban hasta la náusea y que hasta ahora habías logrado mantener a raya y fuera de tu alcance visual, auditivo y olfativo, se presentarán en tu domicilio y no sólo tendrás que hablar con ellas, sino que además deberás ofrecerles algo de beber. El confinamiento en el cuarto de baño es una medida de aplicación limitada. Fingir enfermedades altamente contagiosas sólo funciona unas pocas veces antes de empezar a resultar sospechoso. Golpearles en la cabeza con el rodillo de amasar hasta que se arrojen por el balcón puede resultar políticamente incorrecto. ¿No lo sabías? El amor conlleva servidumbres adquiridas con las que hay que apechugar. ¡Haberlo pensado antes!

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Por alguna extraña razón, a tu pareja no le parece una buena idea que tus educados amigos se reúnan en tu casa delante del televisor para ver el partido y beber cerveza hasta que la alfombra pida a gritos un billete de ida a la tintorería más próxima. Sin embargo, no parece tener ningún problema en organizar siniestros aquelarres de esotérica temática relacionada con las dietas de treinta y seis horas, los cotilleos de destrucción masiva, la decoración de interiores y la condenación del género masculino en su totalidad. Y por si fuera poco, ni siquiera se molesta en asegurarse de mantener una adecuada provisión de cerveza en la nevera. ¡Ingrata! ¿Habrase visto semejante injusticia?
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Por alguna extraña razón, tu pareja siente una impulsiva necesidad irrefrenable de invitar a vuestra casa a los individuos más asilvestrados de la ciudad para hablar de mujeres, fútbol, tetas, fútbol, culos y fútbol, sin olvidar quejarse por las escasas provisiones de cerveza que ocupan tres de los cuatro estantes principales de la nevera. Sin embargo, cada vez que alguna de tus amigas te hace una visita, él se encierra en el cuarto de baño, sufre algún tipo de indisposición física que le imposibilita ejercer como anfitrión, o recuerda de pronto que tiene un importantísimo asunto que resolver en la otra punta de la ciudad. ¡Ingrato! ¿Habrase visto semejante injusticia?
La suegra viene de serie. Los rulos son extras.

Humanos familiares

Cita3.pngEstás más delgado, ¿no? ¡Llévate un tupper! ¡Con vuelta!Cita4.png
Tu madre, inasequible al desaliento

Os habéis decidido a huir de las garras de vuestras respectivas familias disfuncionales y os las prometéis muy felices pensando en que a partir de ahora volaréis libres por el mundo sin rendir cuentas a nadie. Craso error. Tenemos malas noticias para vosotros: una madre es lo más parecido a un Terminator que podemos encontrarnos en la vida real, salvo si obviamos el hecho de que el Terminator no practica el noble arte de la extorsión por chantaje emocional. Son perseverantes, tenaces, mortales de necesidad. No se darán por vencidas fácilmente. Lo sabes, y ellas saben que lo sabes. Y no se pueden arrojar a un tanque de acero fundido así como así.[2]

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No le gusta y no se molesta en disimularlo. No, a tu madre no le gusta tu novia. Es una arpía que sólo te quiere por tu dinero. No tienes dinero, pero eso da igual. No te alimenta correctamente: estás adelgazando. Seguro que ni siquiera sabe planchar. En el pueblo ya se decía que en esa familia suya estaban todos algo chiflados. No, nunca le cayó bien. Pero se obstina en obligarte a llevártela a su casa los domingos a comer para aplicarle el reglamentario tercer grado semanal, y humillarte mostrándole esas fotos tuyas en la bañera cuando tenías cuatro años. Con tu patito de goma. Pero eso no es lo peor. Tu novia también tiene familia, y por algún extraño motivo, ella necesita que la acompañes a cuantos eventos familiares salgan a su paso. Cuanto más multitudinarios, mejor. No te molestes en poner excusas: estás obligado a charlar animadamente con sus padres y someterte a su escrutinio implacable sin flaquear. Nunca, jamás, bajo ningún concepto, te atrevas a criticar a su madre: no la obligues a elegir entre ella y tú, porque no tienes nada que hacer.
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No estás completamente segura de si tu novio se avergüenza de ti, o se avergüenza de ellos, pero comprobarás indignada que intenta por todos los medios evitar que pases un solo minuto junto a su familia. ¡Con los buenos ratos que pasáis todos juntos mirando esas fotografías tan monas! Y no sólo eso: ni tan siquiera se molesta en disimular su animadversión total hacia tu madre, y su pánico nuclear ante tu padre. No es para tanto: el hecho de que sea un veterano del ejército coleccionista de armas con una considerable cantidad de metralla alojada en el lóbulo temporal no debería suponer ningún problema, si es que te quiere de verdad. ¡Ni siquiera es capaz de recordar el nombre de tus doce primos! Eso sí: tendrás que resignarte a soportar con una sonrisa en la boca que su madre se obstine en aprovechar las visitas para plancharle la ropa y preparar comida para una semana mientras te mira con ojos de serpiente y te ataca con su máquina de lanzar indirectas salvajes. ¡Ay! ¡Todo sea por la armonía familiar!
Una metáfora visual.

Cachorros humanos

Cita3.pngOs traigo alegría, y se acabó la paz. Y además me he zampado el pan.[3]Cita4.png
Cachorro humano saludando.

Despues de varios meses cohabitando y contemplándoos mutuamente las ojeras, el asunto se empieza a tornar soporífero. La inigualable sensación de vértigo inicial se torna consuetudinaria y predecible monotonía. Ya habéis cambiado los muebles de sitio cuatro veces. Habéis criticado inmisericordemente a la práctica totalidad del vecindario. Habéis exterminado la plaga de hormigas rojas asesinas que habían establecido su campo base justo debajo del cabecero de la cama. Habéis terminado con toda la colección de DVDs que regalaban con el periódico de los domingos. Necesitáis algo más que aporte savia nueva a vuestro emocionante proyecto de vida en común y espante a los siempre peligrosos fantasmas de la rutina. Tenéis todas las herramientas necesarias y sabéis exactamente dónde están: es hora de reproducirse.

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Esa cosa que chilla como un cerdo y huele mal es tu hijo. Se revuelve sobre sí mismo y profiere sonidos guturales y lastimosos aullidos sin mostrar consideración alguna hacia ti y tu despertador, que va a sonar a las siete de la mañana hayas podido pegar ojo o no. Básicamente es una máquina de ingestión de billetes y expulsión de materia fecal en estado variable de treinta y cinco años de vida media garantizada. Sabes que los barrotes de la cuna sólo son una medida de contención temporal. Sabes que tarde o temprano saldrá de ahí para pedirte dinero, invitar a sus amigos a tu casa y consumir Dios sabe qué drogas sintéticas inconcebibles para tu anticuado raciocinio. Trátalo bien; muéstrate razonablemente predispuesto a escuchar sus peticiones. No querrás verte en un asilo antes de los sesenta y cinco años. Es un contrato social implícito que tendrá que respetar: podrás darte el placer de pagarle con su misma moneda. Mientras tanto, levántate de la cama para calentar el biberón y cambiarle los pañales por sexta vez en veinticuatro horas. Quien ríe el último, ríe mejor. Hasta entonces, habrá que llorar en silencio.
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El parásito que durante nueve meses te ha absorbido los nutrientes básicos y te ha pateado internamente sin cuartel en lugares cuya existencia desconocías es tu hijo. Te exprime la alegría de vivir por los pezones, y se ha asegurado de dejar una profunda huella de su paso por tu organismo en forma de estrías diversas, dolorosos puntos de sutura y pequeñas pero terriblemente embarazosas pérdidas de orina. Puedes tirar a la basura el contenido de tu armario en su totalidad: nunca más podrás meterte dentro de esos pantalones. El milagro de la vida ha llamado a tu puerta, y piensa quedarse una buena temporada. Ahora comprendes que las pilas de tu reloj biológico habrían cumplido servicio de forma mucho más gratificante dentro del mando a distancia del televisor. No te preocupes por la ineludible desaparición de cualquier atisbo de vida social de ahora en adelante: estarás demasiado ocupada corriendo tras el pequeño Belcebú como para sentir los más mínimos deseos de comunicarte con otro ser humano hasta dentro de muchos años. Sus abuelas se encargarán de hacerte notar constantemente tu supina incompetencia como madre. El milagro de la vida tenía mucho mejor aspecto en las películas, y no se aceptan devoluciones.

Conclusión

Hay otras opciones. Pero piénsalo bien: no es oro todo lo que reluce.

Desde los albores de la Humanidad, y salvo honrosas excepciones de amancebamientos impúdicos en culturas extremadamente avanzadas, el Homo Sapiens se ha obstinado en agruparse en torno a esa Célula de la sociedad que resulta ser el emparejamiento vitalicio con opciones reproductivas incorporadas. A lo mejor estamos condenados a someternos al dictámen de nuestro aguerrido código genético, o puede que las firmes garras de la enculturación social no nos permitan ver el bosque de la libertad que se intuye allá al fondo, en esa arcadia feliz repleta de urbanizaciones de solteros y divorciados donde las disputas conyugales brillan por su ausencia. De lo que estamos seguros es de que, tarde o temprano, no nos quedará más remedio que hacer de tripas corazón, y amoldarnos a tan atávica tradición. Altas dosis de paciencia y una buena provisión de benzodiacepinas serán nuestras mejores armas para conservar nuestra salud mental, llegado el momento. Mientras tanto, podemos esperar en zapatillas.

Enlaces menos problemáticos

Notas al pie

  1. No le duele la cabeza.
  2. Al menos, no sin una buena coartada.
  3. Esto está fusilado de una canción del grupo musical Los Enemigos, pero haremos la vista gorda por esta vez.
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Artículo destacado

Este artículo ha sido destacado en la Portada por decisión popular.

Los rumores sugieren que sus autores fueron instruidos
por el mismísimo Miguel de Cervantes.