Cine catástrofe

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Cita3.pngCon La Guerra de los mundos aprendí cómo respaldar la invasión a otra nación. Me encanta el cine bélico, es muy aleccionador.Cita4.png
Tony Blair sobre sus gustos cinematográficos a la hora del té.
Cita3.pngIndependence Day es una película muy ilustrativa, y muy patriótica: you can watch the evil and terrorrists attack and si no fuera por mi artritis yo mismo me subiría a un caza para cazar talibanes extraterrestres.Cita4.png
George W. Bush sobre su película favorita

Cita3.pngMirusté Dependece Day is one of mai favuraite movis, becós tu depent of mai frent Bush and mai frent Blair is de best for España.Cita4.png
José María Aznar sobre sus dependencias... y amistades.
Tres adictos al cine de catástrofe.

El cine catástrofe o cine de catástrofes (en inglés, disaster films), engloba a un tipo de películas que entrañan cierto peligro y que tienen en común el hecho de poder verlas en tu casa, o en un cine, acompañado de tu novia o de tu novio, a condición de que no te caiga una viga en la cabeza, ni se revienten las cañerías del agua, o que se prenda un fuego y quedes achicharrao... Indispensable es para consumir este cine proveerse de palomitas de maíz y de un buen refresco de cola (como ninguna marca nos pagaría la publicidad, obviamos citar a ninguna). El tema de estos filmes es siempre el mismo: una catástrofe en curso, o inminente -incendios, terremotos, naufragios, meteoritos, un presidente negro de color, etc.- afectará a un grupo de personas. Es como el fin del mundo, pero sin fin; es decir, que entre los protagonistas siempre habrá un héroe que intentará salvarlos a todos porque es más listo que los demás. Y eso por no hablar de algunas secuelas, o trecuelas, cuatricuelas, etc, que no se acaban nunca.

Desde sus albores, el Homo Sapiens siempre ha vivido acojonado del poderío devastador de la madre naturaleza. El cine ha querido representar ese acojone en numerosas películas. A pesar de que algunas fueron catastróficamente malas, otras se han convertido en clásicos de muy buen ver. Por lo general, traen consigo un amplio reparto de actores y múltiples líneas argumentales; un personaje principal, varios personajes menores y muchos extras suelen sucumbir al desastre. Esto, junto a la catástrofe en sí, es de lo que más gusta el público, es decir, que los efectos especiales sean espectaculares, que muera mucha gente, y cuanta más mejor. Es lo bueno de este tipo de cine, aunque en ocasiones casi no enseña sangre ni vísceras: si fuera así, vomitarías tus palomitas de maíz y te marcharías asqueado del cine; lo cual es contrario a los intereses de quienes crearon la película. Ellos sólo quieren de ti que la veas, para que luego, a bordo de un avión o de un barco, o en un ascensor, o en una hipotética visita a Los Ángeles o a San Francisco, te acuerdes de ellos y los mandes a salva sea la parte, que eso siempre les dará mucha publicidad.

Génesis del Desastre.

En el principio el celuloide fue creado, y los hermanos Lumiere aprovecharon la ocasión para hacerse ricos con el invento. Y ésa fue la primera catástrofe. Después filmaron una locomotora transitando por su vía, y la gente, al verla en la pantalla, huía despavorida por miedo a ser arrollada. Y ésa fue la segunda catástrofe: el cine era real y podía reflejar las cosas de la vida. Al final, Hollywood tomó forma y dijo: hágase la luz, fílmense películas, exhíbanse en los teatros -pronto llamados cines- y hacedme rico. Y así pronto los dólares se multiplicaron y los cines poblaron la faz de la Tierra.

Y como las películas eran muchas y variadas, de pronto, a algún descerebrado se le ocurrió que, para asegurarse unos cuantos dólares más, bien podría asustar a la gente con películas de miedo y terror. Pero no fue bastante. Pronto probó suerte con películas de temática social pero la gente se aburría al verlas o se quedaba dormida. Mala suerte.

Luego el Titanic se hundió y alguien pensó: eso sí que es una verdadera tragedia social, ricos y poderosos congelados en medio del océano, ahogados, sin un mal dólar a que agarrarse para salir a flote...; hagamos una peli de ese desastre. Y la hicieron. Y la peli gustó. Se descubrió que a la gente le iba cantidad ver desgracias ajenas en el cine. Eran los tiempos del cine mudo, por lo tanto, las tragedias y los desastres eran mudos. Cuando el cine aprendió a hablar, y más tarde a vestirse en colores, explotó aún más el morbo del público por ver más desgracias, ya que eso daba dinero. La ecuación era muy simple: hacer una película, por ejemplo, sobre piratas, que luchan entre ellos con los malvados ingleses, será más espectacular, y dará más dinero si además le añades al film un diluvio, seguido de un huracán, o de la erupción de un volcán. Rimas aparte, la mezcla de desastres alteraba el producto, y a veces, lo mejoraba. Ésta fue la tercera, y definitiva, catástrofe.

Década Catastrófica de 1970: Auge, Esplendor y Decadencia.

El gran auge de las películas de catástrofe tuvo lugar durante la década de 1970 y comenzó con Aeropuerto (1970), basada en una novelita de Arthur Hailey. La película sentó cátedra. En ella aparecen todas las situaciones y todos los tópicos que tendrán las películas de catástrofe: muchas estrellas y caras conocidas en pequeños papeles, con el fin de que el espectador pueda adivinar,apostar y pelearse con cualquier persona que vea si pierde o se emborracha recordar quién muere en cada escena o quién sobrevive. Para las grandes estrellas que salen en ese tipo de películas se trataba justamente de eso, de sobrevivir: actores y actrices de la época dorada de Hollywood, que ya en su madurez, volvieron al cine, con este tipo de filmes, por pura supervivencia: Charlon Heston, Paul Newman, George Kennedy, Burt Lancaster o Gloria Swanson son sólo algunos nombres... Como el de Irwin Allen, y a él le debemos el esplendor de este género.

Guionista y productor de series de ciencia ficción en la televisión de los años 60, Irwin Allen, produjo dos de los filmes que catapultaron el cine de catastrófes, como La aventura del Poseidón (1973) o El coloso en llamas/Infierno en la torre (1975). En sus películas, a diferencia de otras, se trataba de llevar a los protagonistas a situaciones extremas de difícil o imposible resolución: en medio de las llamas, o amenazados por el agua, los protagonistas deben hacer frente cosas tan mundanas como comer, excretar u orinar procurando no despeinarse ni quemarse. Y a fe que lo logró. A ello se añadían unos excelentes efectos especiales y una gran tensión.

Tras el éxito de estas dos producciones pronto surgieron otras que casi emulaban el mismo argumento, y las mismas situaciones, pero que no estuvieron a la altura del trabajo de Irwin Allen... Aviones sin piloto, meteoritos con ansias de caer sobre Nueva York, inundaciones donde nunca llueve, que ya es mala suerte, o trenes atraviesan puentes herrumbosos, poblaron los cines de aquellos años. Pero la decandencia vino servida de la mano de Irwin Allen, quien quiso juntar todo en una misma película y consiguió que la gente huyera del cine y reclamara que les devolvieran el dinero de la entrada, es decir, por saturación de los temas. La película era El dia del fin del mundo/Al filo del tiempo (1980). Cuando se extinguió el volcán que fue la excusa para esta película, también se extinguió este tipo de cine.

Renacer: Efectos Especiales Devastadores.

Y tras una década de descanso, quizá porqué ya en la vida real ocurrían demasiadas catástrofes (la guerra fría, la presidencia de Ronald Reagan, el 23-F, o el ingreso de España y Portugal en el entonces llamado Mercado Común y hoy Unión Europea), el cine volvió a mostrarnos ya en la década de los 90, más cataclismos con la ayuda del desarrollo de los efectos especiales, gracias a las nuevas técnicas por animación creadas por ordenador. De nuevo algunos aeroplanos volaron en cielos hostiles, transatlánticos mareados se hundían en océanos revueltos, o se precipitaban caprichosos meteoritos que siempre impactaron en Nueva York: Turbulencias/Turbulence (1997), La tormenta perfecta/The perfect storm( 2000) o Armaggedon (1997), por ejemplo. Los mismos escenarios que en los 70, sí, pero más vivos y más reales hasta el punto de justificar la película por sí sola en función del gran despliegue de gráficos generados por computación y otros efectos especiales.

A día de hoy la situación se ha invertido, y se asemeja al estilo de las películas de acción de antes de la década de los 70: ahora la catástrofe no es el tema central de la película, sino que forma parte de ella como un subtema. Un ejemplo de ello sería El incidente/The happening (2008) o Señales del futuro/Knowing (2009).

Guía de Supervivencia.

En caso de que este tipo de cine te atrape y, en un momento dado y por cualquier circunstancia, te sientas como uno de esas personajes, puesto en situación de catástrofe extrema y con inminente peligro de muerte, consulta esta guía. Si ya has recuperado la cordura, deja de bajarte estas películas por internet, o deja de alquilarlas en tu video-club. (Sí, sabemos que hay gente que aún lo hace)

  • A bordo de un avión: Ten siempre el cinturón abrochado. En medio de unas turbulencias severas, grita mucho hasta quedarte afónico. Pero lo mejor es mantener la calma y seguir las instrucciones del asistente de vuelo. En el caso extremo de descubrir que no hay piloto, no llames a Charlton Heston ni a George Kennedy, que ambos están ya en el limbo y no atienden a ninguna psicofonía. Ten a mano el famoso manual llamado "Aprenda a pilotar un Airbus o un Boeing en sólo 2 horas", leélo, memorízalo e intenta posar el avión sobre una nube. Sino es posible, reparte paracaídas a todo el pasaje y abandona el aparato. Pero no sufras, todas las aerolíneas vuelan siempre con un piloto de recambio, más el piloto automático.
  • A bordo de un transatlántico: No embarcar sin saber nadar, esto es muy importante. Si aún así has embarcado, no te alejes nunca, durante toda la travesía, de un bote salvavidas. Otea siempre el horizonte, en busca de una ola asesina. Es muy problable que arribes a puerto sin haberla encontrado.
  • En el interior de un rascacielos Si eres deportista siempre irá bien subir las escaleras de una en una hasta llegar a la azotea. Pero te recomendamos que siempre utilizes los elevadores para no cansarte. En caso de declarse un fuego, evita los ascensores y deja que el cuerpo de bomberos se encargue de todo. No te hagas el héroe salvando a abuelitas y a niños, que luego nadie te lo va a agradecer.
  • De visita en Nueva York: Evita usar el Holland Tunnel, que allí siempre pasan cosas malas, como por ejemplo, que explote el túnel por culpa de Silvester Stallone, que ya no sabe qué hacer para llamar la atención. Claro que también en Manhattan, si visitas el Empire State Building, siempre podrías toparte de bruces con King Kong en la azotea y eso da repelús. O peor aún, te podría caer un trozo de edificio en la cabeza si a un meteorito le apetece impactar en él. Y lo peor, Manhattan podría llegar a inundarse, o a congelarse y tu quedar como un cubito de hielo... Conclusión, no vayas a Nueva York, es como una gran zona de guerra y resulta demasiado peligroso.
  • De visita en Los Ángeles: Piénsatelo dos veces antes de poner tus pies en esta ciudad. En ella nada es lo que parece y nada es real. Dejando el aeropuerto, que no te arrastre un autobús descontrolado freeway arriba o freeway abajo. Pero lo más importante, ten tu manual a mano sobre vulcanología. Otro sobre las placas tectónicas y la deriva continental también te será útil. Nunca se sabe qué puede ocurrir en el subsuelo de esa ciudad, del cual dicen que tiene vida propia. A la menor sospecha de un temblor de tierra huye de Los Ángeles.

Y recuerda, esto o algo peor podría haberte sucedido a ti.

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