Espartaco

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Cita3.png¡Están locos, estos esclavos!Cita4.png
El pretor Claudio Gabro corriendo colina abajo con el culo en llamas.

Espartaco (Tracia, 113 a. C. - Lucania, 71 a. C.) fue un fornido filósofo, estudioso y erudito esclavo tracio que tuvo el coraje de alzarse contra su condición de mula de carga al servicio de la República, y declarando oficialmente la Tercera Guerra Servil, originó una reacción en cadena que a la sazón culminaría con la estrepitosa caída de la ya maltrecha República Romana y el inicio del ya inicialmente decadente Imperio Romano con la sola ayuda de dos manos, dos piernas, y un casco de gladiador de bronce que se agenció disimuladamente aprovechando un descuido en un mercadillo de Capua (según se llega a Nápoles, a la derecha y todo recto).

Otros van a la oficina. Espartaco degüella leones aquí dentro.

Casco gladiator.gif Primeros mandobles

Cita3.pngLos leones han comido sólo yogur; los carpinteros diseñan la cruz; los gladiadores se frotan las manos; Ave César morituri, mori... ¡Tururú!
Hace más de dos mil años, matábamos cristianos.
Somos los romanos. Somos los putos amos.Cita4.png
El caballo de Espartaco, añorando los sosegados días de esclavitud.

Los orígenes de este carismático prohombre se ubican en la región balcánica de Tracia (más o menos la actual Bulgaria) que tras haber sido expoliada por griegos y persas, se encontraba en aquellos tiempos en el punto de mira de los siempre avispados romanos (como vemos, hoy día las cosas tampoco han mejorado mucho por aquellos andurriales). Tras enrolarse en el ejército romano huyendo de varios maridos burlados con aviesas intenciones, tomó la sabia decisión de desertar en cuanto empezaron a rodar cabezas tracias a diestro y siniestro. Lamentablemente, fue capturado y condenado a la esclavitud más asquerosa cavando yeso en una cantera. Hombre, pues tampoco estaba tan mal; puestos a cavar en una cantera, mejor cavar yeso que carbón. No duraría mucho la cosa: sus excepcionales cualidades físicas no pasaron desapercibidas para los ojeadores y cazatalentos de los equipos de gladiadores romanos, que le enviaron directamente a aprender el oficio del ensartamiento con casco a la escuela de gladiadores de Capua. Allí, entre piñazos y lanzadas varias, se fraguaría la rebelión que le haría famoso en todo el Imperio y parte del extranjero.

Casco gladiator.gif Empiezan las tortas

Cita3.pngMe parece que me voy a poner en huelga...Cita4.png
Espartaco afilando la navaja.

En la escuela de gladiadores, Espartaco se empezaba a cabrear considerablemente. Su compañero de pupitre no se afeitaba jamás, la mayor parte de los profesores le habían cogido manía, y empezaba a tener serios problemas con las asignaturas de Degollamiento de León y Enardecimiento de las multitudes II. Espartaco, que había leído con gran interés el primer libro de la Política de Aristóteles, consideraba que el filósofo ateniense erraba estrepitosamente en su concepción del esclavismo como una forma de organización social inherente a la propia naturaleza de los distintos caracteres humanos, y también se encontraba lejos de aceptar su condición de animal doméstico bípedo. Así que, aprovechando una excursión a la fábrica de corazas organizada por la Asociación de Padres de Gladiadores, huyó junto a dos de sus compinches ocultos en un carro de estiércol de mula. No tardaron en aprovisionarse de unas cuantas armas asaltando un carro de material de gladiadores con la ayuda de sendas medias de pretoriano que ocultaban sus rostros, y establecieron su campamento base en las faldas del Vesubio, cuya humeante cima les transmitía una sensación de calor y seguridad incomparables.

¡Licinio! ¡Espero que eso que noto sea tu lanza!

Cuando el asunto llegó a oídos de los jerifaltes romanos, estos enviaron al Campamento Espartaco a una pequeña brigada de enclenques soldados que duró menos que lo que habrían durado en la tienda de Obélix a la hora de la cena. Este éxito, unido a la sabia administración marxista del botín que el siempre juicioso Espartaco repartió entre sus congéneres, provocó que las filas de los ex-esclavos se fueran incrementando considerablemente con otros muchos evadidos de los aledaños. De esta forma, la segunda acometida romana, compuesta por 3000 hombres bajo el mando del pretor Claudio Glabro, tuvo que poner pies en polvorosa tras recibir una cantidad de patadas en el culo tan grande que una cantidad mayor de patadas en el culo no puede ser pensada. Este escarmiento antológico[1] recibió el nombre de Batalla del Vesubio, aunque a decir verdad, de batalla tuvo bien poco.

Casco gladiator.gif La cosa se pone seria

Cita3.pngYo soy... ¡Espartacooo!Cita4.png
Espartaco ante un león pero con más hombres

A resultas del estrepitoso fracaso, el pretor Claudio Gabro sirvió de aperitivo a los leones de las cinco y media, y un sudoroso pretor Varinio se hizo cargo de la siguiente acometida contra el pesado de Espartaco y sus malolientes secuaces. En esta ocasión, las tropas romanas fueron literalmente engullidas por los salvajes esclavos ávidos de entrañas humanas, y el pobre Vitrinio tuvo que huir corriendo ladera abajo mientras unos cuantos descerebrados la emprendían a dentelladas con su caballo. Esta nueva victoria contra el otrora impresionante ejército de Roma conllevó una auténtica revolución. Mientras Vitrinio servía de merienda-cena para los leones de las nueve y media, y entre los miembros del Senado aumentaba exponencialmente la proporción de úlceras gastroduodenales, millares de esclavos de todo el sur de Italia se alzaban contra sus amos, saqueaban ciudades y aparcaban ilegalmente frente a los vados de los garajes de cuadrigas. Espartaco, que no había leído a Hegel y no tenía ni la menor idea de la dialéctica en la relación amo - esclavo y el conocimiento del trabajo, se vio de todas formas comandando un ejército formal de 70.000 hombres sedientos de venganza y dispuestos a coleccionar cueros cabelludos de patricios despistados.

-Euhm... ¡Tú primero!
-¡De eso nada!

Los planes de Espartaco eran sencillos: dirigir a su ejército de desheredados hacia el norte reuniendo a la mayor cantidad posible de indigentes, y abandonar Italia a través de los Alpes no sin antes detenerse en cuanto lupanar o recinto de peleas ilegales de gallos se encontrase en su camino. Pero por aquel entonces, en el seno de la República Romana comenzaban a oírse las palabras del vigente Pontífice Cayo Julio César.[2] Su máxima Divide y Vencerás surtió efecto en las huestes de Espartaco, que vio cómo 20.000 de sus hombres abandonaban su mando ante los cantos de sirena del traidor de Crixo, que les prometió su peso en vino y dos mulas a cada uno a cambio de seguirle en su aventura secesionista. El resultado: 20.000 esclavos ahogados en las costas de Brindisi mientras intentaban llegar a nado a la isla de Lesbos, en una desastrosa demostración de los escasos conocimientos geográficos de tan abnegada clase trabajadora.

Casco gladiator.gif Craso error

En efecto, las reivindicaciones en materia de derechos laborales eran bastante más drásticas por aquel entonces.
Cita3.png¡Los elefantes! ¿Quién se encargaba de los elefantes?Cita4.png
Espartaco buscando desesperadamente un medio de transporte para atravesar los Alpes

A pesar de todo, Espartaco siguió adelante en su loca huída hacia los Alpes, y llegó a reunir a 120.000 energúmenos borrachos y juerguistas rumbo a las descocadas tierras del norte. Pero un temible enemigo asomaba en el horizonte. Terminados los jugueteos con las patrullas locales y las milicias de medio pelo, la República se puso seria y puso al mando del asunto al cónsul Craso Longino, que como todo el mundo sabe gustaba de ostras y caracoles por igual, y que le esperaba en las orillas del Po tomando el sol y bebiendo cerveza junto a una legión de 200.000 soldados especialmente motivados ante las expectativas de castración que les habían planteado sus superiores ante una futurible derrota. Espartaco, que no había leído a Voltaire, pero también pensaba que la falta de humanidad de los señores para con sus sirvientes era la causa de todo aquel lío en el que se habían metido, aceptó de buen grado el combate y salió victorioso una vez más en lo que ya empezaba a considerarse una desfachatez intolerable y una desvergüenza rayana en lo ofensivo para los chicos de las corazas amarillas.

Incomprensiblemente, una vez superado este último obstáculo, Espartaco y sus amigos tomaron una decisión que historiadores de épocas posteriores coincidieron en catalogar como "tremendamente graciosa": en lugar de culminar su objetivo y cruzar las montañas rumbo a las voluptuosas y liberales mujeres germanas, dieron media vuelta y se volvieron por donde habían venido. Algunos piensan que los golpes en la cabeza recibidos en el transcurso de las múltiples batallas habían afectado considerablemente a su capacidad de orientación; otros opinan que los esclavos de Espartaco aún no había completado su colección de cueros cabelludos de patricios acongojados; e incluso hay quien se inclina por la sencilla explicación de que "se habrían olvidado algo por ahí". El caso es que, con dos cojones por barba, viento en popa a toda vela, se lanzaron cual gacelas a la boca del león. Espartaco, que no había leído a Nietzsche, pero sentía firmemente arraigado entre las muelas el inquebrantable instinto de Voluntad de Poder, se afeitó las patillas, ensilló su caballo y tomó la inevitable decisión de atacar el corazón del Imperio. Se dirigieron a Roma. Y de camino, cantaban.

Casco gladiator.gif A dónde te crees que ibas, infeliz

Plutarco sabía muy bien por qué Espartaco se había empeñado en dar media vuelta...
Cita3.png¡Yo no soy Espartaco!Cita4.png
Espartaco escurriendo el bulto. Demasiado tarde, granuja.

A partir de este momento, los historiadores no se ponen de acuerdo, y las versiones de lo allí acontecido que nos han llegado de Plutarco y Apiano difieren considerablemente. Pero puestos a simplificar, diremos que las huestes de Espartaco, tras intentar sin éxito adentrarse en el corazón de Roma, se vieron obligados a corretear por toda Italia de arriba a abajo huyendo de un furioso Craso al mando de ocho legiones completas con una totalidad de 40.000 soldados entrenados, número que se vio considerablemente reducido por la inveterada tendencia de Craso a acuchillar a uno de cada diez soldados cada vez que a alguien se le olvidaba calentarle las sandalias por las mañanas. Sintiendo las afiladas lanzas de las legiones de Craso rozándoles el trasero, al pobre de Espartaco se le acabó la tierra bajo sus pies y se vio acorralado al borde del estrecho de Messina. Tras desdeñar la opción de intentar cruzar a nado hacia Sicilia, Espartaco, que no había leído a Thomas Hobbes y todavía no sabía que el hombre es un lobo para el hombre, y el hombre con pata de palo aún más, decidió hacer un trato con los honrados piratas cilicios para que les transportaran a bordo de sus navíos. Incomprensiblemente, los honrados piratas cilicios les abandonaron en tierra llevándose consigo todos los efectos personales de nuestros héroes, salvo una colección de toneles en los que introducirse para pasar la fría noche.

Para acabar de chafar la Espartacada, asoma la gaita desde el norte el sinvergüenza de Pompeyo, que venía de correrse una juerga de tres meses por las tabernas de Hispania, y unió sus legiones a las de Craso para aniquilar a los pobres esclavos que trataban sin éxito de ocultarse en el interior de sus toneles hasta que pasara la tormenta. La barbacoa fue de proporciones bíblicas, y a los escasos 6.000 supervivientes se les buscó una curiosa utilidad al ser crucificados con una antorcha incrustada en el esófago para iluminar el trazado de la nueva carretera de Roma a Capua.

Casco gladiator.gif El principio del fin

Espartaco había dejado de fumar definitivamente, pero con la Tercera Guerra Servil terminó también el sistema económico de mano de obra gratuita que tantos beneficios había dado a la República. Espartaco, que no había leído a Marx ni falta que le hizo, empezó su gloriosa trayectoria dando de collejas a los milicianos Capuanos y terminó ofreciendo al mundo una demostración práctica de Revolución Proletaria cortando cabezas desde debajo de un casco de gladiador. Las generaciones posteriores honraron su imperecedera memoria con Olimpiadas Comunistas, camisetas de algodón y tazas de desayuno. El pueblo nunca olvida a sus héroes. Sin lugar a dudas, Espartaco se sentiría orgulloso.

Casco gladiator.gif Eslabones perdidos

Casco gladiator.gif Letra Pequeña

  1. Aquí hay un juego de palabras muy bien traido, ¿eh?
  2. En aquella época, el Pontífice sólo se ocupaba de pescar en el Tíber y comer uvas, al contrario que en la actualidad, que también publica encíclicas.
Cervantes.jpg

Artículo destacado

Este artículo ha sido destacado en la Portada por decisión popular.

Los rumores sugieren que sus autores fueron instruidos
por el mismísimo Miguel de Cervantes.

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