Victoriano Huerta
Presidente de México por la fuerza |
---|
Mandato | Del 13 al 14, un poco más que Lascuráin |
---|
Residencia | Su bunker |
---|
Segundo | Aureliano Blanquet, al que le iba a tocar la mala por traición |
---|
Hechos | Perder la Revolución Mexicana y dejar las cosas peor que antes |
---|
Anterior | Siguiente |
---|---|
Nacimiento Defunción | Chihuahua Periodo de Usurpación |
---|
Afiliación | Partido golpista Huertista |
---|
Estado actual | Odiado por su familia actual |
---|
Relaciones | Con nadie, era un solitario |
---|
Enemigos | Francisco I. Madero, Emiliano Zapata, Pancho Villa, Venustiano Carranza, Estados Unidos, Los animales |
---|
Victor y ano Huerta (1850 – 1916 por borracho) fue un militar, político y dictador mexicano que gobernó México con bigote de hierro entre 1913 y 1914, tras convertir al presidente Francisco I. Madero en un colador para pasta. Fue apodado el "Chacal" por sus enemigos, el "Tata" por sus amigos, y el "Ano" por sus familiares. Su gobierno fue apoyado por los Estados Unidos, la Iglesia Católica y los terratenientes, la CIA, Javier Milei y el PAN, y rechazado por los revolucionarios, los campesinos y los intelectuales (que aún estaban vivos, pero no por mucho tiempo). Huerta fue derrocado por una alianza de fuerzas barbudas lideradas por Venustiano Carranza, el Santa Claus Mexicano, Álvaro Obregón quien aún tenía tres dos brazos, Francisco Villa quién se hacía pasar por Pancho Villa y Emiliano Zapato antes que cambiara a Zapata, que se unieron para echarlo del poder, pero luego se pelearon entre ellos por el control de México y ninguno quedó vivo. Huerta murió en el exilio en Texas, víctima de una combustión humana espontánea por su excesivo consumo de alcohol.
Juventud y educación
Según los chismes de la Notaría Parroquial de Colotlán, José Victoriano Huerta Márquez nació y fue mojado el 23 de diciembre de 1850 en Colotlán (otras fuentes dicen que era más viejo, pero era un mentiroso). Sus padres fueron huicholes, aunque su padre se hacía pasar por mestizo para que no lo obligaran a pagar impuestos. Huerta aprendió a leer y a escribir en la escuela del cura, lo que lo hacía un genio en Colotlán donde nadie más había aprendido. Desde muy joven, Huerta quiso ser militar para salir de la jodida miseria. Su oportunidad llegó cuando se ofreció como esclavo del general Donato Guerra.
Como recompensa se le dio una beca para el Colegio Militar, donde sacó unas notas tan malas que le dieron un castigo especial; el presidente Benito Juárez, el primer indígena en la presidencia, lo regañó con las siguientes palabras:
En el colegio, Huerta fue un flojo en matemáticas, por eso se especializó en artillería y topografía, que eran las más fáciles.
Gestión militar
Se graduó del Colegio Militar en 1877, después de repetir curso varias veces. Empezó su carrera como teniente, pero pronto se dio cuenta de que eso no le daba suficiente poder ni dinero, así que se dedicó a hacer méritos para ascender, como chuparle las botas a sus superiores, traicionar a sus compañeros y sobornar a los jueces.
Su principal protector fue el general Manuel González Flores, quien era el jefe de la 4.ª División en Guadalajara, y también el padrino de su boda con Emilia Águila Moya, una mujer que conoció en Veracruz y que le dio 11 hijos, de los cuales solo reconoció a 3. Durante las “campañas de pacificación” en Tepic y Sinaloa, Huerta se hizo famoso por pagar a sus soldados con vales de comida, botellas de tequila y sombreros de charro, cosas que compró con el salario real de sus soldados menos su comisión del 90%.
Durante nueve años, se dedicó a hacer mapas de los estados de Puebla y Veracruz, lo que le permitió conocer todos los rincones del país y hacer negocios sucios con los caciques locales. Admirador confeso de Napoleón, apoyó a Porfirio Díaz por considerarlo un líder fuerte, aunque en realidad solo quería estar cerca de él para apuñalarlo por la espalda cuando tuviera la oportunidad, cosa que no alcanzó a hacer.
Su ascenso fue imparable, llegando a coronel en 1890. Se instaló en el Castillo de Chapultepec y se convirtió en parte del círculo íntimo de Díaz, al que le hacía favores personales, como llevarle el periódico, prepararle el café y masajearle el bigote. Participó activamente en acciones militares en diferentes regiones entre 1895 y 1902, ascendiendo a general en 1901 y recibiendo medallas por su valentía, aunque en realidad siempre se escondía detrás de sus subordinados o de los hijos de éstos, pues el general Huerta insistía en que las familias de los soldados también fueran a las batallas para tener más gente detrás de la que acostarse.
Sin embargo, su salud se fue deteriorando por sus adicciones a lo Bender, lo que finalmente lo obligó a retirarse del ejército en 1907. Después de dejar el servicio militar, se dedicó a hacer obras públicas en Monterrey, como puentes, carreteras y estatuas de sí mismo, mostrando un interés fingido en el desarrollo del país, mientras planeaba su próximo golpe de estado con cerveza, juegos de azar y meretrices.
Revolución maderista
Aunque le importaba un pepino la política, cuando se enteró de que había una revolución contra Porfirio Díaz, decidió volver al ejército con su rango anterior. Sin embargo, su participación inicial en la revuelta fue tan insignificante que ni siquiera él se acordaba de que estaba ahí.
Tras la renuncia de Díaz, Huerta tuvo la misión de escoltar el convoy presidencial hacia el puerto de Veracruz en mayo de 1911, aprovechando para robarle todo lo que pudo al expresidente, desde sus joyas y relojes hasta sus calzoncillos y calcetines. Durante la presidencia interina de Francisco León de la Barra y la posterior elección de Madero como presidente en noviembre de 1911, Huerta se dedicó a fastidiar a Emiliano Zapata.
Estas acciones, que incluyeron la quema de pueblos, el exterminio de sus habitantes y el saqueo de sus pertenencias, provocaron que Madero lo regañara como a un niño. Su historial previo de traición a las fuerzas revolucionarias y su participación en chismes y rumores contra Madero generaron un conflicto que rompió la alianza entre Zapata y Madero, dando lugar al “Plan de Ayala” de Zapata, que básicamente decía: “Madero, eres un idiota”.
A pesar de que la revolución contra Porfirio Díaz triunfó gracias a los esfuerzos de las tropas revolucionarias, Madero les dijo que ya no los necesitaba y que debían entregar las armas y volver a sus casas. Huerta, fingiendo ser amigo de Madero, se encargó de dirigir las fuerzas federales para reprimir a quienes se negaban a obedecer.
En un enfrentamiento con Francisco Villa, a quien ordenó arrestar y fusilar tras un pleito por el robo de caballos (y ni siquiera estaban tan sabrosos al carbón), la intervención de los hermanos de Madero impidió su ejecución. Este incidente aumentó la enemistad entre Huerta y Madero, llevando a que Huerta renunciara por orgullo (antes de que lo fusilaran).
Conforme la rebelión de Orozco amenazaba el gobierno de Madero, este que no aprendía y en verdad era medio tonto, volvió a llamar a Huerta para que lo ayudara a combatir las fuerzas rebeldes. Bajo su mando, Huerta derrotó a Orozco en Rellano en mayo de 1912, convirtiéndose en un héroe nacional de la noche a la mañana, aunque nadie sabía muy bien por qué.
La Decena Trágica
- Artículo principal: Decena Trágica
Madero era un presidente que nadie quería, ni sus conocidos, ni sus exaliados, ni sus enemigos y por lo visto aún menos sus amigos y seres queridos. Su sobrino, Félix Díaz, se alió con unos generales para darle un golpe de estado. Huerta, que era un general que trabajaba para Madero, les dijo que no, que él era un hombre de principios, que él era fiel a Madero, que él era un santo. Pero en realidad, solo estaba esperando a ver cómo se desarrollaban los eventos, porque él también quería ser presidente. El primer día de los enfrentamientos, el general Reyes se murió de un susto y el general Villar se hizo pipí. Madero le dio a Huerta el mando de la defensa, sin saber que él era un traidor. Huerta se unió en secreto con los golpistas y los ayudó a debilitar a Madero.
El hermano de Madero, Gustavo, descubrió a Huerta y lo arrestó. El presidente, que era muy ingenuo, no le creyó y lo soltó porque se veía muy pobrecito con ese bigotito. El embajador de Estados Unidos, Wilson, también estaba metido en el complot y le prometió a Huerta que lo reconocería como presidente porque lo veía muy confiable con ese bigotito. Huerta arrestó a Madero y al vicepresidente Pino Suárez y los encerró en Palacio Nacional. Luego los iba a mandar al exilio, según el pacto que había hecho con Wilson. Pero, pero...
Félix Díaz se sorprendió por la noticia, porque él pensaba que iba a ser el presidente. Pero Huerta lo convenció de que lo dejara gobernar un rato, para calmar a los maderistas. Luego, Huerta mandó a matar a Madero y a Pino Suárez en la cárcel de Lecumberri porque todos saben que del exilio todos regresan, pero del cielo sólo pocos. Él dijo que fue un accidente, que intentaron escapar cuando los obligaron a dar un paseo nocturno y por eso hubo que meterles cuatrocientos balazos a cada uno.
Periodo de usurpación
Victoriano Huerta, el malo malísimo, se quedó con el poder a base de trampas y engaños que ni los de la Casa de Papel se atreverían a hacer. Pedro Lascuráin, el Secretario de Relaciones Exteriores que era tan desconocido que ni su madre lo reconocía, se puso la banda presidencial por unos minutos, siendo el tercero en la línea sucesoria según la Constitución de 1857, después del vicepresidente y el Presidente de la Suprema Corte, que habían sido mandados a volar por el golpe.
En menos de 45 minutos, que es lo que tardas en hacerte un taco, Lascuráin nombró a Huerta como Secretario de Interior, que era el puesto que le tocaba al siguiente en la fila. Luego, Lascuráin renunció y le pasó el poder a Huerta, con el apoyo de un Congreso que estaba rodeado por los soldados de Huerta, que les hacían ojitos con sus rifles. Cuatro días después, Madero y Pino Suárez fueron asesinados, porque así es la vida en México.
A pesar de que el gobierno de Huerta fue reconocido por potencias extranjeras, que no se enteraban de nada de lo que pasaba en México, el presidente estadounidense William Howard Taft se negó a reconocerlo, porque estaba picado con México por una disputa fronteriza en El Chamizal, que era un pedazo de tierra embrujado. Sin embargo, con Woodrow Wilson, que era el que seguía después de Taft, había la posibilidad de reconocer el gobierno si se hacían elecciones. Félix Díaz y otros conspiradores querían hacer elecciones, pero Huerta no quería soltar el hueso.
Huerta trató de consolidar su gobierno, buscando apoyo de los gobernadores y negociando con Pascual Orozco, que era un exaliado de Madero. Orozco, que era un rebelde con mucha hambre, se mostró dispuesto a apoyar a Huerta a cambio de unas lentejas, pero Emiliano Zapata se opuso fuertemente a esta alianza, diciendo que era una traición a la Revolución y que era indigno de gente con bigote mexicano.
Huerta intentó sofocar la agitación social, reprimiendo la Casa del Obrero Mundial, que era un lugar donde se juntaban los trabajadores a hacer sus cositas, y oponiéndose a las ideas de reforma agraria promovidas por Zapata y otros, que querían repartir la tierra entre los campesinos. A pesar del apoyo inicial de algunos intelectuales, como Andrés Molina Enríquez, que se unió al gobierno, renunció al ver el rumbo autoritario de Huerta, que era un dictador de pacotilla y él tampoco era un intelectual muy listo porque tardó en darse cuenta.
El descontento creció y los opositores, encabezados por Venustiano Carranza con el Plan de Guadalupe, desconocieron a Huerta (ya sabe ¿Huerta? No lo conozco), llamando a la formación del Ejército Constitucionalista, que era un grupo de revolucionarios que querían hacer una nueva Constitución sin juegos de azar ni meretrices ni otras cosas que le gustaban a Victoriano. Carranza contó con figuras como Villa, Obregón y Zapata, que eran los buenos de la película, mientras Orozco optó por apoyar a Huerta, lo que provocó peleas y deserciones en el Ejército Federal, que era el ejército del presidente feo.
Huerta, buscando mantener su poder, reclutó a la fuerza a miles de hombres, incluyendo criminales, rebeldes capturados y personas desfavorecidas, que eran los que no tenían ni para frijoles. Sin embargo, su ejército mostró ser ineficaz y propenso a la deserción, porque nadie quería pelear por Huerta que tampoco pagaba porque se robaba todo el dinero.
Ante la presión interna, externa y unos ataques alienígenas a Palacio Nacional, con derrotas frente a los revolucionarios y el incidente de Tampico, que fue una excusa para que los estadounidenses ocuparan Veracruz y no de turistas, Huerta finalmente renunció a la presidencia el 15 de julio de 1914 después de una serie de derrotas y revueltas, principalmente la toma de Zacatecas por Obregón y Villa, que le dieron una paliza.
Exilio
Huerta se fue al exilio, primero viajando a Jamaica, a bordo del crucero alemán SMS Dresden, que era el único barco que lo aceptó. De ahí se dirigió a Reino Unido, en el vapor británico de la United Fruit Company, que le regaló un plátano de despedida. Después viajó a España y llegó a los Estados Unidos en abril de 1915, donde nadie lo quería ver (hizo mucha vuelta para quedar a 10 minutos de la frontera con México, y eso que era cartógrafo, pero no de los buenos).
Una vez iniciada en Europa la Primera Guerra Mundial, Huerta fue contactado por funcionarios del Imperio Alemán que le ofrecieron apoyo para intentar regresar al poder, porque les sobraba el dinero y no sabían qué hacer con él. Se entrevistó con un oficial naval del espionaje alemán, quien le prometió dinero, armas, juegos de azar y mujerzuelas para intentar un golpe de Estado en México (otra vez) y, a cambio, el régimen de Huerta debía de comprometerse a iniciar una guerra contra Estados Unidos, porque los alemanes tenían un plan infalible y siempre ganan las guerras. Pero como las reuniones se hacían en restaurantes caros donde también iban a comer los del Servicio Secreto (porque Huerta no quería asistir a sitios de pobres), los gringos se enteraron de todo.
Tras contactar con su antiguo rival Pascual Orozco y reclutarlo para su conspiración, Huerta viajó a El Paso, Texas, para encontrarse con él y varios seguidores con el objetivo de regresar a México e iniciar un levantamiento, pero fue detenido por los gringos junto con el propio Orozco, siendo acusado de borracho degenerado y traidor. Huerta quedó encarcelado y luego lo mandaron a su casa a pasar a un arresto domiciliario porque nadie lo soportaba en la cárcel, aunque volvió a terminar ahí porque de nuevo quiso regresar a México ahogado de borracho con una pistola de juguete para derrocar a quien sea que estuviera de presidente.
Murió víctima de tomarse 300 litros de coñac en una sola noche, que se tomó porque le gustaba mucho y no tenía otra cosa que hacer. Aunque nuevas investigaciones dicen que pudo haber sido envenado cuando le echaron agua a su coñac.
Véase también
- Revolución mexicana
- Adolfo de la Huerta (sorpresivamente no son el mismo)