Política
Excepción hecha de los árbitros de fútbol, pocos profesionales reciben tantas y tan enconadas críticas como nuestros abnegados políticos. Estos entrajetados mandamases dibujan desde sus escaños las líneas maestras del plan de ruta que dirigirá nuestras vidas inexorablemente y se exponen al escrutinio público de cientos de miles de ciudadanos que les otorgan su confianza para conducir la sociedad a cambio de un mísero sueldo y alguna que otra oportunidad para el tráfico de influencias, el desfalco, la corrupción urbanística y la invasión y el expolio de países cercanos y militarmente poco desarrollados. Pero ¿qué se esconde detrás de todo ese entramado de siglas, colores, banderas y logotipos? ¿Qué profundos sistemas ideológicos vertebran los programas de gobierno de todos esos simpáticos demagogos con corbata? Se desarrollan a continuación las principales ideas que subyacen a ese cúmulo inextricable de ismos que atiborran nuestros buzones y decoran nuestras ciudades en forma de atractivos panfletos y carteles durante las insufribles campañas electorales que nos atribulan periódicamente y apelan a nuestra conciencia de ciudadanos responsables.
Concepto
La Política es el arte de convencer al pueblo para que pague a un selecto grupo de individuos para dirigir sus destinos, a cambio de poder volver a elegirlos al cabo de cuatro años, con una pequeña subida de sueldo (en el mejor de los casos). Existen diferentes corrientes ideológicas en el espectro político, y son fácilmente distinguibles por el color de las banderitas que se reparten en los mítines, y por la cantidad de vello facial que lucen los candidatos.
Como primera aproximación no muy académica, podemos decir que los conservadores quieren que todo el mundo (excepto el 1% más rico) sean trabajadores esclavos obligados a construir pirámides gigantes, mientras que los liberales quieren permitir que los homosexuales se casen con usted contra su voluntad. Los moderados muestran un balance entre las dos posiciones, argumentando que los homosexuales sólo pueden obligarlo a una "unión civil" y que todos deberían tener la opción de construir pirámides gigantes.
Orígenes de la Política
Los primeros políticos de los que se tiene constancia aparecen en el Neolítico. Los cavernícolas más débiles, hartos de que otros cavernícolas físicamente superiores les dieran en la cabeza con un hueso de mamut y se llevaran a su cueva sus mujeres arrastrándolas por la melena, idearon un sistema de organización jerárquica que prohibía a los cavernícolas abusones apoderarse de las mujeres de los miembros de las clases dirigentes. Unos pocos años más tarde, los nómadas cavernícolas, hartos de vagabundear por el mundo en busca de fruta y jabalíes, deciden convertirse al sedentarismo y formar asentamientos sustituyendo las frías y húmedas cuevas por económicos apartamentos de protección oficial. Un par de semáforos después, habían nacido las ciudades, y con ellas la imperiosa necesidad de poner un poco de orden en aquel caos urbano de peripatéticos y chalados viviendo en toneles.
Fue en la Atenas del siglo V a.C. cuando se popularizó el término "Política", gracias a un tal Aristóteles que, harto de que otros griegos físicamente superiores le arrearan con un trozo de estatua de mármol en la cabeza y se llevaran sus mujeres a su tonel arrastrándolas de la melena, ideó un sistema de organización jerárquica por el cual todos los miembros de la comunidad físicamente poderosos eran enviados con Pericles a combatir contra los Espartanos a la Guerra del Peloponeso, mientras los ciudadanos virtuosos y equilibrados permanecían en la Polis cuidando de que la cuestión demográfica no se viera resentida por tanta disputa bélica.
Sistemas ideológicos
Simplificando bastante el asunto, podemos hablar de cuatro sistemas ideológicos, en función de su ubicación en las siguientes dos dimensiones: económica (izquierdas - derechas) y social (autoritarismo - liberalismo). Curiosamente, sea cual sea la adscripción ideológica de cada partido político, y posiblemente siguiendo las doctrinas sobre el Fin de la Historia del célebre humorista Francis Fukuyama, todos dicen estar "En el centro", seguramente muy apretujados.
Totalitarismo
En los regímenes totalitaristas, El Partido decide qué es lo que debe Ud. comer en su casa los viernes por la noche. El Partido está representado por un Hombre con Bigote que da mucho miedo. El Partido coloca estatuas del Hombre con Bigote en todos los cuartos de baño del país. El Partido se reserva el derecho a expropiar sus bienes y sus mujeres, y de paso darle un par de collejas, si fuera necesario para la buena marcha del Estado. El Partido dispone de un contundente ejército muy bien uniformado para resolver pacíficamente las pequeñas dudas que puedan surgir al respecto de la conveniencia de la situación política por parte de la ciudadanía. El Partido recomienda fervientemente el Culto a la Personalidad del Hombre con Bigote.
Conservadurismo
Los regímenes conservaduristas están En contra de cualquier tipo de novedad desequilibrante, como las elecciones generales, o repintar la cocina. Les gustan las Monarquías porque esos tipos duran muchos años. Distribuyen grandes hogueras en las inmediaciones de los laboratorios científicos no directamente subvencionados por el Gobierno; su sistema educativo se basa en el estudio del Diseño Inteligente, y los trajes oficiales de los tribunales populares incluyen túnicas blancas, capuchones almidonados y cruces ardientes. Los conservaduristas pueden ser fácilmente identificados a simple vista, porque suelen estar recubiertos de polvo, llevan una pegatina de Margaret Thatcher en la solapa y siempre van armados. En los últimos tiempos, y haciendo un ímprobo esfuerzo, algunos de los actuales representantes de esta corriente se denominan a sí mismos "Neocon", en un claro intento de acabar con su fama de poco amigos de los cambios. Seguramente comulgarían a ciegas con el Principio de Lampedusa, pero todavían no lo han leído en ningún sitio. Eventualmente, cualquier sistema político deriva en éste, pues a los ancianos les cuesta cambiar de rutina.
Socialismo
En los regímenes socialistas, el Estado se reserva el derecho de intervenir económicamente para repartir las riquezas de un modo más justo y equitativo, es decir, simular que se quiere llegar al comunismo. Antiguamente preconizaban la lucha de clases y la apropiación del proletariado de los medios de producción, pero hoy día consideran que "La burguesía tampoco está tan mal". Entonces se dedicaron, como buenos capitalistas, a administrar los Estados como empresas: tienen su junta directiva que mantiene al gerente a la cabeza mientras sea popular entre sus empleados y buscan generar cuantiosas ganancias mediante impuestos, aranceles y demás trucos aprendidos de sus "enemigos" los burgueses. También tienen programas para que el turista gringo quede fascinado con el socialismo y así invierta en su empresa o incluso le dé por hacer la revolución en algún país y así formar una empresa aliada. Todo esto cuidando muy bien que no se vean los empleados más pobres de la planta, porque qué vergüenza. Desde los gobiernos socialistas se potencia la creación de Organizaciones No Gubernamentales de ayuda al Tercer Mundo, a los leprosos y a los franceses. Otra figura clave en el pensamiento socialista puede reflejarse con un "Mmmmm... ¡Sí, el 0´7 no está nada mal!". En algunos países, el socialismo contempla las cartillas de racionamiento como elemento indispensable en el desarrollo de la maquinaria económica. Todos los socialistas de pro tienen a "El Capital" como libro de cabecera, pero ninguno de ellos lo ha leído jamás. (¡Ni falta que hace!).
Liberalismo
La ideología liberal antepone el derecho del individuo a maltratar su propio cuerpo y el de los empleados de su empresa de la forma en que crea más oportuna, sin que medie intervención alguna por parte del coactivo y malvado estado opresor. El liberalismo económico, lejos de lo que pudiera parecer a simple vista, es una de las doctrinas abrazadas por las ideologías conservadoras, que exigen sin pudor algo así como un despido libre y subvencionado, y se quedan tan contentos. Estos Importantes Hombres de Negocios se niegan a sufragar con sus impuestos los comedores sociales para los pobres desdentados, y los subsidios de desempleo de los recalcitrantes vagos que parasitan la Seguridad Social, y que no disponen de jugosas nóminas para ingresar en sus Bancos. El liberalismo social es harina de otro costal, e incluye aspectos tales como el derecho ilimitado a consumir sustancias estupefacientes, interrumpir el embarazo a los diecisiete meses de gestación, si es preciso, y el nudismo como opción razonable en los oficios religiosos. Claro que todos estos grandiosos derechos no son sino para los individuos, no entran locos, delincuentes, animales o indígenas, bebés o fetos, gente de clase baja, viejos bigotones, madres solteras, punks desadaptados, gente honrada ni inciclopedistas, es decir, sólo califica el 1% de la población mundial que trabajó muy duro para poder nacer en el seno de una familia medio pobre, medio boba.
Todo lo demás. El futuro desolador.
En rigor, cualquier partido político puede ubicar su ideología en función de las dimensiones anteriormente descritas, aunque algunos muestran una capacidad alarmantemente pasmosa para dar cobijo en su programa electoral a propuestas francamente incompatibles entre sí, siempre que las circunstancias así lo requieran (entendiéndose por "circunstancias", todo aquello que pueda incrementar el rédito electoral en función del sentir general del pueblo en torno a una cuestión determinada en el mágico momento de introducir la papeleta en la urna). A este fenómeno le denomina "política bidireccional", o también "demagogia cósmica". En cualquier caso, estos son los derroteros por los que parece que avanzan los tiempos políticos en la actualidad, habiéndose iniciado lo que ya parece un irreversible confluencia central del espectro político, por la que todo parece indicar que, no tardando demasiado, alcanzaremos los tiempos en los que la única diferencia entre los proyectos presentados se manifieste en el color de la corbata del candidato principal. Bien mirado, para entonces nos habremos quitado un peso de encima.
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