Burj Al Arab
Burj Al Arab es el más hotel de todos los hoteles, tan hotel que tiene siete estrellas, dos más que los hoteles menos hoteles que solo tienen cinco estrellas de hotelidad. Es el emblema de la ciudad de Dubái, ubicada en la parte más media del Medio Oriente, donde todo es tan inconflictivo que el único conflicto es decidir cuántos pisos más construir. Forma parte de un exceso arquitectónico conocido como Emiratos Árabes Unidos. El hotel fue construido como un delirio de grandeza por Thanos bajo la forma de una vela, que en realidad es una nave espacial para sacar a los jeques de la Tierra cuando llegue el 2012 (o si ya pasó, cuando llegue el próximo fin del mundo).
Es una estructura flotante sobre una isla artificial, con una altura desafiante a las leyes de la física y la de Alá, permitiendo una vista desde la cual se pueden ver los pecados financieros de la humanidad, un desafío para los bolsillos más abultados, y el lugar perfecto para que los millonarios pongan huevos de oro.
¿Por qué en Medio Oriente?
La decisión de construir el Burj Al Arab en Dubái y no en un lugar menos peligroso como Suiza o las Zombieland fue simple: Dubái quería demostrar que podía ser la nueva capital del mundo construyendo algo tan absurdamente lujoso que hiciera parecer a Las Vegas un parque de caravanas. Los arquitectos inicialmente sugirieron construirlo en Mónaco, pero los jeques insistieron que el desierto era el lugar perfecto, argumentando que si pueden hacer que la gente pague miles de millones de dólares por dormir en medio de la nada, pueden hacer cualquier cosa.
La zona fue elegida estratégicamente para demostrar que mientras el resto del Medio Oriente se bombardea por pasatiempo, Dubái está ocupada construyendo islas artificiales con forma de palmera y rascacielos de Star Wars. El proyecto también sirvió para responder a la eterna pregunta: "¿Qué haces cuando tienes tanto petróleo que ya no sabes qué hacer con el dinero?".
Los críticos argumentaron que era una locura construir semejante estructura en una región tan volátil, pero Dubái respondió construyendo tres hoteles más y comprando a esos críticos que ahora adoran todo lo desértico y feo.
Historia
Fundación
El Burj Al Arab no tuvo más remedio que ser diseñado como un velero gigante porque los jeques se negaban a hospedarse en algo que no fuera un barco, aunque estuviera en medio del desierto. Antes de su construcción, los árabes locales se alojaban en tiendas de camello y en viejos dhows (veleros tradicionales) varados en la arena, donde daban cobijo a vagabundos, profetas y algún que otro Lawrence de Arabia perdido.
El creador, desesperado por justificar el presupuesto ilimitado que le dieron, le preguntó a un beduino si tenía alguna idea. Más que feliz de ayudar, el anciano le entregó su tecnología más avanzada: oro líquido y aire acondicionado, la solución perfecta para el calor infernal. El arquitecto agradecido pasó el verano en una jaima climatizada, que se mantenía fresca gracias a excrementos de camello y el aliento helado de un genio atrapado en una lámpara, hasta que sus puntos de diseño se agotaron.
Cuando finalmente terminó el proyecto, aseguró la estructura con petrodólares para que no se derrumbara y presentó su obra maestra al mundo. Aunque el concepto era ridículo, los jeques estaban encantados y aprendieron a comunicarse con los turistas mediante gestos obcsenamente ostentosos, cheques en blanco y miradas de desprecio, compartiendo su tradición de beber café de oro en tazas de cristal Swarovski. Todo era maravilloso y excesivo hasta que llegaron los occidentales a arruinarlo con sus selfies, sus tarjetas de crédito al límite y su costumbre de pedir hamburguesas en un hotel de siete estrellas.
Actualidad
Es el segundo edificio más exclusivo del mundo (es más difícil entrar ahí que al Kremlin o a la Casa Blanca) gracias a sus suites de 1000 m² con mayordomos dorados, pero podría muy bien robarle el primer puesto al Palacio Real de Dubái pronto, ya que los príncipes comunes se multiplican allí. Sin embargo, hay algunos pobres en sus alrededores, más notablemente los turistas que solo pueden pagar una foto frente al helipuerto. No hay plebeyos ni guetos en el hotel, lo cual es notable considerando su opulencia: las minorías con menos de 10 billones en el banco se mezclan perfectamente (tan perfectamente como un mendigo puede mezclarse en una alfombra de oro) y raros avistamientos se reportan cerca del lugar, pues los no VIPs entienden que no tiene sentido acercarse a un sitio que los rechaza con tanta elegancia.
Sin embargo, si alguien hace cuentas para ver si puede pagar otra noche y eso llega a los oídos de un recepcionista o un guardia de seguridad (el 99% de su personal), se exige inmediatamente verificar el saldo bancario, sin importar si el sospechoso es un jeque, un magnate o un famosillo. Si el individuo ha estado merodeando por más de 5 minutos y no ha gastado un patrimonio de al menos 8 cifras, se le acusa de haber contaminado el aire con su respiración plebeya y es expulsado para que se lo coman los tiburones de diamantes.
Instalaciones
Habitaciones
Los huéspedes del Burj Al Arab, a diferencia de los de otros hoteles, no están satisfechos a menos que haya subsaharianos esclavizados para cumplir con los estándares de comodidad. Esto se logra proporcionando un carruaje de Lamborghinis para llevarte desde la puerta hasta tu cama, ya que las suites están tan lejos que caminar sería una violación a los derechos humanos del lujo. Cada cierto tiempo, los huéspedes son transportados a lomo de esclavos solo para llegar al minibar, asegurando un método efectivo de evitar el ejercicio.
Este hotel demuestra su experiencia en hacer que cada centímetro cuadrado sea más ostentoso que el anterior. Las toallas de oro de 24 quilates y las cortinas de fibra de unicornio están entre las favoritas, pero en caso de emergencia, incluso los botones del ascensor están hechos de diamantes tallados por artesanos grecorromanos muertos hace centurias. Es bien sabido que la mayoría de las habitaciones están decoradas con todos los materiales que existen y algunos que no.
Restaurantes
El Burj Al Arab alberga el restaurante más exclusivo de Asia y es considerado por muchos como el mejor establecimiento africano desde que Wisconsin abrió una franquicia en la Antártida. Aun así, la ONU lo ha nombrado el lugar más pretencioso del mundo durante 10 años consecutivos. Para entendelo, hay que culpar al Sheikh Al-Chef, un ilustre cocinero que, por razones desconocidas, solo trabaja bajo luna llena.
El menú comparte millones de ingredientes semipermeables con los restos fragmentados del antiguo Imperio otomano y el ya extinto Imperio romano, así como con Pakistán, Uganda, Perú y otros territorios con cocina cuestionable. Debido a una distorsión localizada en el continuum gastronómico, la cocina central del restaurante ha sufrido un cambio de fase y ahora sirve como portal a un universo paralelo (una dimensión cúbica de alta energía alimentada por especias raras y sangre de unicornio [la sangre, por supuesto, es un mito, ya que todo cliente del Burj Al Arab tiene un nivel de alcohol en sangre de al menos el 50%]).
Piscina
Las piscinas limitan al norte con el Mar de los Emiratos, al sur con más piscinas, al este con agua y al oeste con agua. Fueron catalogadas como el único lugar con agua en el desierto, hasta que alguien recordó que el Golfo Pérsico existe. Fue así como se descubrió que, en realidad, están rodeadas de más agua. A pesar de su ubicación evidente, la mayoría de las personas no sabe en realidad cómo llegar a este lugar. Debido a su inexplicable lujo y su estatus de lugar casi mitológico, muchos expertos creen que para acceder a las piscinas del Burj Al Arab hay que dar tres vueltas alrededor de un jacuzzi de oro, enviar 2 señales de humo con perfume de Chanel y hacer un salto mortal sobre 90 grados mientras se canta "agarrense de las toallas unos a otros conmigo" para ser teletransportado al Dubai Mall. Ahí dentro deberá recitar una oda a las chanclas de Sheikh Mohammed y, de esa forma, aparecerá repentinamente en algún lugar aleatorio de la piscina. Sin embargo, otro pequeño grupo concuerda con que para llegar basta con reservar una habitación en el hotel, tomar el ascensor hasta la planta correspondiente y caminar unos pasos hasta el área de piscinas, que al parecer, debería estar al lado del mar (según dice el folleto) pero en realidad queda como 20 metros más arriba.
Política de reservas
Actualmente el inflado y exclusivo ícono de Dubái, anteriormente el inflado pero nuevo ícono de los hoteles que no sabían qué más inventar. El Burj Al Arab tiene la deshonrosa cualidad de haber sido cuna de las políticas de reservación más políticas, gracias al trabajo de los gerentes, o tiranos, especialmente durante el Siglo de las Suite-jerarquías, un conocido método dubaití que logró algo que nadie había podido hasta el momento: que todos tuvieran que vender un riñón para reservar, incluidos los millonarios y excepto los sheikhes. En este hotel se creó además el concepto de "reservación estratosférica" a través de la democracia del lujo, en la que un grupo de millonarios, seleccionados por ser los más millonarios que humillan a los ricos normales, se dedicaba en sus horas de ocio (todo el día) a discutir cómo justificar los precios mediante el concepto de un hombre, un yate, lo cual excluía al 99.9% del resto de la humanidad que era considerada una manada de pobres o, con menos suerte, mochileros.
Pero la mayor virtud del Burj Al Arab es tener una suite grande en la punta del hotel, en donde no se hospedaba nadie y tampoco dejaban hospedar a Mahoma porque no podía pagarlo, llamada Suite Presidencial. El estilo de las políticas de reservación estaba sobre el resto del mundo, que apenas dejaba de dormir en hostales y comenzaba a soñar con un All Inclusive, es por eso que se mandó traer lingotes de oro desde las minas de El Dorado, se erigió este palacio y se puso un letrero de "reservaciones solo para elegidos" (porque no solamente debían tener todo el dinero del mundo, sino también ser superiores en todos los aspectos) hecho de diamantes en la entrada para que todos pudieran ponerse verdes de envidia.
Y sí, este hotel, al ser el hotel más hotel, pues el hotel de la Luna de seis estrellas nunca lo superará porque el Burj Al Arab lo destruyó hace tiempo, tiene sus políticas de reservación demasiado políticas. Piden demasiado para estar en el conflictivo Medio Oriente.
Clientes frecuentes
César Borgia: Cliente VIP en el Burj Al Arab antes de que existiera. Le dieron la suite papal pero la cancelaron cuando empezó a envenenar al room service.
John D. Rockefeller: Exigió que su suite estuviera bañada en petróleo. Por supuesto que se la dieron, la administración se preguntó por qué ese extranjero quería algo que abundaba más que la arena.
Elon Musk: Reservó 10 noches para hacer pruebas de gravedad cero en el helipuerto. Lo echaron cuando intentó pagar con Dogecoin y un tuit promocional.
Tony Stark: Dejó una propina de un millón y una factura por daños al aterrizar el Mark XLII en la piscina. El hotel aún lo demanda.
Bruce Wayne: Reservó bajo el nombre "Sr. Murciélago". Pasó toda la estadía en el techo, vigilando Dubái. Le cobraron extra por los agujeros de batigarros en las sábanas.
Tío Rico (Scrooge McDuck): Quiso pagar en monedas de oro pero se negó a soltar ninguna. Terminó durmiendo en la bóveda del hotel por voluntad propia.
Willy Wonka: Reservó para inspiración chocolatera. Dejó a los Oompa Loompas limpiando su suite. El hotel ahora prohíbe invitados de menos de 1.20m.
Mark Zuckerberg: Intentó pagar con "metaverso-dirhams". Le pidieron una identificación y mostró su versión en 8-bits. Lo confundieron con un bot y le bloquearon la cuenta.