Maximilien Robespierre

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Maximilien Robespierre
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Robespierre antes y después de descubrir los filtros de Instagram
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Rey
del Terror
Reinado o lo que sea 1793-1794
Predecesor Sucesor
Luis XVI
Langosta Thermidor
Personal
Nombre de verdad Maximilien François Marie Isidore de Robespierre, Maxime para los amigos (si es que tuvo)
Nacimiento Defunción Arrás
Plaza de la Guillotina, París
Casa Irreal Ninguna, vivía de allegado
Estado actual Guillotinado
Familia Un hermano inútil
Relaciones Saint-Just, Madame Guillotine, los sans-culottes
Enemigos Danton, Desmoulins, Hébert, Brissot, Luis XVI, María Antonieta y todo aquel que tuviera una peluca más bonita que la suya


Maximiliano Fransuá María Inodoro de Robespierre fue un abogado, político y revolucionario francés que encabezó (y posteriormente descabezó) la Revolución francesa que acabó con el Antiguo Régimen Lacto-Ovo-Vegetariano, promovido por el rey Luis XVI el Fofo y su esposa la reina María Antonieta de las Nieves desde el Castillo de Chantilly, e impuso en su lugar el Reinado del Terrón de Azúcar.

Impulsor del principio de “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, envió a la guillotina a miles de personas: hombres y mujeres, ricos y pobres, culpables e inocentes, todos eran iguales a los ojos de Robespierre y nadie le pudo convencer de que matar a tanta gente era una mala idea, ni con sobornos ni con mamadas, por lo que se ganó el apodo de "El Incorruptible".

Infancia y juventud

Nació en Arrás, un pueblo del departamento de Sacré-Bleu-et-Merde, y su padre lueguito se hizo humo. El pequeño Robespierre no tenía más amigos que sus hermanos Charlotte (la chismosa del pueblo) y Augustin (un perdedor que vivió a costillas de su hermano hasta su muerte). En sus ratos libres se dedicaba a leer obsesivamente a Voltaire, Rousseau, Montesquieu y a los clásicos latinos (Cicerón, Catón, Rubén Blades, Benny Moré, Héctor Lavoe, etc.) y a editar la Encyclopédie, la Wikia de la Ilustración, de la que llegó a ser administrador y terminó bloqueando no solo a los trolls sino a todos los que no pensaran como él.

Robespierre tuvo la oportunidad de conocer a su héroe Rousseau poco antes de que éste estirase la pata, y nunca olvidaría las palabras inmortales que pronunció el viejo sabio en aquella ocasión: "¡Mocoso de mierda, sal de aquí o llamo a la policía!"

Su condición de nerd antisocial se vio recompensada con una beca para estudiar en el pijísimo y exclusivísimo Lycée Louis-le-Grand-Fils-de-Pute de París, donde fue compañero de Camille Desmoulins, Georges-Jacques Danton, Stanislas Fréron y otros futuros cortadores de cabezas líderes revolucionarios. En cierta ocasión, Robespierre fue seleccionado para leerle un poema al recién coronado Luis XVI, bajo la lluvia, pero el monarca pasó de éste como de la mierda y se marchó en su carruaje apenas Robespierre terminó de leer, aprovechando de salpicarle lodo de un charco y partiéndose el culo de la risa a costa suya junto a María Antonieta. Robespierre nunca olvidaría este episodio.

Después de graduarse del Lycée, estudió una carrera acorde a su vileza (Derecho). Volvió a Arrás y abrió la firma Robespierre y Nadiemás, con la que se dedicó a defender lo indefendible hasta que fue llamado por la historia a dar el mayor salto de su carrera.

Los Estados Generales

Robespierre sin peluca y acariciándose los senos en éxtasis patriótico durante el Juramento del Juego de Pelota.

Para 1788, el Reino de Francia estaba más jodido que Venezuela. No había comida, las vacas en vez de leche daban lástima y el pueblo estaba obligado a pagar una fortuna en impuestos para mantener a los mismos aristócratas decadentes que sodomizaban a sus niños. A pesar de esto, las arcas fiscales estaban completamente vacías, ya que Luis XVI se había gastado la mitad del tesoro en croissants; la otra mitad la despilfarró María Antonieta en joyas, vestidos, zapatos, pelucas, consoladores y cirugías estéticas, sin mencionar su adicción a los juegos de azar. Los ministros del rey le aconsejaron que convocara a los Estados Generales, una asamblea de demagogos representantes de los tres estados (sólido, líquido y tercer estado) que se reunían cada 500 años para gritarse cosas entre sí y de paso tratar de resolver los problemas del país.

Robespierre logró ser elegido representante del tercer estado por unanimidad (Arrás era tan pequeño que solo votó él) y rápidamente se hizo famoso no solo por su impecable sentido de la moda y su peluca, que era la envidia de todo París, sino por su elocuencia y poder de persuasión. El conde de Mirabeau dijo de él “este jovencito llegará lejos porque realmente se cree las barbaridades que dice, alguien debería detenerlo antes de que sea demasiado tarde”, muriendo poco tiempo después a raíz de una súbita enfermedad.

A pesar de que en los Estados Generales el tercer estado era la mayoría, los otros dos estados siempre ganaban las votaciones porque el voto era por estado, no por cabeza miembro persona. Esto provocó un cabreo que gradualmente fue dando paso a un creciente furor revolucionario.

Un día, después de un partido de fútbol sala, y entre cerveza y cerveza, Robespierre y los demás miembros del tercer estado decidieron hacer un juramento de la garrita de no separarse por ningún motivo hasta darle a Francia una Constitución decente, que garantizara pan, techo, libertad, putas y velocirraptores ninjas cyborg capaces de comunicarse únicamente a través de solos de guitarra de Jimi Hendrix para cada francés. Así, el tercer estado pasó a convertirse en Asamblea Nacional Constituyente y los otros estados fueron echados a patadas.

La Revolución

Artículo principal: Revolución francesa

Poco después, el 14 de julio de 1789, una mujer llamada Libertad apareció corriendo por las calles de París con las tetas al aire y flameando una anacrónica bandera tricolor, y el pueblo, de puro caliente, la siguió. Una cosa llevó a la otra y el pueblo parisiense, encabezado por los denominados sans-culottes (“sin calzones” en francés, llamados así porque se habían quitado los pantalones y los calzones intentando violar a la mujer), terminó tomando por asalto la Bastilla y liberando a todos los presos, solo por joder.

A partir de entonces, lo que empezó como el movimiento reformista de unos cuantos pelucones pusilánimes se transformó en una Revolución con todas las de la ley. El pueblo, alentado por un esquizofrénico llamado Jean-Paul Marat, salía todos los días y todo el día a las calles a colgar aristócratas en los faroles para después cortarles la cabeza y ponerlas en una pica. El contrato social se convirtió en best-seller, “Ça ira!” en la canción más escuchada, y “La carmañola” fue el baile sensación del verano. Robespierre, sin embargo, se desmayaba a la vista de una espada y se oponía a la pena de muerte, a la guerra y a todo derramamiento de sangre, por lo que consideraba que un poco de orden no estaría mal. Pero al mismo tiempo, los demás reinos estaban temerosos de que la fiebre revolucionaria se propagara por toda Europa (y en ese tiempo no existía la CIA).

La gente sin embargo seguía muriéndose de hambre, así que marcharon de París a Versalles para pedirle explicaciones al rey. Éste dijo que estaba tan alejado del mundanal ruido que no se enteraba de nada, y la reina sugirió que ya que no había pan, comieran pastelillos. El pueblo respondió escoltando amablemente a punta de bayoneta a la familia real de regreso a París, al Palacio de las Tullerías, llamado así porque María Antonieta se sentía como “una tullida”, encerrada en aquel miserable palacio con apenas 47 salones de té (en comparación con los 48 del Palacio de Versalles).

A tanto llegó el lloriqueo de la reina que el rey y su familia decidieron una noche huir del país, de puntillas y disfrazados de personas normales, con la intención de quedarse unos días en Austria en casa del hermano de María Antonieta (que casualmente era emperador del Sacro Imperio Romano Germánico), reunir un ejército, invadir Francia, matar a todos los revolucionarios y recuperar el trono; pero fueron descubiertos cerca de la frontera con Austria porque a Luis XVI se le ocurrió detenerse en Varennes para comprar una barra de chocolate y pagar por ella en efectivo, olvidando que su gordo rostro aparecía en todas las monedas.

El atrevimiento de la familia real de intentar recurrir a una potencia extranjera para no dejarse pisotear y posiblemente ejecutar motivó que los revolucionarios se envalentonaran y considerasen la posibilidad de declararle la guerra a Austria. Robespierre, sin embargo, se oponía a una guerra porque creía que algún general con ansias de poder podría aprovecharse de la situación para apoderarse del gobierno y establecer primero una dictadura y luego un imperio bajo la excusa de propagar los ideales de la Revolución por Europa, pero Brissot, el líder de la facción de los girondinos, consideró absurda esta idea y convenció a la Asamblea de declarar la guerra a Austria.

Así empezó la gloriosa tradición del ejército francés de sufrir derrotas humillantes. Y como no había a quién más culpar, le echaron la culpa al rey.

El 10 de agosto de 1792, Danton, el líder revolucionario más popular (a pesar de ser feo de cojones) y amigo de Robespierre, se infiltró en la Comuna de París y noqueó a su presidente con un golpe de karate, declarando la Comuna Insurreccional de París, que era lo mismo pero con un nombre más cool. Al mismo tiempo, autorizó la Orden 66 y el asalto al Palacio de las Tullerías, pero permitiendo que el rey y la reina escaparan del palacio antes del ataque, no fuera a ser cosa que alguien saliera lastimado. Así terminó la monarquía y la primera etapa de la Revolución (inserte el Disco 2 para continuar).

El Terror

¡Pero mírenlo, si no sería capaz de matar ni a una mosca!

Tras el encierro de Luis XVI y su familia en la prisión del Temple, surgió el debate sobre qué hacer con él. Algunos lo querían vivo para burlarse de lo gordo que estaba pero otros consideraban que sería un buen muñeco de pruebas para testear un revolucionario invento que revolucionaría la Francia revolucionaria: la guillotina.

En medio de este debate destacó la figura de Louis Antoine de Saint-Just, un jovencito rebelde e incomprendido que escribía poesía, vestía una chaqueta larga de cuero hecha con la piel de una chica que lo mandó a la friendzone y escuchaba Joy Division a solas en su cuarto pintado completamente de negro. Saint-Just proclamó ante la Convención Nacional Francesa Antiguamente Conocida Como Asamblea Nacional Constituyente, Asamblea Nacional Y Asamblea Legislativa (o Convención, para abreviar) que "un rey debe reinar o morir", y ya que Luis XVI no estaba reinando, pues…

La pasión de Saint-Just le robó el corazón a Robespierre y éste rápidamente lo nombró su secretario para todo tipo de servicios. También provocó que Robespierre cambiara su postura liberal y mariconcilla sobre la pena de muerte y apoyara la idea de ejecutar al rey.

Luis XVI, ahora llamado "ciudadano Luis Caputo", fue acusado por la Convención de traición, conspiración, conspiración para traicionar, provocar la peste negra y mentir sobre su peso, siendo condenado a muerte y declarado culpable (en ese orden). Al ver la hoja de la guillotina cercenar el cuello del ex monarca, Robespierre experimentó la primera erección de su vida, posiblemente rememorando aquel desaire que sufrió en su juventud y qué carajo: ya que guillotinamos al rey, ¿por qué no matar también a la reina?

Robespierre se transformó, junto al loco Marat y a Danton, en uno de los líderes del Partido de la Montaña, llamado así porque sus miembros se sentaban en los asientos más altos de la Convención para lanzarles avioncitos de papel a los que les caían mal. Uno de sus blancos favoritos eran los girondinos, cuya ideología política era oponerse a todo lo que hiciera Robespierre. Pronto se hizo necesario un organismo que pusiera "el Terror a la orden del día" para purgar a los revolucionarios que se portaban mal, por lo que Danton y Robespierre crearon el Comité de Salud Pública, encargado de extirpar de manera gratuita cualquier cabeza que estuviera infestada de ideas contrarrevolucionarias, empleando hojas de guillotina esterilizadas.

Luego de que la girondina Charlotte Corday asesinara a Marat arrojándole una tostadora en la bañera mientras éste tomaba un baño de burbujas y de que Danton se fuera de vacaciones al campo para descansar un poco de los guillotinamientos, que ya se estaban haciendo monótonos, Robespierre se transformó en el dictador absoluto de la república democrática, siempre junto a su perrito faldero y amante Saint-Just. Su filosofía consistía en que los hombres eran buenos por naturaleza, y que para sacar a relucir la virtud, era necesario que realizaran algún sacrificio en nombre de la Revolución. Para algunos, este sacrificio consistió en perder la cabeza en la guillotina para ver si tenían la virtud escondida en el cuello; para Maximilien de Robespierre consistió en eliminar el aristocrático “de” de su nombre.

Robespierre y el Comité terminaron guillotinando a los girondinos por exigir que cesaran los guillotinamientos, a los hebertistas por exigir que continuaran los guillotinamientos, y a los dantonistas por exigir que solo se guillotinara a los girondinos y a los hebertistas.

La situación se hizo insostenible hasta que por fin todas las facciones y partidos de la Convención se pusieron de acuerdo en algo: detener a Robespierre.

La caída

En junio de 1794, Robespierre decidió combatir el ateísmo (responsable de exactamente cero guillotinamientos, pero igualmente malvado e inmoral a su juicio) y promover la virtud con la celebración del Festival del Ser Supremo, un culto no denominacional dedicado a una deidad no denominacional, en el que apareció vestido con una toga y adornado con una corona de laurel, lo que convenció a muchos de que Robespierre estaba planeando nombrarse a sí mismo un dios, siendo que el único Dios es Lemmy.[cita no requerida]

Un mes más tarde (los franceses son algo lerdos), Saint-Just se dirigió a la Convención para pronunciar uno de sus rutinarios discursos de 6 horas, pero cada vez que terminaba una frase, Jean-Lambert Tallien, uno de los poquísimos rivales políticos de Robespierre que aún conservaban la cabeza, le interrumpía gritando ¡y tu mamá también!, hasta que Saint-Just no lo soportó y salió llorando del edificio. Robespierre y el resto de sus secuaces (su inútil hermano Augustin, la maldita lisiada Couthon, Hanriot, La Bas, etc.) lo siguieron, pero fueron arrestados. Sin embargo, como ninguna cárcel se consideraba digna de recibirlos, fueron puestos en libertad y se refugiaron en el Hotel de Ville de París.

Robespierre, confiado en que el Ser Supremo enviaría una legión de ángeles virtuosos para salvarle el pellejo, se preparó para resistir. Poco después el Hotel de Ville fue asaltado: el inútil de Augustin Robespierre intentó huir saltando por la ventana, pero acabó fracturándose la pierna y siendo capturado; Saint-Just fue arrestado sin siquiera ofrecer resistencia; Couthon fue arrojado por un precipicio porque lo cacharon besando a Nandito se arrojó por las escaleras con su silla de ruedas y también fue capturado; Hanriot fue arrojado por una ventana, aterrizando en un montón de mierda de letrina y después fue hecho puré a golpes; Le Bas se mató y todos fueron, en fin, proclamados forajidos sin derecho a juicio, en ese orden.

Robespierre, al verse acorralado, decidió suicidarse empleando el método Salvador Allende, es decir, sin tener la intención de suicidarse y recibiendo el disparo por parte de un soldado enemigo (según algunas fuentes, fue una tal Élise de la Serre), pero con tan mala suerte que el tiro no lo mató sino que le destrozó la mandíbula, lo cual le impidió escaparse de la guillotina con un discurso épico.

Al día siguiente, lo que quedaba de Robespierre fue guillotinado, junto con Saint-Just, la maldita lisiada Couthon, el inútil de Augustin, Hanriot, todos los miembros del Comité de Salud Pública que no participaron en el golpe, sus simpatizantes, amigos, primos, vecinos, abuelos, etc. Así, después de esta masacre ejecución en masa, acabó el Reinado del Terror de Robespierre y la Revolución se aquietó. Por el momento.

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Artículo destacado

Este artículo ha sido destacado en la Portada por decisión popular.

Los rumores sugieren que sus autores fueron instruidos
por el mismísimo Miguel de Cervantes.

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