William S. Burroughs
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Vida y milagros
Primeros años: No Puedes Ganar
Año 1914, Saint Louis, Missouri. Una tormentosa mañana de octubre viene al mundo William Seward Burroughs II en el seno de una familia acomodada. Desde muy niño, mostró unas privilegiadas maneras para la literatura, pero pronto se le grabaron a fuego en su delicada cabecita los sabios consejos del patriarca familiar, el abuelo Burroughs, cuya fortuna mantenía a la familia gracias a la insólita invención de la Máquina de Sumar, en un claro alarde de astucia tras la no renovación de la patente del ábaco por parte de los amarillentos chinos en lo que significó el máximo exponente de un olvido lamentable en los anales de la historia del invento. Estas fueron las palabras del viejo Burroughs:
Pero al pequeño Burroughs no le sedujo en demasía la idea de recorrer las calles de Missouri y los estados aledaños puerta a puerta vendiendo la famosa máquina (que por aquel entonces pesaba unos setenta y cinco kilos) y optó por contravenir los deseos familiares y dedicarse por entero a su mayor pasión: la literatura. Los quiroprácticos sureños perdieron una gran oportunidad de negocio, pero el mundo ganó un apabullante escritor.
A los ocho años escribe su primera novela, ("Breve autobiografía") y a los nueve, su padre, un coleccionista de cañones descendiente de un general confederado, y a la sazón Presidente Ejecutivo de la Burroughs Corporation, le regala su primera pistola, en un inútil intento de convertir a su hijo en "un auténtico Burroughs". Ese fue el germen de lo que constituiría una de las más arraigadas aficiones del escritor. El crack de la Bolsa de Nueva York de 1929 hunde a la familia en la más negra ruina, y para evitar al pequeño Willy la deshonra de trasladarse a un modesto apartamento de protección oficial en los suburbios de Saint Louis, deciden enviarlo a un internado en Nuevo México para niños problemáticos a cursar sus estudios de enseñanza secundaria, junto con una nota que rezaba "Devolución no necesariamente imprescindible". La estancia en aquellos extraños parajes resultó altamente educativa para Burroughs, quien desarrolló unas excelentes habilidades en el manejo del revólver y el control de los efectos de sustancias estupefacientes de baja y media intensidad, además de adentrarse por vez primera en el mundo del conocimiento carnal, a pesar de las limitadas alternativas viables de las que disfrutaba en tan masculino entorno.
Alocada juventud en tiempos de Guerra
Atraído por los rumores acerca de las legendarias fiestas que allí se celebraban, realiza sus estudios superiores en la Universidad de Harvard, donde instaura la ya legendaria tradición del Tiroteo Anual de Navidad entre Harvard y Yale. Se licencia en literatura inglesa y viaja a Austria, donde contrae matrimonio con una judía alemana que intentaba pasar lo más desapercibida posible entre sus convecinos nazis. Tras un viaje de novios por toda Europa, queda profundamente decepcionado ante la insólita oposición de sus colegas del Viejo Continente sobre la conveniencia de llevar una tercera pistola en el calcetín. Regresa a los EEUU y se instala en Chicago, donde trabaja como exterminador de cucarachas, siendo despedido a las pocas semanas tras conocerse su reticencia hacia los métodos tradicionales de aerosol para acabar con tan molestos animalitos. "Esos malditos sprays acabarán con nuestra capa de Ozono; mi método es más noble, eficaz, sostenible y respetuoso con el planeta" -afirmaba mientras soplaba el humeante cañón de su reluciente Smith & Wesson-. No tardaría en encontrar un empleo mejor remunerado como representante sindical en el seno de la familia Capone, que le permitía poner en práctica sus aficiones favoritas y costearse una dosis diaria aceptable de morfina mientras se ganaba la vida dignamente.
La Generación Beat: Mejor me voy a México
Así las cosas, en el año 1943, y con la Segunda Guerra Mundial en su máximo apogeo, se traslada a la ciudad de Nueva York, donde rápidamente hace buenas migas con una serie de chalados hippies budistas que intentaban mantenerse lo suficientemente borrachos y/o drogados como para no ser llamados a filas, y que entretenían las horas muertas escribiendo algunos libros. Entre ellos se encontraban personajes como Jack Kerouac, Allen Ginsberg, y Gregory Corso, que unos años más tarde serían reconocidos por la crítica experimentada como la influyente Generación Beat, pero por aquel entonces se vestían en los grandes almacenes del Ejército de Salvación y recorrían los comedores sociales de los bajos fondos en busca de un poco de sopa. Burroughs ejerció una gran influencia sobre estos mozalbetes, a quienes contaba divertidas anécdotas sobre zapatos de cemento y claveles en el ojal, a cambio de un poco de heroína y papel de plata, dado que los farmacéuticos de la época empezaban a mostrarse un tanto quisquillosos a la hora de extender recetas.
Tras meditarlo profundamente, William Burroughs optó por viajar a México después de que varias patrullas policiales accedieran a su domicilio con una orden de arresto en una estrellada noche del otoño del 49 en busca de evidencias que les permitieran deportarlo de nuevo a Missouri. Nuestro héroe, que se las sabía todas, agarró a su mujer (que yacía inconsciente en el sofá por una intoxicación de bencedrina) y huyó por el patio trasero no sin antes obsequiar a sus uniformados acosadores con una buena dosis de plomo. Unas horas más tarde aterrizaba en México D.F. con la firme promesa de no regresar a tierras norteamericanas hasta al menos cinco años después, que era más o menos el tiempo que calculaba su abogado que tardarían en prescribir los cargos que se le imputaban.
La Bala Perdida ("Un poco más arriba, por favor")
En el colorido México, Burroughs se lo pasa como los indios. Sus problemas para adquirir vitaminas desaparecen; accede a los requerimientos de su esposa para concebir un retoño en un alarde de irresponsabilidad supina; e incluso retoma su antigua y algo olvidada afición por la literatura, escribiendo dos de sus novelas más célebres: "Junkie" (Yonqui), en la que relata sus peripecias en busca de venas no demasiado esclerosadas por los rincones más ocultos de su amarillenta anatomía, y "Queer" (Marica), en la que relata sus otras experiencias, usted ya me entiende. La sociedad norteamericana de la época, acostumbrada a otras temáticas y conceptos más livianos y accesibles, como, por ejemplo, la bomba atómica, no es el caldo de cultivo más idóneo para la aceptación de este tipo de literatura, por lo que publica "Junkie" bajo pseudónimo en el año 1953. "Queer", por su parte, corrió mejor suerte: fue publicada con su nombre y apellidos (eso sí, treinta años después). Pero tanta felicidad no podía durar, y no tardarían en torcerse los acontecimientos.
En una de sus habituales noches de juerga en una tasca de mala muerte, Burroughs y su esposa decidieron amenizar un poco la velada a sus compañeros de aguja. Acababan de alquilar en el videoclub de la esquina la película "Guillermo Tell: el montaje del director", y se encontraban altamente emocionados. La señora Burroughs colocó sobre su cabeza un vaso de cerveza no muy limpio, mientras el excitado escritor apuntaba con su nuevo rifle de cañones recortados desde doce metros de distancia. De los acontecimientos posteriores únicamente trascendieron las palabras de un desconcertado Burroughs mientras era esposado e introducido en los asientos traseros del coche patrulla: "Hubiera jurado que esta chica era un poco más baja". Las autoridades jurídicas mexicanas, especialmente concienciadas con la erradicación de la Violencia de Género, le impusieron el mayor de los castigos contemplados en su Código Penal, por lo que William Burroughs hubo de permanecer en los calabozos de la comisaría durante un total de trece días con sus correspondientes noches. Cumplida su pena, y con la rémora de la institucionalización calada hasta los huesos, Burroughs se dirigió directamente a la armería más cercana y dedicó los siguientes meses de su vida a realizar un viaje iniciático por Sudamérica en busca de Yagé (o Ayahuasca) para lograr establecer contacto con su Yo espiritual.
El Almuerzo Desnudo: Para estos casos inventó Dios la heroína
A la vuelta de su periplo por el continente sudamericano, Burroughs toma conciencia de la imposibilidad de retornar a los EEUU, como quiera que su fotografía se mostraba en la práctica totalidad de las comisarías de policía y oficinas de correos del país junto con una recompensa francamente ridícula, o al menos eso es lo que opinaba él. Teniendo en cuenta que su furioso casero aún rondaba los alrededores de la habitación en que se hospedaba en México con una escopeta en la mano, visiblemente incómodo por no haber apercibido los honorarios correspondientes a los últimos cuatro años de alquiler, nuestro héroe, convenientemente asesorado por un narcotraficante armenio de grandes bigotes, decide mudarse a una chabola en Tánger, Marruecos, buscando un lugar propicio para su tan necesaria rehabilitación.
Durante los cuatro años siguientes, Burroughs exploró los límites conocidos de la degradación física y mental. Contrajo y distribuyó sin miramientos entre cuantos mozalbetes se cruzaban en su camino la totalidad de las enfermedades venéreas conocidas, y algunas que aún no habían sido aún descritas en los manuales. Disfrutó de un año sin salir de su habitación ni tomar contacto alguno con el agua, durante el que la falta de ingesta de alimento sólido alguno hizo que sus intestinos se anquilosaran y pegaran a las paredes del abdomen por falta de movilidad. Después de comprobar que para encontrar algún centímetro cuadrado de su cuerpo libre de cicatrices para encontrarse una vena debería recurrir a los globos oculares, tomó la determinación de terminar con aquella pequeña excursión africana. Viajó a Londres para someterse a una desintoxicación con apomorfina, y fue entonces cuando se dio cuenta de que, durante esos cuatro años, había escrito un puñado de cuartillas incoherentes e inconexas repletas de fluidos corporales e impregnadas de extrañas sustancias de dudosa procedencia.
Intentando deshacerse del engendro, introdujo aquel galimatías informe en una caja y lo envió por correo a su amigo Kerouac, que disfrutaba de su fase de ex hippie en la casa de la piscina gracias a los royalties que le proporcionaba su recién exitosa novela On the Road. Éste contempló aquí la posibilidad de recuperar el dinero que le había prestado a Burroughs durante su estancia en Nueva York, así que mecanografió como pudo la verborrea onírica del viejo Willy y tituló al producto resultante como "El Almuerzo Desnudo". Nacía así la obra capital en la bibliografía de Burroughs, actualmente referente inexcusable de generaciones posteriores de escritores poco equilibrados, y que incluso fue llevada a la gran pantalla por el pesado de Cronenberg en una de sus lisérgicas incursiones en el terreno de la tortura audiovisual.
Tijeras, pegamento y distopías
A partir de este momento, Burroughs da un giro definitivo a su estilo, abandonando cualquier tipo de formalismo académico y abrazando sin complejos las más variopintas técnicas de experimentación narrativa, probablemente debido a que la pérdida masiva de células neuronales en diversas áreas cerebrales le impedía mantener una conversación de más de cuatro minutos. Repasaremos su trayectoria durante las décadas posteriores:
- Años 60: Corriendo con tijeras: Vive una explosión creativa que se traduce en la publicación de varios libros semanales durante noventa meses consecutivos, lo que provoca el pasmo y la admiración de sus contemporáneos, que le profesan halagos y parabienes a tutiplén, a pesar de que ninguno de ellos es capaz de descifrar el argumento de una sola de sus obras. La explicación a tan prolífica inextricabilidad la aportaría el propio Burroughs cuando explicó la técnica que venía aplicando a sus alumbramientos literarios con términos como Cut-Up, Fold-In, Splice-In, y otras cosas por el estilo. Destaca en esta época la célebre "Trilogía NOVA", que hoy podría considerarse como una mezcla barriobajera entre Mad Max y La Metamorfosis de Kafka con reminiscencias Foucaultianas (óbviese el aspecto cronológico para hacerse la composición de lugar). En ella expone un nuevo concepto de ciencia ficción sin preposiciones ni pronombres relativos, que le valió varios premios y algunas amenazas de muerte para toda su familia por parte de un enfurecido anónimo que finalmente resultó ser Isaac Asimov.
- Años 70: Viviendo de las rentas: Tras una Nochevieja del 69 demasiado salvaje incluso para nuestro protagonista, decide tomarse un descanso en su actividad creativa, y dedica sus esfuerzos a impartir seminarios por diversas universidades aprovechando los estragos causados por el LSD entre los equipos docentes de la época. A finales de la década, vuelve a sacarle humo a la máquina de escribir y termina los setenta con varias ediciones renovadas de El Almuerzo Desnudo, entre las que destacaron "El Almuerzo Desnudo: empezando por el final"; "El Almuerzo Desnudo: Mejor con servilleta" y "El Almuerzo Desnudo: Edición Limitada Deluxe con VHS de extras".
- Años 80: La Máquina Blanda: Aquejado de una artrosis galopante que le imposibilita la correcta articulación del pulgar oponible, y por ende, el manejo adecuado de la tijera, decide abandonar el Cut-Up y retomar un estilo más convencional, no sin anter hacer algunos ensayos fallidos con un viejo Winchester del abuelo Burroughs, que se saldan con varias quemaduras por pólvora y heridas de bala auntoinfligidas que no revisten excesiva gravedad. Comienza con fuerza con una trilogía de estilo western ciberpunk surrealista en la que decide prescindir de la letra "E" por considerarla "francamente desagradable y poco útil"; y continúa con una sucesión de ensayos filológicos acerca del lenguaje como prisión del pensamiento, que le reportan varias referencias en las más prestigiosas publicaciones humorísticas del momento.
- Años 90: Todo lo demás: De ahí en adelante, el viejo Burroughs decidió extender sus tentáculos creativos a otras áreas como la pintura con brocha, el cine de serie B y la industria musical, así como abrazar con fuerza la noble arte de la autocaricatura, fotografiándose con artistas como David Bowie por doce dólares la instantánea, y participando en varios spots publicitarios de zapatillas deportivas con su inseparable AK-47 en ristre. Falleció en el año 1997 en Kansas, donde pasó plácidamente sus últimos días recordando viejos tiempos acribillando bisontes y fumando semillas de girasol. El último viaje del yonqui longevo, buscando una buena diagonal. Descanse en paz el mutante visionario.
Interzonas
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