Michel Foucault
Michel Foucault o Miguel Focal, alias Pelado Botón (en Argentina), El Pelas (en Eshhhpaña) y Baldy Man (en IngleTerra), fue un eminente filósofo, sociólogo, historiador, experto en balero, futbolista frustrado y cultor del sadomaso franchute, célebre por su brillante cabeza y su inexcusable influencia en el desarrollo y la conceptualización actual de las ciencias sociales y humanas, a pesar de no hablar una palabra de alemán y de no haberse vuelto –completamente– loco antes de los cuarenta años. A pesar de la creencia popular, jamás inventó péndulo alguno.
Breve semblanza biográfica, para empezar
Paul-Michel Foucault nace en Poitiers, Francia (como todo el mundo), el 15 de octubre de 1926, descendiente directo de una famosa familia de cirujanos plásticos (más concretamente, de su homónima figura paterna, Paul Foucault). En cuanto alcanza la edad del Estadio del Espejo Lacaniano, reniega de la función clivadora de su primer nombre para quedarse simplemente con el de Michel Foucault, en lo que supuso el primer acercamiento crítico del filósofo francés al ámbito del psicoanálisis. Llegado el momento, supera sin problemas las pruebas de acceso al colegio de jesuitas más cercano. Por aquel entonces, Francia se había convertido en un estado anexo de la Alemania nazi, lo cual no inquieta en demasía nuestro protagonista, por considerar el hecho como “un mero entrecruzamiento dialéctico en el contexto epistemológico del momento”. Tras convencer al tribunal seleccionador de la imposibilidad semántica de alcanzar un significado compartido válido en las respuestas al examen de ingreso, es admitido en la prestigiosa universidad de La Sorbona. Allí, tras varios intentos infructuosos de suicidio con soplete que se saldan sin más consecuencia que la pérdida total de su cobertura capilar cefálica, en 1950 completa con éxito sendas licenciaturas en Filosofía y Psicología, y, aterrado, corre a la sede más cercana a afiliarse al Partido Comunista sin tan siquiera quitarse la toga y el birrete.
Milita durante tres años en las huestes Estalinistas, hasta que recibe algunas sugerencias por parte del Aparato del Partido relacionadas con un programa de reorientación sexual que incluye lobotomías parciales por vía binocular y una pequeña excursión a Siberia, por lo que decide suspender temporalmente su militancia. Acepta un puesto en la Universidad de Lille, y publica su primera obra, “Enfermedad mental y culto a la personalidad”. Allí tiene como alumno a Derrida, con quien mantiene largas y apasionantes conversaciones sobre la deconstrucción del croissant. Después de pasar por Suecia, Varsovia y Hamburgo, regresa a Francia y, tras intentar traducir las tesis antropológicas de Kant, y probablemente a causa de esto mismo, publica su célebre “Historia de la locura en la época clásica”. Cuando su compañero sentimental es enviado a Túnez para cumplir con el Servicio Militar bajo seria amenaza de guillotina, Foucault decide acompañarle, e imbuido del ambiente cultural tunecino, escribe una de sus obras capitales: “Las palabras y las cosas”, tras sopesar y finalmente desdeñar otros títulos alternativos como “El paradigma Sahariano” “Nada en absoluto”, o “El Nihilismo geográfico”.
Retorna a Francia a tiempo para disfrutar del divertido Mayo del 68, y obtiene una cátedra en el prestigioso College de France, donde recluta a unos cuantos descerebrados hippies y monta una logia ultra-maoista que a punto está de dar con los huesos de todos ellos en los húmedos sótanos de la no completamente derruida Bastilla. Concienciado con el asunto penitenciario, y por aquello de haberle visto las orejas al lobo, se erige en portavoz de las peticiones de los prisioneros franceses (principalmente tartas de cumpleaños con lima incluida y tabaco rubio americano), y se inspira en el sistema carcelario como leit motiv de “Vigilar y Castigar”, un estudio sobre estructuras de poder que escribió en un par de noches, furioso después de que la grúa municipal le retirara su vehículo por tercera vez en una semana por mal aparcamiento. Las argumentaciones elevadas por el filósofo al respecto de la “escasa validez significante de las señales de tráfico en el paradigma del microcosmos circulatorio vial” no le libraron de pagar las multas.
Ya en la recta final de su vida, y en un alarde de optimismo desmesurado, intenta que el parlamento despenalice las relaciones sexuales consentidas a partir de los quince años, y publica los primeros tomos de su inconclusa “Historia de la Sexualidad”, inicialmente planteada en ocho tomos, ocho, y de la que finalmente sólo verían la luz los tres primeros, lo que provocó un gran desencanto entre sus fieles, que aguardaban ansiosos los últimos volúmenes para los que suponían lujosas ilustraciones a todo color.
Lamentablemente, su frenética actividad de documentación como trabajo de campo no tarda en pasar factura al filósofo, que ve rápidamente mermada su ya de por sí endeble salud física. Una septicemia complicada por el archiconocido Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida termina con su vida un 25 de junio de 1984. Su peculiar aspecto físico ayudó a sobrellevar la enfermedad sin levantar grandes sospechas entre sus congéneres.
Terminología recurrente. Greatest Hits.
- Poder: Foucault sienta las bases del concepto de poder en los distintos discursos del saber, a diferencia de otros ilustres pensadores como Nietzsche, que se decantaban por los bíceps. Afortunadamente, ambos autores nunca llegaron a conocerse, porque de lo contrario se hubiera armado una trifulca poco prometedora para los intereses de nuestro protagonista.
- Sujeto: El Ser humano termina por constituirse como sujeto social en virtud de las relaciones de poder discursivas. En concreto, de poder sujetarlo convenientemente para golpearle con un objeto contundente, preferiblemente un discurso de Lenin tallado en mármol.[1]
- Discurso: Los diferentes discursos del saber conforman los conceptos de normalidad o desviación. Es decir: el significante da forma al significado. No conocemos el significado de todo esto, pero lo consideraremos insignificante. ¡Que lo descifre otro!
Obras escogidas (concretamente, tres)
El complejo pensamiento de Foucault puede rastrearse a lo largo de su dilatada obra ensayística. Poco antes de su muerte, el filósofo, en unas misteriosas declaraciones a una publicación independiente, aseguró haber intercalado en su extensa producción un trabajo de ciencia ficción, desafiando a sus numerosos y atribulados exégetas a identificarla. Todavía no se ha podido dilucidar a qué se refería exactamente.
Historia de la locura en la época clásica
Libro de cabecera de los inconscientes impulsores de la nunca suficientemente denostada Corriente Antipsiquiátrica, y que sirvió de base para el rodaje de estupendas películas como "Alguien voló sobre el nido del cuco". Foucault realiza un sesudo análisis cartesiano de la dicotomía razón-sinrazón desde el punto de vista de la locura como construcción social, o dicho de otro modo: un meme bastante lamentable. Las camisas de fuerza con el lema "Yo estoy bien: tú estás enfermo y perturbado", se pusieron rápidamente de moda en todas las instituciones psiquiátricas del país. Por su parte, a los vecinos de las antiguas leproserías plagadas de chiflados encerrados les importaba bien poco el concepto esclavista y alienante del tratamiento moral como forma de poder, siempre y cuando no tuvieran que encontrarse a algún licántropo furibundo con una sierra oxidada de camino a la panadería. Por estos motivos, la acogida popular de las pretensiones foucaultianas sobre la desracionalización del concepto de enfermedad mental fue bastante escasa.
Las Palabras y las cosas
Claramente influenciado por los a prioris de la epistemología Kantiana ("a priori me voy a tomar un par de vinos; y después, ya veremos"), Foucault sostiene que la posibilidad del conocimiento de las cosas varía en función del conjunto de significados compartidos de cada época, que determinan nuestra capacidad de conocer el mundo, o por lo menos, de poder encontrar un buen restaurante donde comer. Así, Foucault establece tres periodos diferenciados o epistemes:
- Episteme del Renacimiento: Las palabras y las cosas vienen a ser lo mismo. Todo es fenomenal y los hombres son muy felices en su ignorancia. Afortunadamente, el noventa por ciento de la población no sabe leer ni escribir. Los tartamudos son considerados herejes y enviados a la hoguera irremisiblemente.
- Episteme clásica: Siglos XVIII y XIX: Los desvaríos de Descartes asoman la gaita y el asunto se complica. La palabra no constituye la cosa, sino que la representa. La palabra se lleva el 10% de los ingresos de su representado. Dicho de otra forma: "Esto no es una pipa, pero se le parece mucho". Así que no podemos conocer directamente el mundo, pero podemos ordenarlo. Casi inmediatamente, surge el concepto de "Trastorno obsesivo compulsivo", y los ránkings sobre las mejores sinfonías y cuadros rococó del año.
- Episteme moderna: las Ciencias Humanas: El hombre como objeto y sujeto finito del conocimiento. Los colegios de psicólogos se frotan las manos y extienden certificados de calidad humana por un módico precio. Unos dos mil quinientos años atrás, Protágoras había dicho algo parecido, pero Protágoras no molaba tanto como Foucault, y además se ahogó en las costas sicilianas mientras huía de la hoguera que se venía mereciendo desde hacía tiempo.
- Episteme Googleiana: Si Foucault hubiera vivido un poco más, no nos cabe ninguna duda de que hubiera añadido este apartado a su claramente inconclusa teoría del conocimiento. Afortunadamente no lo hizo.
Vigilar y Castigar
Foucault articuló esta obra sobre la base del célebre Panóptico ideado por el filósofo Jeremy Bentham (A.K.A. John Locke) para diseñar una Prisión circular vigilada desde una torre central, de forma que ningún preso tuviera la suficiente intimidad como para hacer sus necesidades tranquilamente en su putrefacta letrina sin olvidar que estaba siendo observado por un libidinoso guardia de seguridad con prismáticos y un paquete de kleenex recién abierto. Así, el francés describe los nuevos modelos sociales de control y vigilancia por parte del malévolo poder dominante, basados en la interiorización de la norma por parte del ciudadano. Para ello no es necesaria la masticación e ingestión de todos esos gruesos tomos reguladores del Código Penal. El insignificante delincuente acaba por controlar sus tendencias más cafres y burroides, sabedor de estar siendo sometido al implacable escrutinio del ojo que todo lo ve. Foucault se basó en la metáfora del "Panóptico"; George Orwell lo llamó "Big Brother"; y en la Inciclopedia nos gusta referirnos a ello como "Cambios Recientes". El único motivo por el que los inciclopedistas contenemos nuestros viles impulsos de blanquear páginas a diestro y siniestro e insertar burdas descalificaciones e improperios por doquier, es el saber a ciencia cierta que nuestros vandálicos actos quedarán irremediablemente reflejados en tan eficaz sistema de control total. Bueno, eso y que posteriormente seremos cruelmente castigados por algún Ser Superior, lo que nos remite a la segunda parte del binomio.
Enlaces Relacionados
Para los interesados en la versión menos seria y verídica, Wikipedia tiene un artículo sobre: Michel Foucault |
Referencias
- ↑ Esto es un chiste post-estructuralista que triunfa en todas las convenciones internacionales sobre el tema.
Artículo destacado Este artículo ha sido destacado en la Portada por decisión popular. Los rumores sugieren que sus autores fueron instruidos |