Jenofonte
Militar, escritor, filósofo, cocinero, compositor de música rapsoda y domador de yegüas. Este prolífico y profiláctico griego es conocido por ser un filósofo militar que recorrió casi todo el mundo conocido por entonces.
Vida y fortuna
Nació en el año 431 a. C. en Atenas y fue alumno de Sócrates. A los dieciocho años se dedicó a publicar un boletín oficial sobre filosofía en el que entrevistaba a los grandes pensadores del momento. Su autoritario padre, un famoso guerrero en su juventud, no podía soportar a su pusilánime hijo. Para endurecerlo decidió enrolarlo en la Guerra del Peloponeso para que madurase y aprendiese lo dura que es la vida del atenienese acomodado dueño de cuarenta esclavos. Al contar veinticuatro años inició su formación militar y demostró a los ojos de su padre el ser un cobarde profesional al huir de su primera pelea dejando su escudo en el campo de batalla (la mayor deshonra que podía acometer nadie en esa cultura). Al volver se inventó la historia de que Apolo y Ares hicieron acto de presencia. Sin embargo, su progenitor no lo vio así y le dijo «Mi hijo ha muerto, recoge tus cosas y vete a vivir a la taberna El Sarcófago». Apesadumbrado, recogió sus pertenencias y se marchó del hogar.
Anábasis
Un día se encontraba el joven Jenofonte mirando por la ventana. Abajo, en la calle, estaban Sócrates y Platón peleando de nuevo. Uno decía que Alcibíades era fresco como un melocotón y Platón defendía que más bien era tierno como una fresa. Jenofonte les saludó a ambos, pero Sócrates se le quedó mirando por un rato. De improviso le dijo «¿Tú qué haces aquí? No te acepté como estudiante sólo por tu cuerpo. Vete a luchar en alguna guerra inútil y si vuelves, invítame a un banquete».
Engatusado por la mayéutica socrática, buscó con rapidez un puesto de alistamiento de mercenarios. Tuvo suerte y se encontró con un ejército mercenario que iba a luchar en Persia bajo el mando de un loco llamado Ciro el Viejoven, apodado así porque era muy difícil acertar su edad exacta. El problema era que nadia sabía cuál era el propósito real de la expedición, pero como la paga era muy alta se callaban y no decían nada.
En principio lo que se rumoreaba era que Ciro el Viejoven, que por cierto era el hermano pequeño del emperador Artajerjes XD, iba a realizar una incursión de castigo en las tierras de unos salvajes que se negaban a pagar el tirbuto real. Por otra parte, los griegos se empezaban a impacientar, y lo que más les preocupaba era que las señales de tráfico de las carreteras por las que iban indicaban una cosa muy rara, no menos siniestra y a la impar inquietante: Cada milla que recorrían aparecía un gordo y enorme mojón que les recordaba que estaban un estadio[1] más cerca de la capital persa. Esto impacientó a los griegos pero no se podían creer que Ciro les condujese a la capital del país para realizar un golpe de Estado. Incluso días más tarde, cuando se encontraron de frente con el ejército de Artajerjes XD y Ciro les arengaba a traerle la cabeza de su hermano, había pocos griegos que realmente creyeran que eso estaba pasando en realidad y no fuese todo fruto del Mito de la caverna de Platón.
Ciro perdió la cabeza, literalmente. El enorme ejército persa les envió embajadas a los griegos para que se rindiesen y entregasen las armas a cambio de perdonarles la vida. Pero como los griegos no eran tontos, que para eso las pasaban putas en las academias filosóficas con esos viejos verdes, les dijeron que nones y escaparon del lugar usando el mismo sistema que se usa en los baños públicos, dándole la cara al enemigo y andando hacía atrás al estilo cangrejo.
Recorrieron 1.500 kilómetros de esta forma tan peculiar, pasando hambre, sed y frío, y por fin encontraron una gasolinera Repsol, donde compraron la Guía Michellin comentada por Alejandro Magno. Pudieron regresar a sus hogares y de paso conocieron las zonas más turísticas del mar Negro y donde mejor se comía.
De vuelta a casa
Tras volver a casa del paseíto que se pegó con sus amigos, esperaban un gran recibimiento por parte de los atenienses, con confeti y guirnaldas (lo típico en estos casos). Pero fue todo lo contrario, los despreciaron y los insultaron por estar de viaje turístico por el Mar Negro mientras Atenas era saqueada por los lacedemonios. Como consecuencia de esto fue desterrado, y cómo no, decidió irse a la lujosa y hedonista Esparta. Pasó el resto de sus días escribiendo libros, comiendo gachas y dibujando hentai.
Obras
- Análbasis
- La guerra del Peloponeso
- Me mola Sócrates
- La doma de la yegüa en tres pasos
- Dejar de saquear (libro de autoayuda)
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Para los interesados en la versión menos seria y verídica, Wikipedia tiene un artículo sobre: Jenofonte |
Notas