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Medicina Nuclear

De Inciclopedia
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La Medicina nuclear consiste en el uso de isótopos radiactivos para el diagnóstico o tratamiento de enfermedades. Fue inventada durante la Guerra fría y basa su trabajo en el empleo de mortales radiaciones nucleares para curar enfermedades que en gran medida la radiación nuclear produce, o algo por el estilo.

Historia de la medicina nuclear

La medicina nuclear, como toda gran invención humana, nació de un accidente cósmico mezclado con una tarde aburrida en un laboratorio lleno de tubos de ensayo y científicos con ganas de jugar a ser dioses. Corrían los años 50, en plena Guerra Fría, cuando alguien pensó: "¿Y si en vez de usar la radiación para destruir ciudades, la usamos para hacer fotos bonitas del hígado?". Así, entre el humo de los cigarros y el espionaje internacional, un grupo de investigadores —que habían visto demasiados episodios de Viaje a las Estrellas— descubrió que inyectar uranio en el café de la mañana no solo despertaba más que la cafeína, sino que además hacía brillar las tripas bajo una cámara especial.

El primer paciente de medicina nuclear fue un conejillo de indias llamado Alfred, que tras ser inyectado con Einsteinio-42 desarrolló la habilidad de iluminar una habitación entera cada vez que estornudaba. Los científicos, emocionados, gritaron "¡Eureka!" y luego "¡Apagadlo, que nos quedamos ciegos!", dando inicio así a la era de los diagnósticos fosforescentes. Pronto, los hospitales se llenaron de máquinas que parecían sacadas de una película de James Bond, con nombres como "Gammatrón 3000" o "Escáner Cuántico Deluxe", aunque en realidad eran lavadoras modificadas con luces de neón.

Con el tiempo, la medicina nuclear se expandió más rápido que un rumor en un pueblo pequeño. De repente, todos querían usar isótopos radiactivos para todo: desde encontrar úlceras estomacales hasta localizar gatos perdidos en la lavadora (esta última aplicación fue descontinuada tras varios incidentes con sospechosos luminosos). Los radiofármacos se volvieron tan populares que hasta las abuelas preguntaban en la farmacia: "¿Tiene algo de Tecnecio-99m para el reuma, joven?". Y así, entre ensayos, errores y algún que otro paciente que empezó a emitir señales de radio, la disciplina se consolidó como la favorita de los médicos que odiaban los diagnósticos aburridos.

Entre las aplicaciones más curiosas de la época dorada figura el intento de usar Plutonio-238 como crema rejuvenecedora (resultado: pacientes más brillantes, pero no más jóvenes) y el famoso "Proyecto Glow-in-the-Dark", que buscaba reemplazar las lámparas de noche con órganos internos autoluminiscentes. Aunque muchos de estos experimentos hoy suenan a ciencia ficción, sentaron las bases para que, hoy en día, un médico pueda decir con total seriedad: "Vamos a inyectarle una dosis de Angelinio-42 y veremos si su bazo brilla más que las luces de Nueva York".

Gammagrafías

Aparato para hacer gammagrafías

Un investigador con ganas de presumir de intelectual eligió al azar una letra griega y le salió la letra gamma. Entonces se le ocurrió inventar la gammagrafía. Más o menos, ésta consiste en inyectarle a un enfermo un poco de las sobras de una central nuclear. El enfermo empieza a echar chispas y se vuelve fosforescente, momento que se aprovecha para hacerle una fotografía con un teléfono móvil. Aparte de quedar fotografías muy bonitas, éstas sirven para adornar como posters las paredes de la casa, subirlas a YouTube y además se envían al médico que atiende al paciente por si le puede proporcionar información útil.

Esta imagen, además de ser bonita, puede ser útil al médico para el diagnóstico

En las paredes de los Servicios donde se hace esto (Medicina Nuclear) suele haber un poster de la tabla periódica, lo que sirve para varias cosas: para tapar un desconchado en la pared, para presumir de lugar de alto contenido científico y para poder tener ordenaditos los diversos elementos que se usan. Dentro de los isotopos radiactivos que se usan en Medicina Nuclear están el Tuvalio-234, el Felatio-69, el Quelohagaotrio-89, el Cabronio-14 y el Angelinio-42.

Radiofármacos

Radiocromatógrafo para hacer el control de calidad

Eso que se inyecta a los enfermos (que es un poco de las sobras de una central nuclear) se llama pomposamente "radiofármaco". Que no es, como alguien podría pensar, un fármaco que se anuncia en la radio, no. Se trata de algo radiactivo que emite, así como el que no quiere la cosa, unas partículas muy monas que son los fotones gamma. Todo ello siguiendo una ley de decaimiento radiactivo que sigue una exponencial (¿mande?). Lo que sirve, entre otras cosas, para que algunas personas entre ellas el autor de este artículo presuman de intelectuales hablando de cosas extrañas sobre Física Atómica o cosas aún peores. Pero... ¿a que todavía no ha surgido nadie tan inteligente como para entender la película 2001: Odisea del espacio? ¿eh?

Bueno, sigamos. Para comprobar el radiofármaco se prueba un poco con una cucharilla y se ve si está soso o todavía hay que ponerle un poco más de sal. Luego se cuece a fuego lento (¡de verdad!, que no es broma), se le añade un poco de Avecrem, sal, pimienta, aceite y vinagre y se sirve al paciente. El cual, por supuesto, preferiría un buen solomillo, pero no se puede tener todo en esta vida.

Para ver si los fotones gamma son fotones de buena calidad o solo regularcillos (es que ya no se hacen fotones gamma como los de antes de la guerra) se usa un control de calidad por radiocromatografía. Más o menos esto consiste en comprar unos aparatos muy raros, muy caros, llenos de botones y mandos para impresionar al lego y conectados a un ordenador para darle un toque informático al asunto.

Leucocitos radiactivos

En la pantalla aparecen los leucocitos y se les dispara un chorro de Pasotimio-119. Como ya están mareados, es posible alcanzar a muchos de ellos.

Los leucocitos son unas células de la sangre que intervienen en la defensa del organismo contra agentes infecciosos (tales como las malvadas bacterias). O sea, algo así como la policía del organismo.

En Medicina Nuclear se usa la técnica de los leucocitos radiactivos. Lo que se hace es sacar un casi toda poco de la sangre del paciente. Luego se intenta marear a los leucocitos para pillarlos desprevenidos. Se centrifuga, se separa el sobrenadante, se resuspende, se vuelve a centrifugar, se separa el nuevo sobrenadante, se resuspende y así sucesivamente. Si se consigue que los leucocitos se mareen antes que la persona que hace la técnica, hemos ganado.

Varios leucocitos leyéndoles sus derechos a una malvada bacteria

Entonces se pasean los leucocitos de aquí para allá. Luego se ponen en un aparato que es algo así como un videojuego. Los leucocitos van apareciendo en una pantalla (similar a la Pleiesteishon 3) y con un mando se les envía un chorro de Pasotimio-119. Cuando ya se han vuelto radiactivos suficientes leucocitos, en una pantalla pone el "Score" y sale una pantalla que pone "Game over".

Entonces se inyecta la suspensión con sus propios leucocitos al paciente. Como los leucocitos son la policía del organismo, van patrullando por el cuerpo. Si encuentran a una malvada bacteria, la detienen y le dicen todo eso de: "Tiene derecho a guardar silencio. Si no lo hace, todo lo que diga podrá ser utilizado en su contra. Tiene derecho a un abogado,...". Pero como algunos de esos leucocitos son radiactivos, se puede ver desde fuera (como ya se dijo antes, el paciente se vuelve fosforescente y se saca una fotografía con un teléfono móvil) que es algo así como si el teléfono estuviese pinchado (eso sí, con autorización judicial) lo que permite localizar la guarida de dichas bacterias.

Aplicaciones

La medicina nuclear, además de ser el pasatiempo favorito de los científicos que querían ver órganos brillar en la oscuridad, tiene aplicaciones tan variadas que hasta un político prometería implementarlas todas en su campaña. Por ejemplo, está el famoso PET (no el animal doméstico, sino la Tomografía por Emisión de Positrones), que permite visualizar cómo el cuerpo humano procesa el azúcar radiactivo. Básicamente, es como darle al paciente un caramelo luminoso y decirle: "Si brilla, es que tienes diabetes... o te convertiste en luciérnaga". Esto sirve para detectar tumores, porque las células malignas, como buen@s gamberr@s, roban más azúcar que un niño en una piñata, dejando un rastro fosforescente digno de una fiesta rave intraorgánica.

Otra aplicación estrella es la radioterapia, donde se usa radiación para freír células cancerosas con la precisión de un láser y la sutileza de un martillo neumático. Aquí, el médico juega a ser Dios con un joystick, apuntando haces de partículas mientras susurra: "¡Por el poder del Cobalto-60, yo te elimino!". Eso sí, a veces el tratamiento tiene efectos secundarios, como dejar al paciente más brillante que un árbol de Navidad en diciembre o capaz de cargar el teléfono móvil con solo apoyarlo en la mejilla.

En cardiología, la medicina nuclear ofrece estudios de perfusión miocárdica, que son como mandar a un espía radiactivo a explorar si el corazón recibe suficiente sangre. Si el espía regresa con fotos de zonas oscuras, el cardiólogo frunce el ceño y dice: "Aquí hay un infarto escondido, señor Bond", mientras saca un informe que parece el mapa del tesoro de Piratas del Caribe. Y no olvidemos el tratamiento del hipertiroidismo con yodo radiactivo, donde la glándula tiroides, famosa por su drama innecesario, absorbe el yodo como si fuese el último vaso de agua en el desierto, solo para luego colapsar en un final épico tipo Breaking Bad.

Pero las aplicaciones más creativas surgen cuando los médicos se aburren. Está el "Escáner Óseo", que revela fracturas ocultas con la misma eficacia que un detective encontrando mentiras en un reality show, o la linfogammagrafía, donde se siguen los pasos de los linfocitos como si fueran influencers en un mapa de Instagram. Incluso hay rumores de que en algún laboratorio secreto se usó Tecnecio-99m para localizar calcetines perdidos en la lavadora, aunque los resultados se clasificaron como "alto riesgo de fusión accidental de la ropa interior".

Por último, la medicina nuclear ha incursionado en el arte abstracto, pues ninguna otra disciplina ofrece imágenes de hígados que parecen cuadros de Picasso o riñones que imitan el estilo de Dalí. Y si algún día la humanidad coloniza Marte, no sería raro ver a los astronautas diagnosticando osteoporosis marciana con un escáner portátil y un manual titulado: "Cómo reparar tu traje espacial cuando brilla más que el Sol".

Véase también

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