Serie de televisión

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Cita3.pngLas series son como las drogas, empiezas con una y terminas viendo 47 temporadas de algo que odiasCita4.png
Adicto en recuperación todo lo que está mal con la humanidad
Cita3.png¿Por qué leer libros cuando puedes ver la misma historia estirada en 8 temporadas?Cita4.png
Ejecutivo de televisión destruyendo la cultura mundial
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Una serie de televisión es un producto audiovisual diseñado específicamente para destruir la productividad humana de manera sistemática y prolongada. A diferencia de las películas, que te arruinan la vida en dos horas, las series de televisión requieren un compromiso a largo plazo para devastar completamente tu existencia.

Funcionan bajo el principio de la adicción controlada: cada episodio termina exactamente en el momento en que tu cerebro segrega la cantidad suficiente de dopamina para mantenerte enganchado, pero no la suficiente para sentirte satisfecho.

Historia

"Azafata, un mexicano me quiere vender dulces por la ventana", las series son la mayor fábrica de memes de la historia.

En los albores de la televisión, cuando los humanos aún conservaban algo parecido a la dignidad, las series eran eventos semanales que la gente esperaba con cierta moderación. Existía algo llamado horario de emisión, concepto tan arcaico como escribir cartas o tener conversaciones cara a cara. Los telespectadores se reunían frente al televisor a una hora específica, veían un episodio y después seguían con sus vidas.

Todo cambió cuando alguien tuvo la brillante idea de crear el VIH VHS. De repente, era posible ver múltiples episodios seguidos sin interrupciones publicitarias. Los ejecutivos televisivos se dieron cuenta de que habían estado subestimando gravemente la capacidad humana de autodestrucción. Si la gente podía ver un episodio, ¿por qué no diez seguidos, o un millón?

La invención del Internet y las plataformas de streaming marcó el apocalipsis definitivo. Netflix no solo hizo posible ver series completas de una sentada, sino que introdujo la función de reproducción automática. Ya no era necesario hacer el esfuerzo físico de presionar un botón para continuar viendo (nos salvó a muchos del esfuerzo).

Tipos de series

Series de acción

Mira mi serie, tienes solo 24 horas.

Funcionan bajo la premisa de que cualquier problema se puede resolver con una explosión lo suficientemente grande. Los protagonistas sufren lesiones que deberían ser mortales pero se recuperan con una venda, una aspirina y un beso. La física es completamente opcional: los autos vuelan, las balas nunca se acaban y caminar lentamente mientras algo explota detrás es considerado una habilidad profesional obligatoria.

Series adolescentes

Retratan la secundaria como si fuera una versión dramática de "Supervivientes" con uniformes. Los problemas de los personajes tienen la profundidad emocional de un océano: completamente intensos hasta que llega el receso. Cada episodio trata el primer amor como si fuera el descubrimiento del fuego, y los padres existen únicamente para ser malentendidos.

Series de animación

Los Sopra... Simpson.

Se sostienen sobre la paradoja de que pueden ser más profundas que la acción real, pero siempre serán tratadas como "dibujos para niños". Funcionan como terapia disfrazada de caricatura, refugio para adultos en crisis y parque temático para chistes imposibles con actores. Su longevidad es inquietante: algunas continúan emitiéndose por inercia, como si se hubieran convertido en un servicio público involuntario.

Anime

Es un universo paralelo donde la lógica narrativa se suspende indefinidamente. Una sola pelea puede prolongarse durante semanas y un recuerdo de infancia puede ocupar media temporada. El relleno se vuelve estilo, la exageración emocional es norma y la eternidad es considerada un arco narrativo válido. La única regla es que, por más episodios que acumule, siempre se promete que "ahora sí" se acerca el final.

Series de aventura

Los protagonistas viajan constantemente pero nunca parecen tener problemas de jet lag, visa o equipaje perdido. Cada destino exótico esconde exactamente el artefacto misterioso que necesitan encontrar, como si el mundo fuera un videojuego gigante con misiones preestablecidas. El peligro siempre es lo suficientemente amenazante para crear tensión, pero nunca tanto como para arruinar el turismo.

Series de ciencia ficción

Black Mirror: El futuro es ahora y es peligroso.

Toman conceptos científicos legítimos y los torturan hasta que confiesan cualquier disparate que el guion necesite. La física es una opinión, el tiempo se dobla como plastilina y los alienígenas nunca preguntan por qué hablan inglés perfecto. Al final, toda la trama gira en torno a los mismos dilemas emocionales humanos de siempre, porque ni en el año 3025 hemos superado la crisis de pareja.

Series de comedia

Operan bajo la premisa de que la repetición de las mismas situaciones incómodas es intrínsecamente divertida. Los guionistas reciclan el mismo chiste durante décadas cambiando únicamente el escenario: el sofá, la oficina o el bar. El espectador ríe no porque algo sea gracioso, sino porque ya fue condicionado para hacerlo, como una risa enlatada biológica. Después de 200 capítulos, uno empieza a confundir nostalgia con diversión.

Sitcoms

I Love Lucy fue la serie que popularizó los sitcoms en Estados Unidos

La forma más pura de comedia televisiva: personajes atrapados en la misma situación geográfica repitiendo variaciones del mismo conflicto. El apartamento, la oficina o la casa se convierten en un purgatorio cómico donde el crecimiento personal está prohibido por contrato. Los problemas se resuelven en 22 minutos para poder reciclarse la semana siguiente con ligeras modificaciones.

Series de crimen

Cada ciudad tiene más asesinos en serie que habitantes normales, y todos dejan pistas elaboradas como si estuvieran participando en un concurso de creatividad macabra. Los investigadores desarrollan una intuición sobrenatural para resolver casos, pero son completamente incapaces de mantener una relación personal estable. El crimen se vuelve casi secundario comparado con los traumas personales del protagonista.

Series dramáticas

Se caracterizan por tomar situaciones que en la vida real se resolverían en cinco minutos y estirarlas durante seis temporadas. Un malentendido que podría aclararse con una conversación de treinta segundos se convierte en el motor narrativo de tres episodios. Los personajes principales sufren de una extraña condición que les impide comunicarse de manera efectiva, lo cual es conveniente porque de lo contrario la serie terminaría en el piloto. El drama consiste básicamente en llorar con buena iluminación.

Series educativas

El desequilibrado Beakman acompañado de su secuaz el travesti-rata Lester.

Intentan disfrazar el aprendizaje como entretenimiento, creando híbridos extraños donde los personajes explican conceptos complejos mientras resuelven misterios o salvan el mundo. Los protagonistas poseen un conocimiento enciclopédico conveniente para cada situación, como si hubieran memorizado Wikipedia antes de cada aventura. La educación se presenta como una serie de "datos curiosos" que casualmente resuelven todos los conflictos narrativos.

Series de fantasía

Crean mundos elaborados con sistemas de magia que tienen más reglas que el código fiscal, pero invariablemente incluyen una cláusula de "amor verdadero" que rompe cualquier hechizo. Los protagonistas descubren que son especiales justo cuando la trama lo necesita, y cada profecía antigua resulta ser sorprendentemente específica sobre eventos actuales. La fantasía se convierte en una excusa para usar vestuarios caros y efectos especiales.

Series policiacas

Cada episodio sigue la misma estructura: aparece un cadáver, se investiga durante 42 minutos y el asesino resulta ser el personaje que sonrió demasiado en la primera escena. Los detectives sufren traumas personales que los convierten en genios disfuncionales, reforzando la teoría de que la salud mental es incompatible con resolver crímenes. Existen tantas franquicias de este tipo que es posible creer que cada ciudad del planeta cuenta con un laboratorio forense más avanzado que la NASA si la NASA se dedicara a los muertos.

Got Talent también tiene peruanos.

Reality shows

Pretenden mostrar la vida real, pero cada plano está calculado con más guion que una tragedia clásica. Todo participante debe llorar frente a la cámara, todos los concursos tienen un villano designado y toda convivencia está diseñada para que explote en discusiones a gritos. Este formato no tiene final: se reproduce en bucle hasta que el espectador muere o el patrocinador se queda sin presupuesto.

Series románticas

Transforman el amor en una serie de malentendidos cósmicos donde dos personas perfectamente compatibles se las arreglan para no estar juntas durante múltiples temporadas. Los obstáculos románticos incluyen amnesia selectiva, gemelos malvados y el clásico "escuché media conversación fuera de contexto". El romance se mide en temporadas de tensión sexual no resuelta, donde un beso equivale a un final de temporada.

Series de superhéroes

Los protagonistas poseen poderes extraordinarios pero inexplicablemente luchan contra problemas que podrían resolverse con una llamada telefónica a la policía. Cada superhéroe tiene una debilidad específica y conveniente que los villanos siempre descubren en el momento narrativo preciso. El mundo está constantemente al borde de la destrucción, pero nadie parece particularmente preocupado porque ya pasó la semana anterior.

Telenovelas

Yo soy Betty, la fea, tiene más multiversos que Marvel.

Viven de estirar conflictos emocionales hasta el absurdo. Un secreto familiar puede sostenerse durante doscientas horas de metraje y un beso se posterga hasta que los actores ya peinan canas. La exageración se convierte en el lenguaje universal, capaz de cruzar fronteras culturales a fuerza de lágrimas falsas y giros argumentales que contradicen todos los anteriores.

Doramas

Perfeccionaron la fórmula del romance imposible elevándola a forma de arte chino. Los protagonistas se enamoran a través de malentendidos épicos, comida compartida y lluvias perfectamente cronometradas. Cada serie incluye un triángulo amoroso donde el chico malo tiene mejor peinado pero peores intenciones, y la resolución romántica siempre llega acompañada de una banda sonora que hace llorar hasta a los muebles.

Series turcas

Han convertido el drama familiar en una telenovela de proporciones bíblicas donde cada secreto tiene al menos tres generaciones de antigüedad. Los personajes principales sufren amnesia selectiva sobre eventos importantes pero recuerdan perfectamente cada agravio menor de los últimos veinte años. Una sola mirada puede sostener diez minutos de tiempo de pantalla, y el amor verdadero siempre triunfa después de exactamente 400 episodios de obstáculos.

Series de terror

Al final solo son actores descompuestos, no zombies de verdad.

Funcionan bajo la premisa de que la gente más inteligente del mundo pierde completamente el sentido común cuando aparece algo sobrenatural. Los personajes investigan ruidos misteriosos solos, en la oscuridad, después de que todos sus amigos han desaparecido misteriosamente. El terror se basa en la frustración del espectador gritándole a la pantalla decisiones de vida obvias que los protagonistas ignoran sistemáticamente.

Series de thriller

Cada episodio termina con un cliffhanger tan dramático que el espectador se pregunta cómo podrán resolverlo, solo para descubrir en el siguiente episodio que se resolvió con una explicación de treinta segundos. Los personajes viven en un estado de paranoia constante justificado por conspiraciones que efectivamente resultan ser ciertas. La tensión se mantiene a través de música dramática y primeros planos intensos de gente mirando fijamente a la distancia.

Estructura narrativa

El piloto

El episodio piloto es una mentira cuidadosamente construida. Presenta personajes interesantes, situaciones originales y una premisa prometedora. Su único propósito es engañar al espectador para que invierta emocionalmente en la serie. Una vez logrado este objetivo, el piloto es abandonado como un experimento fallido y la serie real comienza, generalmente siendo una versión degradada de lo que se prometió inicialmente.

El desarrollo

Durante las primeras temporadas, la serie mantiene cierta coherencia narrativa. Los personajes evolucionan de manera lógica, las tramas se resuelven de forma satisfactoria y existe la ilusión de que todo está dirigiéndose hacia algún lugar significativo. Esta fase está diseñada para generar confianza en el público y establecer lealtad hacia los personajes.

El salto del tiburón

Inevitablemente, toda serie llega al punto donde se queda sin ideas originales. Los guiones, desesperados por mantener el interés, introducen elementos cada vez más ridículos: gemelos malvados, viaje en el tiempo, resurrecciónes inexplicables, o peor aún, episodios musicales que interrumpe la historia. Este momento marca el comienzo del fin, aunque la serie puede continuar durante años en estado de descomposición narrativa.

El final

El episodio final es tradicionalmente una decepción. Después de años de construcción narrativa, los guionistas se dan cuenta de que no tienen idea de cómo resolver las tramas que iniciaron. El resultado es una conclusión apresurada que traiciona todo lo establecido anteriormente, o una resolución tan ambigua que básicamente admite que la serie nunca tuvo un propósito real.

Efectos en la sociedad

Una nueva forma de perder amigos.

Las series han transformado fundamentalmente la estructura social humana. Antes, las conversaciones giraban en torno a eventos reales, ideas abstractas o experiencias personales. Ahora, el ochenta por ciento del intercambio social consiste en referencias a series que la otra persona no ha visto, creando una nueva forma de aislamiento social disfrazado de cultura compartida.

El fenómeno del binge-watching ha redefinido el concepto de productividad. Una persona puede pasar doce horas viendo una serie completa y experimentar una sensación de logro comparable a escalar una montaña o aprender un idioma. Es la democratización del éxito: ahora cualquiera puede sentirse exitoso sin hacer nada constructivo.

Las series han creado también una nueva clase de experto: el crítico amateur que analiza cada episodio como si fuera literatura clásica. Estos individuos han desarrollado un vocabulario sofisticado para describir productos de entretenimiento masivo, elevando el consumo pasivo al nivel de actividad intelectual.

Industria y economía

Estamos en la mejor época artística y económica para mirar series nuevas,

La industria de las series de televisión ha perfeccionado la obsolescencia programada aplicada al entretenimiento. Cada serie está diseñada con una fecha de caducidad implícita, no porque la historia llegue a su conclusión natural, sino porque el público eventualmente se cansará y necesitará una nueva adicción.

Las plataformas de streaming han introducido el modelo de suscripción infinita: el usuario paga mensualmente por el privilegio de acceder a un catálogo que cambia constantemente, asegurando que nunca podrá ver todo lo que está disponible. Es el capitalismo aplicado al FOMO: el miedo a perderse algo que probablemente no vale la pena ver.

Los algoritmos de recomendación han eliminado la necesidad de elección personal. La máquina decide qué vas a ver basándose en lo que has visto antes, creando un ciclo de retroalimentación que gradualmente reduce tus horizontes culturales hasta convertirte en un consumidor perfectamente predecible de contenido homogeneizado.

El problema de la nomenclatura

Así puedes tener tu serie favorita de fondo mientras pierdes el tiempo viendo Instagram al mismo tiempo que haces cosas menos importantes.

Llamar serie de televisión a lo que vemos hoy es como llamar carruaje a un automóvil. La televisión ha desaparecido de muchas casas, y los que la recuerdan la miran con la misma perplejidad que los abuelos frente a un diodo de vacío. ¿Un aparato que solo recibía señales en un horario fijo, sin pausar ni rebobinar? Qué concepto tan primitivo.

Ahora todo son pantallas: laptops, tablets, teléfonos, monitores, espejos conectados y hasta refrigeradores inteligentes. La gente ve series mientras camina, trabaja, desayuna o se baña. El único lugar donde ya no se ven es en un televisor de antena vieja.

“Serie de streaming” sería más exacto, o simplemente producto de adicción digital distribuido por algoritmos. Pero nadie quiere decirlo en voz alta: televisión suena más respetable. Las series se han adaptado: diálogos explícitos, recapitulaciones constantes y tramas simplificadas porque nadie presta atención completa. Cada quien ve su propia serie, en su propia pantalla, en su propio horario con sus propios fetiches cochinos y degenerados (Rick y Morty, asco mil).

Al final, el término serie de televisión es como decir música de gramófono para Spotify. Mantenemos la palabra por nostalgia, mientras consumimos entretenimiento que las generaciones que inventaron el término jamás habrían comprendido.

Véase también