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Juglar

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Juglar y breakdancer, aprovechando que en la Edad Media aún no se inventaban las columnas vertebrales.

El juglar (del latín iocularis, "el que hace el payaso", no confundir con Jaguar) era un artista[Cita requerida] ambulante de la Edad Media que se ganaba la vida entreteniendo a nobles, plebeyos, el equivalente medieval de tu madre, pero cobrando por ello, como tu madre. Los juglares eran artistas multidisciplinares que combinaban música, chistes picantes, acrobacia, poesía, narración y cualquier otra cosa que pudiera mantener la atención de un público que no tenía televisión, internet ni masturbación porque era pecado y pecar en esos tiempos era pena de muerte.

A diferencia de los trovadores, que eran compositores refinados de la nobleza que tampoco se bañaban pero usaban perfume, los juglares eran artistas populares que no tenían problema en hacer el ridículo por unas monedas. Mientras los trovadores componían delicadas canciones de amor cortés, los juglares las interpretaban añadiendo chistes malos, acrobacias innecesarias y, ocasionalmente, algún que otro tropezón accidental-a-propósito como Chaplin o Biden.

Fueron los primeros artistas profesionales itinerantes de Europa, los pioneros del trabajo remoto medieval, solo que en lugar de conexión a Internet necesitaban buenos zapatos y mucha cara dura.

Etimología

Gato de la época, feliz de ser juglar igual que su amo.

La palabra juglar viene del latín iocularis, que a su vez sale de ioculator, que significa algo así como "el que cuenta chistes" o "el que da el culo" dependiendo de la región.

Su evolución lingüística es tan saltimbanqui como los propios juglares: del ioculator romano pasó al joglar provenzal y de ahí al castellano juglar cuando los españoles no quisieron hablar en árabe por racistas. En francés se convirtió en jongleur, que con el tiempo dio lugar a "malabarista", aunque, paradójicamente, los juglares medievales eran bastante idiotas con las pelotas que los artistas de circo actuales. También resulta curioso que jocularis venga de jocus ("juego" o "broma"), la misma raíz de palabras como "juego", "jocoso", "juerga" y El Jajas.

En algunas zonas se les llamaba ministriles (del latín ministerialis, "el que está al servicio de"), aunque este término se reservaba más para los músicos, porque eran los únicos que realmente se tomaban la molestia de aprender algo en vez de ir improvisando a lo loco.

Historia

Origen en la Alta Edad Media

Juglar anoréxico molestando a los transeuntes.

Surgieron como un plan B del entretenimiento medieval cuando el Imperio Romano se fue al garete y con él desaparecieron los circos de leones come cristianos, teatros de orgías homoeróticas y demás diversiones organizadas. En el caótico período que siguió a la caída de Roma a mano de los Gordos, algunos artistas espabilados se dieron cuenta de que la gente seguía necesitando entretenimiento, aunque fuera para olvidar que vivían en la Edad Oscura. Estos proto-juglares empezaron como una mezcla entre los antiguos mimos romanos, los bardos celtas y cualquiera que tuviera suficiente hambre como para hacer el ridículo por comida (millones). Los primeros registros históricos los describen vagamente como "esos tipos que van por ahí haciendo ruido y contorsiones, pero sin necesitar un exorcismo".

Durante el siglo VII, mientras la mayoría de la población europea estaba ocupada sobreviviendo a plagas, invasiones, malas cosechas y esqueletos que salían a bailar según consta en las caricaturas de la época, estos artistas ambulantes comenzaron a desarrollar su oficio en los márgenes de la sociedad, literalmente: viajaban de pueblo en pueblo llevando noticias (malas), chismes (malos) y entretenimiento (malo), funcionando como una mezcla entre CNN medieval y circo ambulante. La Iglesia inicialmente los miró con malos ojos (aunque, para ser justos, la Iglesia en esa época miraba con malos ojos prácticamente a todo lo divertido), considerándolos "ministros de Satanás" por hacer reír a la gente, lo que fue la mejor publicidad que pudieron recibir. A pesar de las críticas, o quizás gracias a ellas, para el siglo IX los juglares ya se habían establecido como una institución cultural tan fundamental como inevitablemente molesta.

Plena Edad Media

Durante la Plena Edad Media (siglos XI-XIII), período también conocido como cuando las cosas empezaron a ir un poco menos mal, más o menos, los juglares vivieron su época dorada. El desarrollo del sistema feudal, el crecimiento de las ciudades y sus zonas de cosas prohibidas guiño guiño y el surgimiento de una clase mercantil significaban que había más gente con dinero para tirar a un juglar (a veces literalmente). Este período vio la profesionalización del oficio, lo que significaba que ya no bastaba con hacer el tonto: ahora había que hacer el tonto con estilo.

Estaban los juglares de gesta, que se especializaban en contar historias épicas sobre superhéroes (exagerando tanto que le dieron poderes de zombie al Mío Cid); los juglares de boca, expertos en contar chistes malos y hacer imitaciones (los stand-up comedians medievales); y los juglares de instrumentos, que eran el Hombre orquesta pero aún más pobres que los actuales.

La relación entre juglares y trovadores se volvió más compleja durante este período. Mientras los trovadores componían refinadas canciones de amor cortés en sus castillos de chocolate, los juglares las interpretaban en las plazas públicas si bien les iba, en los baños públicos si mal les iba, aunque generalmente las plazas públicas eran los baños públicos en el 99% de las ciudades, por lo que daba igual.

Las cortes feudales comenzaron a mantener juglares residentes, una especie de bufón con beneficios que combinaba las funciones de entretenedor, mensajero y chismoso profesional. Estos juglares corporativos gozaban de privilegios especiales, como no tener que dormir en el establo y poder burlarse del señor feudal sin riesgo (inmediato) de decapitación. Algunos incluso llegaron a ser tan famosos que sus nombres han sobrevivido hasta nuestros días, como Raimbaut de Vaqueiras, que La Ladrona dice que fue un trovador para no reconocer que era un ridículo.

Baja Edad Media

La aparición de formas más "respetables" de entretenimiento, como el teatro organizado y los gremios de músicos profesionales que podían permitirse comprar zapatos y otras excentricidades de millonarios, comenzó a relegar a los juglares a una especie de "modo retro" del entretenimiento medieval. Es como si de repente tu spotify medieval dejara de funcionar y tuvieras que volver a los juglares, pero ya nadie quisiera admitir que los escuchaba.

Durante este período, muchos juglares se vieron obligados a profesionalizarse (es decir, dejar de hacer el payaso en múltiples disciplinas para especializarse en hacer el payaso en una sola). Algunos se convirtieron en músicos de gremio (vendiendo su alma al equivalente medieval del corporativismo), otros en actores de compañías teatrales (básicamente, juglares con guión), y los menos afortunados acabaron como bufones de corte (juglares con contrato fijo pero con la dignidad como variable ajustable).

La crisis del siglo XIV, con sus plagas, hambrunas y guerras, no ayudó precisamente al negocio juglaresco. Resulta que cuando la gente está muriendo de peste bubónica, tiene menos ganas de ver a alguien haciendo malabares mientras recita poesía épica subido a un barril. Los juglares tuvieron que adaptarse, desarrollando nuevos números como "Cómo reírse de la Muerte Negra sin que te mate" o "101 chistes sobre la Guerra de los Cien Años que puedes contar en menos de cien años".

Para el final de la Edad Media, el término juglar había adquirido connotaciones tan negativas que muchos preferían llamarse "ministriles", "troveros" o "prostitutos con lira". Los pocos juglares que mantuvieron el título original lo hicieron con el mismo orgullo con que hoy alguien dice que sigue usando un IPhone 1.

Edad Moderna y el fin de los juglares

La invención de la imprenta fue para los juglares lo que Spotify para los vendedores de CDs: un golpe del que nunca se recuperarían completamente. Los libros impresos significaban que ya no necesitabas a un tipo sudoroso recitando de memoria La Cumbia de Rolando mientras hacía el pino, podías leerlo tú mismo en la comodidad de tu hogar (aunque seguías sin entenderlo).

Durante los siglos XVI y XVII, los antiguos juglares se fueron especializando en diferentes ramas del entretenimiento: algunos se convirtieron en actores de compañías teatrales, otros en músicos profesionales de los que salieron los Vivaldi, los Mozart, los Bunny y demás estirpes musicales famosas de hoy día, y los menos afortunados acabaron como vendedores de elixires milagrosos televendiendo agua bendita para curar la sífilis.

El espíritu juglaresco, sin embargo, nunca murió del todo. Como un virus medieval resistente a los antibióticos (porque algunos tontos siguen tratando virus con antibióticos si esas son para las bacterias), mutó y se adaptó. Los trovadores callejeros del siglo XIX, los artistas de vodevil, los primeros comediantes de stand-up, e incluso los rockstars más irreverentes del siglo XX, todos llevaban un poco de juglar en su ADN (literalmente, porque además de contar chistes en la plaza, se metían a las casas y no sólo a cantar). Kurt Cobain fue el último juglar verdadero: tocaba instrumentos, componía poesía (aunque algo más depresiva que las gestas medievales), hacía actuaciones acrobáeróticas (combinación de acrobacia con erotismo) con su guitarra, y se burlaba del establishment. La única diferencia es que en lugar de un laúd usaba una escopeta.

Tipos de juglares

TIPO DE JUGLAR Y DESCRIPCIÓN
Juglares líricos Eran covers medievales andantes: se aprendían las canciones de los trovadores y las interpretaban en público, a menudo añadiendo sus propios remixes no autorizados y gesticulaciones dramáticas mejores que las de Björk cuando finge cantar.
Juglares épicos Eran los maestros del storytelling medieval, capaces de recitar durante horas hazañas heroicas sin quedarse sin voz ni perder el ritmo. Imagina un rapero actual, pero con mallas y contando la historia del Cid en vez de su vida como era pobre y ahora es rico.
Remedadores Eran los imitadores profesionales de la época, que se ganaban la vida haciendo burla de todo el mundo, especialmente de los nobles (cuando estos no estaban mirando).
Goliardos La versión medieval de los estudiantes de Erasmus: combinaban la cultura académica con la juerga perpetua. De hecho, son los antepasados directos de los tunos universitarios, lo que explica muchas cosas.
Zaharrones Eran como los cosplayers actuales pero con menos presupuesto: se disfrazaban y hacían gestos grotescos, porque tenían pena que alguien los reconociera.
Trasechadores Los magos de la época, aunque sus trucos consistían más en hacer desaparecer monedas de los bolsillos del público que en partir a una señora por la mitad pero nunca volver a pegarla.
Menestriles Los que habían conseguido un "trabajo fijo", vendiendo su libertad artística a cambio de no tener que dormir en establos: los "vendidos" de la época, vamos.
Cazurros Recitaban de forma disparatada, sin seguir ninguna regla. Como esos músicos de jazz experimental que dicen que las notas incorrectas no existen: recitaban sin seguir ninguna norma y probablemente afirmaban que era "arte vanguardista".
Juglaresas y soldaderas Eran mujeres de vida errante que se dedicaban al baile y al canto. Además de tener que lidiar con todo lo anterior, tenían que aguantar los prejuicios de una sociedad medieval que las miraba con más recelo que a un vegetariano en una barbacoa.

Esta diversidad de especialidades demuestra que en la Edad Media, como ahora, había un nicho para cada tipo de entretenimiento, desde el más refinado hasta el más absurdo. La única diferencia es que ahora tenemos YouTube para ver gente haciendo el ridículo, mientras que antes había que salir a la plaza del pueblo.

Ejemplo de canción

[Se declama al ritmo de un laúd roto, mientras el juglar intenta domar un caballo de cartón]

¡Escuchad, escuchad, esta tragicomedia,
del Lord Inciclopedista, ¡oh qué bizarría!,
que en vez de cazar dragones o besar damiselas,
escribe teorías locas mientras huele a cola de cerda!

En su mazmorra-búnker está encerrado,
con memes prohibidos y un café envenenado,
redactando "Los Illuminati vs. Troleonatos",
mientras su tío le espeta: "¡Únete a los templarios!"

¡Banead, banead! —rugía con furia—,
si un novato osa editar su "Teoría de la Squirrelia".
Con su teclado de piedra filosofal,
combate a los normies en su Reino Digital.

Su perfil es un altar al caos mental:
"Este usuario cree que el Sol es un holograma estatal,
tiene un hurón que hackeó a Carlomagno,
y vende aceite de serpiente ¡100% vegano!".

En la taberna, los bardos se burlan sin piedad:
"Sus artículos son fake news de la cristiandad".
Pues escribe "Draco Malfoy fundó la Reforma Protestante",
y los burócratas le gritan: "¡Esto es irrelevante!".

El día que ascendió a Gran Inquisidor,
festejó con absenta y un ritual de terror.
Pero el poder lo corrompió cual villano de opereta:
¡bloqueó hasta al bufón por "difamar a la seta"!

¡Mas oh! Un día, los fact-checkers llegaron,
y hasta su artículo "Pizzagate Medieval" borraron.
Pues afirmar que "el Papa es un NPC del sistema"
no agradó a los cardenales... ¡vaya dilema!

Ahora deambula cual alma en pena,
murmurando en latín: "¡Necesito una IP nueva!".
Jura que, cuando inventen la wifi en el medievo,
¡volverá a trolear con furia de meme plebeyo!

[El juglar tropieza con el caballo de cartón y ofrece un NFT de gallina]

ESTRIBILLO:
¡Oh, censor demente, oh, trol del ayer!
¡Tus teorías son más falsas que el amor de Uther!
¡Oh, hereje digital, oh, conspiranoico ancestral!
¡Tu legado es un shitpost… en el limbo digital!